Hola, normal: cómo funciona la Matrix de los gurúes de la riqueza
Las redes sociales se plagan de predicadores que prometen el ideal de obtener dinero sin trabajar. Quienes no los siguen los tildan de estafadores. Quienes sí lo hacen, los consideran portadores de una verdad oculta. La autoayuda financiera, la libertad y la idea de crear un "hombre nuevo".
Hay decenas de personas haciendo burpees en un casino. En su mayoría son varones y, evidentemente, no estaban preparados para el ejercicio: algunos llevan jean y camisa. Suena trap de fondo y hay luces de boliche. Acaban de levantarse de sus mesas para seguir lo que Amadeo Llados, su gurú de la riqueza -económica y personal-, los convoca a hacer desde el escenario. Pagaron 1.000 euros por acceder a su mentoría y unirse al Club de Jefazos para que los guíen a conseguir su primer millón. Lo conocieron a través de internet y desarrollaron una confianza ciega en sus consejos. Saltan, bajan al piso, piernas atrás y vuelven a empezar. De algún modo, esto es necesario para tener un futuro próspero.
Los influencers financieros de las redes sociales saben cómo retener la atención: decirle al usuario que no es especial. Quizás por eso Javier Ferrer, con 1.3 millones de seguidores en Instagram, empieza sus videos diciendo “hola, normal” y Ramiro Cubría, con 377 mil, los cierra saludando con “nos vemos fuera de la matrix”. Pero, si el objetivo es enseñar a obtener dinero sin trabajar y en menos tiempo, ¿por qué sería necesaria esta táctica?
Para seguir la línea de sus propias analogías, pensemos en Morfeo ofreciéndole a Neo la píldora azul para olvidarse de lo extraordinario y la roja para conocer la estructura en la que vivía engañado. Esta escena de Matrix, una de las más emblemáticas de la historia del cine, contiene tal vez el llamado a la aventura más efectivo de todos: si Neo hubiera elegido despertarse al otro día sin recordar nada, no habría película y seguiría inmerso en la trampa. La curiosidad por una verdad secreta es una herramienta de marketing infalible. Pero entender los términos en los que se plantea esta dicotomía no es posible sin intentar conocer un poco más de estos dos arquetipos de personajes aplicados en la economía.
Los Morfeos
A golpe de vista, muchos influencers financieros tienen una característica en común: lo que se ve detrás. Viven en casas lujosas, tienen autos deportivos, yates y propiedades en el exterior. Se visten elegantes, viajan, se instalan en penthouses (los últimos pisos en los edificios de lujo) y mansiones de las que hablan constantemente. Alardear sus objetos de valor y su comodidad, finalmente, les otorga autoridad para lo que están diciendo: hacer realidad el sueño de una vida así es posible para cualquiera, aseguran, pero solo luego de un verdadero despertar.
La cartografía de este fenómeno es muy amplia, pero es posible identificar dos de los ejemplos más extremos y también más populares en internet. En España, el influencer financiero y de desarrollo personal de 32 años Amadeo Llados llama “nenazas” o “blandos” a quienes no se suman a su propuesta de progreso. Sus seguidores toman esa hostilidad como una parte necesaria del proceso. Y es común que se viralicen videos en los que explota de rabia contra los “fucking mileuristas” -quienes ganan mil euros o menos al mes- o con comentarios contra los “fucking panza” -porque, para Llados, ser gordo es ser un fracasado-. Además, Llados admite que le encantan “las mujeres operadas”, los autos deportivos y la vida de ostentación. Todo eso, explica, logró tenerlo gracias a su decisión de no ser pobre.
Cenital no es gratis: lo banca su audiencia. Y ahora te toca a vos. En Cenital entendemos al periodismo como un servicio público. Por eso nuestras notas siempre estarán accesibles para todos. Pero investigar es caro y la parte más ardua del trabajo periodístico no se ve. Por eso le pedimos a quienes puedan que se sumen a nuestro círculo de Mejores amigos y nos permitan seguir creciendo. Si te gusta lo que hacemos, sumate vos también.
