Lactancia y trabajo, la aventura de superar la brecha 

El equilibrio entre amamantar y desempeñar funciones laborales pone de manifiesto la carencia de recursos y flexibilidad en el ámbito profesional, destacando la necesidad de reformas significativas.

Mi licencia por maternidad terminó. Analizo todas las opciones posibles para extenderla, pero no me queda otra: tengo que volver al trabajo. Mi hijo es tan chiquito. Apenas tiene 40 días. Lo voy a dejar con mi suegra mientras encaro la jornada que arranca con 40 minutos de tren, cinco cuadras de caminata hasta la estación de Constitución, veinte minutos más en subte, y de ahí cinco minutos de caminata desde el Obelisco. Ida y vuelta suman dos horas y media, a veces tres.

Cuando llego, mis compañeros me preguntan por el bebé. Y no puedo evitarlo. Al mostrarles sus fotos desde el celular los ojos se me llenan de lágrimas; las tetas me pinchan, intento disimular. El hechizo dura solo un instante, pasadas las primeras sonrisas al ver a mi bebé, empiezan a hablarme de presupuestos, planillas de excel, objetivos y la nueva cartera de clientes con la que debo lidiar de acá en más. ¿Qué hago acá? Me siento una extraterrestre. Todo me suena ajeno, lejano. ¿Será el puerperio?

Hablo con una compañera que, aunque no tiene hijos, muestra más empatía que el resto. Si no me saco leche las tetas me van a explotar, le digo. Para sentirme legitimada, comento que me asesoré por Grupo de Apoyo a la Lactancia: yo quiero seguir amamantando y me dijeron que si no tengo estímulo por tantas horas iba a dejar de producir. Me miró con ojos compasivos y me dijo “podés probar en el baño de mujeres del piso de arriba que se usa menos”.

Baño, leche, comida para mi hijo. Todo junto en la misma frase. En el baño solo puedo llorar desconsoladamente.

No hay enchufe para mi sacaleches eléctrico cerca del cubículo donde está el inodoro. Salgo y me decido. En la mesada frente al espejo intento extraerme, parada sobre una pierna, mientras hago equilibrio para trabar la puerta con la otra, para evitar que alguien entre y me vea en esa escena. Vuelvo a casa con pena.

Llevo un alargue, pero nada mejora. Me siento en el inodoro y me cuesta que salga. Llamo a mi suegra mientras insisto en el intento y… ¡magia! Escucho un quejido de él en el auricular y la leche empieza a salir. De ahí en más miro una foto suya o me traigo una ropita con su olor y eso me facilita las cosas.

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Pero para cuando logré acumular un frasquito diario para que la abuela se lo dé, comenzó el drama de la heladera. Guardaba, medio a escondidas en el office de la cocina, el recipiente que me sacaba, en una bolsa con mi nombre. Un día escucho a un compañero referirse a mí de una forma muy despectiva. “Esta que deja eso asqueroso acá”, dice, como si se tratase de material radiactivo, o algo escatológico, antinatural y no alimento para mi hijo.

Digo basta. Hago cuentas. Una vez más llego a la conclusión de que no puedo prescindir de mi ingreso ni siquiera por un mes. Llamo al pediatra. Veré qué alternativas me ofrece.

Las mujeres conviven entre discursos contradictorios. Por un lado, sobran las recomendaciones para que sostengan la lactancia. Y, al mismo tiempo, existen escasísimas condiciones de protección materiales y simbólicas. Es una trampa: decimos que esto es lo mejor, pero luego no hay soporte. No hay licencias acordes ni acompañamiento desde el Estado y los privados para que eso pueda concretarse.

No transformamos esta declaración en otro mandato más. Las condiciones no están dadas para ejercer este derecho sin que sea un verdadero desafío y dependa pura y exclusivamente del esfuerzo individual de quien pone el cuerpo.

