Milei, la masacre del 7S y el aprendizaje de Kicillof
La paliza que sufrió LLA abre un interrogante sobre cómo seguirá el gobierno. Días negros en el mercado y el costo de la jugada libertaria cuando octubre queda demasiado lejos.
Javier Milei fue, por un rato, otro: autocrítico, racional, calmo. El sablazo electoral alumbró un Milei distinto: sin estallido, nada lenguaraz. El libertario trató de encapsular el fracaso a errores de tipo político. Con ese libreto, desde La Plata, el presidente le habló a un público específico: el mercado que parecía dispuesto a “asimilar” una caída por 4, pero no la paliza por 13 puntos que se registró en el 7S en la provincia.
Su planteo de que no habrá cambios en el rumbo económico ni correcciones cambiarias, recurso dirigido a evitar un lunes negro –el dólar crypto llegó, el domingo, a los 1450 pesos–, supone que la derrota bonaerense no tuvo nada que ver con una economía que languidece y que, en paralelo o a raíz de las coimas, empezó a herir de muerte la expectativa de los propios votantes de LLA que dejaron de creer que su micro economía va a mejorar.
Todo, según su discurso post derrota, fue mala praxis política, tablero que ejecutó Karina Milei. Si el diablo está en los detalles, hay algo en el hecho de que haya subido al escenario junto a la hermanísima y Santiago Caputo, cuya presencia solo pudo ocurrir si existió un pedido personal de Milei. En medio del tsunami político, el libertario puso en escena al Triángulo de Hierro como si quisiera empezar de nuevo.
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No culpes a los fiscales
“Se robaron la guita de la fiscalización”, se quejaron el domingo, a media tarde, en LLA cuando a Casa Rosada llegó un parte de que en varias zonas no había custodios libertarios. “Dejaron que haya una boleta igual a la nuestra”, fue el otro reproche, en referencia a la lista de Unión y Libertad (UyL), de Carlos Kikuchi, que presentó una lista con el mismo color y una estética muy similar a la libertaria.
La ejecución operativa de la elección, derivada de un armado deficiente con listas malas, aparece en el ranking de quejas en la interna de LLA pero es insuficiente para explicar la masacre electoral del domingo. Milei acertó, sin embargo, en un dato: Fuerza Patria, que llegó a 47%, juntó 3,5 millones de votos, más o menos lo que en 2021 reunió el Frente de Todos y en 2017 reunió Unidad Ciudadana. Es decir: retuvo su caudal histórico que, ante una menor concurrencia, derivó en un porcentaje cercano a los 50 puntos.

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SumateEs válido el planteo del presidente respecto a que, si se repasa la estadística, el peronismo estuvo en algo así como su techo electoral si se compara con turnos anteriores. La apuesta de los territorios, que derivó en la victoria de FP en 99 municipios sobre 135 y en seis de las ocho secciones electorales, parece indicar que el PJ estuvo cerca de su techo mientras que LLA no consiguió, siquiera, empardar los números que JxC tuvo en esas votaciones.
La derrota es mía, mía, mía
Es casi infantil, en la lógica de Milei, creer que el desmanejo político explica una derrota que estuvo precedida por un escándalo de corrupción, la crisis económica en todos los frentes y la parálisis del gobierno que desde hace 100 días no acierta un golpe. Aplica el inoxidable concepto del campañista demócrata James Carville que, en la campaña de Bill Clinton contra Bush padre, patentó aquello de “es la economía, estúpido”.
Luego de quemar casi un tercio de los dólares del Tesoro en una semana, al gobierno le empezó a tiempo de descuento: los 50 días que faltan para las legislativas de octubre, en la que la fantasía libertaria es lograr un buen resultado nacional, serán un tránsito por el desierto. Fue el propio Milei el que construyó el desastre: no solo un resultado terrible para LLA sino que la derrota fue enteramente suya.
Movido por la táctica o por las pasiones, Milei creyó que en la elección bonaerense del 7-S sacaría de carrera a Axel Kicillof y se autoconstruyó varias tragedias: puso a su gobierno al límite de una crisis impredecible, animó a otros jugadores –como Maximiliano Pullaro o Martín Llaryora– que aprovecharon para pegarle en el suelo- y colaboró con los movimientos de Axel Kicillof destinados a emerger como referente opositor.
Perfect day
Kicillof tuvo un domingo perfecto: la victoria validó como un acierto desdoblar la elección –a lo que se oponía Cristina Kirchner–, así como convertirse en “candidato” y ponerse al frente de la campaña –algo no recomendable– y, además, mostrando una bandera, la del Estado presente, que parecía ya archivada y en el propio peronismo estaba en revisión. Kicillof polarizó conceptualmente con Milei y el resultado electoral lo mostró ganador.
El libertario prometió erradicar al kirchnerismo y, aunque es una noticia en desarrollo, quizá colaboró con que alumbre un post kirchnerismo que, a diferencia de otros intentos, no reniega del legado K aunque tenga ruidos con el apellido Kirchner, y que –como arengó desde calle 51– puede ampliarse más allá del peronismo para demostrar que, otro camino “es posible”, y comenzó a recorrerse el 7S. Si el aprendizaje se mide por resultados, Kicillof aprendió.
El domingo, en el chat que comparten los veintitrés gobernadores y el jefe de CABA, Jorge Macri, hubo saludos y felicitaciones a Kicillof por la victoria. Salvo los “violetas”, entre ellos Leandro Zdero de Chaco y Alfredo Cornejo de Mendoza, aliados sumidos a LLA, los demás celebraron el triunfo del peronismo en la provincia. La inevitable categoría de presidenciable. Habrá que ver qué espera cada uno: ¿que emerja otro Milei? Eso dijo Kicillof que pidió, en su discurso de victoria, una reunión institucional con el presidente.
Con los datos oficializados, Guillermo Francos llamó a Carlos “Carli” Bianco, el ministro de Gobierno de Kicillof. No hubo otras comunicaciones entre el Gobierno nacional y el bonaerense. En el ecosistema LLA reconocen que la prioridad primera es atravesar días que imaginan “complicados” en el mercado, con una presión sobre el dólar y el Riesgo País, y posible caída de bonos y acciones. El costo Milei.
Hay otras acciones en caída: el PRO, que en la provincia ordenan Cristian Ritondo y Diego Santilli, se sometió a los designios de Karina y se subió a una aventura electoral desastrosa cuyo costo todavía es incierto. La foto final será en octubre. Pero octubre queda demasiado lejos.