Inteligencia Artificial vs. redes sociales: Grok ya es más sabio que Musk

Aún cuando su creador publica interpretaciones y asociaciones sesgadas sobre la realidad, la IA de X usa una gran base de datos que las contradicen. De qué modo la tecnología esquiva gestos reactivos de los humanos que la usan. Un experimento con Bad Bunny.

El autor de esta nota es Sebastián Ceria, miembro de la Academia de Ingenieria de Estados Unidos, doctor en Investigación de Operaciones (Carnegie Mellon Unoiversity) y licenciado en Matemáticas Aplicadas (Universidad de Buenos Aires).

Un hombre, con algunos achaques de la vejez, se sienta a mirar su vida con fotos que desentierra en una modesta finca de su lugar de pertenencia: Puerto Rico. En la evocación se arrepiente de no haber sacado más fotos, de no haber amado más y de no haber vivido más. Es una melancolía que parece abandonar cuando camina hacia una escenografía urbana para comprar el almuerzo en una cadena de comida rápida. La cajera le habla en inglés, el queso que pide no es queso y no puede pagar con sus billetes porque no le acepta efectivo. Un cliente paga por él, en un momento de generosidad y empatía en un Puerto Rico que no puede reconocer del todo.

Debí tirar más fotos — un anglicismo derivado de shoot para decir sacar fotos —  es un corto de 12 minutos inspirado en la canción y álbum homónimo en la que el cantante puertorriqueño Bad Bunny consigue tocar fibras emocionales. Aborda, también, temas tan relevantes como la amistad, la memoria, la preservación del patrimonio cultural, la historia y la dignidad nacional. Gracias a esa potencia narrativa ha sido un suceso: el disco llegó a mil millones de reproducciones antes de las dos semanas de lanzarse a comienzos de enero de 2025. ​

Conmovido como una parte de esa audiencia global, le pedí a la Inteligencia Artificial (IA) del ChatGPT su interpretación del corto Debí tirar más fotos. En una lectura humanista, me aportó la idea de la gentrificación con desplazamientos de personas, la erosión cultural, la influencia del legado colonial en Puerto Rico, y lo conectó con trabajos previos de Bad Bunny en los que cuestionaba la privatización de los espacios públicos y empujaba por la amplificación de las voces locales.

​Para ver las repercusiones de su éxito de audiencias usé el buscador de la red social X y me topé con algo muy distinto: insultos y caricaturas de Bad Bunny. En una de ellas, se lo presentaba como un nuevo Ernesto “Che” Guevara que “quiere entrar a las universidades de los Estados Unidos”. No replicaré los insultos, pero en su recurrencia se hizo más evidente los usos posibles de esas herramientas: el ChatGPT aportó conocimiento y humanismo y la red social X insultos y caricaturas malintencionadas por parte de algunos de sus usuarios.

​En los últimos cincuenta años, la informática ha experimentado una serie de cambios revolucionarios y cada hito — la computadora personal, Internet, el smartphone, las redes sociales —  ha redefinido nuestra forma de vivir, trabajar y conectarnos. La IA es la más reciente fuerza transformadora. Si bien hay muchas ramas, la IA generativa, representada por grandes modelos lingüísticos (conocidos en inglés como LLM por las iniciales de Large Language Models) y dotada de sofisticados algoritmos de entrenamiento y calibración, provee las aplicaciones más avanzadas de esta tecnología, entre las que se encuentra el ChatGPT, de OpenAI. La IA generativa es la que hoy domina la conversación pública.

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Como matemático aplicado, empecé a trabajar con redes neuronales en mis estudios de grado hace más de 40 años en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires. La optimización, que terminó siendo la rama de la matemática aplicada en la que me doctoré en Carnegie Mellon, es una de las principales herramientas utilizadas para calibrar esas redes neuronales que hoy permiten el funcionamiento de ChatGPT. Más allá de mi entusiasmo de entonces por las redes neuronales, jamás imaginé que se convertirían en la base de la nueva revolución informática de la mano de la IA. Menos aún, que en la era en la que la desinformación, la polarización y la dilución de la experiencia en los espacios digitales, la IA se transformaría en una herramienta aliada en la lucha contra el odio y la desinformación de las redes sociales.

A diferencia de las redes sociales, que amplifican todas las voces sin distinción, la IA se basa en estos grandes modelos lingüísticos que se calibran utilizando información generada a partir de vastos repositorios de conocimientos que ha acumulado la humanidad durante siglos como libros, artículos científicos, ensayos, poemas, y notas periodísticas. Aunque incorpora contenidos de otras fuentes, como las redes sociales, y de internet en general, éstos quedan eclipsados por la cantidad de bibliografía autorizada que constituye la fuente esencial del entrenamiento de las LLM.

En la interpretación del corto de Bad Bunny, la IA maneja con sutileza y rigor campos tan distintos como los estudios coloniales y poscoloniales, las sociología urbana, la relación de Estados Unidos con América Latina y el caso particular de Puerto Rico.

Los puertorriqueños son norteamericanos y pueden ser llamados para pelear en el Ejército de los Estados Unidos, pero no pueden votar. En la última campaña electoral Puerto Rico fue noticia porque en un mitin de Donald Trump en New York el humorista Tony Hinchcliffe dijo que el estado asociado “era una isla de basura flotando en mitad del océano”. En su corto, lanzado días antes de la asunción de Trump, Bad Bunny hace flamear la bandera de Puerto Rico en el medio de una plantación. ¿Por qué la IA interpreta el video de la manera que lo hace, y no declara, como el humorista, que Puerto Rico es una isla de basura que debería abrazar el modelo de gentrificación aplicado a los conglomerados urbanos de Estados Unidos? Es una de las tantas preguntas que nos dispara la IA y no tiene una respuesta evidente.

