El cónclave que eligió a Francisco: historia de una elección inesperada

En un proceso lleno de sorpresas y un clima de tensión, el cardenal argentino Jorge Bergoglio emergió como el sucesor de Benedicto XVI, jefe de la Iglesia Católica.

El 13 de marzo de 2013, el arzobispo argentino Jorge Mario Bergoglio fue anunciado como el papa de la Iglesia católica romana.

Todo empezó con una novedad. Benedicto XVI, su antecesor, había renunciado al cargo. En El fin del mundo, el fenómeno del Papa Francisco, la socióloga Sol Prieto desmenuza el contexto de esa renuncia, que suele interpretarse como el saldo de cuatro crisis (el texto las describe, solo las listamos aquí: el discurso de Ratisbona sobre el Islam, las relaciones con la lefebvrista Fraternidad San Pío X, su reacción a los casos de abuso en la Iglesia que se publicaron entre 2009 y 2010 y el VatiLeaks). Todos ellos, dice Prieto, comparten una raíz común. Son crisis de larga data vinculadas a tensiones existentes entre la Iglesia y la Modernidad, que se intensificaron luego del Concilio Vaticano II.

Era 11 de febrero. El Papa tenía previsto declarar santas a dos beatas y a 813 habitantes de Otranto, por su martirio en la invasión otomana de 1480. Los cardenales reunidos en el consistorio se sorprendieron con la noticia de su renuncia, que recibieron en latín. “El mundo está sujeto a rápidas transformaciones –dijo– que requieren vigor del cuerpo y el espíritu”. Ya no lo tenía.

Si te gusta Un día en la vida podés suscribirte y recibirlo en tu casilla cada semana.

Era difícil saber cómo reaccionar porque ningún ser humano del planeta Tierra había presenciado la renuncia de un Papa. El último en hacerlo había sido Gregorio XI, en 1415. Se activaron así los mecanismos institucionales del cónclave. Desde 1059, la elección del Papa se realiza a través del Colegio Cardenalicio, que puede estar integrado para esta tarea por un máximo de 120 cardenales. Deben votar al sucesor con 2/3 de los votos de los miembros. Quedan excluidos del voto los mayores de 80 años.

A la renuncia de Benedicto XVI, el total de cardenales que elegiría al siguiente pontífice era de 115. Según el relevamiento de Prieto, la edad promedio del cónclave era de 72,3 años. Más del 60% de los electores tenía más de 70 años y solo dos eran menores de 60 años al momento del cónclave. Más de la mitad eran europeos (60 sobre 115), seguidos por 19 latinoamericanos, 14 norteamericanos, 9 del África subsahariana, 2 de Medio Oriente y el norte de África, y los 12 restantes de la región Asia-Pacífico.

En The election of Pope Francis, el periodista Gerard O’Connell reconstruye el cónclave que eligió a Jorge Bergoglio como el siguiente papa de la Iglesia Católica. La historia comienza así.

Cenital no es gratis: lo banca su audiencia. Y ahora te toca a vos. En Cenital entendemos al periodismo como un servicio público. Por eso nuestras notas siempre estarán accesibles para todos. Pero investigar es caro y la parte más ardua del trabajo periodístico no se ve. Por eso le pedimos a quienes puedan que se sumen a nuestro círculo de Mejores amigos y nos permitan seguir creciendo. Si te gusta lo que hacemos, sumate vos también.

Sumate

Mientras Benedicto XVI daba su última misa pública, el cardenal Bergoglio llegaba al aeropuerto de Roma. Se alojaba donde siempre, la residencia Domus Paulus VI, un lugar que Juan Pablo II había renovado para diplomáticos y sacerdotes de visita. Vinculado a los jesuitas, el lugar queda a veinte minutos caminando de la Basílica de San Pedro. También le quedaba cerca la Iglesia de San Luis de los Franceses, donde se puede ver La vocación de San Mateo, de Caravaggio. Una historia, dice O´Connell, que está en el corazón de la espiritualidad de Bergoglio.

