Flavio Azzaro: “Toda discusión después te deja algo negativo en el cuerpo”

De panelista a empresario del stream, el periodista deportivo conversó con Emilse Pizarro en la primera edición de #PlanoCorto, el nuevo programa de entrevistas de C+.

–¿Sos empresario ahora? 

Uy, qué pregunta difícil. Siempre pensé que los empresarios eran garcas, lo peor de la sociedad. Quizás me tengo que empezar a reconocer como lo peor de la sociedad; tengo una empresa.

–¿Cuántos empleados tenés?

Veintipico, treinta. 

–Sos empresario

La concha la lora: soy empresario.

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Flavio Azzaro nació hace 39 años en Avellaneda, provincia de Buenos Aires. Hijo único de Carmen, kiosquera de siempre, y un arquitecto, Oscar, vivió en su infancia más mudanzas de las que cualquier guía de estabilidad emocional recomendaría. Pero siempre en Avellaneda y con un muñeco de apego de hormigón y césped: el estadio Presidente Perón, el Cilindro.

Fanático de Racing, desde muy joven produjo y condujo programas partidarios en radios pequeñas. Tan pequeñas que, según él, la señal no llegaba siquiera a la puerta del estudio. Aún así, Alejandro Fantino lo escuchó y lo invitó en el 2013 al por entonces programa más visto de las noches de los domingos de la televisión argentina. 

En términos de lógica televisiva, a “El show del fútbol” le faltaba algo. “Algo” pidió prestado un traje, un amigo le anudó la corbata en una pizzería y encaró hacia los estudios de América TV. En una mesa semicircular ocho hombres trajeados, entre periodistas y exjugadores, expectoran verdades del 4-4-2, critican el look del compañero y venden bujías Hescher. Lejos de amilanarse, Azzaro es un molino en medio de un viento zonda: aún sentado se lo adivina altísimo. Agita las manos como aspas al ritmo de certezas incomprobables pero propias. Suma caos. Fantino, enamorado.

Doce años después los gritos son en casa: su canal AZZ Stream tiene más de 560 mil suscriptores. 

–Sos un gran discutidor. ¿Lo considerás una virtud?

En un mundo donde se discute mucho, sí. Me termino imponiendo porque es un hábitat donde, al hacerlo mucho, creo que pude haber generado una capacidad de defensa y de ataque muy grande. No obstante eso, creo que toda discusión después te deja algo en el cuerpo negativo. No está bueno discutir, quedás como medio pasado de vuelta. 

–¿Cuál fue la verdad más grande que dijiste?

No sé, es buena la pregunta. Tendría que ponerme a pensar.

–¿La boludez más grande?

En términos de impacto pudo haber sido que Messi no es argentino. Fue una boludez, porque el futbolero lo puede entender; no fue que le dije “vos no naciste en Argentina”. Cuando uno está enojado, cuando termina un partido, decís “ojalá que este técnico no dirija más en Racing”, después puede salir campeón y lo amás. Con (Gustavo) Costas me ha pasado.

–¿Sos de los que tienen que colgar la bandera de “Perdón, Costas”? Yo soy una de ellas.

Sí. Es que, a ver, hermano, ¡si perdíamos todos los partidos! Hasta si mi papá era el técnico hubiese dicho “¡Andate, Oscar!”. Fue una boludez porque yo nunca lo odié. Si vos me decís “dijiste una boludez de Macri” bueno, como yo no lo quiero mucho a Macri entonces no me lo plantearía tanto como algo malo. Tengo un encono político, si se quiere. 

–De pibe, ¿bulleaste o fuiste bulleado en el colegio?

Las dos cosas. Siempre me dejaba una dosis de culpa hacerlo.

–Pero lo hacías igual.

Yo me crié en un barrio donde todo el tiempo había mucho fútbol, mucho con pibes. En un momento te toman de punto a vos, vos tomás de punto a otro. Por mi manera de ser tengo que ser re sincero y decir que he verdugueado más de lo que me han verdugueado.

