El Black Power de París

En los Juegos Olímpicos, tres mujeres negras, Rebeca Andrade, Simone Biles y Jordan Chiles, dominaron la competencia y celebraron con un gesto de sororidad y talento en un deporte históricamente blanco.

“¡Hemos demostrado el Black Power!”, se entusiasma Rebeca Andrade. Es lunes 5 de agosto y la brasileña, más popular que Neymar por estas horas en Brasil, acaba de conquistar la medalla dorada en la prueba de suelo de la gimnasia artística de los Juegos Olímpicos que terminan este domingo en París. Andrade habla del “Black Power”, del “Poder Negro”, porque con sus rivales estadounidenses, la célebre Simone Biles y Jordan Chiles, segunda y tercera, respectivamente, componen el primer podio de gimnastas enteramente negro en la historia de los Juegos Olímpicos. Negras en un deporte de blancas. Y mujeres en unos Juegos Olímpicos que habían nacido solo para hombres.

Ese podio se convirtió en postal globalizada, e inolvidable, por el gran gesto de las gimnastas estadounidenses. Cuando sube Andrade, Biles y Jordan giran y se inclinan para homenajear a la nueva campeona. Contó Biles que fue Chiles la que propuso la reverencia. Y que ella, acaso la gimnasta más fabulosa de la historia, asintió complacida porque Andrade, hija de una empleada doméstica y madre soltera en Brasil, es la rival más poderosa que ha enfrentado. Pararon escuelas en Brasil, hubo bocinazos en la avenida Paulista, gente en bares y en las calles de Guarulhos, pueblo natal, para celebrar el oro de la que es considerada la mayor deportista brasileña de todos los tiempos.

Andrade habla de Black Power y el recuerdo se hace inevitable. México 68. Otros dos atletas negros de Estados Unidos, hombres, salen primero y tercero en la prueba de los 200 metros. Tommie Smith, cuyo padre llenaba sacos en plantaciones de algodón, y John Carlos, hijo de un zapatero de Harlem. Smith subió al podio con una bufanda negra que representó el “orgullo negro”. Ambos sin zapatillas, con medias negras por “la pobreza negra de la América racista”. Smith con guante negro en su mano derecha “por el poder de la América negra”. Carlos en su mano izquierda “por la unidad de la América negra”. Juntos formando “unión y poder”. Cuando comenzó la ejecución del himno de Estados Unidos bajaron sus cabezas y levantaron sus puños. Black Power.

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Eran otro tiempos

Un año antes, Muhammad Alí había sido despojado de su corona mundial de boxeo y condenado a la cárcel por negarse a combatir en Vietnam. Y 1968 fue el año del Mayo francés, de los tanques soviéticos invadiendo Praga. Para Estados Unidos: Masacre de My Lai, el asesinato de Robert Kennedy y, especialmente el de Martin Luther King. También en abril había sido asesinado Bobby Hutton, uno de los líderes de las Panteras Negras, líderes peligrosos en días de revueltas raciales. En el DF mexicano, diez días antes de los Juegos, cientos de estudiantes que reclamaban fueron asesinados por el Ejército mexicano en la Plaza de las Tres Culturas. Quince mil disparos en 62 minutos. La Matanza de Tlatelolco.

Los atletas negros amagaron con protestar renunciando a los Juegos de México. Fueron. Pero montaron el podio del Black Power, la rebeldía más icónica en la historia política de los Juegos Olímpicos. El único que registró el momento de cabezas gachas y puños en alto fue John Dominis, fotógrafo de la revista Life. Smith y Carlos bajaron del podio en medio de silbidos y abucheos de los aficionados, junto con Peter Norman, un australiano que había salido segundo en la prueba y que acompañó la protesta con un distintivo especial. La agencia Associated Press habló de “saludo nazi” en el podio. Smith y Carlos, que eran los mejores atletas de Estados Unidos, fueron expulsados de por vida del movimiento olímpico.

El podio Black Power de París 2024 tiene otro contexto. Biles, la más famosa del trío, fue figura porque en la capital francesa no solo acumuló medallas. Sino porque ejecutó piruetas y acrobacias que había tenido que interrumpir en los Juegos previos de Tokio, cuando abandonó en plena final contra Rusia porque sintió miedo, desorientación en el aire. Renunció invocando salud mental. En su adolescencia, había sido una de las tantas víctimas del médico abusador Larry Nassar (hay que ver el documental Atleta X). Brilló en los Juegos de Río 2016. Y fue a los Juegos siguientes de Tokio solidaria con “Black Lives Matters”, el movimiento de protesta por la brutalidad policial contra la población negra. En plenos Juegos de París, madura a sus 27 años, se hizo tiempo para hablar otra vez de Donald Trump. Horas antes, el candidato presidencial había afirmado que los inmigrantes quitaban empleo a los estadounidenses negros e hispanos. Desde París, tras ganar más medallas, Biles escribió en X: “Me encanta mi trabajo negro”.

