¿Masterclass de Trump?
El presidente de Estados Unidos ¿y una intervención virtuosa entre Irán e Israel? El acuerdo entre el PRO y LLA, con fricciones. El peronismo y un rediseño sistémico.

Donald Trump se anotaba esta madrugada la primera gran victoria de su política exterior con el anuncio, confirmado por ambas partes, de un cese al fuego en el conflicto abierto entre Irán e Israel antes de que completara su segunda semana. La ratificación del final de las hostilidades aguardaba todavía la resolución de un incidente menor con dos misiles iraníes sobre el que Trump advertía a Israel, con severidad, para que no respondiera. Con todo, las probabilidades de resolución se mantenían tan altas como el protagonismo del norteamericano. Frente a algunos análisis previos sobre las consecuencias de una participación estadounidense en la guerra, la realidad daba un espaldarazo tanto a la actuación de su presidente como a sus instintos negociadores.
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El ataque del sábado a la noche contra tres sitios nucleares iraníes, lejos de involucrar a los Estados Unidos en un largo conflicto, parece haber acelerado su final y prevenido derrames regionales. La República Islámica de Irán sale de la situación debilitada y con su capacidad disuasoria seriamente cuestionada. La respuesta iraní al ataque norteamericano fue un lanzamiento de misiles teatralizado –diseñado para no causar heridos ni daños graves– contra la base estadounidense mejor protegida de todo Medio Oriente, con una intercepción casi plena por parte de las defensas antiaéreas.
Si bien el acuerdo anunciado cumple con el objetivo mínimo iraní de preservar al régimen islamista y al líder supremo, el ayatollah Ali Khamenei, esto parece más relacionado a una decisión estadounidense –impuesta a los israelíes– de no perseguir un cambio de régimen en el país persa, que en una señal de fortaleza de ningún tipo de la República Islámica, cuyo mantra desde el siete de octubre de 2023 parece ser vivir para luchar otro día. La evaluación de los daños a los programas nuclear y de misiles de Irán requerirá tiempo e inteligencia para ser valorada en su verdadera extensión, pero salen del conflicto seriamente disminuidos. Si Irán demostró cierta capacidad de penetrar las defensas antiaéreas israelíes, su capacidad de lanzamiento se redujo dramáticamente con el paso de los días –de cientos de misiles diarios a decenas– y sus lanzamientos no afectaron seriamente las infraestructuras israelíes.
En cuanto al programa nuclear, la evaluación preliminar de la Agencia Internacional de Energía Atómica habla de daños muy severos a los que eran señalados como los principales sitios nucleares iraníes, posiblemente más allá de cualquier reparación. Aunque persisten las dudas sobre los más de 400 kg. de uranio enriquecido al 60%, las posibilidades de reconstrucción de un programa militar parecen encontrarse a años en el horizonte y tanto Israel como los Estados Unidos mostraron capacidad de actuar con libertad casi plena en los cielos de Teherán, por lo que rápidamente podrían retomar las hostilidades si se detectara algún peligro. En este contexto, el gobierno de Trump bien podría estar interesado en continuar las negociaciones para terminar con el programa nuclear iraní a cambio de un levantamiento de sanciones vigentes. Para el presidente, sería la culminación de su “arte del acuerdo”, cuyos resultados en todo el mundo hasta ayer no habían sido relevantes.
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SumatePara Israel, la guerra termina de reconfigurar el mapa estratégico regional luego del ataque de octubre de 2023. La superioridad aérea conseguida en los combates y el relativamente bajo costo pagado –ningún soldado y apenas 28 civiles fallecidos, sin evacuación de las ciudades– ponen seriamente en discusión la capacidad de amenaza iraní en el corto plazo. Irán era el gran actor detrás de Hezbollah en el Líbano, cuya capacidad militar aparece muy disminuida tras la guerra del último año, mientras la caída del gobierno de Bashar Al Assad en Siria deja a Israel en una situación de fortaleza inédita en sus fronteras. Tras las brutales fallas de seguridad del 7/10, la inteligencia israelí vuelve a colocarse en una posición de privilegio a nivel regional y la capacidad disuasoria del país aparece confirmada.
