EE.UU: entre las teorías conspirativas y el complot como modos de hacer política
En el debate presidencial, Donald Trump fue desmentido tras mencionar información falsa sobre inmigrantes “que se comen los perros y los gatos de los habitantes de Ohio”. Cómo opera este mecanismo en las elecciones norteamericanas y en nuestra región.

“Como todos los hombres de Babilonia he sido procónsul, como todos esclavo”, empieza Jorge Luis Borges en La lotería de Babilonia, donde, al decir de Ricardo Piglia, describe una sociedad en la que “las experiencias privadas son manipuladas por una vasta conspiración invisible manejada por el Estado”. Suena a una gran teoría conspirativa como las que lanzaron los republicanos de Estados Unidos la semana pasada respecto a que la población haitiana en ese país, como parte de una supuesta inmigración descontrolada, se estaría comiendo mascotas y, aun estando como ilegales, van a votar por los demócratas. Pero la diferencia entre esas teorías y el cuento es que en la sociedad de Borges sí hay un Estado que define el orden social a partir del supuesto azar de una lotería. Pero las teorías conspirativas no son eso, sino solo posibles explicaciones para algún fenómeno. Y, en general, no son las más confiables, no están basadas en datos, y no son falsables (Karl Popper indignado). Sin embargo, operan en la realidad y no son novedad.
La versión de los supuestos cazadores haitianos de mascotas surgió después de que en redes sociales se hicieran eco de la noticia sobre una mujer en la ciudad de Springfield, en el estado de Ohio, que supuestamente se comió a un gato doméstico. Y a pesar de que el caso está siendo investigado y no hay evidencias de que la mujer sea de origen haitiano, eso ya no importó después de que los republicanos comenzaran a amplificar el mensaje. En las horas previas al debate presidencial del martes, el mismo candidato a vice de Trump, JD Vance, quien además era senador por Ohio, dijo: «Hace meses, planteé el problema de los inmigrantes ilegales haitianos que agotan los servicios sociales y, en general, causan caos en todo Springfield, Ohio». El mensaje ya tuvo más de 11 millones de visualizaciones solo en X. Una vez que el rumor se lanzó a las redes, proliferaron imágenes generadas por Inteligencia Artificial (IA) de gatitos pidiendo que no los coman o de Trump salvando a las mascotas de turbas de personas negras -es la forma en que parecen querer representar a los haitianos-, y fueron replicadas por otros republicanos y hasta por Elon Musk (¡No paró!).
Pero esta noticia falsa fue desmentida por las autoridades. «Deseamos aclarar que no ha habido informes creíbles ni reclamos específicos de mascotas que hayan sido lastimadas, lesionadas o abusadas por individuos dentro de la comunidad inmigrante», dijo Karen Graves, responsable de participación estratégica de Springfield, citada por la CBS. A los republicanos no les importó esa explicación. En el primer debate presidencial en el que se enfrentaron Kamala Harris y Trump, -y que ya señalaron que fue el último- se esperaba que el republicano replicara la teoría y cumplió: “Vean lo que está ocurriendo en Springfield, hay comunidades que no quieren hablar porque es vergonzoso. En Springfield, algunas de estas personas que están llegando, se están comiendo a los perros y a los gatos, a las mascotas de la gente que vive en esas comunidades”, dijo Trump mientras Harris sonreía y negaba con la cabeza. En ese momento, los conductores David Muir y Lindsey Davis dijeron que el canal ABC News se comunicó con la ciudad y habían descartado que existieran denuncias de mascotas que hayan sufrido alguna agresión. “Hay gente que lo ha dicho en televisión”, dijo Trump. “No estoy tomando de la televisión, estoy tomando del administrador”, replicó Muir, pero el republicano insistió. Los demócratas celebraron el fact-checking en vivo, pero Trump lo vio como un complot en su contra y dijo que el debate fue de tres contra él.
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Las redes estallaron; del lado republicano, con más imágenes pidiendo salvar a las mascotas, y del de quienes lo rechazan, con burlas a sus dichos (Mis videos favoritos 1 y 2). Por un lado, Harris se mostró sólida a pesar de los temores que había sobre su desempeño, y esto fue medido y favorable a la vice de Biden. Pero Trump, y esto ya es más hipótesis, parece haber logrado que los golpes que recibió quedaran como anécdota y se recuerden solo sus dichos sobre la inmigración. Sobre este eje insistió -claro, sobre eso se sostiene gran parte de su campaña- en cada uno de los tópicos del debate y con él buscó explicar todos los males del país, incluso cuando le preguntaron por su programa económico.
