“La nuestra”: estética y estilo del fútbol campeón del mundo
La Selección Argentina prescinde de los dogmas, de la simplificación Menotti vs. Bilardo. La gambeta, el pase preciso, la pisada, el pique y el engaño son parte del rescate de Scaloni y el cuerpo técnico.
“Nosotros somos un país extremadamente futbolero. Está claro que tenemos eso que se llama ‘la nuestra’, que es una mezcla. No somos Brasil, extremadamente vistoso; no somos Uruguay, que tiene otras características, más combativas. Estamos en una mezcla. Tenemos una ‘nuestra’, que en este momento, sobre todo a nivel de selección, se ve. Cada país y cada cultura tienen su impronta propia”. Pablo Aimar cita a “la nuestra”. Es diciembre de 2024. Charla en un bar del microcentro porteño. Y en los primeros dos partidos de 2025 (1–0 ante Uruguay en el Centenario y baile 4–1 ante Brasil en el Monumental por la doble fecha de las Eliminatorias al Mundial 2026, cada vez más cerca), la Argentina que dirige Lionel Scaloni junto a Aimar, su consejero estratégico, despliega toda “la nuestra”.
A la estética y el estilo de “la nuestra”, por ignorancia, reduccionismo o nihilismo, se la simplificó durante las décadas de la dualidad César Menotti vs. Carlos Bilardo a pasarse la pelota (sin sentido ni riesgo). Se la despreció (“fulbito”) y se la infantilizó (“tiki–tiki”). Entre lo periodístico y lo literario, la narrativa de “la nuestra” nació entre los años 20 y 30 del siglo XX como oposición al “juego largo, el shot potente y el choque físico de ascendencia inglesa, ‘un juego algo más brusco, pero viril, hermoso, pujante’”, según Jorge Brown, capitán del histórico Alumni, primer gran campeón del fútbol criollo. La gambeta, el pase preciso –rasante y al pie–, la pisada, la pausa, el pique y el engaño –características nacidas en el potrero– crearon el imaginario argentino (cualquier semejanza con lo que vimos en el Argentina 4–Brasil 1 no es mera coincidencia). “Se dirá que los argentinos no ‘juegan al fútbol’, sino que ‘tocan fútbol’, ya que son como virtuosos que tocan el piano o el violín. Por ello, un gran equipo será como una orquesta compuesta por grandes individualidades. Lo típico del fútbol argentino pasará a ser el toque de pelota, el toque corto y veloz”, escribe Eduardo Archetti, pionero de la antropología futbolera, en Estilo y virtudes masculinas en El Gráfico: la creación del imaginario del fútbol argentino (1995). Vilipendiado por el Gobierno con la destrucción de un monumento en la Patagonia –y a la vez revivido más que nunca–, el historiador Osvaldo Bayer remarca en Fútbol argentino (1990) que, tras el 3–1 de Argentina a Inglaterra en el Monumental en 1953, el gol “imposible” de Ernesto Grillo y el triunfo de la “audacia e improvisación” contra la “técnica y disciplina”, un cronista “excitado” escribió: “Les ganamos como en las invasiones inglesas, en 1806 y 1807”. Y que un político de la época declaró: “Nacionalizamos los ferrocarriles y ahora nacionalizamos el fútbol”.
Con ustedes, la JUGADA COMPLETA del segundo gol de Argentina ayer ante Brasil.
Fueron ¡35 TOQUES! por toda la cancha, y participaron LOS ONCE JUGADORES.
Un gol histórico. La Nuestra. 🇦🇷🚬pic.twitter.com/dWwuXsQRBj— Sudanalytics (@sudanalytics_) March 26, 2025Suscribite para recibir un alerta cada vez que Roberto Parrottino publique un nuevo artículo.
“La nuestra”, que ya lleva 100 años, no es hoy la misma que naciera entonces. Es, si se quiere, más rica. Y en un mundo globalizado, con implantes de un modelo de juego estándar y con imágenes–pizarras de Inteligencia Artificial, la selección juega en conexión con la propia identidad. Defiende y se enorgullece de la historia social del fútbol argentino (la contracara del rescate argentino de “la nuestra” es Brasil, alejada del jogo bonito y de la ginga, acaso en crisis como Argentina después del caos del Mundial de Rusia 2018, y sin técnico luego de que despidieran el viernes a Dorival Júnior).