SumateY si buscamos en lo más extremo de lo extremo del universo del “liderazgo financiero” está Andrew Tate, el exluchador de kick boxing británico-estadounidense. Sus videos sobre motivación personal y financiera tienen millones de visitas en todas las redes sociales, incluso los que están doblados al español. El material excedió ampliamente sus propias publicaciones y hay cientos de cuentas que replican su contenido. Además, es conocido mundialmente por su discurso radical de ultraderecha y misógino.
Aunque está procesado por trata de personas, violación y formación de una banda criminal para explotar sexualmente a mujeres, Tate sigue teniendo fieles adeptos. Una de sus posturas más polémicas tiene que ver con la salud mental. En una entrevista con el famoso youtuber Rob Moore dijo: “La idea de la depresión como algo que no podés controlar es un paradigma peligroso. La gente se suicida porque la Matrix les está diciendo que si te sentís deprimido no es posible arreglarlo”.
Es importante hacer una distinción: si bien estos dos ejemplos son mundialmente populares y tal vez los más conocidos, no son la mayoría. Como veremos, hay aspectos que comparten con una amplia red de influencers financieros, pero pocos son tan excéntricos y controversiales. En este ecosistema de ideas, podría decirse que, en Argentina, se tomó con intensidades discursivas mucho más lavadas, menos agresivas. De cualquier modo, la violencia es un elemento muy premiado por los algoritmos que posicionan los contenidos que apelan a formas de la emocionalidad que se traducen en interacciones.
En lo que sí coinciden, en mayor o menor medida, es en responsabilizar a cada quien por la posición económica que tenga sin importar el gobierno del país en el que viva, ni sus condiciones iniciales. El fracaso es un producto individual, la consecuencia de no haber salido de la rueda, de la Matrix.
Estos personajes no son fenómenos nuevos: son una adaptación virtual de algo que ya existía, de una forma de ver el mundo que empezó mucho antes de las redes sociales.
El libro azul o el libro rojo
Daniel Fridman es un investigador argentino que trabaja en el Departamento de Sociología de la Universidad de Texas. En su texto El sueño de vivir sin trabajar (2019) -un ensayo sobre la autoayuda financiera- hace una breve cronología de los manuales del éxito. Hasta el momento de su investigación (entre 2007 y 2009) la forma más efectiva de dar a conocer estas ideas había sido a través de publicaciones impresas, esas cosas con muchas hojas y portadas llamativas que solemos identificar como libros. Su investigación culminó un ratito antes de la explosión masiva de las redes sociales como fenómeno global. Sin embargo, sus observaciones echan luz sobre los antecedentes de nuestros influencers.
Las primeras publicaciones secularizadas de la literatura sobre movilidad social -de pobre a rico- fueron escritas por Benjamin Franklin, uno de los fundadores de Estados Unidos. Varias ideas expuestas en sus textos del siglo XVIII son habituales en lo que actualmente vemos aplicado en las mentorías financieras impartidas por influencers, como por ejemplo “la noción de que un dólar gastado en lugar de invertido bien puede poner en riesgo las probabilidades futuras de hacerse rico”, destaca Fridman.
Pero el segundo de los tres puntos de inflexión más importantes para entender cómo llegamos hasta acá se encuentra en la década del 90, cuando los libros de autoayuda más vendidos trataban sobre cómo influir sobre las personas para lograr mejores posiciones dentro de una corporación.
Por último, unos años antes de comenzar el nuevo milenio, y sobre la base de las condiciones económicas, estas publicaciones comenzaron a descartar la empleabilidad como una meta deseable y a reemplazarla por el emprendedurismo -no trabajar para conseguir dinero, sino que el dinero trabaje por el individuo-. Aquí es donde aparece uno de los libros más emblemáticos de la autoayuda financiera: Padre rico, padre pobre de Robert Kiyosaki, que salió a la venta por primera vez en 1997 y se convirtió en un éxito del mercado. Entre otras cosas, la obra plantea como idea esencial que, aunque muchos no se hayan percatado, la noción de seguridad laboral es un concepto obsoleto. Trabajar para tener beneficios y la tranquilidad de un seguro de retiro ya no es confiable como forma de transitar la vida. Y eso sí que no ha cambiado hasta el momento.