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“Ya no quería estar en la tierra”

Jordan Chiles, 23 años, contó antes de los Juegos que de adolescente sintió vigilancia casi policial ante cada una de sus comidas. Que en muchas prácticas sufrió agresiones de compañeras por su pelo rizado y su piel negra. Y que, en plena competencia, fueron humilladas ella y su madre. “Ya no quería estar en la Tierra. No quería tener nada que ver con mi vida. Pensaba: ¿Qué sentido tiene si siempre me van a decir algo?”. Recibió ayuda psicológica clave y se empeñó en crear siempre un buen clima de equipo. “Fue ella –contó Biles- la que me dijo si nos inclinábamos cuando Rebeca subiera al podio. Nos miramos y dijimos ‘hagámoslo ahora’”. Y lo hicieron.

Sunisa Lee, otra integrante también negra de la gimnasia de Estados Unidos que ganó oro en la prueba por equipos, hija de vietnamitas que escaparon de la guerra, campeona en Tokio, con apenas 17 años, contó que una vez fue golpeada, rociada con gas pimienta y sufrió insultos racistas cuando estaba con amigos asiáticos. Figura en su pueblo, sufrió también acoso y la universidad le contrató agente de seguridad. Se aisló y sufrió enfermedades renales. Su cuerpo de 1,50m ganó 20 kilos. Los esteroides debilitaron los ligamentos y tendones. En enero pasado, cayó mal en pleno Campeonato Nacional de Estados Unidos. Biles apareció para alentarla. A partir de allí, Sunisa le pidió a Simone que siguiera haciéndolo cada vez que subía a las barras asimétricas, su especialidad.

El equipo femenino de Estados Unidos ya había sido campeón olímpico décadas atrás. Bajo el régimen de los entrenadores rumanos Bela y Martha Karolyi. A puro despotismo. No por casualidad, fueron tiempos coincidentes con los del médico depredador Larry Nassar. En París, Simone y sus compañeras probaron que se puede ganar oro de otra manera. Y, además, homenajear al rival cuando les gana, como hicieron con Rebeca.

Rebeca Andrade.

Rebeca, de la favela a París

La brasileña les ganó con una entrada que copió a Beyoncé en el Super Bowl, con aire de diva, redoble de tambores y trompeta, dobles saltos mortales, giros, carreras y música de Anitta, cantante funk de Brasil. Pelo revolcado, “sensual pero no erótica”, nuevos dobles saltos mortales, suelo y cierre con movimientos funk al son de Baile de Favela. Ella, que nació en la favela Vila Fatima, en Guarulhos, San Pablo, con padre que se fue rápido y madre empleada doméstica, Rosa Rodrigues, ocho hijos, el mayor de ellos llevaba a Rebeca caminando hasta dos horas para cada entrenamiento. Fue clave un proyecto público de iniciación deportiva. Rebeca sobrevivió a tres graves lesiones de rodilla y fue reina en París, mayor medallista olímpica en la historia de Brasil, y ganándole a su admirada Biles, que la homenajeó cuando subió al podio negro. “Maravilla ver cómo esas mujeres que ni siquiera hablan el mismo idioma, se admiran mutuamente y, además, públicamente. Sororidad olímpica”, escribió María Porcel en el diario El País, de España.

París 2024 nos deja también otras grandes historias e imágenes. El cordobés José “Maligno” Torres volando con su moto dorada de BMX, Las Leonas, la boxeadora argelina Imane Khelif. Campeonas ucranianas que llegaron a París entrenándose en medio de sirenas en Kiev que avisaban que había que correr al refugio porque llegaban aviones rusos. La Marsellesa que atronó especialmente con sus propios ídolos, primero el rugbier Antoine Dupont que amargó a nuestros Pumas7 y luego el nadador Leon Marchand, rey de la piscina como Katie Ledecky, clave para que otra vez Estados Unidos esté llegando al cierre al tope del medallero total, delante otra vez de China. Hay muchas escenas más (Noah Lyles ganando medalla de bronce en los 200 metros insólitamente enfermo de Covid). Pero sigo quedándome con ese podio enteramente negro de la gimnasia femenina. Un Black Power sin puños en alto es cierto. Pero que confraterniza en tiempos de puro odio. Un Black Power femenino y en versión 2024.

*NdR: Una decisión hoy sábado del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) aceptó una apelación rumana (una protesta de Estados Unidos que fue presentada apenas después del minuto reglamentario) y desplazó a Chiles del tercero al quinto puesto. Es decir, ese podio fue anulado. Pero no esa postal. Y, mucho menos, ese gesto.

Es periodista desde 1978. Año de Mundial en dictadura y formidable para entender que el deporte lo tenía todo: juego, política, negocio, pueblo, pasión, épica, drama, héroes y villanos. Escribió columnas por todos lados. De Página 12 a La Nación y del New York Times a Playboy. Trabajó en radios, TV, escribió libros, recibió algunos premios y cubrió nueve mundiales. Pero su mejor currículum es el recibo de sueldo. Mal o bien, cobró siempre por informar.