Sobra la evidencia respecto al impacto positivo que la lactancia tiene para la sociedad a corto y largo plazo. Los datos prueban que promocionar la lactancia es una de las inversiones más efectivas que pueden realizarse desde los Estados y las empresas privadas. Sin embargo, según la OMS, actualmente menos de la mitad de los lactantes y niños pequeños (de 0 a 36 meses) son amamantados en el mundo. En Argentina, las estadísticas realizadas por las autoridades de salud muestran lentas mejoras en la prevalencia de la lactancia, pero aun así nuestro país no escapa al panorama general donde las cifras siguen siendo bajas.

El período de lactancia requiere muchísima energía y tiempo indelegable en una coyuntura en la que el trabajo formal y registrado muestra, en Argentina, severas caídas mes a mes.

Cuando una persona que amamanta vuelve a sus tareas laborales, finalizada la licencia por maternidad, enfrenta obstáculos sobre los que no se habla demasiado. El tema parece convertirse en un problema individual que esa persona tiene que enfrentar en soledad. Para empezar, en los momentos en los que no está cerca de su bebé y necesita sacarse leche.

La falta de licencias adecuadas para quienes amamantan, la insuficiencia de recursos destinados a promover y asegurar la lactancia materna en los sistemas de salud y en los lugares de trabajo, y la carencia de regulaciones efectivas por parte del Estado convierten esta etapa en una carrera de obstáculos para quienes desean continuar amamantando al reincorporarse al mundo laboral. Esta situación de desprotección se agrava exponencialmente para aquellas personas que no cuentan con un trabajo registrado o trabajan de manera autónoma.

Cambiar el paradigma sobre lactancia y trabajo

Según la Encuesta Nacional de Lactancia, que lleva a cabo el Ministerio de Salud de la Nación, la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses creció un 50% en la última década en Argentina. Además, según el mismo relevamiento, el tiempo de separación diario del lactante con la persona que lo amamanta afecta directamente el sostenimiento de esta práctica. La tasa de lactancia es menor en los niños que pasan al menos cuatro horas al día separados de las personas que los amamantan. Los lactantes de hasta 6 meses que pasan menos de 4 horas separados tienen una prevalencia de lactancia exclusiva del 56%, mientras que, en los que pasan más de 4 horas, es del 37%.

Esos casi 20 puntos de diferencia se explican analizando los efectos que produce la reincorporación al trabajo. Cuando se indaga sobre los motivos de abandono de la lactancia para niños menores de 2 años aparecen varios motivos. Los más comunes son la falta de licencias acorde, falta de lactarios en los lugares de trabajo y la falta de contención del entorno. Según la percepción de las madres, el motivo “tuve que volver a trabajar” aparece cuarto en relación con el abandono de la lactancia.

A pesar de esto, la esfera de lactancia y vuelta al trabajo no ocupa casi espacio en las áreas de management, recursos humanos y personal de las empresas.

Aún queda mucho por hacer para lograr una inclusión equitativa de las mujeres en el mercado laboral y fomentar la integración entre la vida personal y profesional. Los empleadores privados en Argentina tienen una valiosa oportunidad para enfrentar este desafío ético y organizacional, abordando el tema de la lactancia en el lugar de trabajo. Al involucrarse y poner el tema en la agenda, pueden descubrir los beneficios de promover la lactancia en el entorno laboral. Varias organizaciones en nuestro país ya han identificado en este ámbito una excelente oportunidad para actualizar sus prácticas de recursos humanos y ampliar sus políticas de cuidado.

Apuntar a un enfoque en el que las empresas puedan centrar su desarrollo y sostenibilidad con el eje del bienestar de sus trabajadoras, sin duda redunda, como lo muestran varios estudios, en beneficios en cuanto a productividad y competitividad.

La mirada de las mujeres

La trama y estrategias en torno a la vuelta al trabajo remunerado luego del nacimiento de un niño o una niña es muy compleja. Sabemos que las situaciones que atraviesan las mujeres son muy diversas según su contexto, su realidad laboral, el tipo de tareas que desempeñe, su entorno social y su condición socioeconómica, pero hay una coincidencia: es un momento crítico para el sostenimiento de la lactancia.

