¿Cómo recuperar las Islas Malvinas?

Se cumplieron 192 años de la ocupación violenta por parte del Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Esta nota propone una política de defensa revisionista para romper el aislamiento artificial británico.

Al final de la Guerra de Malvinas, en 1982, comenzaron a darse cuatro procesos en simultáneo que inciden negativamente la posición y el reclamo de la Argentina por las Islas de Atlántico Sur. En primer lugar, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte (RUGBIN) se negó permanentemente a reanudar las negociaciones por la soberanía de las islas. En segundo lugar, este actor militarizó fuertemente las Malvinas fortaleciendo su control material y colonial sobre ellas. En tercer lugar, la Argentina mantuvo firme su reclamo diplomático por la soberanía de las islas y presionó discursivamente –sin ningún éxito– al RUGBIN a sentarse nuevamente a la mesa de negociación como ocurrió entre 1966 y 1982. En cuarto lugar, nuestro país dejó de considerar a la política de defensa como una herramienta válida, legítima y útil para lograr que el RUGBIN vuelva a sentarse en la mesa de negociación por la soberanía de las Islas del Atlántico Sur.

Al mismo tiempo en el que socava la posición de poder de la Argentina, este cuádruple proceso opera fortaleciendo y robusteciendo la posición militar británica en nuestras Islas del Atlántico Sur. Es decir, refuerza el statu quo material en el Atlántico Sur favorable al RUGBIN.

Esta situación favorable a la potencia ocupante se caracteriza por el aislamiento artificial que los británicos pueden imponer sobre las Islas del Atlántico Sur. En concreto, esto implica que el país colonial tiene la capacidad de separar materialmente al territorio ocupado de todo tipo de vínculo fáctico con el país reclamante de soberanía efectiva. Lo cual implica, a su vez, que el RUGBIN tiene la capacidad de sostener su posición militar en las Islas del Atlántico Sur sin necesidad de que la Argentina coopere materialmente con el desarrollo de las islas. Esto no quiere decir que los británicos no busquen que la Argentina coopere con el avance económico de los territorios cuando hay gobiernos explícitamente pro británicos (Carlos Menem, Mauricio Macri y Javier Milei).

Para ellos, si la Argentina contribuye a mantener el statu quo mejor, pero esto no quita que cambien los intereses británicos: 1) que las Islas Malvinas se desarrollen económicamente y, en paralelo; 2) dejar a la Argentina afuera de cualquier tipo de presencia material en las islas.

Si consideramos la cuestión Malvinas como una caso de “atrincheramiento territorial”1 podemos destacar que uno de los procesos que conforman este fenómeno es el aumento de la cohesión del territorio ocupado con el Estado ocupante, plausible de ser medido en relación al grado de articulación con el Estado reclamante de soberanía.

En los casos en que el territorio en disputa se encuentra completamente en manos de uno solo de los Estados en disputa, el Estado ocupante del territorio trata de mantener el statu quo territorial, ya que se consolida a sí mismo con el paso del tiempo y se ve favorecido por el atrincheramiento de la disputa. En cambio, los Estados reclamantes de soberanía lidian con la desventaja de tener que generar las condiciones de modificación de la realidad existente.

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Este señalamiento es fundamental ya que es posible identificar periodos de tiempo en los cuales la conexión material y cohesión entre las islas y el continente se dio de forma natural, debido a las conexiones históricas y la cercanía geografía. Mientras que la anulación de esa articulación y su estrecha vinculación con una metrópoli a miles de kilómetros de distancia se configura como un fenómeno profundamente artificial, y busca impedir que existan lazos que vinculen al Estado reclamante de soberanía con el territorio, porque entienden que esa articulación resultaría perjudicial para sus intereses.

