El tutor

El gobierno de Milei, entregado a suerte y verdad a la administración Trump. Los logros del presidente norteamericano y su política exterior.

Donald Trump recibirá hoy a Javier Milei en la Casa Blanca, en una visita de Estado, en la que probablemente sea la semana más importante para sus gestiones internacionales. Tras su veni vidi vici a Medio Oriente el lunes, Trump recibirá el viernes a Volodímir Zelenski en la que será como una apuesta fuerte y arriesgada para obligar a sentar a Rusia en una mesa de negociaciones que no atrae ni simpatiza a Vladimir Putin. Si no hay una perspectiva cercana de paz, dijo el presidente estadounidense, estaría dispuesto a entregar a Ucrania misiles Tomahawk. Son misiles crucero de largo alcance, que pueden impactar muy profundamente en el territorio ruso y serían un game changer en el primero de los grandes conflictos que Trump quiso terminar ni bien asumido y que, hasta el momento, lo sigue persiguiendo.

Cualquier progreso en el conflicto en Ucrania –una condición sumamente difícil– convertiría a esta en la mejor semana diplomática de un presidente estadounidense, por lo menos en lo que va del siglo. El lunes terminó de sellar un cese de fuego con vocación de permanencia en Gaza. Un conflicto que aparentaba destinado a perdurar por mucho más tiempo y a acompañar su gestión de la misma forma sombría y políticamente incómoda en la que marcó el último año de la de Joseph Biden. Trump, que mostró menos sensibilidad por las víctimas civiles palestinas causadas por la invasión israelí –y fue menos proclive a poner límites a Benjamín Netanyahu o a escuchar siquiera los reclamos de la diversidad creciente de grupos y gobiernos que denunciaban al primer ministro israelí por distintos cargos de crímenes contra la humanidad– pudo, sin embargo, condicionar a Israel y a los países más cercanos a Hamas de una manera que a su más sensible antecesor le fue imposible.

Si te gusta Off the record podés suscribirte y recibirlo en tu casilla los martes.

El lunes, Trump dio la guerra por terminada en dos ceremonias, una en Israel y otra en Egipto, donde fue aplaudido y reconocido por líderes enfrentados entre sí. Desde Netanyahu hasta sus opositores más furiosos en la política local le dieron una bienvenida de tintes heroicos. Su visita fue acompañada por las imágenes de los últimos rehenes que quedaban vivos, secuestrados el 7 de octubre, reuniéndose con sus familias. El discurso de Trump allí tuvo doble filo. Al tiempo que llenó de elogios a las fuerzas armadas y a la dirigencia israelí –a las que felicitó “por su victoria”– advirtió lo que le disgustaría cualquier ruptura de la tregua de largo plazo que se acordó con el cese del fuego. 

La advertencia no es menor en el contexto. Durante esta primera etapa, Israel permanecerá en alrededor del 60% de Gaza y, ya sin rehenes, podría verse tentado a retomar las acciones bélicas, particularmente en un contexto en que Netanyahu aparece mucho más vulnerable a las presiones por derecha dentro de su gobierno extremista que a las críticas internacionales. Con más suavidad de la que merece, Trump le señaló al primer ministro israelí que aquello no sería aceptable.

Luego de Israel, Trump viajó a Egipto, donde fue encomiado por los líderes de los principales países árabes e islámicos más relevantes –con la única excepción de Irán– y por algunos gobiernos europeos que habían avanzado recientemente en acciones diplomáticas contra el gobierno israelí, en un encuentro “por la paz” que incluyó también a la Autoridad Nacional Palestina, que conduce Mahmud Abás. Allí, pudo ofrecer el fin de la matanza de decenas de miles de civiles palestinos inocentes a partir de un acuerdo diplomático en el que consiguió encolumnar a los dos principales actores cercanos a Hamas en el bloque de países pro occidentales: Qatar y Turquía, a los que logró sumar detrás de un proyecto de paz que incluye, en la mirada de largo plazo, tanto el desarme del grupo terrorista como las garantías de seguridad para Israel. Un logro impensado apenas hace unas semanas, cuando Trump terminó de zurcir la coalición diplomática con la que logró imponer el acuerdo de cese de fuego y comprometer a todas las partes en negociaciones más profundas.

