Ecuador: encuestas parejas en un ballotage presidencial dominado por la violencia
Daniel Noboa apuesta a una alianza con Estados Unidos mientras que Luisa González firmó un acuerdo con los movimientos indígenas.
Este domingo los votantes ecuatorianos vuelven a elegir entre Daniel Noboa, millennial heredero de fortuna bananera, y Luisa González, heredera política de Rafael Correa. El presidente actual, Noboa, ganó la primera vuelta en febrero con un 44,17%, pero por un margen mucho más estrecho del que anticipaban las encuestas. González obtuvo prácticamente un empate técnico: 43,97%.
El ballotage del 13 de abril presenta la misma disyuntiva que en octubre de 2023, cuando Noboa se impuso por cuatro puntos. Entonces ganó un mandato trunco: este ciclo electoral completa el período presidencial de Guillermo Lasso, quien, ante un enfrentamiento con el poder legislativo que amenazaba con terminar en juicio político, gatilló una cláusula constitucional conocida como “muerte cruzada”, disolviendo la Asamblea Nacional y recortando también su propio mandato.
Noboa llegó al Palacio de Carondelet en 2023, con 35 años, como candidato del cambio. Su campaña actual busca sostener ese posicionamiento: promete un “nuevo Ecuador” y lo yuxtapone a un supuesto retorno al populismo de izquierda que, dice, representaría González. Busca revivir la polarización que dejó como legado la época correísta, y agita el fantasma de una “venezuelización” del país. Pero ya pasaron ocho años desde que el correísmo fue gobierno, y el cuco pierde fuerza.
Después de un año y medio, a Noboa le resulta difícil sostener su narrativa de cambio frente a las urgencias cotidianas de un país con crisis energética –la mayoría del territorio sufrió apagones extensos el año pasado– y una economía en tensión. Además, sus críticos señalan un desapego a los límites institucionales: no se tomó licencia durante el tiempo completo de campaña, como establece la ley, sacó del poder a su vicepresidenta, Verónica Abad, y enfrenta acusaciones de que utiliza el poder para favorecer los intereses económicos de su familia.
Pero, en definitiva, el tema dominante es la inseguridad.

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SumateLa emergencia
La violencia criminal aumentó de forma abrupta desde 2020 –los homicidios aumentaron un 430% entre el primer semestre de 2019 y 2024–. Un cambio brusco en un país que había sido un oasis relativo entre vecinos con mayor presencia del crimen organizado.
El trasfondo es el reordenamiento de las rutas de narcotráfico –la cocaína llega desde Perú y Colombia y sale al mundo por los puertos ecuatorianos–. La transformación fue facilitada por las medidas de austeridad del presidente Lenín Moreno (2017 – 2021), que redujo el presupuesto penitenciario, eliminó el Ministerio de Justicia y congeló el presupuesto de seguridad, según un informe del International Crisis Group. Estas rutas son disputadas por grupos criminales que desataron una ola de homicidios que ubicó a Ecuador entre los países más violentos de la región.
El crimen organizado marcó las elecciones del 2023. Uno de los candidatos, Fernando Villavicencio, fue asesinado saliendo de un evento de campaña, después de hacer referencias a una pandilla dominante. Juan Elman analizó la historia de la inseguridad en esta nota de Cenital de ese año. En enero del 2024, al inicio de la presidencia de Noboa, el país vivió un día de terror: ataques coordinados desde las cárceles, en represalia por el traslado de un líder criminal a una prisión de máxima seguridad. El video de la toma de rehenes en un canal de televisión, transmitido en vivo, mostró un país a la merced de la violencia.
Noboa respondió con una declaración de “conflicto interno armado” y militarizó la seguridad. Empezó a perfilarse como el próximo Nayib Bukele, el presidente salvadoreño que gobierna bajo un estado de excepción desde hace tres años. Con casco y chaleco antibalas, el presidente ecuatoriano apareció en zonas liberadas, mostrando que, literalmente, pone el cuerpo. Propuso construir cárceles de máxima seguridad y declaró terroristas a 22 grupos criminales. Cansada de la violencia, gran parte de la población celebró su respuesta manodurista y su aprobación trepó a los 80 puntos.
Efectivamente, hubo algunas mejoras iniciales. En 2024, los homicidios bajaron un 15% respecto al año anterior, y hubo menos masacres carcelarias. Pero, a diferencia de El Salvador, los avances fueron fugaces. Enero y febrero fueron los meses más sangrientos de la historia reciente, 793 y 736 homicidios, respectivamente, según cifras oficiales. Un 61% de la población considera que su situación económica y seguridad personal no mejoró bajo Noboa, según una encuesta de YouGov.
Aumentaron además los grupos criminales, que se fragmentaron ante la ofensiva estatal. En marzo murieron 22 personas en Guayaquil en una batalla entre facciones del grupo Los Tiguerones. “Si no hay un cambio de perspectiva vamos a terminar el 2025 con más de 50 grupos de delincuencia organizada (22 al inicio del ‘conflicto armado interno’). Y cuántas más bandas o cárteles haya en un país, más difícil es revertir el fenómeno. Creo que estamos poco a poco llegando a ese punto donde no vamos a poder dar marcha atrás”, le marcó a EFE la experta ecuatoriana Michelle Maffei.
El costo humano de la militarización fue alto. En diciembre, cuatro niños afrodescendientes fueron secuestrados por una patrulla militar en Guayaquil al volver de un partido de fútbol. Tenían entre 11 y 15 años. Dos semanas después, en Navidad, se encontraron sus cuerpos calcinados. El crimen estremeció el país: Noboa quedó descolocado en un debate presidencial cuando no pudo nombrar a los cuatro niños. González tampoco lo logró.
El caso no fue aislado. En 2024, se duplicaron las desapariciones de niños respecto al año anterior: 322 hasta marzo, casi tres por día. Un fenómeno ligado al auge del crimen y al abuso de poder por fuerzas militarizadas.
También se filtraron denuncias de torturas en cárceles bajo control militar. Las prisiones son una de las claves estructurales de la crisis: el hacinamiento se remonta a las leyes punitivistas de los ’90, según el portal especializado InSight Crime.