Así lo expresaron 8 de cada 10 mujeres argentinas que afirmaron que conciliar la lactancia con el trabajo es difícil. Este dato surge de un estudio realizado en 2018 por Liga de La Leche junto con la consultora VOICES!. Se trató de la primera encuesta nacional sobre lactancia y trabajo. Entre las causas de la dificultad para conciliar la lactancia y el trabajo señalaron la escasa información con la que contaban, las condiciones de tiempo, lugar e higiene con las que contaban para la extracción de leche o la lactancia en el trabajo, entre otros factores.

En referencia a los apoyos puntuales, tanto dentro como fuera de los ámbitos laborales, el de la pareja aparece como el más fundamental (98%). Pero resulta notorio que en segundo lugar las argentinas entrevistadas nombran a la entidad empleadora (93%). En el tercer puesto aparece el jefe directo (89%), que obtiene niveles de importancia similares, aunque superiores, al pediatra (85%). Es relevante entonces el rol del empleador, la organización y los jefes directos. Este punto es revelador porque, como veíamos, este aspecto está invisibilizado en los discursos en torno al tema, a pesar de que según los estudios es determinante. En nuestro país prima la percepción de que la institución empleadora no apoya la lactancia: así lo sostienen 6 de cada 10 mujeres.

Cómo podemos entonces, creer que es posible sostener un derecho con el cual la mayoría de las personas acuerdan que es lo mejor, pero para el que los contextos dónde nos desarrollamos no están preparados. La falta de cultura de lactancia en el ámbito laboral es tal que la amplia mayoría consultada indicó que se sintió incómoda preguntando dónde podía extraerse leche (73%) y hablando en general acerca del tema con jefes o jefas (73%) y colegas (43%).

Si bien sabemos que el tipo de trabajo, el tamaño de la empresa y el cargo ocupado implican posibilidades diferentes para conciliar la lactancia y el trabajo, y existen dificultades específicas en cada segmento, estos datos dan un panorama representativo de mujeres argentinas que trabajan en relación de dependencia.

Marco legal

El impacto del ámbito laboral sobre el amamantamiento es enorme. Tomando en cuenta que la licencia por maternidad regulada por la Ley N° 20.744 de Contrato de Trabajo es de 90 días, en promedio las madres vuelven al trabajo rentado fuera de sus hogares cuando sus hijos o hijas tienen 45 días. Estos escasos días de licencia entran en tensión con las recomendaciones de lactancia exclusiva hasta los 6 meses de edad. Por eso, el rol de las empresas empleadoras se vuelve trascendental.

Los aportes que pueden hacer los empleadores son irremplazables para la conciliación de la vida personal y laboral para las mujeres.

Por otra parte, la Ley de Contrato de Trabajo (y sus modificatorias) garantiza derechos mínimos para la continuidad de la lactancia. El Artículo 179 protege a la mujer que amamanta al finalizar su licencia por maternidad, otorgando dos descansos de media hora para amamantar. Este derecho establecido es mínimo si se consideran las distancias que se suelen recorrer entre los hogares y los lugares de trabajo en Argentina.

Aquí también aparece la tensión entre la duración “ideal” de la lactancia y lo que la ley marca. Mientras la recomendación de la OMS y demás organismos es continuar con la lactancia hasta los 2 años o más, la ley fija el permiso solo por un año. Si bien existen antecedentes de que el plazo se extienda luego de un reclamo formal, resulta un proceso que no suele ser automático y al que los empleadores no suelen acceder con facilidad.

En la práctica, la mayoría de las mujeres opta por reunir esos dos descansos y así reducir la jornada laboral en 1 hora, y son pocas quienes optan por solicitar 1 año más de jornada reducida.

Por otro lado, nuestro país cuenta con la Ley N° 26.873 de Promoción y Concientización Pública de la Lactancia Materna, cuyo objetivo es impulsar la lactancia humana y las prácticas óptimas de nutrición segura para lactantes de hasta 2 años. Esta Ley, en su Artículo 4 Inciso t, insta a promover la existencia de lactarios, lugares limpios y cómodos para extraerse leche.