Cenital no es gratis: lo banca su audiencia. Y ahora te toca a vos. En Cenital entendemos al periodismo como un servicio público. Por eso nuestras notas siempre estarán accesibles para todos. Pero investigar es caro y la parte más ardua del trabajo periodístico no se ve. Por eso le pedimos a quienes puedan que se sumen a nuestro círculo de Mejores amigos y nos permitan seguir creciendo. Si te gusta lo que hacemos, sumate vos también.

Sumate

La próxima etapa se presenta mucho más difícil y un acuerdo de paz definitivo entre palestinos e israelíes parece tan lejano como siempre, pero la dimensión del logro es imposible de subestimar. Los cientos de miles que celebraron en las calles, en Israel, por la vuelta de los rehenes, y en Palestina, por el final de las bombas que arrasaron con las que eran sus ciudades y se llevaron la vida de miles de sus compatriotas, son testimonio de la importancia del accionar del presidente norteamericano. Si no fuera por lo trágico del contexto, la incomodidad de algunos grupos de la izquierda occidental que habían consagrado la denuncia de genocidio contra Israel como la causa más importante a nivel mundial y nacional podrían merecer más atención. Tras el anuncio, Irene Montero, de Podemos, llamaba a redoblar las movilizaciones, ya no contra Israel, sino contra los Estados Unidos, después de haber dicho durante meses que no había causa más importante que poner fin a la matanza. Era la reacción a un cese de fuego que no sólo cumple con el objetivo que Podemos sólo declamaba sino contra una gestión que agradecieron todos los grupos palestinos, incluyendo al propio Hamas. Otro capítulo del paternalismo colonialista europeo que, por suerte, queda apenas como una anécdota frente a las que –aún provisorias– son las mejores noticias que aporta la región en mucho tiempo. Resta hacer votos porque el mundo acompañe, con la misma atención que durante el conflicto, la reconstrucción de Gaza, siga poniendo el ojo en las vidas de sus habitantes y sostenga el compromiso con una causa justa como la construcción de un Estado palestino próspero y pacífico. Sería una novedad bienvenida tras este primer acuerdo.

La lógica trumpista en relación a Ucrania y Medio Oriente –de apuestas fuertes por cursos de acción poco convencionales y la determinación e insistencia sobre las propias estrategias– probablemente sea un reaseguro para Milei de cara a la cumbre con Trump que se corrió de las 11 a las 13 de hoy, hora Washington, y que promete despejar algunas incógnitas sobre un salvataje que a nivel interno le valió al norteamericano cuestionamientos de propios y ajenos. Durante el encuentro en la Casa Blanca, es esperable que Milei reciba una ratificación de los apoyos tanto políticos como materiales de la administración norteamericana en lo que, por la dimensión de los anuncios, posiblemente sea su principal acto de campaña de cara a las elecciones del 26. 

Ambos mandatarios ratificarán una alianza estratégica que abarcará el rescate financiero y también una batería de anuncios de posibles inversiones. Los costos geopolíticos del alineamiento reforzado –particularmente en la relación con China– no se cristalizaría en ningún anuncio formal sobre el encuentro. El apoyo de Estados Unidos tiene para el Gobierno una importancia tanto material como de manejo de expectativas, algo que quedó claro en las compras de pesos recientes por parte del Tesoro estadounidense. Una intervención relativamente modesta en comparación con las recientes del gobierno argentino –unos 200 millones de dólares, a través de los bancos Santander, Citi y JP Morgan– alcanzó para un objetivo que al Gobierno le había resultado esquivo: derrumbar el valor del dólar en una rueda, algo que sucedió ayer, cuando volvió a caer bajo la barrera de 1400 pesos por primera vez tras el boom del anterior tuit de Scott Bessent. 

