Educación en China: la ironía occidental
La política china ya no está enamorada de la escuela, ni de su forma ni de sus símbolos. Habla si eufemismos de algoritmos, plataformas, usuarios, datos. El contraste con Occidente es brutal.

Cuando se lee el Libro Blanco de la Educación Inteligente China, publicado en mayo de 2025 por el Ministerio de Educación de la República Popular China, se siente la incomodidad de mirar un futuro que Occidente maquilla con nostalgia. Es mucho más audaz que nuestros gurús digitales porque la escuela aparece despojada del halo romántico que le seguimos atribuyendo.
La política china ya no está enamorada de la escuela, ni de su forma ni de sus símbolos; se la considera una tecnología subordinada a un proceso más amplio de aceleración económica global y digitalización generalizada dentro de un ecosistema complejo.
No es ideología, cultura ni peculiaridad burocrática sino sensibilidad a la lógica acelerada de la producción. China expone lo que Occidente disimula: la escuela está siendo desbordada y superada; absorbida como un nodo más de un sistema digitalizado de conocimiento. No se trata de si la escuela “sobrevivirá” o “morirá”, sino de advertir que ya perdió su centralidad como tecnología monopólica.
El documento asocia la educación con el ritmo de las revoluciones tecnológicas. La escuela fue hija de la imprenta, la industria, el orden social estatal y capturaba lo nuevo en contenidos repetidos por años, expresados por docentes humanos y manuales impresos. China entendió que eso es hoy insostenible y en lugar de defender la escuela como dique frente a la aceleración, opta por entregarla al flujo como parte de una construcción más amplia que administra el cambio constante. Se reconoce que la aceleración no es una amenaza sino el vector que reorganiza.
El Libro Blanco respalda a quienes pensamos sin prejuicios la relación entre aceleración y educación pero esto no implica que debamos copiarlos, especialmente porque su sistema de gobierno antagoniza con el nuestro. Pero esto no debe ser excusa para el abuso empedernido y melancólico del espejo retrovisor como política educativa.
Cambios sin complejos: las 3C y las 3I
El texto no se disfraza de humanismo normativo. Sin eufemismos, habla de algoritmos, plataformas, usuarios, datos. Describe la educación como un sistema digital que abarca desde la escuela hasta la formación continua de los adultos mayores. La estrategia “3C” (Conexión, Contenido, Cooperación) y la orientación “3I” (Integrado, Inteligente, Internacional) son fórmulas acopladas al devenir acelerado de la producción: conectividad total, auto reproducción masiva de contenidos, escala global y expansión de mercados.
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SumateLo notable es que el documento no necesita justificarse en términos de “preservar la tradición” o “no perder el alma humana de la educación” y propone un giro sorprendente: China vuelve a entender a la escuela como medio para y no un fin sí mismo.
Para el documento, lo escolar remite a tres funciones básicas: infraestructura conectada, espacio de aplicación de IA y nodo administrativo. El resto sucede en plataformas de aprendizaje, MOOCs o redes de cooperación internacional. Propone “escuelas del futuro” no como templos de transmisión cultural coloreados con tecnología, sino como nodo de aprendizaje articulado en una red más amplia.
Es una mirada desacomplejada que no se acobarda frente a la posibilidad de superar o sustituir acciones escolares típicas. No hay temor a la pérdida de valores o tradiciones porque los niños “pierden el contacto personal” o los docentes se sientan reemplazados. En Occidente, en cambio, persistimos en la idolatría: la escuela se presenta como esencial a lo humano, garantía de igualdad y ciudadanía democrática; lugar sagrado de encuentro intergeneracional. Progresistas y conservadores perpetúan este enfoque sin hacerse cargo de los crecientes resultados adversos.
La ironía occidental
Mientras los medios occidentales alertan que con ChatGPT se hace trampa y los gobiernos redactan gruesos manuales para limitar la IA, China lanza un Laboratorio de IA con el Módulo de Aula de IA, el Sistema Solucionador de Problemas Matemáticos y la Herramienta de Generación Automática de Cuestionarios Inteligentes. Mientras nuestras burocracias y nuestros grandes pedagogos hiper regulan (y de paso conservan sus posiciones), China declara 2025 el año de la educación inteligente.
El contraste es tan brutal que sólo cabe la ironía: Occidente se aferra a la idea de que la escuela nos salvará de todo lo malo, incluido el desenfreno digital, como si hoy lo digital no reorganizara nuestras vidas, no solo las escolares. Al no demonizar la IA ni endiosar la escuela, China puede gobernar la transición no destruyéndola, sino desacralizándola. Al integrarla en un sistema más amplio, se la libera de su peso muerto y se retoma el objetivo de los pedagogos precursores del siglo XVII: que la escuela sea un medio, apenas un medio, para una finalidad mayor.
La ironía fatal es que China -que tiene un sistema educativo generalizado desde hace, apenas, poco más de medio siglo- puede que se esté acercando más de la promesa pedagógica originaria “que todos sepan todo”. Pero en plataformas del siglo XXI.