“La nuestra” es Menotti y Bilardo, pero antecede a Menotti y a Bilardo. Entre diversos referentes y equipos, ahí tenemos a Carlos Peucelle, crack de River desde 1931, inicio del profesionalismo, hasta 1941 (entre 1927 y 1930 jugó en Sportivo Buenos Aires). Y, más que DT, hacedor junto a Renato Cesarini de La Máquina. Peucelle fue luego formador de jugadores en River. En 1975, después de que el medio argentino se industrializara con el “fútbol espectáculo” y fuera tapado por una ola cientificista–metodista en los 60, publicó Fútbol Todotiempo e Historia de La Máquina. Lo repensó, desde 2025, Facundo Nolasco (@stabilemat): “Peucelle soñó un fútbol humano, elástico, ‘un juego infinito de situaciones nuevas’, donde solo el jugador decide, sin maestro que dicte. Su ‘todotiempo’ no es un punto fijo, sino un flujo vivo. Su ideal es el 1–10, un sistema que no se dibuja con números fijos como el 4–2–4 o el 4–3–3, sino que vive en la cancha: los diez jugadores de campo suben juntos al ataque y bajan juntos a defender, sin posiciones estáticas que encorseten su libertad. Esto lo llama ‘disciplina de la elasticidad’, y es uno de sus conceptos más hermosos: no es la rigidez de un esquema donde cada uno tiene un casillero asignado, sino una flexibilidad viva, un equipo que se estira y contrae como una red elástica según las necesidades del juego”. Cualquier semejanza con el Argentina 4–Brasil 1 no es mera coincidencia.
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SumatePara Nolasco, Scaloni, Aimar y su cuerpo técnico resaltan “la nuestra” y abrazan “la ambivalencia argentina”. Y Scaloni, como Guillermo Stábile, supo “descentrarse”. Stábile asumió la dirección técnica de la selección en 1939 después de haber jugado en Italia (Genoa y Napoli) y Francia (Red Star París). “Vuelven de afuera, quieren implementar tácticas ‘europeas’, pero ven que acá se juega distinto y entonces se adaptan. Es descentramiento”, dice Nolasco. “Lo que ‘la nuestra’ significa, y el fútbol práctico que de ella surge, implica sí o sí una figura de DT distinta a la hegemónica actual. Una propia. Más humanista que metodista. No veo a ‘la nuestra’, aquel bagaje socio–histórico–cultural propio, como una esencia inmutable o un pasado a copiar, sino como algo vivo que dialoga y muta con el tiempo, los hechos, los discursos. No se puede hablar de ella en los mismos términos que hace 100 años, ni como el inicio claro del fútbol argentino”. El periodista Carlos Aira, autor del imprescindible Héroes de tiento. Historias del fútbol argentino 1920–1930 (2015), se interroga en relación a la actual selección: “¿Cuál es ‘la nuestra’? Osvaldo Zubeldía, Menotti, Bilardo, Marcelo Bielsa y otros dejaron un montón de enseñanzas, pero también sus dogmas. Esta selección prescinde de los dogmas. ‘La nuestra’ es buen pie, precisión, movilidad, toque y coraje en las difíciles”.
En efecto: “la nuestra”, para no achicarla, es también erigirse en el barro y trabar la pelota con hidalguía. Espíritu de jugar a la pelota. Menotti y Bilardo tienen más común que lo que los separaron menottistas y bilardistas en el espadeo dialéctico y efectista. En 1982, Menotti, según Julio Grondona, recomendó a Bilardo para que asumiera como su sucesor en la selección, muy a gusto con el Estudiantes de Bilardo campeón del Metropolitano de aquel año.
