El Yin y el Yang de los mercados: éxtasis y dudas
Las bajas de la inflación, el riesgo país y la brecha cambiaria superaron las previsiones de la mayoría de los economistas, aunque persisten desafíos que podrían complicar la estabilización a largo plazo. La preocupación por el atraso del dólar.

Los avances en materia macroeconómica en este año han superado ampliamente las expectativas. Para darnos una idea, en enero (cuando ya se había aplazado el plan dolarizador) las proyecciones del mercado, en particular las relevadas por el Banco Central de la República Argentina (BCRA), provenientes de consultoras y bancos privados, arrojaban una inflación del 227% para fin de diciembre, cuando, por el momento, la interanual es 193% y la acumulada hasta octubre, 107%. De la misma forma, se esperaba que la tasa de interés rondara el 69% hacia fin de diciembre, cuando actualmente está en torno al 35%.
En cuanto al tipo de cambio oficial mayorista, se esperaba que en diciembre de este año estuviera cercano a $1.700 por dólar, pero está cerrando en torno a los $1.030.
Probablemente sea en actividad económica donde el mercado estuvo más acertado en sus proyecciones, al anticipar una contracción del PBI cercana al 3%. Según los datos disponibles hasta el momento, esta caída probablemente será ligeramente mayor. Por otro lado, el nivel de desempleo se mantiene en línea con lo esperado, ubicándose en un 7,6%.
Antes de seguir, es importante incorporar algo: una estabilización puede darse inclusive si a uno no le gusta la forma en la que se lleva a cabo. Un fuerte ajuste del gasto, contracción monetaria, estabilización cambiaria, baja de la inflación y del riesgo país son signos que han demostrado los planes de estabilización económica que se llevaron adelante en Latinoamérica desde fines de los ’80 hasta ahora. Es decir, quizás al lector no le guste que el Gobierno haya propuesto un blanqueo gratuito. También puede considerar injusta la reducción del impuesto a los bienes personales o que el ajuste se realice con recortes en el gasto en infraestructura o medicamentos, entre otros. Sin embargo, más allá de simpatías o rechazos, esto forma parte de una segunda etapa de la discusión, ya que es posible avanzar en una estabilización, aunque una parte de la sociedad resulte más perjudicada o beneficiada que otra.
En esa segunda parte, aparece la pregunta de la sostenibilidad de largo plazo, si la sociedad avala o no uno u otro modelo, pero no es necesariamente la del corto plazo.
Avancemos. El equipo económico se topó con 4 grandes desafíos en diciembre de 2023, en lo que economistas no afines al oficialismo consideraron la segunda peor herencia desde el retorno de la democracia. El primero de esos desafíos, y en el cual el programa tiene su mayor ancla, es el frente fiscal. El Gobierno recibió un déficit primario de 3% del PBI y casi de 5% si se suman los intereses. Este año, se espera que el superávit ascienda a 2% del PBI. Desde el año 2009 que la Nación no alcanzaba un resultado positivo en materia fiscal, habiendo ya agotado la opción del financiamiento monetario y sin acceso a los mercados internacionales. El riesgo país, previo al cambio de gobierno, giraba en torno a los 2.000 puntos. Esta semana cayó hasta los 750.
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SumateOtro desafío era la de reordenar el balance monetario de la economía, recomponiendo las cuentas del BCRA. El organismo contaba con un total de pasivos monetarios (Leliq + pases) por cerca del 9% del PBI y reservas netas en dólares de -11.300 millones de dólares (sí, negativo). El problema de los pesos se solucionó, aunque parcialmente. El Banco Central está mejor, pero esa deuda fue transferida al Tesoro de la Nación en forma de Lecaps (Letras capitalizables) y Lefis (Letras Fiscales de Liquidez), por eso la deuda sube. En cuanto a las reservas internacionales, siguen siendo negativas, aunque el monto es menor: se compraron 19.600 millones de dólares en el mercado, pero las reservas siguen aún en torno a -6.500 millones, por los pagos de intereses de deuda. Acá es donde todavía falta trabajo, dado que no se cumplieron las metas con el FMI, lo que dilata más las negociaciones por la falta de coincidencias en el valor del tipo de cambio y los controles cambiarios.
