Las esquirlas de mayo: el récord de Milei y los mini pactos de los gobernadores

La demora con la Ley Bases, que enturbió el Pacto de Mayo, refleja la impericia del Gobierno y expone las internas. Sin teléfono con la Rosada, los gobernadores coquetean con encuentros que molestan al presidente. Todas las fichas a la baja de la inflación.

Javier Milei flirtea con un récord: ser el primer presidente que, a seis meses de asumir, no consiguió una sola ley en el Congreso. El último naufragio de la Ley Bases en el Senado enturbió el Pacto de Mayo, que podría mutar de episodio refundacional a show libertario, pero sobre todo expuso la incapacidad instrumental del oficialismo para juntar los votos que le promete, a sola firma, la oposición amigable.

“Está vigente el DNU”, se consuela un operador libertario ante Cenital. “Baja la inflación, baja la tasa, la economía va a explotar… y la economía va a ordenar a la política. En 2025, ganamos en todos lados”, celebra a cuenta el dirigente y, con esa lógica, minimiza el efecto negativo de la mala praxis con Bases. Es el método Milei: a cada derrape político, contraponer un dato económico.

El presidente festejó como un gol el 8,8% del IPC de abril y abraza indicadores con una estimación de 6 puntos en mayo. Entre funcionarios y dirigentes libertarios circulan informes –entre ellos uno de Econométrica que estima 2,5% en alimentos y bebidas en las dos primeras semanas de mayo– que parecen dar cuenta de esa baja. Circula, además, un estudio de INVECQ sobre precios relativos, los “caros” y “baratos”, que explican la proyección libertaria de que se puede perforar el 5 o 6 mensual que el mainstream económico criollo marca como piso, en la medida que se acepte frenar la suba de tarifas y, entre otros rubros, prepagas. La regla comunicacional que baja Santiago Caputo es “nunca” dar pronósticos positivos que puedan volverse un boomerang –pauta que a veces rompe el propio Milei– pero, en reserva, pronostican 2 puntos para diciembre.

El informe muestra, además, el lado B: el rezago de los salarios, que parecían recuperarse parcialmente en febrero-marzo pero vuelven a caer. Según el indicador de variación salarial que a partir de las paritarias confecciona la consultora C-P, en abril cayó 2,1%. El documento muestra otro dato relevante que frena el proceso de recuperación salarial: en marzo cayó la cantidad de acuerdos paritarios, que tuvo un pico post devaluación en enero, con el 72% de los sectores. En abril, a pesar de la mayor cantidad de acuerdos, el salario negociado cayó respecto de la inflación.

Según el economista Federico Pastrana, eso refleja un proceso de tres etapas: la primera de diciembre-febrero de “paritaria libre”, en clave libre mercado, sin intervención estatal; la segunda, en marzo, de tensión porque empieza el retardo de homologación de paritarias; y la tercera, en abril, el intento del Gobierno de limitar negociación con tope en inflación, aunque eso implique –o justamente por eso– resignar la pérdida del poder adquisitivo de estos meses. A futuro, además de la baja en los ingresos, el escenario es de aumento de desempleo: Miguel Kiguel estimó, en una entrevista con Francisco Aldaya, en Bloomberg Línea, que el índice de desocupación estará en el orden de los 10 u 11 puntos.

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Los temblores de las bases

La deriva de la Ley bases en el Senado es una postal del caos interno de La Libertad Avanza: vocerías cruzadas, promesas antagónicas y recelos entre negociadores. Sobre el final, tras los tropiezos, la Casa Rosada pidió la intervención de Victoria Villarruel, hasta acá casi excluida del asunto. “No crean que Villarruel lo va a resolver: no supo qué se negociaba y nunca intervino. Ahora se empantanó todo y la vienen a buscar, quieren jugar la dama. Hay que ver si nos dan las herramientas”, dicen en Senado.