En este contexto, sólo una lógica punitiva permite explicar la continuidad de la invasión y las matanzas en Gaza, donde debería haberse alcanzado hace tiempo un acuerdo por los 20 rehenes que permanecen con vida, así como un cambio en aquel gobierno. El pragmatismo que se permitió Israel con enemigos mucho más capaces que Hamas –como lo son Hezbollah y la República Islámica de Irán– vuelve inexplicables la situación en la Franja, con más de 50 mil muertos, bajo cualquier consideración que no sea la orientación política del gobierno de ultraderecha de Benjamin Netanyahu, embarcado en una guerra de ocupación y aniquilación en la que Israel no tiene ya objetivos estratégicos que perseguir más allá de la liberación de los rehenes que aún permanecen.
Para el resto del mundo, el saldo del conflicto debería observarse en términos de la debilidad del derecho y las instituciones internacionales y la prevalencia de la fuerza. El debilitamiento del programa nuclear de Irán no fue producto de una negociación, como en 2015, sino de un ataque militar. Más allá de lo que pueda decirse en cada caso del comportamiento de Ucrania, Libia o Irak, no fue la legalidad sino la correlación de fuerzas la que determinó que estos países fueran atacados. Irán se suma a una lista que no integra Corea del Norte, a pesar de haberse enfrentado a occidente y de haber violado todas las normas de no proliferación nuclear. El éxito en la construcción de un arma nuclear es la garantía del régimen norcoreano. Una elección que miran tanto iraníes como otros gobiernos con intenciones disruptivas de cara al futuro. El riesgo de proliferación nuclear, tras este conflicto, aparece incrementado.
Para los intereses de Argentina, la prevalencia de las relaciones de fuerza por sobre las instituciones multilaterales y las normas es una mala noticia que el presidente esconderá tras el éxito bélico de los países con los que decidió escenificar un alineamiento grotesco. Tanto el multilateralismo como la vigencia del derecho internacional son herramientas importantes para un país con una economía débil, dependiente a la vez del comercio con China y las inversiones y financiamiento decididos en los Estados Unidos. El país es en este contexto altamente vulnerable frente a eventuales acciones coercitivas unilaterales de índole económica, que aumentaron exponencialmente en la última década, al mismo ritmo que los hechos de fuerza militar.
El interés argentino de mantener buenas relaciones con todos los grandes bloques económicos, y mantener la autonomía estratégica aparece severamente constreñido por el contexto. El Gobierno, lejos de cualquier esfuerzo de preservación, aparece embarcado en un alineamiento que, en la peor de las hipótesis, podría alejar al país de su principal socio comercial en Asia, al tiempo que mantiene un fuerte distanciamiento respecto de Brasil que es, no sólo nuestro principal socio comercial sino la principal contraparte para la construcción de una fortaleza colectiva que permita enfrentar las vías de hecho.
En el plano local, pese al cuestionamiento sobre los costos y la sostenibilidad del programa económico, en el Gobierno anotaron esta semana un éxito al menos transitorio al conocerse el dato de actividad del primer trimestre, con un alza del 5,8% interanual y del 0,8% desestacionalizada respecto del trimestre anterior, en el que la administración ya presumía de la recuperación económica. El dato se agrega al excelente número de inflación de mayo, que arrojó por primera vez un guarismo por debajo de 2%.
El consumo privado se ubicó en niveles agregados récord, impulsado por consumos durables como autos y motocicletas, y aumentos en consumos ligados al dólar barato, que transitan entre la frivolidad de los viajes al exterior y el incremento de las escrituras de inmuebles, por el abaratamiento relativo del metro cuadrado y la recuperación del crédito. El dólar barato también explica el crecimiento brutal de las importaciones, que subieron un 42,8% interanual, contra un 7,2% de las exportaciones: una (otra) luz de alarma sobre la sostenibilidad del programa. Las importaciones explican también el aumento de más del 30% anual en la inversión que, sin embargo, se mantiene cerca del 20%, lejos de los niveles récord de 2017 y en torno a los niveles de comienzos de 2023, aunque con una distribución diferente. Una caída fuerte de la inversión pública, compensada por un aumento en la inversión privada. En el Gobierno, muy discutiblemente, consideran a esto un saldo virtuoso. Habrá que debatirlo con el estado de puertos, caminos o infraestructura de comunicación.
