Ballotage en Chile: el dilema de dos modelo de país que postergan el centro

Jara y Kast no pueden ser más distintos. Se pone en juego el rumbo del país entre dos opuestos.

Chile volvió a demostrar su talento para el drama contenido. Con más del 90% de las mesas escrutadas, Jeannette Jara lideró ayer la primera vuelta con un 26,76%, seguida de José Antonio Kast con 24,05%. Lo que desapareció anoche no fue solo la candidatura de Evelyn Matthei, sino la idea, muy cómoda, de que la política chilena podía resolver su desconcierto regresando a la derecha moderada. El país no giró hacia un extremo u otro: decidió postergar el centro. 

El otro dato curioso: el tercer puesto quedó para Franco Parisi, el populista que promete bala o cárcel para los delincuentes y sacar a los militares a la calle y que quedó primero en la región de Antofagasta, en donde casi el 20% de las población son extranjeros. 

El ballotage del 14 de diciembre enfrentará dos visiones sin zonas grises. Jara representa el último intento del progresismo por demostrar que el Estado puede ordenar una sociedad cansada sin asfixiar su vitalidad económica. Kast, padre de 9 hijos y adepto del movimiento religioso Schoenstatt, promete lo contrario: un país de fronteras firmes, mano dura, Estado chico, mercados libres y una autoridad que actúe con la velocidad que, según él, la democracia chilena perdió. 

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Lo que está en juego ahora es menos el resultado que el rumbo. Un triunfo de Jara sería un intento de restaurar cierto equilibrio, aunque con un Estado más robusto. Una victoria de Kast introduciría un experimento: comprobar si el país más institucionalizado de la región tolera una derechización acelerada sin fracturarse en el intento. 

Polos opuestos

No podrían ser más distintos. Ambos encarnan algo profundamente chileno: la convicción de que el país necesita orden, pero el desacuerdo absoluto sobre quién debe administrarlo. Jara lo imagina desde el Estado, uno más musculoso, más protector, casi terapéutico, que reorganice una sociedad exhausta sin renunciar a la promesa igualitaria. Kast, en cambio, cree que el orden llega cuando el Estado deja de pretender cambiar a la gente y se limita a castigar a quien se desvíe. Ella ofrece disciplina administrativa; él, disciplina moral. Jara habla el lenguaje de la reparación; Kast, el del castigo. Es una dicotomía clásica: la izquierda que promete corregir a la historia y la derecha que promete detenerla. Lo curioso es que, en ambos, late la misma ambición: que Chile vuelva a ser un país reconocible para sí mismo. El problema es que cada uno imagina un Chile distinto.

El país se mira al espejo y no reconoce del todo lo que ve. Su pueblo que gritó “orden” tras años de tumulto, pero acaba de elevar a una candidata de izquierda al primer lugar. Para la segunda vuelta, el votante chileno será llamado a escoger no entre dos políticas públicas, sino entre dos narrativas sobre sí mismo.

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Lo fascinante (y muy chileno) es que cualquiera sea el ganador, la realidad probablemente termine atenazándolo. El “peso de la noche”, esa gravedad social que Diego Portales vio antes que nadie, no desapareció: solo está esperando en la segunda vuelta para recordarles a ambos candidatos que gobernar en Chile nunca es tan radical como ganar en Chile. 

Otras lecturas:

Estudió relaciones internacionales en la Argentina y el Reino Unido; es profesor en la Universidad de San Andrés, investigador del CONICET y le apasiona la intersección entre geopolítica, cambio climático y capitalismo global.