Café con sabor a esclavitud: la demanda contra Starbucks en Estados Unidos

La denuncia acusa a la empresa de abastecerse de productores brasileños denunciados por condiciones de trabajo del siglo XIX. La herencia colonial del cultivo sigue vigente.

Las primeras semillas de café llegaron a Brasil hace 300 años, contrabandeadas gracias a un amorío entre el sargento mayor brasileño Francisco de Melo Palheta y la esposa del gobernador colonial de Guyana francesa, Madame D’Orvilliers. Melo había viajado para mediar en una disputa de fronteras y, al despedirse, ella le regaló un ramo de flores que escondía los frutos de cafeto, que no se podía exportar.

Nos permitimos dudar de la leyenda, que celebra supuestas virtudes de virilidad y romance que no compartimos. La historia real será menos taquillera, pero mucho más relevante: lo cierto es que los plantines de café prendieron con fuerza en Brasil, hoy el mayor productor mundial. El crecimiento exponencial del cultivo en el siglo XIX alimentó con cafeína barata la maquinaria industrial de Europa y Estados Unidos, permitiendo exprimir más a trabajadores que podían rendir con menos descanso y menos comida, según el historiador Mark Pendegrast. Esa lógica capitalista se construyó sobre una injusticia aún más oscura: el café brasileño (y de otros lados) dependía del trabajo de personas esclavizadas. La economía de esa época se sostenía en un triángulo mortal que conectaba África, las plantaciones del Nuevo Mundo y los centros industriales del norte global.

Brasil fue el último país del hemisferio en abolir la esclavitud, en 1888, y lo hizo recién cuando los dueños de las plantaciones comprobaron que resultaba más rentable emplear peones semicautivos, según detalla el historiador Pendergrast en una historia del café.

¿A qué va toda esta historia? Las organizaciones de sociedad civil denuncian que las violaciones de los derechos humanos siguen siendo una constante estructural del sector cafetero brasileño. Dos casos que se presentaron conjuntamente esta semana en Estados Unidos señalan cómo la esclavitud contemporánea sigue siendo una parte integral de la consumición mundial del café. Los casos, que apuntan específicamente contra Starbucks, pero también implicarían a Nestlé, Dunkin’, Illy y McDonald’s, detallan las condiciones de esclavitud de los jornaleros que cultivan el grano que se usa para el latte con logo de sirena.

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Dos denuncias

La primera es una demanda presentada esta semana en Estados Unidos por ocho jornaleros rescatados por el Ministerio de Trabajo brasileño, entre ellos un adolescente. Reclaman 200 millones de dólares en concepto de reparación por trabajo forzoso y trata de personas. El caso, patrocinado por la organización International Rights Advocates (IRA), busca compensación para miles de trabajadores abusados en fincas que abastecen a Starbucks.

“Los estadounidenses están pagando 7 dólares por un latte cosechado por trabajadores que ni siquiera pueden abandonar sus puestos de trabajo”, dijo Terry Collingsworth, fundador de IRA, en un comunicado de prensa. “La esclavitud fue abolida en Estados Unidos en 1865 y en Brasil en 1888, sin embargo, en 2025, el café de precio premium de Starbucks depende de un sistema de producción que perpetúa el tráfico de personas y la esclavitud moderna”.

Pero no se trata de episodios aislados. Según la organización Cofee Watch, existe un sistema económico que depende de la violación de derechos laborales. El jueves, el grupo presentó un pedido a las autoridades aduaneras de Estados Unidos para que suspendan preventivamente la importación de café de proveedores como Ally Coffee, Dunkin’, Illycaffè, JDE Peet’s, McDonalds, Nestlé y, por supuesto, Starbucks, porque dicen que hay “fuertes razones para creer” que el producto puede venir de trabajo forzado. El reclamo también señala que es un problema estructural del sector, y cita la demanda patrocinada por IRA como prueba.