Un combo explosivo. La lejanía de Villarruel con el trámite (de su equipo solo intervino el secretario Legislativo, Agustín Giustiniani), la distancia del jefe de Gabinete, Nicolás Posse, la resistencia de los senadores hacia “Lule” Menem –histórico empleado de la Casa–, y la poca experiencia (que no logra suplir con voluntad y horas) el dos de Posse, José Rolandi, explican el final. No fue todo: en el Senado, el PRO no fue el hermano postizo que fue en Diputados, donde la macrista Silvia Lospenatto se convirtió en lazarillo técnico y político de Martín Menem.

Los acuerdos externos, como el que Santiago Caputo y Alejandro ‘Gallegito’ Álvarez sellaron con la UBA, hicieron más ruido: parecían destinados a pacificar rebeldes como Martín Lousteau, pero generaron el malestar de senadores del interior donde las universidades no tuvieron el mismo que tuvo la UBA, que está en el centro de la marquesina pero nuclea el 17% de alumnos del ecosistema universitario nacional.

Álvarez, que parecía castigado tras la marcha del 23 de abril, fue el negociador con la UBA. Cuando el miércoles trascendió el acuerdo, Víctor Moriñigo, titular del Consejo Interuniversitario Nacional (CIN), llamó al secretario de Educación, Carlos ‘Charly’ Torrendell, para pedirle explicaciones por esa decisión. Torrendell le dijo que no estaba al tanto del acuerdo pero le prometió que pediría el mismo trato para las demás universidades.

El ruido es la regla. El registro de las visitas a Olivos, que publicó Pablo Javier Blanco en Clarín, visibilizó un chispazo libertario: el ingreso de Martín Menem junto a Alfonso Torres a la quinta, para verse con Karina Milei, reavivó las tensiones internas en LLA, donde pulsearon por el estratégico control de Nación Seguros que al final ocupó Torres, vinculado a los Menem –en particular a Lule– porque durante años trabajó en el estudio familiar en la calle Talcahuano. Caputo había propuesto otro nombre.

Un pacto sin pactistas

“Javier no tiene apuro: si no es mayo, será en junio, o julio o agosto”, relativizan en Casa Rosada. La incertidumbre es plena. En Córdoba preparan un megaoperativo de seguridad en la zona del Palacio de Tribunales y planifican una actividad para 350 personas en el salón de los Pasos Perdidos. Pero no hay certezas sobre nada. Karina Milei envió a funcionarios de Protocolo y a personal de la Casa Militar, por la custodia del presidente. El municipio, a cargo de Daniel Passerini, acondiciona el Cabildo porque se abrió la posibilidad de que Milei quiera emitir un mensaje desde ese lugar.

Martín Llaryora, el gobernador anfitrión, no habla con Milei: el contacto es con el ministro del interior, Guillermo Francos. Es un síntoma de algo: los gobernadores hablan con Francos, pero no pueden obtener de él definiciones absolutas porque el ministro es visto, con o sin razón, como un periférico en el anillo de poder presidencial. A los jefes provinciales les cuesta, incluso, hablar con otros ministros. Maximiliano Pullaro, de Santa Fe, no pudo comunicarse con el ministro de Economía, Luis ‘Toto’ Caputo. Los peronistas, hasta los menos fervientes, están sin teléfono rojo con el mundo libertario. El bonaerense Axel Kicillof, gobernador de la provincia más grande, está sin diálogo con la Rosada.

Kicillof quedó, esta semana, en el centro del ring porque se mostró con Pullaro y el chubutense Ignacio Torres. El bonaerense buscó que las fotos sean antes del Pacto de Mayo, al que ya había dicho que no asistiría. Las dos instantáneas dicen mucho, además, de lo que ocurre con Pullaro y Torres, dos dirigentes jóvenes con proyección. Son gestos de osadía mostrarse con un antagonista demonizado por Milei. Lo del chubutense tiene un plus: se autonomiza –sin romper– de Mauricio Macri, que jamás hubiese validado esa foto con Kicillof.

