Javier Milei, un artista del error

El show en el Movistar Arena y una repetición que pierde efecto. Campaña y gestión. Espert, sus olvidos y la adquisición hostil de Macri.

Cuándo un dirigente político cae en desgracia, la razón casi siempre parece evidente. Las renuncias suelen ser consecuencia de hechos y dinámicas conocidas que vuelven una situación insostenible. Probablemente haya que remontarse a Chacho Álvarez, dimisión de la que ayer se cumplieron 25 años, para encontrarse con algo distinto, una decisión tomada desde la convicción y exigida por nadie. Y sin embargo, casi nunca las razones evidentes explican todo el resultado. José Luis Espert, hasta el domingo primer candidato a diputado nacional por La Libertad Avanza en provincia de Buenos Aires, no cayó solo por las evidencias en su contra, sino por el modo en que decidió procesarlas.

Todo empezó la semana pasada, cuando volvió a salir a la luz su vínculo con Federico “Fred” Machado, investigado por la Justicia de los Estados Unidos en una causa por narcotráfico y detenido en la Argentina. No se trataba de una historia nueva. Espert ya había sido señalado por viajar en el avión provisto por el imputado internacional con costos casi nulos y explicaciones a la altura de esos costos. Imaginó que el fuego se apagaría solo. Un error de cálculo tan grande como la contundencia de las evidencias que fueron acumulándose y la debilidad de las desmentidas.

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Cuando en el Gobierno buscaban coordinar una defensa ante las primeras correrías mediáticas, Espert literalmente apagó sus teléfonos. Se encontraba reunido con sus abogados mientras el resto del oficialismo trataba de entender si enfrentaba una operación política sofisticada o un problema real que afectaba a su principal candidato. No hay tal contradicción. El “nos operaron con la verdad” que aplicaba al caso ANDIS podría replicarse con muchas similitudes en este: una situación irregular, conocida por los involucrados, que toma vuelo mediático en un momento en el que esa espiralización es útil para alguien. El suceso, conocido un mes antes de las elecciones nacionales, tiene el mismo timing –y podría impactar de la misma manera– que la logorrea de Diego Spagnuolo.

El principio del fin de Espert ocurrió en el programa de Pablo Rossi, que le preguntó por una transferencia de 200 mil dólares que no pudo desmentir. Rossi y Santiago Fioriti insistieron y Espert se quedó sin aire, sin necesidad de que el entrevistador indagara mucho más allá de la parte conocida de la causa en los Estados Unidos. Una señal de falta de preparación evidente, que parecía estar más orientada a la causa judicial que a las simpatías de los votantes. La encuesta y los grupos focales posteriores a la elección dieron la razón a la sensación oficial. La mayoría de los encuestados no le creía al diputado y consideraba que la denuncia tenía visos de realidad. 

El juicio rápido de la opinión pública selló su suerte. Hasta el fin de semana, el candidato todavía conservaba el aval del presidente. Un apoyo importante, pero solitario. Javier Milei era el único vértice del triángulo de hierro que mantenía la confianza en su candidato y bastaron un par de llamados de Karina Milei y Santiago Caputo para cambiar su decisión. En un momento en el que el gobierno enfrentaba problemas políticos, económicos y legislativos, Espert pasó de ser una de las principales espadas mediáticas oficiales a ser un incendio más para apagar.

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En el Gobierno atribuyen la filtración de la información sobre las transferencias al propio Fred Machado. La explicación adopta una lógica bastante práctica: una causa judicial por lavado de dinero en la Argentina podría postergar su extradición a los Estados Unidos, donde una de narcotráfico –o cualquier vinculación con esa clase de organizaciones criminales que alcanza al sistema judicial– es tomada con la máxima seriedad y puede costarle prácticamente una vida tras las rejas. Machado financió a otros políticos y espacios, no solo a Espert. Es posible que haya más revelaciones. 

