La trampa del offside: del Milan de Sacchi al Barcelona de Flick
En Argentina, Menotti lo llamó “el achique” de espacios. Génesis del provocar que los rivales caigan en posición adelantada a partir de la presión ofensiva.
Hansi Flick tiene 25 años. Es mediocampista y titular en la ida (Milan vence 1–0 en San Siro) y suplente sin minutos en la vuelta (Bayern Munich gana 2–1 pero pierde la semifinal de la Copa de Europa 1989/90 porque todavía se define por el valor de los goles de visitante). No le entra en la cabeza cómo juega el Milan de Arrigo Sacchi. Admira cómo el equipo, hecho un racimo de uvas, presiona hacia el frente y deja en posición adelantada a los rivales (caen incluso los que no intervienen en la jugada, regla que cambia en 2005). La trampa del offside.
El Milan de Sacchi gana aquella temporada su segunda Copa de Europa e Intercontinental seguidas. Es el mejor equipo del mundo. Pero en 1991, la International Football Association Board (IFAB), encargada de las modificaciones del reglamento del fútbol de la FIFA, cambia dos reglas de 1925 –aún vigentes–: un atacante en línea con el penúltimo rival no estará en offside (es decir, la misma línea habilita) y un atacante sí estará en fuera de juego si el pase parte del campo propio. “Ley anti Milan”. “Nosotros –ironizará Sacchi años más tarde– dejábamos a los delanteros contrarios dos metros por detrás de nuestra defensa”.
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Con el espíritu del Milan de Sacchi, el Barcelona de Flick apela hoy a “defender hacia adelante”, como lo sintetizó Rinus Michels, padre del “fútbol total” de la Naranja Mecánica holandesa de los 70. “Defender hacia adelante”, entonces, provoca que los rivales caigan en offside. Es “el achique” de espacios que César Luis Menotti convirtió en filosofía. El “tirar la línea”, como le dicen en España.
Una cita con el offside
Este domingo, desde las 11:15, en Montjuic, Barcelona (79 puntos) recibirá a Real Madrid (75) por la fecha 35 de LaLiga (restarán apenas tres). Es una virtual definición del título. En el Bernabéu por LaLiga, Barcelona goleó 0–4 a Real Madrid (y, luego, le ganó 3–2 en tiempo extra la final de la Copa del Rey en Sevilla). En el 0–4 en Madrid, Barcelona “atrapó” a Kylian Mbappé ocho veces en posición adelantada, seis en el primer tiempo (fueron, en total, doce offsides del Madrid contra uno del Barça). Pero ahora el Barcelona de Flick llega al clásico en estado de observación después de la eliminación en la semi de la Champions ante Inter (7–6 en el global). Este Barça de Flick –atractivo, entretenido, único– juega a meter un gol más que el rival. Pero a veces, más allá de a qué juegue, el rival puede sumar un gol más, imponerse, como el Inter de Simone Inzaghi, finalista junto con París Saint–Germain de la Champions. El martes, Barcelona estuvo a menos de tres minutos de la final (hasta el 3–3 de Francesco Acerbi al 90+3). Había dado vuelta un 2–0. “Lo mal que marca el Barcelona achicando así” en el 2–0, en cuestión de minutos en algún grupo futbolero de WhatsApp, pasó a ser un “merece ganar, todo el tiempo arriesgando” en el 2–3. No ganó. El Inter también lo había merecido. Los análisis amparados sólo en el resultado, en ocasiones, son la “nieve tóxica” del fútbol. Nublan. Y “matan” al que pierde.
El offside en el Barcelona
El Barcelona de Flick es el equipo que provoca más offside en promedio por partido (7) entre los de las cinco ligas top de Europa al menos desde la temporada 2017/18, y a una distancia considerable del Aston Villa de la 2023/24 (4,39). El Barça de Flick, apuntó Opta Analyst, medio de narraciones a partir de datos, es “una anomalía estadística”. Esta temporada 2024/25 de LaLiga es la primera con el fuera de juego semiautomático del VAR (el de Catar 2022), lo que limita el margen de errores. En la ida de la semi de la Champions, el semiautomático anuló el 4–3 de Inter por fuera de juego de la punta del botín izquierdo de Henrikh Mkhitaryán. La prensa madrileña –y madridista– apodó al DT de Barcelona como “Hansi Frame”. “Es posible que no hayan pillado la broma, porque es fina, fina. A mí me costó un poco, lo confieso –se mofó Miguel Gutiérrez en Jot Down Sport–. Un frame es cada una de las imágenes fijas que, al sucederse, conforman un vídeo, con su sensación de movimiento. La sospecha que deslizan es que, frame arriba o frame abajo, se puede elegir el que más le convenga. Y los árbitros, ya se sabe, siempre eligen lo que perjudica a nuestro equipo y favorece al rival”.
