Hay una colonia que les enseña a las niñas a ser rockeras
Desde hace cinco años, en las vacaciones de invierno, Chicas Amplificadas se reúne en una escuela para formar bandas, componer canciones y aprender a ser músicas.
A mitad de camino en el tren Urquiza, en Martín Coronado, en el partido de Tres de Febrero, en el oeste del conurbano bonaerense, hay un lugar que irradia purpurina, brillitos, futuro y punk. Pero mejor sería decir que no es el lugar, sino la ocasión. Es un sábado de julio, al mediodía, y hay unas 60 niñas que están a punto de mostrarles a sus familias, amigos y desconocidos la banda que conformaron esta semana y la canción que compusieron durante su colonia de rock en las vacaciones de invierno.
Hay tanta emoción en el aire que se escuchan gritos aislados –para descomprimir los nervios–, algunas descargan la tensión en una lloradita, otras se agarran de las manos, se abrazan, saltan en el lugar. Hay una cantidad de energía acumulada en sus pequeños cuerpos que el lugar más que emanar una nube rosa como si fuera el Monumental en El Eternauta, mueve el aire en una energía entre electrizante, alegre y rabiosa, como en un concierto de las Viuda e Hijas de Roque Enroll en el 84, y con la misma cantidad de actitud rockera.
Se trata de la colonia de rock de Chicas Amplificadas, una organización de voluntarias que desde hace cinco años lleva adelante este programa para chicas y chiques de entre de 7 y 16 años, con artistas de todas las disciplinas de la música, el arte y la expresión, con un fuerte compromiso con la equidad de género y la inclusión social. “Nuestro objetivo es empoderar a chiques y afianzar el trabajo en comunidad”, dicen las profesoras que ofician de conductoras para la ocasión. Después de cinco días de trabajo arduo, está a punto de empezar la presentación final, el show que todas las familias esperan: la presentación de las bandas y de las canciones que compusieron en este 2025.
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Una colonia de rock para chicas
Durante esos días, las niñas y adolescentes aprenden a posicionarse en el instrumento que eligieron, sacan algunos acordes y arman la banda, para luego hacer una canción entre todas. Por la mañana es el momento de tomar clases de batería, teclado, guitarra, bajo o voz, en espacios diferenciados, de acuerdo a lo que cada una eligió. Por la tarde, mientras algunas bandas están ensayando, los otros grupos hacen los talleres que complementan la formación: de composición de canciones, de stencil para hacer la tapa del single, de fanzine, de performance sobre el escenario, de historia de mujeres y disidencia en el rock, de autodefensa, y la gran novedad del año: el de electroruido (donde un día hicieron un collage en un cartón, y al día siguiente un circuito de cobre que soldaron ellas mismas y generaron un nuevo instrumento que algunas bandas incorporaron dentro de su canción).

“En los últimos años, logramos armar nueve bandas. Este año fuimos 55 participantes y más de 60 voluntarios, con quienes preparamos las actividades durante meses”, dice Verónica Comán, una de las miembras del comité de Chicas Amplificadas, que es 100% horizontal, donde todas son parte de la organización y se dividen el trabajo por comisiones. Además, forman parte de la Girls Rock Camp Alliance, que es una red internacional de organizaciones que están en proyectos de empoderamiento a través de la música para niñes y jóvenes. Este año, en el salón de la Fundación Comaco, donde se realiza el show final, hay voluntarias de España, Uruguay, Paraguay y Perú.
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Llegaron las aliens
Se suben seis niñas al escenario. Están todas vestidas de negro con accesorios verdes galácticos. Tienen anteojos negros de aliens. Hay un sexto miembro de la banda, una marciana verde con minifalda negra y campera de jean. Un trapo cuelga delante de todo, dice: “Las alienígenas empoderadas”. Ese es su nombre, y así dice su canción:
“Soy fuerte
tan fuerte que tu opinión
no me importa,
ni en otro planeta.¡Llegaron las aliens,
llegaron las aliens!
Para sacarlos de este infierno
Somos las aliens para combatir,
¡Somos las más fuertes de aquí!”
Juanita, la cantante, tiene 10 años, es la primera vez que viene a la colonia de Chicas Amplificadas. En cambio, Lina, Pochoclo, Akyra y Byxi ya es la tercera vez que participan. Algunas estudian instrumentos el resto del año, una quiere convencer a su mamá de que la lleve a clases particulares de guitarra, la otra toca la batería en su casa, una pequeña que apenas llegaba al teclado, con una energía exorbitante, dice a los gritos: “Tengo once años y soy una rock star”.
Después del show gritan y corren en el patio. Una cuenta que se le cayó la púa en el medio de la canción y que tuvo que seguir con los dedos, le duelen. La otra reconoce que se adelantó en el estribillo y todas, a las carcajadas, cuentan cómo hicieron para apretar un fast forward mental y musical para encajar en el ritmo. Otra dice que tenía mucho miedo, que se le pasó volando, pero que quería hacerlo de nuevo.