Los nombres que no aparecen mencionados en esta saga tienen vínculos cercanos con Cristina Fernández de Kirchner que, una vez más, demuestra una comprensión de los tiempos y la orientación del humor social. La pregunta pendiente es cuánto querrá seguir el kirchnerismo empujando el asunto tras la caída del candidato y su renuncia a la presidencia de la Comisión de Presupuesto. ¿Pedirá la expulsión de Espert de la Cámara de Diputados por “inhabilidad moral”? 

La pregunta importa no sólo de cara a las elecciones sino fundamentalmente a los acuerdos que ambos necesitan, en un momento en que Mauricio Macri está intentando una adquisición hostil del oficialismo a partir de la exigencia de gobernabilidad proveniente de Washington. ¿Puede el kirchnerismo intentar un deal judicial con el gobierno si la crisis lo empuja a Milei a los brazos de Macri? ¿Ganar por 12 puntos, en lugar de 8, y recortar significativamente la diferencia en CABA vale el proyecto de ampliación de la Corte? Ciencia ficción.

Lo que sí necesita Milei –aunque no está claro que lo comprenda, pero en la Casa Rosada lo saben– es reconstruir la coalición territorial: volver a hablar con los gobernadores, especialmente los que tienen reelección y no están pensando en proyectarse nacionalmente. El acuerdo federal, más que ideológico, sería de supervivencia. Sin embargo, el único pedido firme de Macri hasta ahora fue la presidencia de la Cámara de Diputados para Cristian Ritondo. Un intercambio que implicaría la salida de ese rol de Martín Menem y sería una decisión que se recortaría sobre la interna oficial entre Karina Milei y Santiago Caputo. Guillermo Montenegro y el audaz Diego Santilli, por ahora, sin rol ejecutivo porque Patricia Bullrich insiste en Alejandra Monteoliva para sucederla en Seguridad.  Todos macristas, pero sin Macri. Hijos emancipados que se pintaron con témpera violeta. 

No es la única incógnita electoral con tendencia negativa que enfrenta el Gobierno. En una nota en Cenital de 2022, que precede al gobierno libertario, el extraordinario Marcelo Leiras –tristemente fallecido el año pasado– advertía sobre las ventajas que se narraban para la Boleta Única de Papel y desarmaba cada uno de los postulados. La Boleta Única no es más barata, ni evita fraudes que no existen, ni es mejor para representar la voluntad del votante. Si se hubiera mantenido el sistema original, el oficialismo hubiera logrado, con facilidad, reimprimir sus propias boletas y que lleguen a los centros de votación con las caras de Santilli y Karen Reichardt. Con la Boleta Única –y el Estado a cargo de toda la reimpresión–, las dificultades son muchísimo mayores. 

La pretensión del oficialismo de quitar a Espert de la boleta tendría un costo de miles de millones de pesos, que deberían ser validados por la justicia electoral. Los ánimos de los jueces con competencia electoral no parecen apuntar en esa dirección. El juez Alejo Ramos Padilla citó a Lisandro Catalán que, en caso de asistir, deberá llevar adelante el alegato oficialista. Es posible que, para la Justicia, la salida no sea una negativa frontal, sino una cuestión logística y práctica. Las siete grandes imprentas de la provincia de Buenos Aires deberían comenzar su trabajo ahora mismo para llegar en forma a la fecha del comicio. Las previsibles apelaciones opositoras contra cualquier decisión –que las habrá y, es de suponer, agotarán todas las instancias– harían imposibles los tiempos y evitarán una decisión de fondo que, fuera la que fuera, sería antipática.

Más probable es que los jueces concedan al oficialismo la reubicación de Santilli como cabeza de lista, de acuerdo a lo que dispone la reglamentación. Ante la renuncia de un candidato, éste debe ser reemplazado por el que le sigue de su mismo género. Los decisores no aparecen proclives a un acto de discriminación positiva en una legislación de paridad, por lo que sería Santilli, y no Reichardt, quien encabezaría la lista. El Colorado se mostró muy cerca del presidente en el desopilante acto de “presentación del libro” que Milei encabezó ayer en el Movistar Arena. Show musical, Charlie Kirk, canciones tradicionales judías mal entonadas y una vuelta a los antiguos hits sobre la inflación que es “siempre y en todo lugar un fenómeno monetario”, gastados tanto por la repetición como por la realidad del país, poblaron un evento que el diario derechista español El Mundo calificó como “el extremo del surrealismo libertario”. 