Dados los intereses británicos y su estrategia –y capacidad– de lograr el aislamiento artificial de los territorios ocupados, la pregunta sobre cómo recuperar las Islas Malvinas es similar al siguiente interrogante: ¿cómo rompemos el aislamiento artificial que el RUGBIN impuso sobre las islas? Avanzar en ese objetivo resulta clave para lograr que los británicos, que desde 1982 no se quieren sentar a negociar, finalmente decidan que iniciar negociaciones es menos costoso que no hacerlo.

Hasta el momento, el RUGBIN no pagó ningún costo por no sentarse a negociar con la Argentina y eso es lo que hay que modificar. Para romper el aislamiento artificial hay que lograr que los británicos dejen de estar dispuestos a pagar los costos que implica aislar materialmente a las islas de la Argentina.

Ahora bien, ¿cómo elevamos los costos que tiene RUGBIN en el mantenimiento de su posición colonial en nuestras islas? La respuesta es múltiple e incluye varias dimensiones de política internacional. No obstante, en esta nota profundizamos la herramienta más importante y eficaz que tiene la Argentina para lograr esto: la política de defensa nacional.

Es imprescindible colocar a la dimensión militar como la piedra angular de la estrategia para recuperar las Islas Malvinas. ¿Por qué? La razón es clara: es la única que puede generar costos altos y dignos de atención de la potencia colonial, ya que afecta directamente su capacidad de disuasión militar. Otras políticas secundarias como la unidad regional, regionalización del conflicto y la política científica –como Pampa Azul– también contribuyen y son parte de una estrategia más amplia que debe abarcar todos los instrumento del Estado, es decir son necesarias pero no suficientes; ninguna estrategia tendrá éxito si no incluye una defensa revisionista que tenga como objetivo modificar el statu quo vía el fortalecimiento de la posición geopolítica de la Argentina en el Atlántico Sur y el aumento de los costos que tiene el RUGBIN en el sostenimiento del aislamiento artificial de las Islas Malvinas.

Así entonces, una defensa revisionista implica diseñar y organizar el instrumento militar con el objetivo de modificar una distribución territorial determinada y desfavorable para el país que la lleva adelante. En concreto, se trata de orientar la dimensión militar para revisar el statu quo. Para el caso argentino, esta revisión debe darse a partir del aumento de los costos que tiene RUGBIN en el mantenimiento del aislamiento artificial de las Islas Malvinas. Esto implica tres cosas.

1) En primer lugar, la política de defensa debe plantearse en función de la presencia británica en las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur. Esto implica aumentar el presupuesto en defensa y orientar los medios materiales, la infraestructura, los recursos humanos, la inteligencia, la logística, el adiestramiento, la doctrina y la organización en consideración de la principal amenaza a nuestra seguridad.

En esta línea, se debe continuar y profundizar las acciones que ya se vienen llevando adelante para fortalecer la presencia del país en el Atlántico Sur. Por ejemplo, la creación de la X Brigada Aérea en Río Gallegos, la creación de la Guarnición Militar Conjunta en Tolhuin provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, la colocación del radar RPA-240 en Santo Domingo y del radar MTPS-43 en Trelew, el financiamiento y la construcción de la Base Naval Integrada en Ushuaia y la reconstrucción de la Base Petrel para posicionarla como una base permanente de la Argentina en la Antártida. En tal sentido, las adquisiciones de sistemas de armas núcleo utilizados para guerras convencionales también deben priorizar su orientación al Atlántico Sur. Entre otras cosas, deben colocarse en Río Gallegos aviones de combate polivalentes, debe recuperarse con urgencia la capacidad submarina y los medios aeronavales junto con el fortalecimiento de la flota de mar en todos sus aspectos. Los blindados del ejército deben adquirirse y se debe reforzar la presencia del Ejército Argentino en la Patagonia.

Desde un punto de vista de estrategia marítima, la Argentina debe construir el fortalecimiento de su posición en el Atlántico Sur a partir del aumento de sus capacidades de defensa de sus costas, de anti acceso, de denegación de área (A2/AD) y de control del mar. Esta última supone que la Argentina tenga la posibilidad material de disputar el comando del Atlántico Sur y, por ende, de operar en él cada vez con más grados de libertad.