Aprender todo de vuelta
«Te sacude todo lo que pensabas que sabías», dice Melisa Martín, la instructora de guitarra. A su lado, Silvina Carnero, que da clases de bajo, asiente: «No sabés con lo que te vas a encontrar. Hay niñas que parecen tocadas con la varita mágica y otras a las que le cuesta un poco más, pero con el laburo que hacemos todos los días –que son dos horas de instrumento por la mañana– terminamos descubriendo que ahí había una traba que simplemente había que desinstalar. El talento está».
Las nenas dicen que uno de sus talleres preferidos es el de historias de mujeres y disidencias en el rock. «Hay una de las chicas, Michi, que cuando descubrió a Janis Joplin quedó completamente fascinada, porque dijo ‘Es mi historia, ella tiene la voz rasposa como yo y siempre le dijeron que no podía cantar'», cuenta Silvina. Michi, que tiene doce años, es la cantante de Las Irrompibles, cuenta que es la tercera vez que viene, y que cuando sea grande no sólo quiere seguir cantando, también quiere ser psicóloga porque le gusta ayudar a los demás. «El corazón me estaba latiendo muy rápido, estaba muy nerviosa, pensé que me había comido una estrofa pero no», dice, aún temblando cuando bajó del escenario.

“Empoderadas tocando rock, juntes es mejor”, cantan y bailan al final del sábado. Las profes lloran más que las nenas. Verónica, del comité organizador de Chicas Amplificadas, señala que esto es casi una experiencia sanadora para ellas mismas, “por las oportunidades que no tuvimos”. Lo mismo dicen Silvina y Melisa, y se pregunta: ¿qué hubiera pasado si existía esta colonia de vacaciones cuando ellas –nosotras, las adultas– éramos niñas? ¿Qué nos hubiera dado la representación, la equidad?
La importancia de las referentas
Basta mirar la historia. Las que llegan a los escenarios parecen excepciones a una regla. La falta de referentas se siente como una ausencia comunitaria. Cuando Marilina Bertoldi habló en 2019 con Rolling Stone sobre María Gabriela Epumer, dijo: «Siento que es la persona que me hubiera ahorrado muchas preguntas, me hubiese identificado mucho con ella: la amo como productora, como intérprete, como compositora».
O lo que cuenta Barbi Recanati en el prólogo de Mostras del rock: “La razón por la que yo me había animado a hacer arte, la razón por la que ellas (sus ídolas) se habían animado a hacer arte, y sus referentes lo habían hecho era siempre por otra par que las representaba y las hacía sentir seguras. Yo no sabía sobre ellas porque los libros que compraba no las nombraban, las remeras no las incluían y la historia que conocía las invisibilizaba”.
Mucho más lejos en el tiempo, en 1983, Krishna Bogdan le cuenta a Enrique Symns en la revista Cerdos & Peces (conversación rescatada por el libro Al taco de Carolina Santos, Gabriela Cei y Silvia Arcidiacono): “Somos feministas en el sentido que nos reunimos mujeres a hacer algo juntas y nada menos que rock, que es un hábito sólo de hombres. Excepto Rouge, no hay un grupo de mujeres haciendo rock”, dijo la líder de La Pesada de la Danza. En estas tres citas radica la importancia de Chicas Amplificadas: la representación genera comunidad, a su vez planta la semilla de la posibilidad. Y eso es un gesto feminista.

Una ventana
“Creo que lo que brindamos es una oportunidad, una ventana y una experiencia transformadora –dice Verónica, una de las organizadoras–. Un reparito en esta sociedad que a veces resulta cruel, sobre todo con las infancias y las adolescencias que no son tenidas en cuenta o son subestimadas. Para nosotras es la mejor semana del año. Comunitariamente es transformadora”.
A las 18, cuando terminaron de tocar las nueve bandas; se subieron todas las niñas, niñes y voluntaries a cantar la canción de la colonia; los padres y madres desplegaron las banderas –los trapos– que hicieron para apoyar a sus nenas; la alegría corre como un bebé entre las sillas, el patio, y la gente, queda claro eso que cantan y se lee en las remeras es el sentido de todo: juntes es mejor.
Fotos: gentileza Chicas Amplificadas.