Pancho Sá, la leyenda de la Libertadores: “Tener una gran defensa es un pequeño secreto para salir campeón”

Como ningún futbolista, ganó seis veces la Copa, cuatro con Independiente (1972, 73, 74 y 75) y dos con Boca (77 y 78). Defensor mundialista, es formador–captador en el Rojo desde hace 20 años. “A veces los técnicos quieren cambiar lo que tiene como virtud el jugador”, dice.

Francisco Pedro Manuel Sá pensaba que el fútbol profesional era sólo para los porteños. En Goya, provincia de Corrientes, jugaba descalzo junto a los amigos de la esquina para cuidar las zapatillas. Nacido en el paraje formoseño El Paraíso, cerca de Las Lomitas, la ciudad más calurosa de la Argentina, a los 79 años es aún el hombre que, como futbolista, ganó más Copa Libertadores en la historia: cuatro seguidas con Independiente (1972, 73, 74 y 75) y dos con Boca (77 y 78). Antes, en 1968, mientras jugaba como defensor central en Huracán de Corrientes y estudiaba Derecho, había obtenido el primer premio en el Festival Nacional de Folklore de Cosquín en la categoría grupo vocal como integrante del trío de chamamé “Los Cambá”, representante correntino. Mundialista con la selección en Alemania 1974, Pancho Sá –quien además conquistó dos Copa Intercontinental, en 1973 con Independiente y en 1977 con Boca– es captador–formador en el Rojo desde hace más de 20 años.

–¿Qué tiene que tener un defensor central?

–A veces veo que, entre defensores y arqueros, se arriesga demasiado, aunque se atribuya a que se busca abrir el espacio para salir jugando. Como te estudian, a veces te roban la pelota y te cuesta un partido. El futbolista siempre tuvo que saber jugar en una Primera División; si no sabés, no podés jugar. Antes el defensor quitaba, no te la dejaba tocar. Hoy hay que agregarle que la pase bien, que esté más en el juego que en lo que le corresponde. Pero para el defensor lo primero es que sepa defender, anticipar, que sea rápido, que cabecee, que la pase, y después le agregás lo otro. El biotipo también es importante. Es muy difícil que un central sea muy bajo, aunque siempre hay excepciones a la regla, como Lisandro Martínez, que es una fiera. Yo era hincha de Rubén Marino Navarro, “Hacha Brava” Navarro, pero mi juego nada que ver. Él era un toro, fuerte físicamente, se hacía sentir, talaba y cortaba cabezas. A mí me expulsaron dos veces en 17 años de carrera. Yo iba más para la línea del Cuti Romero, más intuitivo. Cuti es un jugador moderno, con presencia, inteligente, le pega bien, cubre. Tenía algunas de esas características, pero no era golpeador. Era un jugador con argumentos, sabía temporizar, era tiempista, cubría la espalda de mi compañero, anticipaba, cabeceaba. En el fútbol también son importantes los complementos.

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–En perspectiva, ¿cuál era la identidad, cómo jugaba ese Independiente cuatro veces campeón de la Libertadores?

–Es difícil comparar porque cambió hasta el reglamento. Pero ese Independiente era invencible. Teníamos un muy buen arquero (Miguel Ángel “Pepé” Santoro) y una defensa que jugó cuatro años junta (Eduardo Commisso, Miguel Ángel “Zurdo” López, Sá y Ricardo “El Chivo” Pavoni). El 70% del equipo siempre fue el mismo. Y después vinieron (Ricardo) Bochini y (Daniel) Bertoni, que le dieron una impronta juvenil que nos hacía falta. Un día me preguntaron qué hace que un equipo tenga posibilidades de salir campeón de la Libertadores. Tener una gran defensa es un pequeño secreto para salir campeón. La mayoría la tuvieron. Independiente, las primeras veces (1964 y 65), tenía a (Tomás) Rolan y a Hacha Brava Navarro. Racing (1967) tuvo a (Roberto) Perfumo y a (Alfio) Basile. Estudiantes de La Plata era un equipo con muy buena defensa y arquero. Después el Independiente nuestro, el Boca de Juan Carlos Lorenzo, con (Roberto) Mouzo y yo. Más acá el Boca de Bianchi, con (Hugo) Ibarra, (Jorge) Bermúdez, (Walter) Samuel. River (1986) había tenido a (Oscar) Ruggeri y (Nelson) Gutiérrez. El San Lorenzo del Patón Bauza (2014) era defensivamente fuerte. Y River, en la primera etapa con Gallardo, salió campeón (2015 y 2018) con (Jonatan) Maidana, un líder que fortalecía a esa defensa, que dejó una marca, más allá de que fue un equipo más de ataque.

–¿Y el Boca bicampeón de América del Toto Lorenzo?

