Lo viejo sirve: los pibes ahora escuchan en CD, resucitan el iPod y aman el cassette

La Generación Z quiere escapar del algoritmo para tener una experiencia analógica con la música. Además del vinilo, rey del vintage, van por la herencia familiar que acumula polvo en un cajón.

Hay 30 personas en una feria de discos en Vicente López un sábado al mediodía. La mayoría peina canas, si tienen suerte. Hay una docena de stands con cajas y cajas de vinilos, CD y cassettes. Y, entre todos ellos, cuatro adolescentes. “¿Cuál es este?”, le pregunta uno al disquero. En sus manos sostiene Vida, de Sui Géneris. Lo abre, mira las letras, pasa la mano por las fotos, con sus amigos intercambian algunas palabras muy bajitas, inaudibles. Alejandro le dice que es el primer disco de Charly García, que el otro que está sentado ahí es Nito Mestre, que es de 1972 y que hay una edición nueva pero no tiene el formato de librito, tiene menos información, y que este sale 39 mil pesos. Lo mira un rato más y lo deja, va a otro stand y sigue revolviendo en la sección “rock nacional”.

“No sabés, se emocionan –me dice Alejandro, el puestero, cuando ellos se van–. A veces ven un cassette y lo tocan con verdadera devoción”.

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Habla de esa generación, la que nació con el dominio total del archivo digital y el streaming como formato único para la escucha de la música. Los hijos de la playlist, los que ahora buscan lo palpable. “Sí, a él le gusta Charly”, dice Lautaro de 18 años sobre su amigo. Están en quinto año de una técnica y les gusta tener el objeto, aunque sea de decoración. “Es como un libro: no es lo mismo leer un pdf”, agrega Alejo. Ninguno de los dos tiene bandeja para reproducirlo, pero están armando de a poco, a medida que pueden, su colección de discos. “Mi papá me inculcó escuchar en vinilo, porque esta música fue hecha para ser escuchada en este soporte”, dice Alejo.

El vinilo, además de ser muy lindo, les produce algo de nostalgia por un tiempo que no vivieron, donde esos clásicos que buscan eran novedad. Pero es caro, y mientras tanto tienen una playlist colaborativa en Spotify donde suman las canciones y los artistas que descubren en la radio y les llaman la atención.

El rey del mercado

Ya mucha letra se escribió sobre su regreso triunfal como objeto y devoción del coleccionista: récord de venta y fabricación y un dato espectacular: sólo la mitad de los que compran discos de vinilo tienen bandeja para reproducirlos. Hay fiestas con DJ set en estos formatos. Los hay transparentes, de colores, de ediciones locales o internacionales. Y hay miles de cuentas en las redes donde se muestran los álbumes más difíciles de encontrar, la historia de los discos y videos con sesiones curatoriales.

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“El otro día vino una chica a comprar un vinilo de Sonic Youth, y era para hacérselo firmar a Kim Gordon (que toca a fin de mes en el C Art Media). No lo iba a escuchar, lo tenía para hacérselo firmar a ella”. El que habla es un Mariano de Revolution Disquería, dealer de música en formato original, que antes tenía negocio a la calle y ahora hace dos ferias anuales en Parque Chacabuco. “Hay bandas conocidas que, en los últimos años, estuvieron editando solamente en vinilo y en cassette, y el disco no salió editado en CD”. Sin embargo, su especialidad es ese formato de 12 centímetros de plástico de policarbonato.

En sus ferias podés encontrar originales en perfecto estado de rock internacional, latinoamericano y también nacional. Por ejemplo, ahí encontré joyas incunables como el Hungry For Stink de 1994 de la banda riot girl norteamericana L7 o la primera edición de 1996 de Galope de Suárez. Mariano no sabe si es un boom, pero sí nota que hay pibes que heredaron una colección de discos y que se coparon, que la están ampliando y sumando lo suyo, investigando en el CD y en el cassette.