El flamante presidente de los Estados Unidos es un beneficiario directo de dos de los rasgos de las redes: la propensión a las mentiras y la falta de autoridad de los expertos. Además, la carencia de una moderación eficaz ha creado espacios en los que prospera la desinformación y los usuarios tienen dificultades para discernir la realidad de la ficción. En X, un usuario desprevenido puede terminar creyendo que Bad Bunny es un defensor del comunismo, o que, como dijo Trump, los inmigrantes haitianos en Springfield, Ohio, comen perros.

Por esa razón es interesante preguntarle a Grok, el motor de IA de la red X, otro de los LLM competidores de ChatGPT, qué opina sobre las redes sociales. La respuesta podría ser sorprendente para algunos. “Los insultos — y caricaturas —  reflejan dinámicas sociales y psicológicas individuales que se intensifican por algunos de los rasgos de la red, como el anonimato y los impulsos agresivos.”

En general la IA actúa como filtro, sintetizando esos conocimientos creíbles y presentándolos de forma clara, concisa y práctica. Por una cualidad de su concepción, la IA está entrenada con el saber de la humanidad, y eso, sin duda, ayuda a discernir entre la realidad y las noticias falsas. La IA va mucho más allá de las tareas informáticas tradicionales: representa el pináculo de la interacción digital informada y productiva, mientras que las redes sociales, por un defecto de origen, ponen de relieve los escollos de las plataformas no moderadas. Diseñadas para maximizar la participación, las redes premian el sensacionalismo y la controversia, a menudo a expensas de la verdad y el civismo. Este diseño fomenta las cámaras de eco (el sesgo en sistemas cerrados), la desinformación y la erosión del discurso significativo. La IA, por el contrario, da prioridad a la sustancia sobre el sensacionalismo. No se guía por los “me gusta”, los “compartidos” o los reposteos, sino por el objetivo de proporcionar información precisa y útil. Permite a los usuarios tomar decisiones informadas, fomentando una cultura del conocimiento y el pensamiento crítico en lugar de la división y el ruido.

La IA, desde luego, no está exenta de desafíos ni de críticas. Las cuestiones éticas relacionadas con la parcialidad, la privacidad y el uso indebido de los datos requieren una cuidadosa consideración. Las llamadas “alucinaciones” — es decir las invenciones que provee cuando no encuentra una respuesta adecuada —  son un problema menos repetido, pero aún existente. No podemos obviar tampoco los efectos que tendrá la IA en el mercado laboral y los potenciales desplazamientos de muchas personas que perderán sus trabajos al ser sustituidas por la nueva tecnología.

El sesgo es otra de las críticas que se le hacen a la IA. Por un lado, existe un sesgo involuntario. Los LLM han sido entrenados con el saber de la humanidad, en particular en la palabra escrita y publicada, que tiene un enorme sesgo hacia la cultura occidental y tradicional, y la producida por los hombres. Una consecuencia de ello es que no incorpora los saberes de los lugares del mundo de culturas minoritarias y de los excluidos. Por otro lado, podría existir un sesgo voluntario, que consistiría en entrenar un LLM para que ignore hechos, los deforme o responda con visiones maliciosas o deformadas de la realidad. No es claro que esto no pueda lograrse, aunque requeriría una cuidadosa selección de datos, que podría influir negativamente en el rendimiento del modelo.

El dominio mundial que ejercen sobre la IA las grandes empresas tecnológicas es también motivo de preocupación, sobre todo para los países en vías de desarrollo. Pero la irrupción de DeepSeek, la startup china que está revolucionando el mercado, demuestra que las grandes empresas no son intocables.

La verdadera batalla cultural de este tiempo es entre el saber y la superficialidad, entre el conocimiento y las mentiras de las redes. En esa batalla, curiosamente, la IA es un aliado creado en algunos casos por los mismos dueños de las redes, que nos sirve para poner en cuestión a las propias redes. Grok, una creación de Elon Musk, puede ser una herramienta para rebatir el odio y la desinformación que promueve el propio dueño de X en su red.

En su reciente discurso en el foro de Davos, el presidente Javier Milei, aliado de Trump y entusiasta defensor de Musk, desplegó una serie de acusaciones propias de la discriminación y la ignorancia — como asociar a la homosexualidad con la pedofilia —  que se amplificó en las redes con notable contundencia. Quise saber que decía Grok sobre ese discurso de Milei: “La asociación entre homosexualidad y pedofilia no tiene resplado empírico ni científico — cita varios estudios que no conocía —  y es profundamente prejuiciosa”. 

Grok también subrayó la contradicción: “Esta asociación perpetúa mitos y estigmas, oponiéndose directamente al principio libertario de la libertad individual al sugerir que ciertas identidades personales o estilos de vida son inherentemente criminales o inmorales”. Grok refuta a Milei, pero Musk lo repostea. Es posible arriesgar que Grok es ya más sabio que Musk. La máquina ha superado a su creador y no ha perdido la humanidad que algunos seres humanos parecen haber perdido.

*Imagen de portada hecha con Grok.

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Miembro de la Academia de Ingenieria de Estados Unidos, doctor en Investigación de Operaciones (Carnegie Mellon Unoiversity) y licenciado en Matemáticas Aplicadas (Universidad de Buenos Aires).