Trump busca alimentar una teoría conspirativa de que el sistema electoral norteamericano no es confiable y cualquiera, incluso no ciudadanos, como los inmigrantes ilegales, pueden votar en noviembre. La idea que subyace, una vez, más es que se está orquestando un fraude. Pero también, con la idea de una supuesta inmigración ilegal descontrolada, busca dar un golpe en a la línea de flotación a la presidenciable del Gobierno, a quien Trump llama “zar de la frontera”. Y es que fue a Harris a quien el presidente Joe Biden designó, en su primer año de gestión, como encargada para resolver la cuestión migratoria en México y Centroamérica, y no logró mostrar grandes resultados.
Teorías conspirativas de larga data
“El tema de la inmigración en general ha sido parte de la cadena de desinformación, más que teorías conspirativas. La parte de teoría conspirativa que hace una intersección con migración es la del fraude electoral perpetrado por los demócratas usando inmigrantes. Esto empezó con Trump en la campaña del 2016, cuando ganó la elección y dice que en cantidad de votos también había ganado, pero que había 3 millones de votantes indocumentados que votaron a favor de Hillary Clinton. Fue la primera vez que entró en el circuito de campaña la teoría conspirativa sobre el voto inmigrante para los demócratas y fue impulsada por Trump”, me dijo Ernesto Calvo, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Maryland, el sábado, cuando hablamos por teléfono.
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SumateLa supuesta victoria del voto popular de Trump sobre Clinton fue solo el puntapié. Desde que el millonario llegó a la presidencia se potenciaron grupos supremacistas como los Proud Boys o el movimiento QAnon, que lanzaron teorías conspirativas como la de que los republicanos estaban luchando contra una suerte de mundo oculto, guiado por un culto satánico de pedófilos y caníbales. “No escuché sobre el tema, pero ¿se supone que es algo bueno o es algo malo? Si puedo ayudar a salvar al mundo de problemas, estoy dispuesto a hacerlo y de hecho estamos salvando al mundo de la filosofía izquierda radical que destruirá a este país. Si Estados Unidos se pierde, el resto del mundo le seguirá”, dijo Trump ante una pregunta sobre ese tema cuando era presidente. Ahora, estas teorías siguen siendo difundidas -por ejemplo, fueron potenciadas durante la pandemia de Covid-19 con la idea del “virus chino”– y masificadas en redes sin controles a la vista.
“Las teorías conspirativas de hoy en día circulan en casi la mayoría de la población. La alta polarización ha hecho que las teorías conspirativas que han sido multiplicadas, proliferadas y comunicadas por el partido republicano sean mainstream. A diferencias de las viejas teorías como la de la supuesta no llegada del hombre a la luna o Área 51, lo que propone QAnon, Steve Bannon en el medio Breitbart News, o Fox News, no son teorías alocadas, sino operaciones políticas, y el objetivo de estas es generar polarización y capitalizar para el partido republicano”, me había dicho Calvo ya en 2020 (cuando hablamos para este podcast). Y, casi como una premonición, agregó: “No son simples teorías conspirativas, sino que son instrumentos políticos de intervención”. Una de las intervenciones más dramáticas de la política estadounidense se constató después, cuando se produjo el asalto al Capitolio, alentado por una de las principales teorías conspirativas de Trump, que fue la de otro supuesto fraude electoral. En este caso, según él, significó un robo en su contra y a favor de Joe Biden. Allí empezó a difundirse el “Debemos parar el robo”.
“En Estados Unidos estas versiones tienen un par de siglos, son muy activas y hay eventos políticos en los que hubo no solo teorías conspirativas sino conspiraciones reales como la de Lincoln. Lo que es novedoso, porque no había pasado, yo diría desde fines del siglo XX y fines del siglo XIX, es la penetración de estas teorías conspirativas en tiempos de campaña y su uso político no ligado a propiamente al conflicto internacional, como sí pasó con la Guerra Fría o con el macartismo. No es novedad de Trump el uso de mentiras, pero sí el uso de teorías conspirativas a nivel político”, me dijo Calvo el sábado.