Torres es, políticamente, multitasking: en 72 horas se mostró con Macri, Kicillof y Villarruel. Está decidido a jugar en la escena nacional, un protagonismo que remite a la trayectoria de Néstor Kirchner, que desde una provincia patagónica poco poblada llegó a presidente. Otro chubutense, el fallecido Mario Das Neves, lo intentó sin éxito. Se atribuyó a Kirchner una frase que explicaba su excepcionalidad: “Mario no se da cuenta que van a pasar 100 años hasta que otro patagónico sea presidente”.

La reacción áspera de Milei frente a las citas de Kicillof con Torres y Pullaro es la pincelada que completa el dibujo. Desde España –a donde viajó para participar de una cumbre de la ultraderecha convocada por el jefe de Vox, Santiago Abascal, y luego sumó una reunión con CEOs de empresas top con inversiones en Argentina– dijo que Kicillof es “todo lo que está mal” y chicaneó a Pullaro y Torres: “Se ve que les gusta sacarse fotos con salvavidas de plomo”.

Al margen de decisiones individuales, sin la hostilidad que expresa Milei esos gobernadores no se mostrarían con Kicillof, para quien las fotos son pura ganancia. En la práctica, operan como “mini pactos” frente a la cerrazón del presidente, que les ofrece firmar a libro cerrado un decálogo libertario y colgarles una medalla que Karina pensó, con malicia, casi como un sello de validación para ser no-casta.

Torres activó el “pacto federal”, con temas propuestos por los gobernadores, para exponer una lógica: para existir como tal, un pacto requiere que incluya a varios sectores –incluso a todos– y que lo que se firme exprese la voluntad de los mismos. Acá no ocurrió nada de eso: hubo exclusiones y un libro cerrado. Una extravagancia: un pacto sin pactistas.

No es la única: uno de los más ansiosos por recibir la distinción anti casta es Osvaldo Jaldo, el gobernador de Tucumán. Según el Observatorio de las Elites, una radiografía sobre los “hombres de mayo”, que hicieron Vanesa Arrúa, Juan Gentili y Ana Castellani, el peronista Jaldo es el gobernador que ocupo más cargos públicos antes de llegar a ese lugar: tuvo doce.

Además de extender los vínculos con gobernadores de otros partidos, con los mini pactos Kicillof se muestra lejos de la interna endogámica del peronismo, un festival stremeado de pases de factura: en una extensa charla en Gelatina, Máximo Kirchner negó la existencia de una interna que está en todos lados. La postura cayó bien en La Plata, como gesto para descomprimir. Horas después, Kicillof se comunicó con Máximo para invitarlo a un acto en Florencio Varela desde el que se convocó a movilizar contra la sanción de la Ley Bases. El diputado dijo que no podía porque tenía una actividad territorial de La Cámpora (“mesas por la Ley Bases”), pero quedaron en verse en los próximos días.

El peronismo es el club de la pelea. Hasta cuando se entreveran con libertarios, como Juan Grabois en su espadeo con Ramiro Marra, rebota en la interna propia. En ese caso contra Sergio Massa. Kicillof agitó el acto de Varela y pidió abrir, al máximo, la convocatoria. A su lado repiten, como un karma, que “el axelismo nunca va a existir”, una manera de salir de la pelea de superficie y descartar cualquier desmarque de Cristina Kirchner. “Peronista y kirchenrista”, se declara el gobernador para gambetear una interna que considera tóxica, sin sentido y, sobre todo, irrelevante para el momento. Pero, a su lado, Andrés ‘Cuervo’ Larroque arma, avanza y se nutre de los sectores enojados o desplazados por La Cámpora.

Otras lecturas:

Ya casi no se imprimen diarios pero se percibe como un periodista gráfico. Escribió en Ámbito Financiero, Clarín y elDiarioAr pero todavía tipea mal. A veces aparece en la tele. Nunca vivió en CABA. Padre de tres.