–Para los tiempos que vivíamos, era un equipo moderno. Se hablaba del “antifútbol”, porque no los dejábamos respirar a los contrarios. Pero aparte jugaba bien, con Marito Zanabria, el Toti Veglio, el Chino Benítez, el Ruso Ribolzi. Y con (Alberto) Tarantini por el lateral izquierdo y (Vicente) Pernía por el derecho, que tenía ida y vuelta, que era peligroso y tiraba muy buenos centros. A Lorenzo, entre los jugadores, le decíamos “el Loco”. Fue el padre de la criatura, un tipo vivo que tenía la formación europea, disciplina y exigencia, y el talento rioplatense. Hoy todos los entrenadores tienen ayudantes, videoanálisis, drones. Lorenzo tenía espías. Y a veces nos llevaba a ver partidos a cuatro o cinco jugadores, nos hacía ver al rival. Y mejorábamos. Lorenzo estudiaba a los rivales. Estaba adelantando. Armaba una jugada en el entrenamiento y salía en el partido, y no siempre sale, porque el contrario también tiene lo suyo. Él siempre trataba de buscarle el lado flaco, por dónde ganarle el partido. Y siempre la exigencia de que había que correr. Decía: “El que no transpira la camiseta de Boca, no puede jugar en este club”. Nos decía que a la defensa no había que dejarla “desnuda”, que había que ponerle un “biombo” adelante. Quería decir que los volantes tienen que proteger a la defensa, no dejarla abierta. Podés sacar 50 pelotas, pero una que se te escapa, hasta mañana. Había que evitar que el contrario tuviera opciones, achicar el margen de error. Con Boca éramos un equipo durísimo. Y buenísimo.

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–“La Libertadores es esa novia que todo el mundo quiere tener”, dijiste en marzo, cuando fuiste reconocido por la Conmebol. Y en las canchas se canta “la Copa Libertadores es mi obsesión”. ¿Es bueno que sea una obsesión la Libertadores si es “esa novia” que tanto se “quiere tener”?

–Quizá tuve una relación íntima sin proponérmelo, un enamoramiento desde el primer momento. Todos quieren jugarla, la quieren y se preparan para conquistarla. Es codiciada. Pero no sirve presionarse. Cuando estás desesperado o ciego en algo, no te ayuda en nada. Vas a boxear con Carlos Monzón. Le querés ganar. Monzón era frío, pero tenía una piña que en donde te encontraba el agujero, ibas al piso. Entonces, para jugar la Libertadores, tenés que saber valorar lo que tenés y saber que el contrario tiene lo suyo.

–En 1972 perdieron la Intercontinental con Independiente ante el Ajax de Johan Cruyff. Y en el Mundial 74 estuviste en la derrota 4–0 frente a Holanda. ¿Cómo jugaba Cruyff?

–Fue uno de los grandes de todos los tiempos. Los indiscutibles son Pelé, Maradona y Messi. Y entre los top que vienen atrás, está Cruyff. Esto lo supe cuando vimos unos videos antes de enfrentarnos contra el Ajax. Cruyff era rapidísimo, hábil, tenía gol, cabezazo, y aceleraba y frenaba y le pegaba con la derecha y con la izquierda y con el revés del pie. Y, encima, tenía una marca casi de competencia internacional, metía 100 metros en 11 segundos. Volaba en conducción de pelota en velocidad, que es dificilísimo. Era líder, determinante, desequilibrante. A veces se opina de la historia, califican y descalifican, sin conocerla. La mejor Holanda fue con él, la Naranja Mecánica, que fue más recordada que el campeón.

–Enfrentaste a Maradona cuando jugaba en Argentinos y saliste campeón con él en Boca del Metro 1981. ¿Y Diego?

–Todo lo que se pueda hablar de Diego es poco, igual que de Pelé y Messi. Están en el podio, y poné en el primer lugar al que te guste. No tienen discusión, están fuera de concurso. Diego era un fenómeno, extraordinario. Me tocó jugar con Diego de compañero y en algunos partidos parecía que jugábamos con dos o tres jugadores más. ¿Por qué Pelé, Maradona y Messi? Donde iban reventaban las taquillas, quedaba gente en la calle. Y los otros, no. Eso te marca.

–¿Pusiste a Juan Román Riquelme de enganche cuando llegó a Boca en 1996?

