Claves de las elecciones 2025: consolidación sin hegemonía y resistencia sin liderazgo
Mientras La Libertad Avanza podría asegurar bancas para sus reformas, el peronismo continúa debilitándose.
 
                        
Aunque las elecciones legislativas se disputan distrito por distrito, solo una fuerza logró competir en todo el país y triunfar en votos y bancas: La Libertad Avanza (LLA). Finaliza el año electoral fortalecido en términos políticos: consolidación de su partido a nivel nacional, absorción del PRO a sus filas y mayor volumen legislativo.
El desempeño de LLA, al igual que el peronismo en 1993, fue el mayor en cantidad de bancas ganadas en una elección desde la vuelta de la democracia y fue similar al de Cambiemos en 2017. El gobierno de Javier Milei —que comenzó su mandato con su principal flanco débil en la representación parlamentaria— consiguió un escudo legislativo de un tercio para bloquear leyes y sostener vetos y una potencial espada parlamentaria para avanzar con su programa de reformas: LLA pasó de 37 a 80 bancas propias y, de sostener su coalición con el macrismo (24), tendría una primera minoría para impulsar reformas.
¿Fueron sorpresivos los resultados? Si se los pone en perspectiva, no. Desde 1983 hasta 2019, la competencia política argentina estuvo estructurada por un clivaje de clase: el peronismo representaba a los sectores populares y de menor nivel educativo, mientras que la UCR primero, y luego Cambiemos/Juntos por el Cambio, concentraban el voto de las clases medias y altas. Esta sociología electoral se quebró en 2023 con la irrupción de Milei. Su electorado, a diferencia del tradicional, es transversal en términos sociales y geográficos, y se organiza en torno a tres nuevas dimensiones: género (predominio masculino), generación (mayoría de jóvenes) e ideología (adhesión a un programa privatista, promercado y punitivista en materia de seguridad).
Por un lado, las orientaciones ideológicas de la opinión pública —favorables al achicamiento del Estado y a un orden más duro — se mantuvieron estables desde 2023, y explican buena parte de la continuidad del voto oficialista. Por el otro, el rechazo al “antiguo régimen” sigue operando como el principal eje que organiza las preferencias políticas a nivel nacional.
Oposición en crisis
La oposición llega y sale de esta elección en crisis. En apenas 45 días confluyeron todos los condimentos de una tormenta perfecta —problemas económicos, candidatos que se bajaron, escándalos de corrupción y conflictos internos—, y aun así ninguna fuerza logró capitalizar los costos del Gobierno. Falta una oferta política que construya una narrativa coherente, novedosa y convincente, capaz de organizar un nuevo sentido de futuro y generar liderazgos que lo expresen.
El peronismo, que sigue siendo la principal fuerza opositora, continúa debilitándose electoralmente. Solo se impuso en siete provincias y acumula veinte años de derrotas legislativas consecutivas (2005–2025). Su merma en el caudal de votos respecto de las últimas elecciones legislativas se dio especialmente por el deterioro en Córdoba y en varias provincias del noroeste argentino —como Salta, Santiago del Estero y Jujuy—. La pérdida de volumen federal y la falta de una narrativa renovada debilitan su capacidad de representar un proyecto alternativo de país.
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SumateEn la provincia de Buenos Aires, el desdoblamiento y consecuente municipalización de las elecciones permitió a Axel Kicillof despegarse del resultado nacional y ganar a partir del apoyo de los intendentes. Sin embargo, la elección nacional volvió a mostrar niveles de concentración del voto inéditos desde 1997, consolidando la tendencia de los últimos tres comicios nacionales: mayor concentración y mayor competitividad. La propuesta de LLA alcanzó en territorio bonaerense un 41,5%, comparable a los picos históricos de Cambiemos en 2017 o del radicalismo en 1985.
El resto de la oposición tampoco logra estructurarse. El proyecto de los gobernadores nucleados en “Provincias Unidas” que, una vez más, buscaba construir una opción de centro, se diluyó antes de consolidarse. La fuerza centrífuga de la polarización volvió a interponerse ante cualquier intento de moderación.
Seis de diez
Pese al triunfo nacional, seis de cada diez argentinos rechazaron al gobierno nacional. Milei ganó la elección pero no la mayoría social. Su consolidación institucional no elimina los límites de su legitimidad política ni resuelve la fragilidad de un sistema que se configura más por rechazo que por adhesión.
La participación electoral, del 67,9%, fue la segunda más baja desde 1983. Por primera vez se rompió el piso del 70% en dos legislativas consecutivas. No es solo un dato estadístico: refleja una desafección persistente que atraviesa el sistema político y erosiona su legitimidad representativa.
Las elecciones de 2025 profundizan la reconfiguración política iniciada en 2023. Un oficialismo que se expande sin mayoría, una oposición que conserva estructura pero carece de magnetismo y una sociedad que vota más para rechazar que para elegir. En ese equilibrio inestable, entre consolidación sin hegemonía y resistencia sin liderazgo, se juega el futuro inmediato de la política argentina.