2) En segundo lugar, este planteo debe tener como base un fuerte incremento del presupuesto destinado a la defensa nacional y adquisiciones orientadas a robustecer la posición material de la Argentina en el Atlántico Sur. No es posible llevar adelante una defensa con fundamentos revisionistas sin un shock incremental de recursos públicos destinados al Ministerio de Defensa.

Los datos del Stockholm International Peace Research Institute indican que la Argentina invierte aproximadamente un 0,7% del PBI en defensa nacional, constituyendo así USD 5.000.000.000. Estos datos son variables en la medida que pueden tener distintas interpretaciones producto de la presencia del Fondo Nacional de la Defensa (FONDEF), los altos niveles inflacionarios y las variaciones abruptas del tipo de cambio en el país. Sin embargo, el punto central es que una defensa con fundamentos revisionistas debe destinar entre el 1,5% y el 2% de su PBI a esta área gubernamental.

Si esto sucede, y la Argentina llega a sostener en el tiempo dos puntos porcentuales para el sector de defensa, el país estaría invirtiendo USD 12.000.000.000 por año, un 16% del presupuesto británico (según datos del Military Balance 2024 y el Stockholm International Peace Research Institute, la potencia colonial invierte el 2% de su PBI en defensa nacional, constituyendo este porcentaje aproximadamente USD 75.000.000.000). La diferencia es que el país austral puede dedicarle casi la totalidad de ese presupuesto al Atlántico Sur. Desde ya, este incremento de recursos debe tener como base el coraje político sumado al convencimiento de la dirigencia política de que la defensa nacional es fundamental para recuperar la soberanía efectiva de las Islas del Atlántico Sur vía la revisión del statu quo territorial.

Es importante reforzar dos realidades. La primera es que la Argentina cuenta con la ventaja de poder dedicarle casi la totalidad de su atención política y recursos públicos de su política de defensa al Atlántico Sur. La posición insular junto a la presencia de una zona de paz positiva en el Cono Sur le permite al país orientar sus esfuerzos a fortalecer su posición geopolítica frente a la ocupación colonial británica del propio territorio. La segunda es que es imposible aumentarles los costos a los británicos con el objetivo de romper el aislamiento artificial si no se invierte de forma sostenida, como mínimo, 1,5% del PBI en defensa nacional.

Si queremos recuperar las Islas Malvinas tenemos que dedicarle muchos más recursos a la política de defensa. Esto implica romper con una tendencia nociva para nuestro reclamo: la desinversión en defensa nacional que viene teniendo lugar desde 1982. En concreto, la Argentina pasó de invertir aproximadamente USD 12.000.000.000 a USD 5.000.000.000 en 2023, pasando de ser el país en la región que más invierte en defensa nacional al tercero, muy cerca del cuarto puesto.

Fuente: Magnani (2025). Capítulo del libro titulado “La dimensión militar de la disputa por las Islas Malvinas. Entre el revisionismo argentino y el statu quoismo británico”.
*En dólares constantes (2022).
** Para el caso de la Argentina, a los años que van de 2020 a 2023 se le suma el Fondo Nacional para la Defensa que no es contabilizado por el SIPRI.
*** La información sobre Venezuela llega hasta 2013 por la baja confiabilidad de los datos luego de ese año.

3) En tercer lugar, los vínculos internacionales de la Argentina en materia de defensa deben abordarse teniendo en consideración que el interés del país asociado a la recuperación de las Islas del Atlántico Sur es permanente, mientras que los aliados internacionales son circunstanciales. En tal sentido, no deben elegirse los aliados en función de afinidades identitarias y/o normativas vinculadas al pensamiento de que hay algunos Estados del lado del “bien” y otros del lado del “mal”. Estos deben ser seleccionados en función de cómo contribuyen al objetivo de la defensa revisionista asociado a elevarle los costos al RUGBIN para romper el aislamiento artificial de las Islas Malvinas.