–Lo recibí desde Argentinos en la Reserva de Boca. Como vino fuera de tiempo, no podía jugar el campeonato de inferiores y jugaba en la Reserva. No jugó tanto. Tenía 18 años. Lo puse un poco más adelante, sí. Él jugaba de 5 en Argentinos. Yo había trabajado en Argentinos entre 1994 y 1995. Él era chiquito, pero ya se hablaba de él. Siempre digo que los 5 de Argentinos son más 10 que 5. Messi dijo, con gran criterio, que hoy el enganche casi no existe, y que tiene que ser un jugador más integral. Y habló de los volantes de Argentina, que todos ellos fueron un enganche. Yo digo que casi todos los 5 de Argentinos pueden ser enganche, como (Fernando) Redondo, que era casi un 10. Román tenía las características de enganche, la pisaba, tenía dominio, manejo, una pegada fenomenal. Y lo ponía un poquito más adelante, y después él se fue acomodando, o lo fueron acomodando. Cada técnico a un jugador le da un lugar, una posición. Sucede que, cuando un jugador pasa por la mano de un entrenador, capaz que le da una cosa, y luego viene otro y le agrega otra, o le saca una. Esa es la vida del futbolista.

–“Es misteriosa la vida de un futbolista”, dijiste.

–Tengo sangre de futbolista. Me pasa que, cuando veo a un delantero, me imagino que lo estoy enfrentando, si me puede traer o no problemas. “Éste es peligroso, tiene que andar”, me digo imaginariamente. El Heber Mastrángelo siempre me decía: “Panchito, yo sé mucho de arqueros”. Él era delantero. “¿Por qué, Heber?”. “Porque los veo cara a cara. Y sé si es bueno o no, cuándo le podés hacer un gol fácil o cuándo es difícil”. Y acertaba, casi siempre. Y yo le decía: “Yo sé mucho de delanteros, Heber”. “¿Por qué?”, me preguntaba. “Sabés los bailes que me comí…”.

–¿Hay un arte en defender?

–Jugué en las cuatro posiciones de la defensa. Los delanteros siempre son rápidos, difíciles. El defensor es intuitivo. Lorenzo decía: “¡Hay que anticiparlo, porque el delantero está para joderte!”. El delantero sabe lo que va a hacer y tenés que adivinar. Creés que lo tenés dominado y pum, te aparece, se tira una palomita, mete un voleo impensado al arco. El delantero es pícaro, vivo; vive para eso. A veces los técnicos quieren cambiar lo que tiene como virtud el jugador. “¡Toquen, toquen, toquen!”. Guardiola dice que querría ver el gol perfecto, que no venga de un centro, por un cabezazo, sino de toque, toque y toque. Está bien, como Argentina contra Brasil, pero no siempre va a hacer ese partido fantástico. Si te agarra un equipo que te marca, te corta. Entonces el delantero es impredecible. Vinícius le había hecho ganar a Brasil contra Colombia, sobre la hora, con una bomba de afuera. No estaba en los planes, y Colombia lo tenía dominado. Pero el delantero hace eso. (Kylian) Mbappé desequilibra con la velocidad. Son impredecibles. Tenés que prepararte para ver de qué manera neutralizar, evitar que se desplacen, que te anticipen. Pero todo es relativo: en un movimiento, lo que ves en videoanálisis o leíste en los informes, no está. Un partido no es igual a otro y una jugada no es igual a otra.

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–“He tenido temple para cantar y jugar”, dijiste. ¿Cómo se relacionan?

–Quise decir que nunca me achico, ni arriba de un escenario ni en una cancha. ¿Vos tenés que escribir, no? Y tenés que escribir, loco. Si no tenés ingenio, ideas, personalidad, decisión, no vas a escribir. Si te achicás arriba del escenario, o adentro de la cancha, no pasa nada, pero lo vas a hacer sin pena ni gloria. Traté de estar acorde a la exigencia de la competencia. No es hacer locuras, pegar patadas. Es hacer tu trabajo, jugar a muerte. A veces uno huele: “Este quiere sacar chapa de guapo”. Nunca saqué chapa de guapo, pero tampoco nunca me habrán conocido por cobarde. Nunca supe si jugábamos bien o mal. Entraba a la cancha con un objetivo, a hacer mi función, a demostrar que tenía que ser el titular, porque me jugaba el puesto en cada partido. Y al hacerlo así me exigía al máximo. Me he cuidado como ninguno, en la comida, en el descanso, en lo que me pedía el técnico. Fui un buen profesional. Y traté de hacer todo lo que pude y lo que estuvo a mi alcance. Y algo más: a lo mejor tenía compañeros que jugaban diez puntos en partidos fáciles y yo cinco, pero esos cinco, en partidos importantes, valían seis, siete puntos.

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Es periodista especializado en deportes -si eso existiese- desde 2008. Lo supo antes de frustrarse como futbolista. Trabajó en diarios, revistas y webs, colaboró en libros y participó en documentales y series. Debutó en la redacción de El Gráfico y aún aprende como docente de periodismo. Pero, ante todo, escribe. No hay día en la vida en que no diga -aunque sea para adentro- la palabra “fútbol”.