Milei y la UIA en pie de guerra: ¿se dobla o se rompe?

El empresariado cuestiona la estrategia oficial de apertura y advierte sobre la falta de políticas claras para sostener la producción nacional.

Mientras la Unión Industrial Argentina (UIA) pedía “respeto” y remarcaba que la producción fabril es la que más aporta al superávit fiscal que el Gobierno defiende como axioma, el presidente Javier Milei subía a Instagram un meme que ridiculiza a los industriales: un titular de diario de los años 70 que declamaba que “la industria electrónica se opone a la TV Color”. Milei se lo dedicó “a ciertos periodistas operadores que defienden la política de cerrar la economía a costa del bienestar de todos los argentinos de bien”.

Milei usó las redes en vez del púlpito de la 30° Conferencia Anual Industrial. Eligió no asistir, a diferencia de sus disertaciones en la convención de la Cámara Argentina de Comercio, la Bolsa, el Coloquio de IDEA o la Fundación Endeavor, entre otras. Tampoco fue el ministro de Economía Luis Caputo, que el viernes sí participó, en Corrientes, del Congreso de Economía Regional de la Fundación Club de la Libertad y asistió a muchos otros eventos empresarios. La UIA quedó del lado de los que “no la ven”. “Váyanse a cagar”, les tuiteó el diputado José Luis Espert.

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La UIA, intenta hacer equilibrio. La conducción -el “ala Techint”- celebra el ordenamiento macroeconómico y ve con entusiasmo el desarrollo de los sectores energético y minero. Pero empieza a marcarle reparos a un gobierno que se acerca a China y privilegia la apertura comercial a la baja de impuestos a la producción y que, según los industriales, los saca de la cancha. El Gobierno avanza más rápido en la eliminación de requisitos técnicos para importar y la rebaja de aranceles e impuestos que en la baja impositiva para la producción local.

“La postura de la industria es entendible, no es en contra del Gobierno es para que encontremos un camino juntos”, le dijo a Cenital David Uriburu, presidente de Relaciones Institucionales de Techint y vicepresidente 1° de la UIA. En dos semanas, Paolo Rocca hablará en el seminario Propyme, el evento de su cadena de proveedores. Aguas abajo, reconocen en el grupo, el clima está caldeado.

Muchos afiliados pymes y no tan pymes ya manifiestan su descontento con esta posición y preferirían un discurso más duro. Esa tensión se notó en los paneles de la Conferencia y, sobre todo, en los pasillos.

El discurso de Martín Rappallini, el CEO de Cerámica Alberdi que presidió la conferencia industrial y que suena cada vez más fuerte como sucesor de Daniel Funes de Rioja al frente de la UIA, a partir del año próximo, navegó esa dualidad. Rapallini suele estar alineado con Paolo Rocca y fue el que pidió que se respetaran los rangos.

“Somos nosotros, los empresarios que generamos empleo y pagamos impuestos, quienes sostenemos el Estado. Queremos respeto, como se respeta en todos los países -donde se entiende el rol fundamental que tenemos en una sociedad- para el bienestar de la población. La industria aporta el 30,2% del total de la recaudación y es el sector que agrupa la mayor cantidad de puestos de trabajo formales”, dijo en el discurso inaugural.

Diego Coatz, director ejecutivo de la UIA, desarrolló, luego, esa idea. La industria, dijo, representa el 40% de la recaudación del impuesto a las Ganancias y genera dos empleos adicionales por cada trabajo que crea. Lo que encarece a la producción industrial, agregó, es la carga impositiva (una presión tributaria de 52% sobre el sector formal, detalló), los costos logísticos, la falta de financiamiento y la inestabilidad macroeconómica de los últimos años. Es decir, es culpa de los gobiernos.

“Compartimos el mensaje del presidente, el motor de Argentina es el sector privado. El debate es cómo coordinamos la apertura con la nivelación de la cancha para que podamos competir”, buscaba compatibilizar Rappallini en diálogo con Cenital y otros medios.

