Israel ataca a Irán: un difícil camino de regreso
La ofensiva significó una nueva humillación para el aparato de seguridad iraní, que se encuentra sin alianzas capaces de amenazar militarmente a Israel en sus fronteras. El peligro de la escalada aumenta.

En la madrugada del viernes 13 de junio en Oriente Medio, Israel lanzó su primer ataque masivo y directo sobre el territorio de la República Islámica de Irán. Según fuentes oficiales de ambos países y reportes coincidentes de medios internacionales, el operativo incluyó ataques de precisión contra instalaciones nucleares — incluido el complejo subterráneo de Natanz — , defensas antiaéreas, bases de lanzamiento de misiles balísticos y una serie de asesinatos selectivos de altos mandos militares y de seguridad, entre ellos oficiales de las Fuerzas Armadas, la Guardia Revolucionaria Islámica y científicos nucleares de relevancia.
El saldo preliminar para Irán es severo. Con ataques confirmados en más de once puntos del país, se registraron daños significativos en sitios de enriquecimiento de uranio, complejos militares, defensas antiaéreas y en la estructura de comando militar. Los medios iraníes informaron que el Líder Supremo, el Ayatollah Ali Khamenei, se encontraba a salvo. Magro consuelo, pues no fue apuntado. Entre las víctimas figuran el comandante de la Guardia Revolucionaria, general Hossein Salami, el jefe del Estado Mayor, Mohammad Bagheri, y el general Amir Ali Hajizadeh, responsable del programa de misiles. Cinco científicos nucleares de alto rango y nueve generales fueron confirmados entre los fallecidos.
La agencia Fars, vinculada a la Guardia Revolucionaria, reportó 78 muertos y más de 300 heridos. Aunque no se dispone de cifras oficiales sobre víctimas civiles, es presumible su existencia dado que varios ataques se produjeron en zonas residenciales donde vivían los blancos designados, replicando un patrón visto previamente en ofensivas israelíes como la de Líbano: ataques de gran precisión, pero con víctimas colaterales inevitables.
Suscribite para recibir un alerta cada vez que Martín Schapiro publique un nuevo artículo.
Debilidad y humillación
El ataque significó una nueva humillación para el aparato de seguridad iraní, que evidencia niveles de penetración excepcionales para una potencia regional con un millón de efectivos, misiles de diverso alcance, drones avanzados y un activo programa nuclear. Diversos reportes indican que Israel logró desplegar sistemas guiados contra depósitos y defensas antiaéreas desde dentro del propio territorio iraní, además de utilizar drones explosivos en ataques internos a los sitios de lanzamiento de misiles.
Israel ya había demostrado su capacidad de penetración el año pasado con el asesinato de un alto mando de la Guardia Revolucionaria en el consulado iraní en Damasco, el líder de Hamas Ismail Haniyeh en Teherán, y toda la cúpula de Hezbollah junto a su enlace iraní en Beirut. El ataque actual confirma que esas capacidades de inteligencia no solo se mantuvieron, sino que incluso se incrementaron.
En sus dos anteriores intentos de represalia, los misiles balísticos iraníes sobre territorio israelí no lograron causar daños significativos en infraestructura o capacidades militares. Tras décadas de fomentar actores militares regionales afines, el primer ataque masivo israelí encuentra hoy a Irán sin alianzas capaces de amenazar militarmente a Israel en sus fronteras. En Líbano, Hezbollah fue diezmado por la ofensiva israelí durante el último otoño; la caída de Al Assad en Siria y los bombardeos israelíes posteriores redujeron la influencia iraní en ese territorio; y la devastación en Gaza prácticamente anuló a Hamas y la Jihad Islámica Palestina, sus principales aliados. A esto se suma una profunda crisis económica interna. Irán está, probablemente, en su momento de mayor debilidad estratégica reciente.
Cenital no es gratis: lo banca su audiencia. Y ahora te toca a vos. En Cenital entendemos al periodismo como un servicio público. Por eso nuestras notas siempre estarán accesibles para todos. Pero investigar es caro y la parte más ardua del trabajo periodístico no se ve. Por eso le pedimos a quienes puedan que se sumen a nuestro círculo de Mejores amigos y nos permitan seguir creciendo. Si te gusta lo que hacemos, sumate vos también.