Los días previos al cónclave son momentos importantes, especialmente en este caso, cuando la sucesión se anunció de manera intempestiva. Así que pasaremos directamente al martes 12 de marzo, el día que inició el cónclave. Los 150 cardenales, entre electores y mayores de 80 años, llegaron a participar de la última misa junto a siete mil fieles, autoridades de otros países, prensa en general. Afuera arreciaba una tormenta.

Ese día estaba prevista una sola votación. Analistas y los propios cardenales estimaban un cónclave largo. La primera votación servía más bien para mostrar cuáles eran los candidatos posibles, una suerte de primaria. Durante el siglo XX, el cónclave más largo había sido el de Pío XI, en 1922, que tomó 14 rondas. Para Pío XII, el más corto, bastaron tres. Ratzinger había sido elegido en cuatro vueltas. Ahora se estimaba que el cónclave se estiraría, al menos hasta el viernes. Lo que confirmaría una Iglesia dividida. El eje, parecía, sería si continuidad o cambio.

Tras la misa, los cardenales almorzaron en Santa Marta y se retiraron a sus habitaciones. A las 3.45 esperaron el transporte y un rato después ingresaron, finalmente, a la Capilla Sixtina, donde tendrían lugar las votaciones. Bergoglio tomó su lugar, el segundo asiento del extremo superior, en la última fila. A su izquierda, su amigo el cardenal Claudio Hummes, de Brasil. A su derecha, Severino Poletto, un italiano. Más cercano al altar, en esa misma última fila, el favorito de los pronósticos, de Roma y del propio Benedicto: el cardenal Angelo Scola, arzobispo de Milán.

–¡Extra omnes!

El llamado a que todo aquél que no fuera un cardenal se retirara de la capilla. Los 115 quedan por primera vez solos. Frente a cada uno, tres libros. La Constitución apostólica Universi Dominici Gregis, el reglamento del cónclave publicado en 1996 por Juan Pablo II; el Ordo Rituum Conclavis, un texto litúrgico con los ritos y oraciones previstas para la cuestión; y el libro de oraciones Liturgia de las Horas. Además, una lista con los nombres de todos los cardenales presentes. Para elegir uno.

El cardenal más joven sortea seis nombres: tres escrutadores y tres revisores. Se reparten las boletas para la primera votación. Es un papel rectangular con una inscripción:

Eligo in Summum Pontificem…

(“Elijo como Sumo Pontífice…”)

Y un espacio en blanco para escribir un nombre. Una vez finalizada la tarea, pasarán a depositar su voto en orden de precedencia (es decir, de acuerdo a la jerarquía, primero los cardenales obispos, luego presbíteros y finalmente diáconos). La boleta debe estar doblada, para que no se vea su contenido, y visible todo el tiempo para el resto. El cardenal debe llevarla entre el dedo pulgar y el índice, subir al altar y pronunciar estas palabras antes de depositar su voto: “Llamo como testigo a Cristo nuestro Señor, que será mi juez, que mi voto es dado a aquél que, ante Dios, creo que debe ser elegido”. Así 115 veces.

Los 115 cardenales en la basílica de San Pedro, el 12 de marzo, antes de la elección papal de 2013. Foto: AFP.

El escrutinio comienza contando la cantidad de boletas, que debe coincidir con el número de cardenales. Si eso no ocurre, la votación se anula sin contar. Si coinciden, comienza el recuento. Para este cónclave no habrá sistema de sonido electrónico, luego de que en el anterior se sospechara que la guardia suiza que custodiaba la puerta podía escuchar. Por eso, ahora los cardenales eligieron a Juan Sandoval, arzobispo de Guadalajara, famoso por su grueso tono de voz, para que cante voto por voto luego de ser verificado. Tiene 79 años. El dato es simpático. Si el cónclave hubiera comenzado quince días después, el cardenal hubiera quedado fuera.

Entonces, la sorpresa.