¿Y si no se tratara de víctimas y victimarios?
A lo largo de la historia de la autoayuda financiera aparecieron varias formas de tomar este discurso para llevar a cabo grandes estafas, ya que lo cierto es que son dos formatos muy adaptables. En general están relacionadas a esquemas piramidales en los que los ingresantes a un negocio pueden obtener grandes sumas de dinero atrayendo a más participantes sin producir un producto o servicio.
Pero también están las mentorías monetizadas, que si bien no constituyen estafas propiamente dichas, podrían considerarse no tan fieles a la promesa de ser útiles: muchos usuarios depositan un dineral para solo obtener una serie de consejos genéricos. Esta es una crítica que también se le hizo históricamente a Kiyosaki con Padre rico, padre pobre y a otros autores de libros de autoayuda financiera. No es poca cosa: a menudo los videos están dirigidos a varones jóvenes y adolescentes ilusionados con la idea y que invierten más de lo que deberían por contenido de poco valor.
Pero hay algo interesante en esto. Tanto quienes compraban Padre rico, padre pobre en la primera década de los 2000 como quienes reciben las mentorías pagas actualmente no registran esa operación como una estafa. Al contrario, admiran la capacidad que tuvieron los autores o creadores de contenido para vender su conocimiento y hacer mucho dinero a costa de eso. La habilidad de la venta -de productos, de servicios o de uno mismo- está, para ellos, en lo más alto. Salir de la Matrix es costoso, consideran, pero una vez afuera es posible librarse del sistema en el que nunca podrían conseguir un movimiento ascendente.
Mucho más que ceros en el banco
Tal cambio de paradigma, dice Fridman, configura en este tipo de discursos tres elementos principales que se pueden encontrar en mayor o menor grado:
- Factor económico técnico: el punto principal es aprender a vender e invertir inteligentemente. Los consejos más concretos para generar “ingresos pasivos” a comienzos de los 2000 tenían que ver con el negocio inmobiliario o la inversión en la bolsa. Actualmente, se insta a adquirir “habilidades de alto costo” que puedan llevarse a cabo desde la computadora como appointment setter, editor de video o closer de ventas.
- Factor emocional o motivacional: hay diagnósticos sobre el consumidor -sos un normal, un blando, un nenazo- para producir cambios en la conducta con el fin de incentivarlos a enfrentar los temores y las emociones vinculadas con la planificación económica.
- Factor sociológico: se trata de teorías sobre el funcionamiento del mundo y sobre cuáles deben ser los objetivos de las personas en tales circunstancias. Es decir, la sociedad del trabajo como “la Matrix” y los métodos para salir de ella.
Fridman afirma en su estudio que “la libertad financiera se considera, en parte, una liberación del alma frente a los vaivenes del dinero”. No bastaría con que los influencers dieran consejos financieros concretos, porque la propuesta de transformación es mucho más profunda, es ontológica.
Incluso no lograr buenos resultados económicos no configura un problema. Kiyosaki no considera que fracasar y endeudarse por tomar el riesgo de emprender sea una equivocación, sino una forma de aprender sin ser un perdedor -un empleado-. Hoy en TikTok se baraja el mismo concepto. Ramiro Cubría, por ejemplo, afirma en uno de sus videos: “Cuando todo depende de vos, ahí tenés libertad. Y no es ganar mucha plata. Es que tu vida depende de vos”.