Luego, el problema financiero. El Gobierno llegó y tenía vencimientos de deuda por 16.000 millones de dólares para 2024, de los cuales 3.600 vencían en enero, rápidamente deberían buscar la forma de volver a acceder a los mercados internacionales de deuda, o conseguir préstamos para pagar. No es casualidad que el primer movimiento para evitar un default fuera conseguir 960 millones de dólares de la CAF al inicio de la gestión. En adelante, se aseguró el pago de los vencimientos de los bonos de julio, en un contexto en el que las reservas netas ya habían dejado de crecer. Los compromisos de pago, sumado a haber conseguido financiamiento internacional entre repos (préstamos con bancos privados), el éxito del blanqueo y los préstamos de organismos internacionales, allanaron el camino para que el Gobierno pudiera conseguir los dólares necesarios para cumplir con los pagos, lo que provocó el repunte de los bonos.
El último gran desafío era bajar la inflación con los precios relativos completamente distorsionados. En noviembre de 2023, la inflación fue de 12,8% y 160% interanual, pero con los precios de bienes y servicios regulados completamente pisados (aumentaron 130%). Regían los controles de precios, las tarifas de energía estaban atrasadas, el impuesto a los combustibles no se actualizaba, las prepagas no podían aumentar y el transporte permanecía altamente subsidiado (aunque aquí hay mayor incidencia de las decisiones provinciales). Hoy, habiendo corregido gran parte de estos desequilibrios, aunque no todos, la inflación fue de 2,7% en octubre y se espera que en noviembre dé un número similar.
En definitiva, los desafíos eran grandes y se evitó una crisis que podría haber sido peor. Sin embargo, si el Gobierno descansa solamente en lo que se logró, estará incurriendo en un gran error porque todavía quedan muchos desafíos pendientes: el riesgo país es aún elevado, continúa el cepo cambiario con una fuerte apreciación cambiaria y la actividad económica está zigzagueante, aunque al alza.
Algunos puntos relevantes a los que vale la pena ponerle el ojo tienen que ver con la apreciación cambiaria, dado que, aunque el Gobierno insista, el déficit de cuenta corriente ya es un hecho (desde hace cuatro meses, salen más dólares de los que entran a la economía) y sostener este esquema cambiario con monedas emergentes devaluando (Brasil, Uruguay y México) puede ser un problema grande para la actividad económica. Acá comienza una de las discusiones más interesantes para los economistas: la de las secuencias. ¿Qué ocurre primero: una apreciación cambiaria que reduce nuestra competitividad, o la reducción de impuestos, barreras comerciales, insumos y mejoras en infraestructura que aumentan la competitividad de la economía?
A esto se le suma la reforma laboral. Los cambios en esta materia aún no hicieron ni cosquillas. Nos encontramos en el período de 90 días de posibilidad de blanqueo de personas, sin que ninguna empresa lo haya hecho, y con nula reducción en los costos laborales no salariales, en un contexto en el que Argentina se vuelve más cara. Esto choca con la competitividad previamente mencionada.
Uno de los problemas con los que se va a topar una economía que se abre al mundo (luego de permanecer muy cerrada), con un tipo de cambio bajo y aún muchas trabas y costos internos, es que muchas personas pueden sufrir la pérdida de empleos. Si la lógica fuera solamente esa, bastaría con cerrar la economía y que la gente tenga empleos de baja productividad. Pero, como también se crearán nuevos empleos, y en sectores más competitivos, es necesario que exista el reentrenamiento de personal y la capacitación de personas. La manera más usual de hacerlo es a través de los beneficios que otorgan los seguros de desempleo, que incentivan a seguir capacitándose o a buscar nuevos empleos y se recibe una compensación por mantenerse activo en el mercado de trabajo. Esto en Argentina no tiene incidencia, y por lo pronto no parece haber grandes cambios.
Seguir como se venía hasta el año pasado hubiera generado problemas macroeconómicos difíciles de imaginar. El principal logro del 2024 fue que la macroeconomía ha avanzado mucho. Pero el partido es largo y la falta de reservas, aún negativas, juega un papel central en la estabilización, sobre todo de cara a un año electoral. Ojalá se logre y el debate entre economistas se traslade, finalmente, a la micro.
Esta nota es parte de un especial de Cenital que se llama El año del león. Podés leer todos los artículos acá.