Las maras, una encrucijada salvadoreña

Un repaso por los diferentes enfoques que distintos gobiernos emplearon para combatir al crimen organizado en El Salvador. Cuáles dieron resultados y cuáles no.

Altos índices de violencia y la presencia constante de los grupos criminales conocidos como maras son un rasgo dominante de la vida salvadoreña. Estas pandillas, asociadas con asesinatos, crimen y tráfico ilícito, han dejado una marca indeleble en las sociedades en las que operan. En el 2015, El Salvador fue categorizado por el Banco Mundial como “el país más violento del mundo”, una violencia que persistió a pesar de estrategias manoduristas y de diálogo.

El “Plan Control Territorial” lanzado por el actual presidente Nayib Bukele con el objetivo de hacer una “guerra contra las pandillas” que diera fin al problema es un tema caliente de la agenda internacional.

Pero, para entender qué está haciendo Bukele y cuál es su impacto, debemos hacernos las siguientes preguntas: ¿Qué son las maras, cuáles son sus características y cómo emergieron? ¿Qué antecedentes existen de gobiernos que hayan intentado hacer frente a las maras y cuál fue su impacto? ¿Cuál es el plan de Bukele hoy? Este artículo busca dar respuesta a todo esto.

¿Qué son las maras?

Las maras son pandillas o grupos criminales fuertemente arraigados en las sociedades de El Salvador, Guatemala y Honduras. Sus orígenes se encuentran en Los Ángeles, Estados Unidos, donde migrantes centroamericanos que huían de la exclusión social, política y económica y, en el caso salvadoreño, de la prolongada y violenta guerra civil de los setenta y ochenta, se unieron al ecosistema de pandillas callejeras.

Su comportamiento e identidad en Centroamérica se consolida a partir de los noventa, cuando entre 50.000 presos y 160.000 inmigrantes indocumentados fueron deportados desde Estados Unidos y enviados de vuelta a sus países de origen. Al ser devueltos forzosamente no pudieron encajar en la sociedad (muchos ni siquiera hablaban bien castellano) y se dedicaron a hacer lo que mejor sabían: delinquir.

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Para los mareros, la mara lo es todo. La mara es sinónimo de seguridad y protección. La mara llena vacíos gubernamentales que el gobierno no ha logrado cubrir debido a la debilidad de sus instituciones. Además, la mara es un mecanismo de inclusión y un grupo de pertenencia. Dentro de la mara hay una fuerte identificación grupal, representada en su manera de hablar, tatuajes y vestimenta. La mara es respeto, es reconocimiento. Dentro del grupo existen jerarquías, reglas, códigos de silencio y de lealtad. ¿La única manera de salir de una mara? La muerte o uniéndote a la Iglesia. Pero la mara también es familia. Para muchos jóvenes marginados y excluidos que no cuentan con un núcleo familiar fuerte, la mara pasa a ocupar el rol de “familia sustituta”. Cubrirá sus necesidades y será su grupo de contención.

Los pandilleros encontraron en El Salvador un contexto político y social que les fue funcional. El Estado, debilitado tras décadas de guerra civil, no pudo integrar de manera efectiva a los jóvenes deportados y fue así como las dos pandillas predominantes, la Mara Barrio 18 y la Mara Salvatrucha, se expandieron rápidamente. Hoy en día el poder de las maras ha crecido de manera tal que se encuentran fuertemente arraigadas en barrios marginados lo que las vuelve una fuerza muy difícil de erradicar.

La violencia y el miedo son herramientas fundamentales en su búsqueda de poder, lo que hace que terminen enfrentándose entre sí y con la policía por el control territorial. Su presencia divide barrios y familias. Su principal manera de financiarse es a través de la extorsión masiva y el cobro de “peajes” en los territorios que controlan. En definitiva, su presencia perturba la vida cotidiana de las sociedades en las que operan, generando un clima de miedo y desconfianza que impacta fuertemente en la calidad de vida de las personas.