–De más grande, en un trabajo, tuviste un episodio 

Estaba empezando a asumir el rol de columnista en radio. Cuando sos columnista si te piden algo tenés que saber responder. Fantino me había llevado para una cosa y después yo creo que se cansó de mí y empezó a preguntarme cosas que yo no supiera y quedara mal parado al aire. Para estar preparado yo, como un Carlitos, llevaba todos los días la computadora gigante al estudio. Era poco práctico. Entonces mi viejo, con esfuerzo, me compró una tablet. Ponele que un jueves. El viernes me la olvido en la radio. Yo no sabía, pensé que me la habían robado; soy medio colgado. Pero me la habían escondido.

En mi ámbito, que es el ámbito del fútbol, es re común. Te escondo un botín, te hago una joda. Pero en este caso y viniendo de quien venía, que era Fantino, que era Tronco, un compañero de laburo muy verdugo con el que no tenía confianza –yo no me lo fumaba mucho– lo tomé mal. Cuando al aire me dijeron “acá está tu tablet” exploté de la bronca, me puse a llorar, tenía ganas de romperle la cabeza a él y a Fantino. Para ellos era un chiste, para mí no. Yo ya sentía que me venían forreando y era una forreada más.

–Nombraste a tu viejo. ¿Cuántos años tenías cuando tus papás se separaron?

1998: 12.

–¿Él te escribe una carta?

Él me escribe una carta antes de que se separen. Ponele año 97: soy muy bueno con las fechas porque las linkeo con cosas de Racing.

–¿Qué te decía?

Era una carta larga. La tengo en algún lugar. Entre muchas cosas decía que estaba orgulloso del hijo que tenía… Me vas a hacer llorar, hija de puta… Decía que no perdiera la esperanza de que algún día íbamos a ver a Racing campeón juntos.

–¿Lo viste campeón con él?

Y lo vi campeón con él –dice con la voz acuosa–. Qué mala que sos, me haces llorar. Es algo que yo guardo con mucha emoción.

–¿Habían dejado de ir a la cancha juntos?

Al irse de mi casa, a otra vida con su actual mujer –en ese momento, su novia–, creo que empezó a replantearse qué hizo mal en su otra relación y qué no quería copiar en la nueva. No fue fácil ni es fácil la relación, porque ahora te lo venden como un mundo ideal el de las familias ensambladas. No es sencillo que tu papá conviva con otra persona que no es tu mamá si tu mamá no terminó bien. Vos sos el que ve a tu mamá mal, y yo soy hijo único. 

Al tiempo, Oscar escribió una segunda carta. 

—Más aburrida, en Word, en la que me decía que quería empezar a hacer otras cosas conmigo. En ese momento para mí él era un hijo de puta. Cuando se fue de mi casa dije: “Che, qué hijo de puta, ¿por qué te estás replanteando algo que es espectacular, que es ir a la cancha?” 

Era 1999. Flavio tenía trece años.   

—Y mi viejo venía con que quería ir a remontar barriletes. Yo estaba más para ir a transar con mujeres y para ir a ver a Racing que para remontar barriletes. 

–¿Él quería armar un vínculo con vos por fuera de Racing?

Claro. Yo creo que porque la mujer le decía “no vayas más tanto a la cancha”, que lo que no quería él era ausentarse de su casa tanto tiempo un domingo. Y para mí eso era lo mejor que teníamos. Entonces, ¡la concha de tu hermana! Yo a la cancha iba a ir igual, me acompañaba mi vieja. Después terminó yendo como correspondía porque si no a su hijo no lo iba a ver más. Yo no iba a ceder.  Racing salvó en parte la relación con mi viejo.

–¿Tu vieja sigue laburando en el kiosco?

Carmen. Sí. Lo más grande que hay.

–¿Lo atiende con tu tía?

Sí, mi tía y mi mamá son como una misma persona. Si yo voy a ver a mi mamá no la veo sola nunca. Veo a mi mamá y a mi tía. Es así, si voy a la casa de mi mamá voy a la casa de mi tía. Y nos vemos todos juntos en su casa

Es un combo, buen combo. Con papa, gaseosa.

–Su bio en Instagram dice “mamá orgullosa de Flavio Azzaro”.

[Sonríe] Y bueno, ¡pero por lo menos mis dos viejos están orgullosos! Pero está bien, ¿no? En las redes  hay veces que oficia de mamá de Flavio. También creo que tiene una cuenta trucha desde la que putea a la gente que me putea.

–¿Lo creés o lo sabés?

Le pedí por favor que no lo haga más porque no le hace bien.