Gol de Trobbiani a Vélez en el Estudiantes campeón del Metropolitano 1982, dirigido por Bilardo. "En ese momento -dice Menotti en 'Bilardo, el doctor del fútbol'-, era el equipo que mejor jugaba. Los volantes eran todos jugadores de fútbol, es decir, tenían mucha técnica". pic.twitter.com/CeJw3YvTMk
— Roberto Parrottino (@rparrottino) February 25, 2022
Difícilmente veamos un gol después de 35 toques y con la participación de los 11 jugadores como en el de Enzo Fernández a Brasil en esta fecha post Eliminatorias de la ex Liga argentina ahora llamada “Torneo Apertura” pero con formato de copa.
Apreciaremos, en cualquier caso, gestos, fulgores y escenas de “la nuestra” (Thiago Almada ya era Thiago Almada mucho antes de que llegase hace tres meses a Europa, al Lyon de Francia). Los mejores jugadores, los más talentosos, duran cada vez menos en el fútbol argentino. Y corren el riesgo de interrumpir el desarrollo, como el Diablito Claudio Echeverri, quien partió de River luego de 48 partidos (2.529 minutos), sin juego hasta junio en el Manchester City. Imposible que un equipo emule, al menos, cierto nivel de la selección, convertida, como escribió Andrés Burgo en el bello Nuestro Mundial, en “Club Atlético Selección Argentina”. Rodrigo De Paul (60), Leandro Paredes (52), Nicolás Otamendi (49) y Nicolás Tagliafico (46) son cuatro de los seis con más partidos en el ciclo Scaloni. Jugaron ante Brasil. A los que se suman se les hace más fácil, más natural. A los Enzo, Alexis Mac Allister y Julián Álvarez en el camino a Catar 2022. Ahora a los Almada y Giuliano Simeone. En su “reacción”–análisis táctico del Argentina 4–Brasil 1 en su canal de YouTube, Tagliafico dijo: “Esto es algo clave: los movimientos. Uno va, otro viene; ya los tenemos muy aceitados”.
Clase táctica (y sencilla) de @nico_taglia en su canal de YouTube. Argentina 4-1 Brasil.https://t.co/celyctsZGB pic.twitter.com/P5Hc9l8jqk
— Franfa (@_franfa_) March 28, 2025
El mito de “la nuestra” se había roto en el Mundial de Suecia 1958 tras el 6–1 de Checoslovaquia a la selección. Un año antes, la Argentina de “Los carasucias” había salido campeón y brillado en el Sudamericano de Lima 1957, con Enrique Omar Sívori, Humberto Maschio y Antonio Angelillo. Pero, sumado al aislamiento del fútbol mundial durante ocho años, en Suecia no jugaron Rogelio Domínguez –el arquero campeón, comprado por el Real Madrid y no cedido–, ni Sívori, Maschio y Angelillo, vendidos a Italia y nacionalizados italianos. “En nombre de la tan cacareada libertad de comercio –escribe Bayer en Fútbol argentino–, que en el fondo es la única libertad que les interesa. Vendían lo mejor y sin embargo los clubes seguían endeudados”. ¿La selección hubiera sido campeona en Catar sin el Dibu Martínez y Lionel Messi? Ahora, los argentinos no sólo juegan en la Argentina: juegan a “la nuestra”.
Matías Manna, asistente de Scaloni en el cuerpo técnico, inventó a un entrenador en su reciente novela El tiempo de los árboles (2024). Lo nombró “Adolfo Peucelle”. “Adolfo” por Pedernera, compañero de Peucelle en La Máquina de River, a quien llamaban “El Maestro”. En la conferencia de prensa previa a la final de El tiempo de los árboles, mientras la preparan en el sur del mundo, en la Patagonia, un periodista le pregunta a Adolfo Peucelle: “¿Qué espera para la final y cuáles serán sus principales acciones antes de ese partido?”. “Que el equipo surja en el juego –responde Adolfo Peucelle–. El fútbol no se enseña. Quiero que sean ellos mismos. Debemos jugar con la nuestra. Que sea una oportunidad para volver a expresar nuestro juego. No quiero que los jugadores hagan lo que les pide un entrenador: quiero que sean ellos con la seguridad que les puedo transmitir desde afuera. Los voy a ayudar a que disfruten en la incertidumbre del juego. Y si podemos ganar, mejor”. Cualquier semejanza con la emoción del Argentina 4–Brasil 1 –y con la de la final de Catar ante Francia– no es mera coincidencia.