A la hora de considerar el acercamiento a la esfera política de la OTAN, es fundamental poder ponderar los beneficios y los costos políticos que tiene la pertenencia de la Argentina a esta alianza de seguridad como socio global. La cuestión central gravita en las siguientes interrogantes: ¿la participación de la Argentina como socio global le da garantías al RUGBIN respecto del carácter inofensivo del país austral? ¿La Argentina se puede beneficiar de su posición como socio global accediendo a información sobre la potencia colonial que, de otra forma, no obtendría? Con respecto a la primera cuestión, si la participación de la Argentina le da certidumbre al RUGBIN, esto no sería beneficioso para el país austral en la medida que no elevaría los costos que tiene la potencia en mantener su aislamiento artificial en el Atlántico Sur. Con respecto a la segunda cuestión, si el país tiene acceso a información importante por su pertenencia al espacio de la OTAN, resulta relevante evaluar si este beneficio es superior a los costos totales de pertenecer de forma secundaria a un espacio militar que tiene, en un lugar privilegiado, al principal rival de la Argentina.

Ahora bien, si se pondera el acercamiento a los Estados Unidos, los beneficios radican en que los sistemas de armas que ofrece fueron probados con éxito en conflictos convencionales y en que el instrumento militar argentino está acostumbrado a los sistemas occidentales. Sin embargo, al igual de lo que sucede con la cooperación con otros actores, el acercamiento a EE. UU. trae aparejado ciertas cuestiones que es necesario tener en cuenta si se considera la estrategia de defensa de la Argentina. Por un lado, la potencia dominante es la principal aliada del RUGBIN y esto trae incertidumbre tanto respecto de la capacidad ofensiva de los sistemas de armas que la Argentina puede adquirir como del sostenimiento de los compromisos de posventa. En consecuencia, ¿los sistemas de armas estadounidenses adquiridos por la Argentina van a llevar a que el RUGBIN invierta más para sostener su posición colonial en el Atlántico Sur? ¿El armamento estadounidense le da garantías a la potencia colonial de que la Argentina es inofensiva? Estas cuestiones son relevantes. Por el otro, los intereses de EE. UU. en el hemisferio están vinculados al combate contra amenazas no convencionales como el terrorismo y el narcotráfico. Esto se evidencia en el comportamiento de la potencia dominante en los organismos del Sistema Interamericano de Defensa como la Junta Interamericana de Defensa, la Comisión de Seguridad Hemisférica y el Colegio Interamericano de Defensa. Esto es importante en la medida que los ejercicios combinados liderados por EE. UU. y su línea política en materia de defensa para los países de América del Sur promueve una visión distinta a los intereses de la Argentina.

En definitiva, es menester tener en cuenta que EE. UU. son los que administran la seguridad internacional en el hemisferio. Esto está dado por su carácter de superpotencia, cuyo fundamento central es su poder militar asociado a tener la capacidad para proyectar poder y realizar operaciones en cualquier parte del mundo. Es consecuencia, los fundamentos revisionistas de la defensa argentina deben lidiar políticamente con este factor. Dicho de otra manera, debe conciliar dos cuestiones clave. Por un lado, debe poder orientarse a fortalecer la posición geopolítica de la Argentina en el Atlántico Sur para promover la revisión de un statu quo desfavorable vía el aumento de los costos que tiene el RUGBIN para mantener el aislamiento artificial de las Islas Malvinas. Por el otro, debe llevar adelante esta tarea teniendo en cuenta que cualquier cambio en el statu quo va a tener que incluir a los EUA en la mesa de negociación. Esto es así en la medida que es el actor que administra la seguridad internacional en el hemisferio.