Una nueva identidad: los Neos
En mayor o menor medida, los consumidores de estos contenidos comienzan su transformación. En términos de Michael Foucault en Tecnologías del yo, aplican técnicas que le permiten efectuar “por cuenta propia, o con la ayuda de otros, cierto número de operaciones sobre su cuerpo y su alma, pensamientos, conducta o cualquier forma de ser con el fin de alcanzar cierto estado de felicidad”. A menudo, los consejos de los influencers financieros tienden a la performatividad como método: pensar y actuar como rico para finalmente convertirse en uno. Controlar minuciosamente sus gastos monetarios y de tiempo. Convertirse en emprendedores. Invertir con la intención de que, al final del camino, el dinero se multiplique por sí mismo para luego no volver a trabajar nunca más.
Los Neos de esta analogía no obtienen esa verdad alternativa con tan solo tomar una pastilla, pero muchos están dispuestos a someterse a una modificación profunda del ser como camino al éxito. Quien haya usado internet durante los últimos años tal vez recuerde a Agustín Schmilovich, un adolescente se hizo meme en 2020 por mostrar su rutina diaria que incluía, entre otras cosas, levantarse a las 5 de la mañana, bañarse con agua fría, hacer ejercicio y observar los mercados.
El chiste se viralizó muy rápidamente, pero lo cierto es que hubo una parte a la que no le prestamos atención: Agustín consumía autoayuda financiera clásica. En el mismo video, el adolescente cuenta que está leyendo el libro Los siete hábitos de la gente altamente efectiva de Stephen R. Covey y que suele ver videos de Bob Proctor, un coach de desarrollo personal canadiense. La diferencia con los otros usuarios mencionados antes es que la casa de Agustín no parece tener mucho lujo ni se graba desde un auto carísimo. Actúa como rico, piensa como rico, lleva una rigurosa rutina que incluye un cambio profundo en sus hábitos y, a juzgar por sus consumos culturales, sueña con una mejora sustancial en sus condiciones económicas. Agustín no era un Morfeo, era un Neo.
La Matrix
Javier Ferrer es un empresario argentino y uno de los influencers financieros y de desarrollo personal más conocidos de Argentina. Inventó el “Hola, Normal”, tiene su propio podcast, un canal de YouTube y cuentas en todas las redes sociales. En diálogo con Cenital, habló sobre los problemas que observa en la estructura del mundo laboral.
“Vos estudiás una carrera y buscas un trabajo. Te das vuelta y hacés tu vida en función de eso. Entonces para sostenerla vas a tener que trabajar siempre esas nueve horas, salir a las seis de la tarde, trabajar para otro, no saber quién sos, darle todo el esfuerzo a otro y no tener identidad propia. No sos diferente, no aplicás tu creatividad, sos normal como muchos otros millones de personas”, dice. Y aclara que su crítica “no tiene que ver solamente con la plata”.
Al ser consultado sobre sus influencias y las coincidencias entre su discurso y el antecedente en la literatura de autoayuda financiera, respondió: “Yo nunca leí un libro. Cuando abrí Padre rico, padre pobre me di cuenta de que era lo que yo pensaba. Pero no es que saqué las ideas de ahí, yo ya pensaba así. Tengo mi formación en los hechos”.
Sin embargo, hay un aspecto más en el que coincide -tal vez sin intención- con el discurso explotado ampliamente durante la primera parte del siglo: no se trata del Estado ni de las decisiones gubernamentales, se trata de tomar la decisión individual de tener éxito.
“Las regulaciones y las leyes pueden no ser beneficiosas para tu negocio, pero son las reglas del juego. No podés vivir odiando. Si no te gustan, las aceptás y listo o mejorás tus estrategias. Si no, rumbeás para otro lado. Yo no opino de política ni de políticos porque no me interesa ese mundo, nunca fui proveedor del Estado y no tengo nada para aportar o criticar ahí”, se ataja.
A la pregunta sobre si ejerce su derecho al voto, respondió entre risas: “No, la verdad es que no. No me interesa darle mi apoyo a nadie”.
Esta nota forma parte del especial de Cenital llamado Quiero plata fácil. Podés leer todos sus artículos acá.