Las maras son mucho más que grupos criminales, son grupos sociales en los que la violencia, el miedo y la delincuencia son los modos de operar. Las maras representan un gran peligro para la seguridad ciudadana, la paz social y el desarrollo económico de los países donde se establecen, al punto de que hoy se han convertido en una amenaza internacional. Su control ha logrado atravesar fronteras y se estima que su influencia ya se ha expandido más allá de Centroamérica, llegando a países como Estados Unidos o México. Las maras ocupan un lugar importante en la agenda de seguridad internacional; entender su naturaleza es el primer paso para poder hacerles frente.

¿Cuál fue el enfoque de “mano dura”?

El enfoque militarista y policial que propone Bukele no es algo nuevo. En realidad, el país ya experimentó esta aproximación en dos ocasiones durante los mandatos de Francisco Flores (1999–2004), a través del plan “Mano Dura”, y de Antonio Saca (2004–2009), mediante la “Super Mano Dura”. Ambos planes se caracterizaron por su enfoque punitivo y represivo. A pesar de que la “Super Mano Dura” de Saca incorporó elementos de prevención y rehabilitación, en la práctica, la falta de respaldo y recursos limitaron significativamente su efectividad.

El objetivo de estos planes era claro: buscar y capturar a todo aquel que se sospechara parte de la Mara Salvatrucha o de la Mara Barrio 18. Los mareros eran la amenaza principal a la seguridad nacional, eran un “terrorismo delincuencial” que había que erradicar. El pandillero era la encarnación de los peores males de la sociedad y, para terminar con este problema de raíz, se utilizaría toda la fuerza policial y militar del Estado.

Pero el problema no solo era detener a la persona correcta, sino retenerla. La mayoría de los detenidos fueron posteriormente liberados por los jueces por falta de pruebas que sustentaran las acusaciones. Para superar este obstáculo, se intentaron pasar controvertidas leyes antimaras que establecían regímenes especiales que penalizaban a cualquier persona mayor de 12 años por el mero hecho de pertenecer a una mara o pandilla. Esto, acompañado por fuertes campañas mediáticas, aumentaron la estigmatización de los pandilleros y el clima de alerta y miedo en la sociedad salvadoreña.

¿Pero fueron eficientes en bajar los niveles de criminalidad? No mucho.

Estas estrategias fueron muy efectivas en términos electorales pero no tanto en reducir los niveles de violencia. Esto hizo que, aunque contaran con un gran apoyo internacional y local en sus comienzos, terminaran siendo cuestionadas, lo cual condujo a la pérdida de las elecciones y a la desaparición como opción política presidencial de la alianza ARENA que había llevado a Flores y a Saca al poder.

Como consecuencia, los gobiernos posteriores optaron por un enfoque más orientado hacia una estrategia de “mano blanda”, promoviendo incluso una tregua con las pandillas.

¿Cuál fue el enfoque de “mano blanda”?

En la vereda opuesta a los enfoques militarista y policiales de Flores y Saca surgió la “mano blanda”. Durante el gobierno de izquierda de Mauricio Funes (2009–2014), se impulsó esta estrategia para reducir la violencia y criminalidad a través del diálogo y de una tregua temporal entre las principales pandillas negociada por el gobierno.

La tregua entre pandillas promovió un alto al fuego en los enfrentamientos entre estos grupos y entre ellos y la policía, a cambio de su participación en mesas de diálogo con el gobierno. Estas conversaciones involucraron a organizaciones religiosas, internacionales y no gubernamentales como facilitadoras.

A cambio de la disminución de la violencia homicida, el gobierno otorgó beneficios penitenciarios a los líderes de las pandillas, quienes fueron trasladados de cárceles de máxima seguridad a instalaciones de mediana seguridad. Además, se les brindaron algunos privilegios dentro de las cárceles como acceso a teléfonos, alimentos y electrodomésticos. De esta manera, el gobierno esperaba reducir las tasas de homicidios en un 30%, así como la criminalidad y la violencia en general.

Sin embargo, ¿se puede decir que haya logrado alcanzar estos objetivos? Las opiniones son diversas.