Para terminar, es importante marcar que no hay que tener miedo a llevar adelante una política de defensa revisionista para romper con el aislamiento artificial británico. La disputa con el RUGBIN por la soberanía de las Islas Malvinas es de carácter territorial y su origen es la ocupación militar de la potencia colonial. La resolución de esta disputa va a necesitar que la Argentina utilice las herramientas que solo le brinda la política de defensa. Esto no quiere decir que se debe planificar una recuperación militar y/o entrar en una carrera armamentística con el RUGBIN en el Atlántico Sur. Lo que implica es que es necesario imponerle costos a los británicos por mantener una ocupación militar y el aislamiento artificial de 25% del territorio argentino. Estos costos deben surgir, necesariamente, del robustecimiento de la posición geopolítica de la Argentina en el Atlántico Sur y la consecuente presión material ejercida al RUGBIN en dicho escenario.

Si no le imponemos costos a la ocupación británica, no vamos a generar incentivos para que se sienten a negociar. El RUGBIN está muy cómodo con un statu quo que no solo lo favorece, sino que también se viene consolidando desde el final de la guerra.

Como sugiere la propia lógica de “romper con el aislamiento artificial”, el objetivo no es aislar a los británicos en Malvinas, lo que hay que lograr es la vinculación material del continente con las islas y la vida de sus habitantes desde una posición favorable a la Argentina. Es decir, tenemos que generar un desafío que genere incentivos a la cooperación, para que pueda darse en el marco de los intereses argentinos, y con el objetivo principal de reanudar las negociaciones por la soberanía de las Islas del Atlántico Sur bajo las recomendaciones de la Resolución 2065 de la Asamblea General de Naciones Unidas.

Nuevamente, esto solo puede darse si para el RUGBIN los costos de mantener el aislamiento artificial son altos y, de esta forma, pasa a tener incentivos para sentarse a negociar con la Argentina. Esto no implica negociar temas de pesca, conectividad y explotación de hidrocarburos para favorecer el desarrollo de las Islas Malvinas mientras mantenemos un “paraguas de soberanía” que nos deja afuera de ellas. Lo que esto sí implica es fortalecer la presencia material de la Argentina en las islas, aumentando progresivamente su dependencia material con el continente al mismo tiempo en que progresan las negociaciones de soberanía. Ningún paraguas de soberanía va a acercarnos a la resolución del conflicto, ya que la recuperación de la soberanía efectiva debe ser el primer y último objetivo.

Las Islas Malvinas son argentinas y recuperar la soberanía efectiva es reivindicar un reclamo histórico justo, mientras que el no modificar la situación colonial implica sostener una evidente injusticia contra nuestro país. Ahora bien, la injusticia se combate con poder y decisión política. En política internacional no alcanza con tener razón y un reclamo justo. Para cambiar las cosas, tener razón solo importa si también tenés poder y voluntad de ejercerlo. Los argentinos no tenemos que inventar nada nuevo, solo tenemos que hacernos cargo de nuestros intereses y actuar en consecuencia.

  1. Para ampliar sobre este concepto véase “Altieri Mariana, Malvinas y Gibraltar, Conflictos Atrincherados. 2024 UNDEF Libros y Fundación Meridiano”.
    ↩︎

Otras lecturas:

Internacionalista por la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT). Profesor de Relaciones Internacionales y Defensa en la UTDT y la Universidad Austral. Trabaja en CONICET, organismo fundamental para incentivar, con recursos públicos, investigaciones y perspectivas que promuevan los intereses de la Argentina. Autor del artículo “Defensa defensiva, pero activa y revisionista para la Argentina” (2024).

Especialista en geopolítica. Directora Ejecutiva de Fundación Meridiano de Asuntos Internacionales y Política Exterior. Licenciada en Ciencia Política y Doctora en Ciencias Sociales de la UBA y Magister en Estrategia y Geopolítica de la Universidad de la Defensa Nacional. Autora del artículo “El aislamiento artificial. Una estrategia británica para perpetuar el dominio colonial sobre las Islas Malvinas” (2023).