Scola 30
Bergoglio 26
Ouellet 22
O’Malley 10
Scherer 4

Otros cinco cardenales recibieron dos votos cada uno y otros trece un voto. Se esperaba una primera ronda dispersa pero pocos imaginaban cuánto. Uno de cada cinco miembros del Colegio Cardenalicio había recibido algún voto. Pero esa no era la gran sorpresa.

La sorpresa era Bergoglio. Scola había obtenido el primer lugar, tal como se esperaba, pero muchos menos votos de los estimados previamente. Había quedado apenas cuatro votos por encima de su primer competidor. Con un detalle. Uno de los cardenales que recibió un solo voto era “Broglio”. No había ninguno con ese nombre. Alguien se había equivocado en el intento de escribir Bergoglio que, en los hechos, quedaba a solo tres votos de Scola.

Las boletas se quemaron en la estufa dispuesta para ese fin y en otra estufa se colocó un cartucho con una mezcla química que produce humo negro. Eran las 19.41 y la plaza de San Pedro –y el resto del mundo– supo así que no había nuevo Papa.

El primer día sólo se vota una vez. Bajo la lluvia, los cardenales vuelven a Santa Marta, donde cenan. “Preparate, amigo”, le dice el cardenal argentino Leonardo Sandri, durante la cena en la que solo se habla del tema. La votación había revelado que Bergoglio juntaba votos de todos los continentes. Y, fundamentalmente, que Scola no había unificado los 28 votos italianos. De los dos cónclaves anteriores surgió una ley de hierro electoral de los cónclaves, dice O´Connell: con electores italianos divididos, no hay Papa italiano.

El resto de los competidores venían de América. Scherer, de Brasil, aparecía sin chances, no sólo por los votos sino porque representaba el statu quo. La carrera parecía abrirse entre Bergoglio, el canadiense Ouellet (que tenía experiencia pastoral y también conocía el Vaticano) y el norteamericano O´Malley.

Bergoglio tenía ventajas si el cónclave buscaba un cambio. No había estudiado ni vivido en Roma. Había conseguido un nombre internacional desde el sínodo de 2001. En la reunión del CELAM en Aparecida, Brasil, en 2007, se había posicionado como el líder de la Iglesia en la región latinoamericana. Su intervención en la reunión previa al cónclave, la Congregación General, había causado también su impacto en muchos que habían oído su nombre por primera vez allí. Tanto que uno lo votó como “Broglio”.

Llegamos al miércoles 13. Las casas de apuestas, publicó el diario La Repubblica, informaban que el favorito, Scola, pagaba 3.25/1; Scherer unos 4.5/1 y Ouellet 9/1. A las 7.30 de la mañana, mientras se dirigían a la Capilla Sixtina para otra ronda de votación, el cardenal Bergoglio pagaba 41/1.

Tras la ceremonia, comenzó la segunda votación con el mismo procedimiento.

Bergoglio 45
Scola 38
Ouellet 24
O’Malley 3

Otros cinco cardenales obtuvieron un voto cada uno. El resultado confirmó la tendencia. Los cardenales indecisos se inclinaban por los cuatro en disputa. Scola sumaba, pero poco. Y Bergoglio aparecía irrefrenable. Aunque todavía no alcanzaba para el número mágico: los 77 votos. Tal como estaba previsto, se inició una tercera votación.

Bergoglio 56.
Scola 41.
Ouellet 14.

Cuatro cardenales más recibieron un voto cada uno. Bergoglio seguía sumando, ahora a costa de Ouellet, mientras Scola seguía estancado. Las boletas de la segunda y tercera votación se quemaron juntas. A las 11.39 de la mañana, el segundo humo negro salió de la chimenea sixtina. Había salido el sol.