–Atendiste el kiosco de Carmen y tengo entendido que muchas veces no sabías los precios de las cosas.

¿Muchas? Todas. Me hinchaba las bolas atenderlo. Entonces cuando me tocaba le pedía a Pato, un amigo que vivía en la misma cuadra, que me acompañara. Había precios difíciles. Porque no era un kiosco: era kiosco, librería, fotocopiadora. Muy chiquito el local, tenía más corazón que espacio. Los precios de los cigarrillos eran más fáciles, pero me pedían un papel secante y no tenía idea ni dónde carajo estaba ni cuánto valía. 

Flavio Azzaro, el kiosquero

Una tarde que Carmen dejó a Flavio a cargo del negocio una clienta pidió un Sertal, un antiespasmódico para el dolor de panza. Eran épocas en las que se vendían remedios en los kioscos. Flavio no sabía dónde lo guardaba Carmen. Pato, menos. Por suerte sí lo sabía otro cliente bastante regular que estaba ahí. 

—Seguramente a la señora le dolía la panza y quería tomarlo rápido o llevárselo al marido que estaría muriéndose de dolor y había dos pelotudos en un kiosco que no lo encontraban. Y faltaba un paso más: la señora no quería la tableta. Quería UN Sertal. Y no encontrábamos la tijera para cortar

–Pero si era una librería, ¿cómo no tenías tijera?

No era tan fácil. Éramos dos pibes de 16 años. Y venía el tercer paso: “¿Cuánto sale?”. Ni idea. En eso viene Daniel, que era el pibito que cuidaba los autos. Y me dice: 

Te agarro un ‘Fili’ (Philip Morris). Después te lo pago.

Dale. Pero pará, no te vayas, Dani: ¿sabés cuánto vale el Sertal?

Creo que 70.

Son 70 centavos, señora. 

Cuando Carmen regresó Flavio le preguntó el precio. No recuerda si eran tres pesos o noventa. 

–¿Volviste a atender el kiosco de más grande?

No. Es uno de los lugares donde trato de no ir tanto porque lo veo distinto a como lo veía.

–¿Te da nostalgia?

Sí. El kiosco está igual, pero no me siento como cuando iba de chico. No está bueno ir a un lugar que es tan parte de tu vida y sentirte ajeno; prefiero evitarlo.

–Dicen que no hay que volver al colegio de la primaria porque no tiene el tamaño que recordabas

¡Me pasó! Para mí las aulas de mi colegio eran gigantes, el patio donde jugábamos a la pelota era el Maracaná. Fui y es una poronga de chiquito. El kiosco me genera eso. Siento que tendría que tenerle mucho más amor del que hoy le tengo producto de todo lo que fue. 

–¿Hay alguien que te conozca más que vos mismo?

No. Pero hay gente que me conoce mucho. Mi primo Jero, quizás. Es medio como decía Cerati: “Te doy todo y siempre guardo algo”. Siempre hay una cosita que uno no muestra.

–¿Sos medio indefendible a veces?

Creo que no soy indefendible porque hay mucha gente que me dice: “Yo te defiendo todo el tiempo”. Entonces, soy defendible [ríe]. 

–Pero vos sabés que te equivocás. Que tirás una de más.

Soy un pibe que así como tiene un montón de cosas buenas ser amigo o conocido mío tiene algunas cosas malas, que es tener que defenderme sobre lo que piensan otros. Debe ser divertido.

Racing como medida de tiempo

En 1996 ya hacía cinco años que un peso valía un dólar, la Ciudad de Buenos Aires elegía intendente por primera vez y Fernando de la Rúa ganaba con casi el 40% de los votos pero nada de esto le importaba al pibe de once años que llamaría la atención de un hombre. Lo que le importaba –¿le dolía?– seguramente era que Independiente era el flamante campeón de la Supercopa sudamericana tras ganarle la final al Flamengo allá, en Río de Janeiro.

Este hombre, Pablo Bertuzzi, artista plástico, fanático de Racing y además tío de Pato, el mejor amigo de Flavio con el que mal atendía el kiosco de Carmen, se maravilló con la camiseta con la que el pibe se paseaba por la sede. No era oficial. Tenía, sí, bastones blancos y celestes, pero el escudo había sido dibujado con un fibrón negro. Al igual que el número en el centro del pecho –el 5– y  la marca –Topper–. La publicidad a la altura del estómago imitaba la tipografía del anunciante: Multicanal. En la espalda, el fibrón, exhausto, entregó un 5 gigante y seis letras. 