Las formas del presidente parecieron, sin embargo, intentar revivir los orígenes de un movimiento que nadie se tomaba en serio cuando nació y que, en tiempo récord, logró hacerse de la presidencia. ¿Es posible semejante operación en un gobierno cuya suerte está pegada a la mitad de la casta que dijo venir a combatir y que aparece rodeado de sospechas de corrupción? ¿Hay rebelión y novedad posible en medio de la crisis de deuda, los salvatajes del Fondo Monetario y el gobierno estadounidense? El acto de Milei tenía por excusa la presentación de su nuevo libro La Construcción del Milagro. Quizás sea una pista de dónde se ubican sus esperanzas para responder a la pregunta. Un proceso que se consume a la misma velocidad con la que creció.

Del éxito o fracaso de la estrategia de construcción de gobernabilidad, incluso más que de una elección que posiblemente sea esquiva, dependerá, en buena medida, lo que traiga Luis Caputo de su viaje a Estados Unidos. En el Gobierno confían en que Scott Bessent no le corra el banquito a LLA. La selección de instrumentos aparecía como una cuestión central no sólo por las necesidades argentinas sino por las dificultades políticas que la asistencia despertó en Washington.

El uso del Fondo de Estabilización Cambiaria, que permite al Tesoro disponer de más de 20 mil millones de dólares de manera discrecional enfrenta una dificultad técnica: si la asistencia excediera los seis meses, el Ejecutivo deberá darle explicaciones al Congreso, justo en el momento en el que se lanza la campaña para las elecciones legislativas de medio término en el norte.  El actual proceso de cierre del gobierno federal, en el que no cede el pulso entre demócratas y republicanos sobre el presupuesto nacional, es una muestra gratis. Representantes de los sectores más izquierdistas y moderados del Partido Demócrata cuestionaron al unísono a la Administración Trump por la incongruencia entre America First y el salvataje a Argentina.

El principal instrumento que se negocia es un swap de USD 20 mil millones, que no opera como un préstamo sino como un intercambio recíproco de monedas y sólo genera deuda en caso de activarse, es decir, de que los dólares –o los pesos que se dan a cambio (?)– sean utilizados por alguna de las partes. La compra de bonos de la deuda argentina en el mercado primario o secundario –acaso el mecanismo de asistencia más interesante y prometedor, mencionado por el propio Bessent en su primer tuit– perdió virtualidad en los últimos días, ante los problemas políticos internos ligados al salvataje en los Estados Unidos. Cualquier acuerdo supone una transformación en la estrategia cambiaria y monetaria tras las elecciones, es de esperar un tipo de cambio más alto, que mejore el balance del sector externo, a costa de una desinflación más lenta.

Esa cuasi certeza choca con las necesidades electorales, que determinaron, una vez más, ventas del Tesoro que llegaron a superar los 500 millones de dólares diarios. La duda en el mercado es cuál es el ritmo de intervención que el Gobierno puede sostener en las ruedas que quedan hasta la elección para defender el techo de la banda cambiaria. ¿Alcanzan los más de 2 mil millones que adelantaron las cerealeras? Luego del espectáculo que vimos en el Movistar Arena es probable que no.

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Es director de un medio que pensó para leer a los periodistas que escriben en él. Sus momentos preferidos son los cierres de listas, el día de las elecciones y las finales en Madrid. Además de River, podría tener un tatuaje de Messi y el Indio, pero no le gustan los tatuajes. Le hubiera encantado ser diplomático. Los de Internacionales dicen que es un conservador popular.