Las señales de alerta exceden sin embargo al dólar. Los datos de desempleo mostraron un aumento de 1,5% respecto del último trimestre y de 0,2% respecto de igual trimestre del último año. El número total de personas empleadas también se redujo respecto del último trimestre y se mantuvo estable respecto del pico de la crisis. Una dinámica que evidencia el impacto del frenesí importador de la economía, que afecta al empleo formal privado. En el frente fiscal, para el Gobierno sigue aumentando el riesgo político. Luego de la aprobación del aumento de gastos de seguridad social en la Cámara de Diputados, los veintitrés gobernadores y el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires alcanzaron un acuerdo para exigir la coparticipación plena del impuesto a los combustibles líquidos, que explica cerca del 2,5% de la recaudación nacional y la distribución automática de los Aportes del Tesoro Nacional. La importancia de este gravamen había sido advertida por el ex titular de la Aduana, Guillermo Michel, que había señalado a principio de año sobre un aumento de la recaudación del tributo del 627% interanual al final de 2024, sin la consecuente materialización en obras de infraestructura.
Este año probablemente asistamos, además, a un rediseño del sistema político argentino a partir de la implosión que será el de la provincia de Buenos Aires luego de los cuatro hechos complementarios que definieron la discusión política durante este año: el cambio de mecanismo de votación hacia la boleta única, la ausencia de internas partidarias, la suspensión de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) y el desdoblamiento electoral.
En ese marco, a partir del jueves, el negociador en jefe del PRO ante la Casa Rosada, Cristian Ritondo, fue advertido por algunos dirigentes bonaerenses que la resistencia a un acuerdo con La Libertad Avanza no habitaba solo en Mauricio y Jorge Macri. Ritondo comprobó el spoiler durante el fin de semana cuando diversos intendentes y líderes provinciales le manifestaron incomodidades con los libertarios en sus distritos. Los casos más emblemáticos donde el oficialismo nacional se comporta más como rival que como aliado con los jefes locales son en Lobos y Arrecifes, donde los delegados de Sebastián Pareja llegaron a pedir la interpelación del jefe comunal hasta cerrarle los teléfonos al alcalde. Situaciones más tolerables en el Gran Buenos Aires que en el interior bonaerense.
Las hipótesis se entremezclan por las diferencias dentro del PRO, pero también de LLA donde la interna entre Santiago Caputo y Martín Menem pasa por su peor momento. La incógnita es si los desmanejos de Pareja ocurren con anuencia o desconocimiento de la ex familia presidencial. “Está claro que no quieren el acuerdo”, dice un intendente amarillo ante #OffTheRecord. “Nosotros sí queremos el acuerdo, ellos son unos mezquinos”, replican desde Casa Rosada y aseguran –con otro lenguaje– que los comportamientos locales ocurren por desórdenes cognitivos de las poleas de transmisión y no por una decisión política. En el PRO, por lo bajo, cuestionan la estrategia de Ritondo: “Negoció octubre antes que septiembre y era al revés”. El cuestionamiento, naturalmente, remite a las listas nacionales, el verdadero interés de Balcarce 50.
La semana que viene cierran las alianzas y la incógnita, a este momento, es si el PRO irá al acuerdo –algo que pidió expresamente Javier Milei– o, paradójicamente, explorará cuán ancha es la avenida del medio nunca abandonada por Emilio Monzó, casi la totalidad del radicalismo bonaerense y la Coalición Cívica. Es en este marco que el sábado, en un zoom que tendrán intendentes de la UCR, la mayoría expondrá la idea de ir con una nomenclatura que no incluya a LLA.
La posibilidad de un tercer actor en territorio bonaerense sería la salvación para un peronismo que, como el iceberg, aparenta una situación armónica en la superestructura, pero explora sus propios juegos del hambre en los territorios donde a los intendentes se les presenta una oportunidad que vienen esperando hace años y les llega, hoy, por los malos motivos. Con las condiciones expuestas al comienzo, la posibilidad de actores seccionales de edificarse como cabeza de playa excede al justicialismo. Quienes primerearon fueron los audaces hermanos Passaglia de San Nicolás que se niegan a recibir el acompañamiento, en su sección, de cualquier opción que los aleje de ser la novedad de la política bonaerense. Monzó, por su parte, no descarta ir de senador provincial por la cuarta y le mandó un mensaje a Elisa Carrió a ver si estaba dispuesta a competir por la primera. Monzó, que se da besos de lengua con una serpiente, podría tener, además de ese acuerdo, otro con el peronismo en la tercera. Delicias de la política bonaerense.