Pero otros perdieron la paciencia. “No sean tan boludos, miren para dónde va el mundo. Todos buscan cuidar sus laburos”, mascullaba bronca un gran industrial con plantas en Argentina y países limítrofes. Resaltaba los ejemplos de Donald Trump y Giorgia Meloni, dos aliados geopolíticos de Milei. Trump acaba de anunciar aranceles para importaciones de sus socios México y Canadá, además de subir los impuestos a las de origen chino. “Con esta política, quieren que me convierta en importador, que use mi canal de distribución para vender lo que fabrico en otros países, y eso no es viable para Argentina”, siguió.

Un fabricante de colchones relataba que sus ventas llegaron a caer más de 30% y ahora la merma está en torno a los 20 puntos. Comenzó a traer una parte de lo que producía acá desde Chile. Muchas empresas de electrodomésticos tienen la capacidad de reconvertirse rápidamente en importadores. “La última feria de exportaciones e importadores de China estuvo repleta de argentinos buscando qué traer”, relató otro empresario. En el sector metalúrgico repiten que fabricantes de electrodomésticos acondicionan rápidamente sus plantas de fabricación en depósitos para importados. Los vaivenes de Argentina les dieron esa capacidad de adaptación.

Los reclamos más vehementes suelen ser en off, pero ahora se agrega el ingrediente “redes”. Nadie quiere pelearse abiertamente con un gobierno que tiene a su guardia pretoriana lista para salir a insultar a los díscolos.

La (no) política industrial

El secretario de Coordinación Productiva, Juan Pazo, fue la única voz del Gobierno. “Hay un nivel enorme de ansiedad con un gobierno que recién empieza”, se quejó. “El 80% de las importaciones son insumos y bienes de capital, están directamente ligadas a la producción. Cuando se baja el impuesto PAIS y se liberan las SIRAs (permisos de importación), no se beneficia al producto terminado”, agregó. “Tenemos que aprender a competir”, sostuvo.

“Hay sectores que empezaron a crecer”, agregó Pazo. Son los vinculados a la energía. Pero un gran fabricante de productos de consumo masivo relataba cómo sus ventas estaban 20% por debajo de las de hace un año, con picos de caída de 35%.

En la tribuna se notó ese descontento. Hubo, apenas, un aplauso moderado al funcionario cuando adelantó que esta semana enviará al Congreso -quizás para sesiones extraordinarias- el Régimen de Incentivo a la Producción, o mini RIGI, que Funes de Rioja buscó instalar en el temario. El proyecto tendrá amortización acelerada de bienes de capital para pequeñas inversiones, bonificación de aportes y contribuciones a la creación de empleo y la parte de la reforma laboral que el Gobierno incluyó en el DNU 70 pero que la frenó la Justicia, con excepción de los cambios en la organización sindical.

El Gobierno insistirá con el tope a las indemnizaciones (una actualización de IPC más 3%) y a los juicios laborales (con regulación del pacto de cuota litis y otras medidas). También con el banco de horas, que flexibilizará la jornada de 8 horas, y con la formalización de pagos no remunerativos para comida, transporte y telefonía celular, entre otros.

“Hay malestar y todos sabemos que lo del RIGI para pymes no va a funcionar, porque tiene la reforma laboral adentro”, sostuvo Aldo Lo Russo, de la metalúrgica Baigorria, con exportación a 14 países. Crítico con el rumbo económico, ponderó la liberación de importaciones de insumos y la normalización del acceso a las divisas para pagarlas. “No quiero decir que la industria hace todo bien y que no queremos apertura; hay empresas que no se prepararon, pero el gobierno no tiene política industrial”, dijo.

El Gobierno milita esa falta de política industrial. Lo dijo Pazo, ex ejecutivo del sector privado que habló como si todavía fuera parte de él: “La mejor política industrial es tener una política fiscal y monetaria equilibrada, porque si no es imposible que la economía crezca”, afirmó.

Otras lecturas:

Periodista especializado en Economía. Pasó por La Nación, Bae, El Cronista y TN. Actualmente es columnista en Mejor País, en Radio Con Vos.