SumateEl programa nuclear de Irán
En este marco debe analizarse tanto el ataque como la creciente voluntad iraní de proliferación nuclear. El desenlace actual no era inevitable. En 2015, bajo la administración de Barack Obama, Irán acordó con los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (Estados Unidos, China, Rusia, Francia y Reino Unido) más Alemania, limitar su programa nuclear civil y eliminar durante una década su capacidad de reconversión bélica, a cambio del levantamiento parcial de sanciones internacionales.
El acuerdo funcionó de manera razonable mientras estuvo vigente, pero fue abandonado por Donald Trump en 2018, con el apoyo de Israel y la aquiescencia de los países árabes del Golfo. El retiro estadounidense profundizó el aislamiento económico iraní, disparó la inflación y fortaleció el ala más dura del régimen, escéptica de cualquier negociación con Occidente. Como consecuencia directa, Irán reactivó su enriquecimiento de uranio.
Tanto la inteligencia israelí como la Agencia Internacional de Energía Atómica coinciden en que Irán aceleró su programa y podría fabricar, en breve, al menos nueve armas nucleares. Desde Estados Unidos, Trump escenificó un intento de negociación que no arrojó resultados concretos. Los términos propuestos fueron públicamente rechazados por el Líder Supremo iraní.
Las condiciones que permitieron el acuerdo de 2015 han variado sustancialmente. El ataque terrorista del 7 de octubre y la invasión israelí de Gaza desplazaron el foco regional, mientras Israel reconfiguraba el equilibrio de poder en Medio Oriente, debilitando la posición iraní. La baja efectividad de los ataques iraníes sobre Israel y las continuas demostraciones de capacidad operativa israelí dentro de Irán configuran un escenario estratégico incómodo para Teherán, donde la proliferación nuclear emerge como un mecanismo disuasorio plausible. La lógica convencional sostiene que el poder destructivo del armamento nuclear opera como freno para las hostilidades abiertas.
Las razones para la guerra
Para Israel, un Irán nuclear constituye una línea roja innegociable. Aunque resulte tentador vincular el ataque a las necesidades políticas de Benjamin Netanyahu, la acción militar había sido promovida por el exministro de Defensa Yoav Gallant (removido por el primer ministro), por el excomandante en jefe Herzi Halevi, y recibió el respaldo de prácticamente todo el arco político sionista, incluyendo figuras de la izquierda como Yair Golan.
El ataque no responde únicamente a la coyuntura política, aunque ésta pueda haber condicionado su oportunidad, sino a los principios estratégicos de la doctrina militar israelí, basada en mantener una superioridad regional absoluta. Esta estrategia combina capacidad ofensiva preventiva, superioridad tecnológica — particularmente en inteligencia, ciberdefensa, defensa antimisiles y aviación — y su propio arsenal nuclear. Una contracara casi simétrica del razonamiento estratégico iraní: mientras la debilidad actual impulsa a Teherán hacia el armamento nuclear, impedirlo es un objetivo existencial para Israel.
A pesar del éxito aparente de la operación, la dispersión y el nivel de seguridad de los sitios nucleares iraníes genera dudas sobre la posibilidad de desmantelar completamente su programa, menos aún en un único ataque. El ultimátum de Trump instando a los iraníes a firmar rápidamente un nuevo acuerdo para evitar mayores daños anticipa la posibilidad de más ataques. Por su parte, el Líder Supremo prometió un “castigo severo” como represalia, una retórica replicada por el presidente iraní.
El peligro actual
El canciller denunció ante la ONU un acto de guerra y reafirmó la disposición iraní a defenderse y responder. Las capacidades militares convencionales de Irán, al menos hasta el ataque reciente, figuraban entre las mayores de la región. La probabilidad de represalias es casi segura, aunque permanece incierto si derivarán en una guerra total o en un intercambio limitado que permita mantener canales de negociación abiertos.
La doctrina que explica por qué la Guerra Fría no desembocó en un conflicto directo entre Estados Unidos y la Unión Soviética atribuye la estabilidad a la destrucción mutua asegurada: las armas nucleares como garantes de una paz tensa. Sin embargo, el reciente enfrentamiento limitado entre India y Pakistán ha puesto en cuestión esta lógica, que luce cada vez más frágil. Si bien se puede argumentar que las armas nucleares sostienen una paz incómoda, el período previo a su adquisición constituye, paradójicamente, uno de los momentos de mayor riesgo de conflicto abierto. Llegar a tenerlas, o evitar que el enemigo las tenga, se vuelve un incentivo poderoso para la acción militar directa. Y el riesgo de una escalada, incluso convencional, podría desbordar los cálculos de uno de los sistemas de inteligencia más sofisticados del planeta.