—Yo quería la camiseta de (Fernando “Teté”) Quiroz. En esa época no era que ibas y la comprabas fácil. Agarré una celeste y blanca random y la pinté. Esa camiseta soy yo. 

–Hasta le escribiste el “No a las drogas”

“No a las drogas”. Siempre fui careta (ríe).

–¿Es cierto que cuando conociste a tu mujer te dijo que era hincha de Racing y vos le preguntaste si era socia?

Sí.

–¿Y si no era socia qué?

[Ríe] Era una pregunta más. Para mí Racing es mucho más que ir a la cancha: yo me crié en el club. Hice la colonia, jugué al baby. Vivía ahí dentro. Es como que mide: si no sos socio no has dado tanto. 

–Tengo la teoría de que uno en la vida pasa sí o sí por dos situaciones. Quizás todavía no la pasaste. Una es “de esta tristeza no salgo más” y la otra: “estoy a punto de volverme loco”.

Las pasé las dos. Son sensaciones que siempre vuelven. Aunque ya de tanta terapia que hice sé que no me voy a volver loco ni estoy loco. En cuanto a los momentos de mierda, de mucha angustia, estoy convencido de que cuando salís lo hacés fortalecido. Tengo tatuada una frase: “Some might say”, es una canción de Oasis que habla un poco de eso; “Andá a decirle al tipo que está en la oscuridad que en algún momento va a ver el sol”.

–¿No te encontraste siendo ese tipo que le dice eso a otro?

Exacto. En el momento que te lo dicen, decís: “Concha de tu hermana, ¿qué va a salir el sol? Traeme el sol acá al comedor de mi casa”. Pero estoy convencido de que si le ponés huevo y no te dejás estar, sin dudas es una mejor versión tuya. Siento que es un eslogan, pero es mi verdad.

–¿Por qué te decidiste a entrevistar políticos en la última etapa?

Me gusta muchísimo la política. Siempre en mi vida entrevisté políticos, pero por ahí hoy se ve más lo que yo hago.

–Tiene otro enfoque.

Estoy más relajado, intento buscar algo diferente. Como tipo que defiende la política está bueno llevar a un político y que pueda hablar desde otro lugar. A mí no me gusta mucho ese discurso de “la política es una mierda”. Ese discurso nos hizo mucho daño y nos llevó a tener en parte la realidad que tenemos.

–¿Hay algún político que te haya sorprendido?

Lo que más me llama la atención es cómo de a poco los políticos van empezando a entender que la tele se apagó. Están empezando a querer venir a otros ámbitos. Pero le tienen miedo a esos ámbitos porque cuando uno se relaja se le escapa un pedo, ¿viste? Y los políticos van atajando pedos. No quieren que se sientan los olores. Y los medios estos alternativos dan otra sensación de calidez que la tele ya no da. Yo acá entro y me siento más cómodo que cuando entro a la tele. “Vení, ¿te querés maquillar?”. Entrás y hay doscientas personas detrás de cámara. Sentís como que estás entrando a un lugar muy importante. Esto (streaming) da un marco más de asado, nos estamos tomando un café en un bar y todo eso hace que te relajes. 

–¿Y?

Y los políticos no se quieren relajar porque cuando se relajan dicen lo que piensan. Y cuando dicen lo que piensan después los que los manejan los cagan a pedos. Y cuando dicen lo que piensan, empiezan a tener miedo de que por lo que dijeron no los voten o que les pueda traer un problema o que les pueda generar un conflicto ante una posible alianza. Y ahí entran en un conflicto.

–En el Congreso, en las sesiones, se ve claramente cómo diputados y senadores arman los tres minutos de discurso para el corte de redes.

Yo creo que estamos en el peor momento de la política. Pero no solo porque no me gusta la política de Milei. Hablo en general. Como que se vino muy abajo. Hay cada vez menos preparación, cada vez es más a ver quién se zarpa más. Claramente es una contradicción mía esto de ver que la gran mayoría de los políticos están con casette y que me guste tanto la política.

–¿Pensás en algún momento meterte?