Los efectos en la micro
Más allá de las voluntades de palacio y de empresarios como Elon Musk, demos una mirada a los efectos en la micro. Hay algunas mediciones de los últimos años que buscaron determinar el grado de penetración en la población estadounidense que tienen las teorías, como la que publicó -guarden esta fecha- el 9 de mayo de 2022 la agencia Associated Press (AP) junto al centro de investigaciones NORC en la Universidad de Chicago, que arrojó como resultado que “uno de cada tres (32%) adultos está de acuerdo en que un grupo de personas está tratando de reemplazar a los estadounidenses nativos con inmigrantes para obtener ganancias electorales”.
Y mientras se publicaba ese estudio, el estadounidense Payton S. Gendron, un supremacista blanco de 18 años, estaba en su casa de Buffalo, en el estado de Nueva York, redactando un texto de 180 páginas repleto de mensajes de odio y con la tesis de que los estadounidenses blancos corren peligro, porque podrían ser reemplazados por personas no blancas. Pero la historia no quedó archivada en un mero documento de Word en alguna computadora, porque él también estaba preparando un casco con una cámara y un arma con la que mataría solo cinco días después a 10 personas en un supermercado de esa ciudad. La mayoría de las víctimas fueron personas negras.
Ese fue un punto de coincidencia con otros ataques como el perpetrado en Charleston en 2015; el de Pittsburgh en 2018; y en El Paso, Texas, en 2019. El objetivo en esos casos fue la población negra, judía y latina, y no fueron los primeros en tener como trasfondo teorías conspirativas, pero fueron ejemplos de los efectos reales que estas tienen y del cambio de escala a partir del uso de las redes sociales. El joven asesino quiso difundir masivamente su accionar y, para eso, llevó una cámara en un casco y transmitió el hecho por Twitch. Solo 22 personas lo vieron en vivo y la empresa logró eliminar la transmisión, pero dos minutos después del inicio de la masacre, se hizo viral. En su escrito, Gendron hizo referencia a la idea supremacista blanca conocida como “teoría del reemplazo”, difundida por el escritor contemporáneo francés Renaud Camus, pero que abreva en otros autores.
Para Pablo Stefanoni, doctor en Historia, periodista, y autor de diversos libros, entre ellos ¿La rebeldía se volvió de derecha?, si bien “esas ideas tienen una larga tradición, Camus le dio un nuevo ímpetu y le puso un nombre a un proceso”. A días del atentado, me dijo (a mí, pero en tanto periodista de la agencia Télam, cuando aún estaba abierta) que esta “pseudoteoría del gran reemplazo” tiene como “idea básica” que se “está operando el reemplazo de un pueblo y una civilización -en el caso de Camus, se refiere a Francia- producto de la acción de una ‘elite reemplacista’ que la habilita”. El analista introdujo una diferencia entre las personas que comulgan con estos preceptos, ya que no operan todos de igual modo: “Si en Camus se trata de una postura puramente intelectual, hubo perpetradores de varias masacres que apelaron a la ‘teoría del gran reemplazo’”, dijo entonces. Esta teoría tiene su versión estadounidense, que a veces incluye posiciones antisemitas y de su tradición de supremacismo blanco, y tiene distintas versiones o grados entre sus adherentes.
No hay una relación directa, pero sí puntos de contacto entre estas teorías y los argumentos mucho más sofisticados e incluso interesantes que fueron planteados por JD Vance en su libro que se volvió bestseller Hillbilly Elegy: memorias de una vida y una cultura en crisis. Además, fue llevado al cine con el protagonismo de Glenn Close y Amy Adams. Allí relata, en síntesis, los “males” de la globalización y retrata a la clase trabajadora local como la principal afectada. De un pasado idealizado es de donde parte Vance, para hoy atribuir su pérdida a la inmigración y proponer, por ejemplo, proteger la natalidad de personas blancas.
Los ecos en la región
La región fue una caja de resonancia de estas teorías, siendo el expresidente Jair Bolsonaro su principal sucursal sudamericana. El líder de ultraderecha sostuvo la misma teoría de fraude electoral tanto cuando perdió contra Luis Inácio Lula da Silva -lo que derivó en una suerte de toma del Capitolio a la brasileña el 8 de enero de 2023, con el agravante de que fueron los edificios de los tres poderes-, pero también cuando ganó en 2018, cuando lo habría logrado aún sin operar. “El sistema”, asegura, es una conspiración en su contra, a veces personificada en la Justicia, otra en los medios de comunicación, y así. La idea de un supuesto pacto de Lula con el diablo para ganar la elección llegó al punto de que el candidato del PT tuviera que desmentirlo.