CD: bueno, bonito y barato

El CD, todavía está en las casas de cualquier familiar, a veces acumulando polvo y en otras hay una recuperación. Lo mismo pasa con el cassette. Esos jóvenes que no vivieron la adolescencia con un formato físico están resucitando esa música que heredaron o que empiezan a comprar en ferias. El CD tiene un par de beneficios frente al gigante del vinilo: es más barato el objeto y el aparato para reproducirlo, ocupa menos lugar, es más resistente y menos delicado –no vamos a entrar en debates filosóficos eternos sobre cuál es mejor, porque la fritura del vinilo es divina, el arte es más grande, y todo es personal–.

Pero un disco nuevo, nacional, puede valer entre 15 y 25 mil pesos en una disquería y uno usado en una feria, depende la edición, puede valer entre 2,5 y 10 mil pesos si es difícil de encontrar. En los vinilos esos precios se disparan: uno nuevo nacional puede valer 35 a 80 mil pesos, y en los usados, si encontrás edición original (no remasterizada) se disparan, pueden llegar hasta $200 mil por una primera edición en buen estado de algo que no haya sido reeditado. El problema es que para los músicos, la fabricación de un vinilo y un cassette es más económico que el CD, porque se pueden hacer en menores cantidades.

CD, cassettes y feria.
Algunas fotos de una feria de Revolution Discos.

“El que tiene la idea primaria de edición en físico es el músico”, dice Alice Bianchi de RGS Music, una disquería histórica de avenida Corrientes y Scalabrini Ortiz, que a su vez es un sello discográfico que se especializa en CD. Es una cuestión de prestigio y de ventas, es una carta de presentación para el artista. Hace casi 20 años trabaja ahí, antes las personas que iban a comprar “eran todos viejos que no sabían ni qué era YouTube ni Spotify ni cómo se escuchaba eso”, dice bromeando. Ahora, los soportes son complementarios y cada vez pasan más pibes por la tienda.

Alice tiene una teoría, para ella este recambio proviene de una curiosidad y la búsqueda de una experiencia. “Como ir a una librería, que es un lugar donde se detiene el tiempo. Acá pasa lo mismo, entran para buscar, buscar, buscar hasta que algo les llama la atención. Y se lo compran. Primero se enganchan con el objeto y después con la música”.

–Y hay algo que es bastante satisfactorio, que estos pibes jóvenes, todos, te escuchan. Hablo desde mi experiencia, y no sabría explicarlo muy bien porque no soy ni socióloga ni psicóloga, pero creo que hay otra frecuencia y están en eso del querer aprender escuchando a una persona mayor que les explique ciertas cosas del CD que agarraron, desde la técnica hasta algún chimento de ese disco. 

El CD como herencia familiar y cultural

“Me pasa eso de escuchar a veces relatos de chicos que no estaban acostumbrados al tema de la compra de un formato físico, que encontraron esas torres de CDs, cassettes o vinilos en la casa de sus padres y que a partir de indagar ahí, una vez que lo hicieron, empezaron a hacer su propia historia y a comprar sus propios discos”, dice Sebastián Saire de Inerme, una tienda, editorial, sello discográfico y productora de movidas hardcore punks.

De hecho, la cantante y compositora Nina Suárez, contó en Ruido y Sentimiento que se quedó con los CD de sus padres, fundadores de la mítica banda under Suárez y de su mamá, la artista, escritora, compositora y actriz Rosario Bléfari. “Me hace muy bien. Es bajar un cambio de toda la sobreinformación de internet, del celular y las plataformas, que todo bien con la biblioteca universal en tu mano pero el otro día puse un CD de Lou Reed y abrí la cajita y me encontré con su relato sobre cómo grabó ese disco”. Su generación –ella tiene 24 años– está descubriendo esa parte de la música que ahora parece sólo posible en un show en vivo: la de escuchar música con una dedicación exclusiva.

iPod y CD
La resurrección del iPod y de las colecciones de CD entre centennials.