All in
Ambos candidatos mantendrían políticas de mano dura. Noboa, además, apuesta al apoyo militar externo. Invitó a Estados Unidos a reabrir la base militar de Manta –cerrada por Correa en 2009—y la Asamblea Nacional ya discute una reforma constitucional que lo habilite. En marzo, CNN informó que ya se preparan los planos. Ese mismo mes, Noboa anunció un acuerdo con Erik Prince, fundador de la empresa de seguridad privada Blackwater y vinculado al presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Críticos denuncian que se trataría de incorporar mercenarios al país.
Noboa tiene vínculos estrechos con EE.UU.; nació en Miami e hizo sus estudios universitarios en Nueva York. Un amigo le dijo al Financial Times que la familia “piensa en inglés antes de hablar en español”.
Noboa se lució en la inauguración de Trump, y, al igual que Milei y Bukele, busca demostrar su acoplamiento total con el líder estadounidense. Criticó al gobierno de Venezuela por no aceptar deportados, por ejemplo, marcando que Ecuador siempre tomaría deportados de su propio país. Hace dos semanas Noboa apareció en fotos con Trump en Mar-a-Lago, un encuentro que fue leído como un respaldo hasta que se supo que Noboa había pagado para asistir al evento. Noboa apuesta a un acuerdo de libre comercio, pero por ahora Trump solo respondió con la misma tasa de 10% que obtuvieron la mayoría de los países de la región, incluidos Argentina y Brasil.
Se reactivaron algunas obras de infraestructura de seguridad financiadas por Estados Unidos –que había congelado todo financiamiento internacional durante el gobierno de Trump– y en marzo se anunció la venta de armas por 64 millones de dólares. Ese mes, también se procesó al líder criminal José Adolfo Macías Villamar — “El Fito”— , en una corte federal estadounidense. Es indicio de que Ecuador está apoyándose en Estados Unidos en materia de seguridad nacional, según el análisis de InSight Crime.

La antiimperialista
González, en cambio, mira más hacia el sur, y plantea retomar vínculos con México, tensionados después de la violación de la embajada mexicana en Quito, donde se refugiaba el exvicepresidente ecuatoriano Jorge Glas. La presidenta mexicana Claudia Sheinbaum manifestó su respaldo a González.
En campaña, González también promete mantener la militarización e incluso baraja poner al excandidato ultraderechista Jan Topic a cargo de la seguridad. Pero propone, además, reforzar programas sociales, restituir el Ministerio de Justicia y fortalecer las policías comunitarias. Según especialistas, sería clave para institucionalizar la lucha contra la inseguridad.
De hecho, políticas de seguridad que respetan los derechos humanos es parte de un acuerdo clave que podría mover el tablero a favor de González: logró el apoyo de Leónidas Iza, el activista indígena, que obtuvo 5,25% en la primera ronda (Juan Elman lo entrevistó para Cenital). Son 538.000 votos que podrían ser determinantes.
González también firmó un acuerdo con la poderosa Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (Conaie), aunque divisiones entre grupos hacen que sea impredecible el impacto electoral de esta alianza. Algunos apoyan a Noboa y dividen la unidad de la confederación. Los movimientos sociales indígenas tuvieron mala relación con Correa, a quien acusan de violar sus derechos ambientales, territoriales, y de criminalizar la protesta.
“Nuestro voto no es un cheque en blanco para nadie, ni es una hipoteca sobre nuestro proyecto político que hemos planteado a Ecuador”, marcó Iza en un discurso donde anunció su apoyo para la candidata.
González se comprometió a mantener la actual Constitución, que garantiza derechos colectivos a los pueblos indígenas, y a rechazar la minería a cielo abierto y sostener la educación intercultural bilingüe.
El domingo
La antesala del ballotage está dominada por la incertidumbre. Las encuestas –que no la pegaron en la primera vuelta– marcan un empate técnico. Serían claves los apoyos de los votos indecisos y nulos, entre el 13 y 17%, según sondeos. En febrero, el voto nulo fue de 6,8% y el blanco de 2,1%.
Con una elección tan reñida, crecen los temores de acusaciones de fraude. Un ejército de 92.000 observadores de los partidos va a fiscalizar. Se esperan resultados la misma noche de la votación.
Noboa mismo sembró dudas sobre la primera ronda. El Consejo Nacional Electoral le concedió una medida inédita, prohibir el uso del celular en el cuarto oscuro, con sanciones elevadas, para evitar supuesta injerencia del crimen organizado. La decisión agrega acusaciones que las autoridades electorales juegan a favor de Noboa. Esta semana se suspendió además la votación en dos cárceles por cuestiones logísticas.
Ecuador vuelve a votar entre el miedo y la promesa de orden. Pero entre candidatos que comparten más de lo que admiten —mano dura, militarización, alianzas de ocasión— la pregunta que queda en el aire no es solo quién gana, sino cuánto margen tendrá para gobernar. Ni ADN –el partido de Noboa– ni Revolución Ciudadana –el de González– alcanzaron mayoría en la Asamblea Nacional. Gobernar, para cualquiera de los dos, será cuesta arriba.