En una de las coberturas que hice en Brasil de las elecciones, tanto en la primera como en la segunda vuelta de 2022, sus seguidores no solo cantaban fraude antes de los comicios sino que también hablaban de que Argentina estaba gobernada por comunistas y que la crisis era tan grande que, afirmaban, “se están comiendo perros”. Pero no quedaba ahí. Uno de los bolsonaristas me mostró en Barra da Tijuca, donde vivía su líder, un video supuestamente grabado desde un auto en Argentina. En él se veía una casa con un cartel que decía que era un comedor popular y subían a un perro a una mesa mientras afilaban cuchillos. El video se cortaba. “Ves, está probado”, me dijo.
Además de esas reversiones y teorías propias, las expresiones ultras que están pendientes de lo que hace Trump también se hicieron eco del tema haitianos y gatitos. En Argentina, lo hizo el diputado bonaerense libertario Agustín Romo. «Estaba leyendo recién que en un condado de Ohio donde Trump está arriba en las encuestas y que si lo ganas, ganas el Estado y es uno de los Estados claves para ganar la presidencia de Estados Unidos, los demócratas metieron en los últimos 2 meses 20.000 inmigrantes haitianos para que los voten en la elección y resulta que están entrando a las casas de los americanos para robarse los perros y los gatos que tienen de mascotas para comérselos», tuiteó el dirigente oficialista y férreo defensor de Javier Milei.
Pero volvamos un segundo al cruce Harris vs Trump del martes porque sospecho que en Argentina más de uno tuvo la misma reminiscencia que tuve con los últimos debates en nuestro país. Donde algunos vimos una supuesta solidez de los candidatos tradicionales frente al outsider Javier Milei, la lectura dominante -a la luz de la victoria de este último- pareció ser otra. “¿Qué vieron quienes creen o están más abiertos a creer en esas teorías conspirativas de Trump?”, le pregunté a Calvo, casi retóricamente. “Ahí hay dos grupos distintos, como también ocurre con la chicana política; uno que realmente la cree y otro que no la cree, sino que simplemente la usa políticamente. Como cuando a un nene le hacen bullying y dicen que se hizo pis encima. La gran mayoría sabe que eso no es cierto, pero lo hacen como una forma de agresión. Una parte de la población del voto republicano en realidad no cree en la teoría conspirativa, pero disfruta del acto de violencia vinculado a ella”, explicó Calvo.
El coautor del libro Fake News, trolls y otros encantos me contó un debate con un supremacista blanco justo después de la elección en la que Trump compitió con Hillary Clinton y lanzó aquella primera teoría de fraude con victoria del republicano: “La persona me trataba de explicar cómo es que esos 3 millones de votantes que eran inmigrantes ilegales habían logrado votar y que lo habían hecho por Hillary. Y cuando me lo decía no lo hacía indignado, sino que me lo decía con una sonrisa. ¿Por qué? Porque él sabía que no era cierto. Entonces sabía que lo estaba diciendo como para que a mí me diera un ataque cardíaco. No para que yo creyera lo que decía”. “Hay una parte de las teorías conspirativas que está siendo usada como una forma de violencia política. Esto es separado de la gente que lo cree”, agregó.
Educar al soberano o laissez faire
Están entre nosotros. Existen entre quienes las creen y quienes las usan y no hay dato que valga para rebatirlas. ¿Se hace algo o se deja hacer? Calvo explicó que “hay una discusión muy grande en la academia porque mucha gente dice que lo que hay que hacer es educar al soberano y hacer que la gente no crea estas teorías conspirativas. Pero eso solamente cubre a la gente que ocasionalmente lo cree y no a la mayoría de los que están usando las teorías conspirativas. Es decir, quienes no creen, pero que lo usan”, señaló.
“¿Para qué lo usa Trump si sabe que no es cierto? Es un insurance, un seguro. Si la elección va bien, ganó pese a los que votaron y no tenían que votar. Si la elección se pierde, la perdió por eso. Es una excusa para actuar políticamente, es una excusa para un seis de enero”, dijo Calvo y por eso define a esas acciones del republicano como una combinación: “Una parte que es teoría conspirativa y otra parte que es política instrumental, que es usada como excusa para intervenir políticamente donde la gente no lo cree. La teoría conspirativa sobre los indocumentados en Estados Unidos es mayoritariamente de ese segundo tipo, del estilo no de la tierra plana, sino del de ‘hay que hacer algo porque están robándose el país’ y eso es una excusa para afectar la política”, concluyó.