En materia de inversiones, el tándem entre el gobierno estadounidense y las tecnológicas funcionó de manera compacta, con Sam Altman –el principal rostro visible del auge de la inteligencia artificial generativa– con un anuncio de “hasta 25 mil millones de dólares” en centros de datos en la Patagonia argentina, que atribuyó no sólo a las inmejorables condiciones naturales, sino al entorno regulatorio local de los libertarios. Un centro de tono electoral que se replicará en distintos hitos privados de materialidad y temporalidad incierta que se producirán desde Washington.

También se darán detalles sobre los tiempos y desembolsos del swap de divisas, cuyos montos serán los conocidos. Junto a estos detalles, podría anunciarse alguna otra medida de apoyo en línea con los instrumentos mencionados por Bessent, pero, salvo una sorpresa de último minuto, no es de esperar nada significativo. Lo esencial serán los detalles de la letra chica de un acuerdo del que sólo conocemos los montos globales. En cuanto a la relación con China, como en la reconfiguración de la política, no habrá condiciones escritas. Al contrario de las especulaciones, no se buscará cancelar o reemplazar el swap con el país asiático. Las ataduras vendrían atadas a los acuerdos con China en sectores estratégicos, tanto del sector público, como del privado. Tierra del Fuego y la base de observación espacial en Neuquén están, como se especulaba, en el centro de las presiones. 

La decidida apuesta de Trump por Milei enfrenta otro riesgo relevante. Los demócratas pusieron en el centro del debate presupuestario los fondos destinados a la Argentina, y un grupo de varios senadores presentó un proyecto para evitar que se utilice dinero de los contribuyentes para rescatar al país. La dependencia ligada al alineamiento entraña un riesgo de que los pesos que hoy absorbe el tesoro norteamericano disparen una crisis futura, no sólo por un eventual cambio del liderazgo político argentino, que busque una política exterior estadounidense, sino también por un eventual cambio de los humores o las hegemonías en la política estadounidense, donde los demócratas aparecen como favoritos preliminares para la elección de medio término dentro de un año. En Argentina, larguísimo plazo.

Last but not least, la reconfiguración del gobierno en el plano local se erige como la principal preocupación de sus tutores norteamericanos. A la demanda de reconstrucción de gobernabilidad demandada por los gringos le puso voz el ya conocido para la comunidad de Cenital, Barry Bennett, que tuvo trabajos más sencillos que el actual en Argentina en el diseño de campañas electorales en países como el Congo o Kazajistán.

Además de la reunión revelada por La Nación con Cristian Ritondo, Rodrigo de Loredo y Miguel Ángel Pichetto, Bennett habló con algunos gobernadores que son los que facilitaron el primer triunfo en meses de Milei en el Congreso. En el encuentro con los diputados se habló de un posible cambio de gabinete luego de las elecciones de octubre. No era necesario que Bennett lo verbalice para advertir lo evidente: la administración Trump tiene sus expectativas puestas en un ascenso de Santiago Caputo y el coalition building que comienza en el Congreso de la Nación. Si eso fuera así, los días de Martín Menem como presidente de la Cámara terminarían en diciembre. Menem, en privado, dicen que no tienen los votos para que eso ocurra. Caso contrario, el nombre que toma fuerza es el de Ritondo, pero el peronismo –que podría tener la llave para destrabar la negociación– ve con mejores ojos al propio Pichetto.

Otras lecturas:

Es director de un medio que pensó para leer a los periodistas que escriben en él. Sus momentos preferidos son los cierres de listas, el día de las elecciones y las finales en Madrid. Además de River, podría tener un tatuaje de Messi y el Indio, pero no le gustan los tatuajes. Le hubiera encantado ser diplomático. Los de Internacionales dicen que es un conservador popular.