Sin embargo, 8 de cada 10 mujeres aseguran que en su lugar de trabajo no hay un lactario para extraerse leche o amamantar. En la mayoría de los casos, la extracción se realiza en un baño (65%), sin una silla donde sentarse. Cerca de la mitad declara que el lugar que tienen para la extracción no es privado (50%) ni limpio (41%). De este modo vemos cómo, por un lado, la legislación respecto de la protección de la lactancia es frágil y débil. Y por otro, la realidad de las personas que intentan continuar con la lactancia al regreso al trabajo ocupa un lugar simbólico que las envía a sacarse leche en lugares en los que nadie acepta que le preparen su comida, como es el baño.

Promover la lactancia en los ámbitos laborales: una iniciativa en la que todos ganan

El desconocimiento sobre los beneficios que puede traer tener políticas internas dentro de las organizaciones es uno de los puntos centrales por los cuales no se avanza en estas prácticas. También se suma cierta incomodidad manifiesta para hablar de un tema que se atribuye a la esfera privada.

Durante el asesoramiento a empresas que han comenzado a trabajar sus políticas es habitual que las motivaciones para intentar modificar las condiciones en torno a la lactancia tengan que ver con la ética, imagen o pedido de sus trabajadoras. Es muy común encontrarse con la idea de que fomentar la lactancia es visto como un gasto para el empleador y no como una posible inversión.

Este tipo de programas y políticas de apoyo a las lactancias trae retornos positivos en la salud, satisfacción laboral y reputación de las empresas que los implementan:

  • Mejora sustancialmente la salud de la madre y su hija o hijo, reduciendo hasta un 35% la ocurrencia de enfermedades en el primer año, así como su gravedad y duración. De este modo, se disminuye el ausentismo: esto se traduce menos faltas, entre un 30–70% menos. Disminuye la rotación o pérdida de personal calificado con motivo del nacimiento de un niño o niña: se ahorra en reclutamiento y capacitación de nuevo personal.
  • Mejora el clima laboral al generar la posibilidad de continuar amamantando y el sentido de pertenencia y fidelidad de las personas trabajadoras.
  • Favorece la reincorporación al trabajo al término de la licencia post natal y disminuye las licencias extraordinarias (las excedencias de 3 y 6 meses) para el cuidado del hijo o hija.
  • Mejora la imagen pública y la reputación de la empresa empleadora al incorporar un atributo diferenciador de marca ante los/las clientes.
  • Favorece la recuperación de la inversión, dado que se calcula que es más del triple de lo invertido por las empresas que crean un entorno de apoyo para las personas que amamantan.

Cuán diferente podría ser el relato de la madre con la que abrimos este artículo- y de todas aquellas que desean y eligen amamantar- si las empresas implementaran pequeños cambios tales como facilitar lactarios, normalizaran la temática dentro de sus organizaciones y favorecer reincorporaciones luego de las licencias con trabajo híbrido en lugar de la presencialidad total. Probablemente muchísimas menos mujeres pasarían por la angustia extrema de plantearse la disyuntiva de tener que decidir entre poder continuar amamantando en condiciones hostiles o renunciar a su trabajo.

El desafío es reconsiderar la lactancia desde una perspectiva social, reconociéndola como un derecho que cada individuo puede ejercer según su elección. Se debe situar la lactancia en el ámbito público, alejándose de la idea de que es una responsabilidad exclusiva de las familias y, en particular, de las mujeres. Proponer la lactancia como una responsabilidad social y colectiva exige fortalecer el apoyo y el compromiso de todos los sectores, con un papel crucial para el Estado y los empleadores.


Esta nota forma parte del especial de Cenital llamado Poner el pecho. Podés leer todos sus artículos acá.

Voluntaria de Liga de La Leche hace más de 15 años dónde se especializa en temas de lactancia y trabajo, y se desempeña en el Departamento de Asesoramiento Corporativo. Es Licenciada en Comunicación y Cultura egresada de la UNQ y magíster en Comunicación Digital de la Universidad de las Islas Baleares. Orgullosa hincha de Gimnasia y Esgrima de La Plata. Alérgica al chocolate.