Pero volvamos a Sebastián de Inerme, él dice que los pibes y pibas menores de 30 entienden el concepto de acompañar una banda, un sello, a partir de la compra de un disco, que tiene que ver, además de la nostalgia, con la idea de bancar una escena cultural. En su tienda hay fanzines, cassettes, libros, remeras, bolsas, todo hecho de manera autogestiva por las bandas emergentes, esas que no suenan en las radios pero sí en el circuito alternativo de shows. Y que esa producción tiene un anclaje en la nostalgia y también en el compromiso político y colectivo del “hacerlo con todos” frente al “do it yourself”.

–Yo creo que esa nostalgia o esa búsqueda de lo analógico significa también dejar un precedente. Dejar asentado algo que sucedió, que vos viviste, que escuchaste. Algo que te lleva a un lugar, a un recuerdo. El formato físico cumple esa función. De contextualizar un momento de tu vida, de cómo te sentías, de lo que estabas viviendo.

Algo de eso se puede ver, también, en la calle o en los recitales, cuando cientos de pibes y pibas andan con una remera de Mujer Cebra, Buenos Vampiros o de Dum Chica. Una remera que fue serigrafiada de manera artesanal por el diseñador Santiago Moscardi en su taller, y que se vende únicamente en los shows de las bandas, que ahora son promesas del nuevo rock argentino.

Esa remera es un documento de identidad, habla tanto del artista como de quien la porta. “Las bandas buscan que el arte gráfico represente su arte y el público busca ese combo entero para sentirlo propio. Puede ser que por eso los diseños de remeras sean tan significativos, porque buscan representar a toda una generación”, dice Moscardi, porque cree que un póster en una habitación o una casaca puede cambiarte la vida. Todo fan de la música le cree.

La vorágine virtual

Otro día, mirando historias de Instagram como quien mira gente pasar desde el bondi, veo que la periodista Tamara Tornello sube una foto de un desfile de la marca argentina Gone y que algo le llama la atención: una modelo está en la pasarela sosteniendo un iPod en una mano y el cable de los auriculares se mezcla con la seda de la prenda. “Hay una vuelta a las raíces menos tecnológicas, a reconectarnos con lo que nos gusta”.

Me muestra qué pasa cuando pongo “iPod” en el buscador de Instagram o en el de YouTube: cientos de miles de posteos que muestran cómo hacerlos revivir del confín de “las cosas obsoletas”, tutoriales para enseñarle a un centennial cómo copiar música desde un CD al iPod, marcas como Sony que hacen modelos modernos de walkman, o lo que llaman single purpose devices, es decir: dispositivos para un sólo propósito. Tamara lo cuenta mejor:

–Trabajo con el celular, estoy todo el día con el teléfono en la mano, abriendo X, Instagram, TikTok, mails, revistas, todo. La música es algo que a mí me encanta, y no estaba prestándole atención a lo que más me gusta, como cuando escuchaba con el discman, el walkman o el iPod, y eso era porque me distraía. Empezaba a escuchar algo en el teléfono y me aparecía una notificación, abría por inercia Instagram o TikTok y se me cortaba la música. Y un día encontré el iPod en mi cajón, busqué un cable, lo cargué y encontré un montón de música que me encantaba y no había vuelto a escuchar y mucha otra que sigo escuchando, ¡mis gustos no cambiaron! Entonces lo empecé a usar para ir al gimnasio, para andar en la calle, porque evito la distracción, no me da miedo que me lo roben como al teléfono, ¡y encima se escucha mucho mejor!

No es una movida anti tecnología, de hecho las plataformas no paran de crecer. Es una búsqueda por un refugio de la velocidad, hiperinformación e imposición del algoritmo. Una estrategia para conectar con el placer, a otro ritmo.

Foto: Depositphotos

Otras lecturas:

Periodista. Neuquina en estado de porteñitud y sala de ensayo. Editora en Cenital. Autora de "Brilla la luz para ellas. Una historia de las mujeres en el rock argentino 1960-2020" y "Entre dos ríos". Hace Ruido y Sentimiento en YouTube.