Un informe del Ministerio de Trabajo de Brasil el año pasado documenta condiciones en algunas fincas de café que suministran a las grandes marcas internacionales: en una, las autoridades encontraron a un adolescente de 16 años que fue encontrado descalzo. Su grupo, que trabajaba de 7 a 17:30, no tenía acceso a agua potable durante la jornada. Como es el caso de los jornaleros que demandan a Starbucks, muchos habían sido reclutados con falsas promesas por “gatos” –intermediarios que operan en comunidades pobres y distantes de las fincas– endeudando a los trabajadores para trasladarlos a supuestas oportunidades económicas, donde terminan atrapados en condiciones similares a las del siglo XIX. En otra finca dormían al lado de un corral de ganado y debían comprar a sus empleadores los insumos necesarios para la cosecha, como las bolsas para recolectar los granos, detalla Repórter Brasil. Los informes documentan casos de jornaleros sometidos a condiciones de esclavitud moderna: trabajo forzado, sin alojamiento adecuado, sin equipamiento y sin acceso a agua potable.

Coffee Watch exige que la aduana estadounidense retenga las importaciones de ciertos productores brasileños hasta que las empresas garanticen “la trazabilidad completa de la cadena de suministro”, desde el agricultor hasta la cooperativa o el agregador local de primer nivel.

Las acusaciones colocan a Starbucks en una posición incómoda. La empresa comercializa un café de alto precio, con un fuerte shot de aspiracional. Promociona su origen “ético” respaldado por un programa de verificación que considera criterios económicos, sociales y ambientales. La imagen de jornaleros descalzos y deshidratados no sería ótimo. En realidad, hace años que múltiples ONGs, brasileñas e internacionales, documentaron la conexión entre fincas que emplean trabajo esclavo y las principales multinacionales de café. Según el grupo de derechos humanos Conectas, la reiteración de denuncias demuestra el fracaso de los sistemas de certificación voluntaria. En su lugar, piden mayor regulación, trazabilidad y responsabilidad legal por parte de las empresas sobre toda su cadena de valor.

El problema excede al café. Investigaciones demuestran que carne vacuna certificada como “libre de deforestación”, sigue incluyendo vacas que se criaron en medio de la destrucción de la selva amazónica en Brasil.

Está entre nosotros

Hace 30 años que Brasil reconoce la persistencia de la esclavitud contemporánea –las prácticas laborales abusivas que se encubren bajo nuevas formas– y cuenta con equipos estatales dedicados a combatirla. El fenómeno atraviesa múltiples sectores: agricultura, ganadería, minería y trabajo doméstico. En diciembre pasado, por ejemplo, agentes del gobierno rescataron a 163 trabajadores chinos que trabajaban en condiciones de esclavitud en la construcción de una fábrica de BYD en Bahía.

Se estima que alrededor de 1.053.000 personas viven hoy en condiciones de esclavitud moderna en Brasil, lo que lo ubica en el puesto 11 a nivel mundial según el Global Slavery Index 2023. El fenómeno va en aumento, según los últimos informes del Ministerio de Trabajo, aunque un número creciente de personas rescatadas también responden al énfasis del gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva. En el 2023 se registraron 3.422 denuncias de malos tratos laborales –un aumento de 61% sobre el año anterior, y se rescataron 3.190 trabajadores de condiciones análogas a la esclavitud–. El año pasado, se detectaron 2.004 personas que trabajaban bajo condiciones de esclavitud en diferentes sectores económicos, según el último informe de autoridades. El trabajo doméstico representa un porcentaje creciente en la “lista sucia”, un registro formal de empleadores que utilizan trabajo esclavo. En los últimos años se rescataron 119 mujeres que habían pasado años trabajando sin garantías. Uno de los casos más conmocionantes fue el de una mujer de 94 años liberada tras seis décadas de servidumbre.

La mayoría de las personas rescatadas en operativos gubernamentales son negras. Los jornaleros que demandan a Starbucks son todos residentes de quilombos, comunidades afrodescendientes fundadas por personas que escaparon de la esclavitud – algunos de las mismas plantaciones de café donde atrapan a sus descendientes. A más de 150 años de su abolición estas comunidades siguen viviendo en condiciones mucho peores que el promedio nacional. Las personas pobres, rurales –en su mayoría negras– son particularmente vulnerables a caer en redes de trabajo esclavo ante la falta de oportunidades económicas.

El café fue, históricamente, uno de los motores del capitalismo industrial, cultivado con mano de obra esclavizada y destinado a sostener la explotación laboral en el norte global. Hoy sigue la lógica: jornaleros esclavizados cosechan café que mantiene despiertos a trabajadores precarizados.

Foto: Depositphotos

Divulgación completa: esta nota fue escrita con el sostén de varias tazas de café de proveniencia incierta.

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Periodista especializada en América Latina. Editora del Latin America Daily Briefing.