Puedo hacerlo. Lo veo más con Racing que con la política en general porque le tengo más amor a Racing que a la gente. Yo disfrutaría mucho más salir campeón de la Copa Libertadores con Racing que hacer un puente que una a dos provincias.

–Hay muchos políticos en esa.

Ya sé. Por eso hay menos puentes [ríe].

Emilse Pizarro, estrenó #PlanoCorto por C+.

–Apuestas deportivas: desarrolle.

Creo que es un tema que se puso de moda como malo. Se le pusieron muchas alertas pero que no van en contraposición con otro tipo de publicidades que también hacemos y que no se le pone la mirada que se le pone a las apuestas. Que le metamos en la cabeza a la gente que tiene que comer hamburguesas, hamburguesas, hamburguesas… tampoco está bueno. Pero es como que lo tenemos metido en nuestra agenda. Lo mismo con el escabio. Si partimos de la base de que las apuestas pueden motivar a que apuestes de más, tendríamos que partir también de la base de que si vos le estás metiendo cerveza por los ojos al consumidor, estamos diciéndole que consuma más cerveza. Estamos generando posibles borrachos. Lo que sí creo que debe haber es concientización de hasta cuánto podés apostar. 

–Pero cuando aparecen tantos informes sobre pibes, más que nada pibes, que son los nuevos ludópatas que están en el celular, ¿te hace ruido eso?

No te digo que me resbala porque soy un pibe que soy culposo. Si yo promociono o promocioné una casa de apuestas y sale un informe de pibes que tienen problemas con eso, me lo replanteo. Pero también pienso que tendría que replantearme otras tantas cosas y creo que no me tengo que dejar llevar por las agendas que va poniendo el mercado porque somos todos parte de una gran traición. No está bueno promocionar hamburguesas todo el día. No está bueno promocionar apuestas todo el día. También creo que no está mal apostar.

–¿Vos apostaste?

No. Lo que está mal es jugarte tu casa. Si mañana juega Racing vs. “Burundanga” de Colombia, ¿cómo se llama?

–Bucaramanga

¡Bucaramanga! (Burundanga es otra cosa. Más peligrosa que Bucaramanga) y le querés jugar 20 lucas a que gana Racing y vos cobrás 2 millones de pesos…

–Yo no te juego un mango. 

Yo tampoco. Como tampoco tengo el hábito de pagar con tarjeta de crédito.

–¿Por qué? Si hay cuotas te conviene.

Pero no pago con tarjeta de crédito, yo llevo los billetes y te pago con los billetes.

–Con la viva.

Con la viva. La morocha. Pero no lo veo como algo tan malo. Creo que es lo mismo que con el alcohol: no veo que esté mal que publiciten alcohol. Por más que abajo chiquitito te pongan “prohibida su venta a menores de 18 años”.

–Pero si ya perdimos la pelea con el alcohol, ¿por qué no agarrar esto ahora?

La tomo como una buena reflexión. Las apuestas son de la época de Jesús. Lo que pasa es que ahora la tecnología lo hace más fácil; hoy apostás en tu casa. Antes tenías que tomar un taxi para ir al bingo.

–Retomo lo que quedó pendiente: ¿la verdad más grande que dijiste?

[Piensa] Te podría llegar a decir que fue aseverar que los medios de comunicación tradicionales no es que van a dejar de existir sino que van a perder muchísimo poder año tras año. Cada vez más.

–¿Querés ser papá? 

Quiero ser papá.

–¿Te ves como un buen papá? 

Sí, voy a ser un crack. Me gustaría más ser mi hijo que mi papá. Porque voy a ser muy buen padre.

–¿Sabés que va a ser de Racing?

Sí, no tiene opción.

–Pero quizás va al colegio y hay alguien de, no te digo Independiente, pero de San Lorenzo. El mejor amigo de San Lorenzo…

Ahí la tengo fácil, porque no te podés hacer de San Lorenzo antes que de Racing. Si te empiezan con Boca y River, bueno, vamos a luchar. Pero no, no hay chance. Hay cosas que no pasan.

–Mirá que la vida te da sorpresas.

Bueno, no sé. Eventualmente tendré que entender que mi hijo me quiere aunque me esté traicionando.

Otras lecturas:

Es periodista. Es hincha de Racing, fan de Rod Stewart y cree que se puede hacer periodismo serio sin caer en la solemnidad.