Los cardenales volvieron a Santa Marta para almorzar. Scola vio la derrota anunciada y quiso convencer a un pequeño grupo de italianos para que voten por Bergoglio, pero no consiguió que se rindieran aún. Bergoglio comenzó a ver las señales. En el comedor, se le acercó el cubano Ortega y Alamino para pedirle el texto que había leído en la Congregación General. Bergoglio le dijo que no era un texto, pero que le daba sus apuntes. “¡Ahora tengo un texto del nuevo Papa”, dijo en un tono que escucharon todos.

El cardenal Maradiaga, arzobispo de Tegucigalpa, lo invitó a unirse a una mesa de cardenales europeos, en su mayoría desconocidos para él. Le preguntaron sobre Latinoamérica. Durante ese almuerzo, alguien hizo correr un rumor referido a la salud y la edad del Papa. Fue el propio cardenal hondureño el encargado de preguntarle.

–¿Es cierto que tiene usted un solo pulmón?

Bergoglio se sorprendió y, claro, lo negó. Le dijo que había tenido una intervención para sacarle un quiste, cuando era muy joven, pero no tenía problemas de salud graves. Minutos después vino a preguntarle lo mismo el cardenal cubano. O´Connell dice, en su texto, que fue un pequeño grupo de cardenales que tenía otro candidato. Pero que esa resistencia no debe ser sobrevalorada. A diferencia del cónclave de 2006, donde sí hubo resistencia, el camino de Bergoglio fluyó. Tanto que, luego de almorzar, se fue a dormir la siesta.

A las 16.45, los 115 cardenales estaban nuevamente encerrados en la Capilla Sixtina para la cuarta votación.

Bergoglio 67.
Scola 32.
Ouellet 13.
Vallini 2
O´Malley 1.

Todo se encaminaba para que el papado cruzara el Atlántico por primera vez. Si nada extraño ocurría, en la quinta votación que tendría lugar inmediatamente Bergoglio sería elegido Papa.

Pero el hombre hace planes y Dios sonríe.

Comenzó la quinta votación. Uno por uno, los cardenales los depositaron en la urna. Los escrutadores contaron la cantidad de boletas. Había 116. Alguien, tal vez sin darse cuenta, ingresó dos boletas a la urna. De acuerdo al artículo 28° del reglamento, las boletas fueron quemadas sin conocerse su contenido. La quinta votación quedó anulada y los cardenales pasaron de inmediato a la sexta.

El humo blanco en el Vaticano el 13 de marzo de 2013.

Ahora sí, la cantidad de boletas coincidía. Y la mayoría de ellas decía un nombre. El cardenal Oswald Gracias, de India, vio al futuro Papa recitar el rosario mientras su nombre era pronunciado, una y otra vez, por la imponente voz de Sandoval. Cuando llegó el voto 77°, la Capilla Sixtina se inundó de aplausos. El conteo terminó minutos después.

Bergoglio 85.
Scola 20.
Ouellet 8.
Vallini 2.

A la emotividad del momento le siguen una serie de rituales. Entre ellos, preguntarle al cardenal si acepta la nominación de sus pares y, si la respuesta es afirmativa, con qué nombre desea ser llamado.

–Francisco– respondió Bergoglio.

El Papa contaría, días después, que decidió el nombre cuando su amigo, el cardenal Hummes, sentado a su izquierda durante el cónclave, lo abrazó tras el voto 77° y le dijo: “No te olvides de los pobres”. Bergoglio pensó entonces en San Francisco de Asís. A las 19.06, el color blanco salió de la chimenea de la Capilla Sixtina.

Más de una hora después, saldría por el balcón de la Iglesia el primer papa no europeo, el primer papa latinoamericano, el primer papa argentino, de la historia de la Humanidad.

–Saben que era deber del cónclave dar un obispo a Roma. Parece que mis hermanos cardenales han ido a buscarlo casi al fin del mundo.


Esta edición del newsletter #UnDíaEnLaVida forma parte del especial por los doce años del papado de Francisco, Vox populi. Podés leer todas las notas acá.

Es politólogo de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Nació en Olavarría, una metrópoli del centro de la provincia de Buenos Aires. Vio muchas veces Gladiador.