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SumateTirar el fuera de juego, para este Barcelona, se entrelaza con la presión ofensiva y la voracidad goleadora (91 goles en LaLiga, segundo equipo con mayor cantidad en las cinco ligas top europeas tras Bayern Munich, anterior club de Flick, en la Bundesliga). “Es nuestra filosofía –explicó el DT alemán en una conferencia de prensa en 2024–. La idea es presionar al máximo y también presionar hacia la pelota. Y evidentemente tenemos que acercarnos cada vez más, tenemos que ser una unidad compacta, esto es importantísimo, y no dejar muchos espacios entre las líneas, porque no es bueno. Cuando estamos unidos es nuestra mayor fuerza”.

Si bien Osvaldo Zubeldía con el Estudiantes de La Plata campeón del mundo en 1968 ya jugaba al “fuera de juego” –así lo llamaba– para “aplastar moralmente” al rival, Menotti vio cómo lo aplicaban equipos alemanes y holandeses con un objetivo más ofensivo, presionando en campo rival, durante una gira europea a comienzos de los 70, antes de que debutara como DT en Huracán. En los 60, sin embargo, el Anderlecht de Bélgica del entrenador francés Pierre Sinibaldi había transformado el fuera de juego y la presión en un estilo. Lo siguieron los entrenadores belgas Raymond Goethals y Guy Thys (subcampeón como DT de su selección en la Eurocopa 1980). De Bélgica saltó a Holanda. A Rinus Michels, primero en Ajax y después en Barcelona y en la Naranja Mecánica. Michels no sólo adelantó la última línea, sino que le agregó el intercambio de posiciones entre los jugadores. Aunque perdió 2–1 ante el local en la final del Mundial de Alemania 74, Holanda le mostró al mundo a través de la TV cómo se jugaba al fuera de juego. “Lo que hacemos –ahí dirá Michels– es defender hacia adelante». Cito un extracto de Menotti. El primero (2025), del colega Ezequiel Fernández Moores.
–A partir de los años 80, Menotti, el adelantado criollo, busca fortalecer su idea de ganar mandando con la pelota. Pero ya más lejos de su arco, para recuperar rápido la pelota y tener luego menos camino hacia el área rival. Le dice “achique”. Es cierto, la definición de “achique” refiere al rival. Se trata de achicarle los espacios. Pero el que juega al achique es el propio equipo. La expresión, y la decisión, signarán buena parte de sus años post selección. El Flaco hablará del offside como recurso y no como método. Porque “lo que sorprende hoy –dirá– no sorprende mañana”. Un achique que también juega al engaño (siempre el engaño, biblia menottista). Amagar el retroceso para achicar de sorpresa, sin darle tiempo al rival al pase profundo que gane la espalda. Defenderse con la pelota y lejos del arco propio. Con marca en zona y no individual (da el ejemplo del perro rabioso y el perro guardián: el primero va directo a un hombre y deja al otro libre; el segundo, en cambio, cuida parándose en el medio de ambos). Y dirá que el achique evita numerosos goles, pero “el problema es la duda”. Ese segundo en el que el defensor duda y sale tarde y deja el gol servido al rival. El problema, en rigor, es que el achique del Flaco no siempre saldrá bien. Y Menotti, sabemos, es una persona obstinada. Entre morir con las botas puestas o con las que mejor les quepan a los suyos, él, aunque no lo diga, elegirá la primera opción. Perderá chances de títulos.
El caso del Milan
El problema básico de un equipo que juega a inducir el offside es que los rivales le agarren la mano, que se vuelva vulnerable y que los intérpretes no sean los adecuados, como carecer de un arquero adelantado para barrer los 50 metros de vacío detrás de la última línea (en Barcelona despunta el central Pau Cubarsí, de 18 años). Aunque menos efectivo que al inicio de la temporada, no pareciera ser el caso del Barça de Flick, que se inspira en el Milan de Sacchi.
Sin pasado como futbolista profesional, Sacchi llegó al Milan en 1987 desde el Parma. En los entrenamientos colocaba banderas de colores a la altura de la mitad de la cancha. Once jugadores, en formación, se situaban sin pelota en una de las mitades de la cancha. “¡Giallo!”, gritaba, y el bloque, prensado, asfixiaba el espacio de la bandera amarilla. “¡Rosso!”. Y repetía el movimiento hacia la roja. Sacchi corregía la posición y las distancias. Era “el ataque a la bandera”. En los partidos, el que lideraba la trampa del offside desde la defensa era Franco Baresi, maestro de la lectura del juego. “¡Milan!”, lanzaba en el momento justo, y arremetían hacia la pelota como lobos hambrientos. En las noches de habitación de hotel de las concentraciones, Sacchi, según contó el goleador neerlandés Marco van Basten, gritaba: “¡Fuera de juego, fuera de juego!”. Pero así no lo llamaba. Sacchi decía “atacar al ataque rival”.