Algunos argumentan que el plan logró reducir los asesinatos de forma inmediata y marcada. Durante los 15 meses que duró el pacto, la tasa de homicidios se redujo a la mitad: de 72 asesinatos cada 100.000 personas a 36. Sin embargo, otros sostienen que no abordó los motivos subyacentes que generan la violencia y permitió que las pandillas fortalecieran sus estructuras, expandieran su control territorial y aumentaran su financiamiento para volverse aún más violentas una vez finalizada la tregua. Cabe destacar también que otras dimensiones de la inseguridad como los hurtos, extorsiones y robos no experimentaron cambios significativos bajo esta política.

Sin lugar a dudas la seguridad fue un tema central durante la campaña electoral del 2014. Dentro de la sociedad salvadoreña existe un fuerte rechazo a los procesos de negociación, a tal punto que se los considera un tema tabú. Este rechazo ha llevado a que las negociaciones del gobierno con las maras se mantuvieran en secreto. Fue precisamente este aspecto el que la oposición explotó durante las elecciones, aprovechando la poca transparencia con la que fue gestionado el plan y la dudosa legalidad de sus prácticas para criticar al gobierno y así atraer a los votantes.

La situación llevó a que Funes optara por ponerle fin a la tregua, lo cual no hizo más que aumentar el descontento de los líderes de las pandillas que, para presionar por una reanudación del diálogo, aumentaron exponencialmente la cantidad de asesinatos. Fue así como, para 2015, El Salvador era catalogado como el país más violento del mundo por el Banco Mundial, con una tasa de homicidios de 91,2 por cada 100.000 habitantes.

En 2023, el expresidente Funes fue condenado a catorce años de prisión por cargos de agrupación ilícita, incumplimiento de deberes y actos arbitrarios por esta política.

¿Qué plantea Bukele?

Nayib Bukele ascendió al poder en El Salvador gracias a su carisma y gran apoyo popular. Líder del partido Nuevas Ideas, logró acceder a la presidencia con una campaña centrada en la lucha contra la corrupción y el crimen. Aunque se presenta como un gobierno tecnológico, Bukele ha sido objeto de grandes debates tanto dentro como fuera del país debido a su controvertido “Plan Control Territorial”. La estrategia de Bukele tiene un enfoque de mano dura, centrándose en el despliegue militar y policial para abordar la violencia en el país. (¿Te suena conocido?)

El plan ha sido criticado por su fuerte enfoque represivo, incluyendo la denominación de pandilleros como terroristas y las detenciones sin órdenes judiciales. Esto ha resultado en un aumento en el número de detenidos, el hacinamiento carcelario y graves abusos de los derechos humanos. Como consecuencia, hoy El Salvador cuenta con la tasa de encarcelamiento más alta del mundo, superando a Estados Unidos.

Conclusiones

La inseguridad en manos de las maras es un problema que atraviesa a El Salvador desde hace décadas. Bukele, a pesar de no pertenecer a los partidos tradicionales, propone una estrategia que repite viejas políticas que ya conocemos: un fuerte componente punitivo acompañado por un débil componente de integración social que no termina por abordar las causas estructurales de la violencia.

La denominada “guerra contra las pandillas” ha resultado en el aumento de las detenciones arbitrarias, hacinamiento carcelario, violación de derechos humanos, fortalecimiento de la subcultura pandillera y una espiral de violencia que termina por retroalimentarse en lugar de cumplir con su objetivo de reducir la conflictividad social.

El alcance y la formalidad del actual componente del Plan Control Territorial de Bukele y de la última fase siguen siendo una incógnita. Sin embargo, si la tendencia actual continúa, es poco probable que veamos un cambio de paradigma que aborde las causas profundas de la violencia en el país, en lugar de simplemente atacar sus manifestaciones más visibles.


Este artículo es parte de un dossier especial, A lo Bukele, a cargo de Jordana Timerman. 

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Licenciada y magíster en Estudios Internacionales de la Universidad Torcuato Di Tella. Investigadora especialista en seguridad internacional.