Sueños de resurrección: el plan de Larreta para volver a empezar

Tras su derrota en las PASO, el exjefe de Gobierno porteño busca reinventarse y formar un espacio de centro mientras observa de cerca los movimientos de Milei y Kirchner.

Horacio Rodríguez Larreta festeja con puño cerrado cada vez que Javier Milei lo llama “siniestro”, como ocurrió este jueves en un posteo de la red X. Los ataques del presidente, dicen en su entorno, le permiten seguir siendo parte de la conversación política sin necesidad de hablar en público, algo que no tiene previsto por el momento, ni de recurrir a las fotos con dirigentes, una estrategia de la que abusó en el pasado y que hoy prefiere evitar. El exjefe de Gobierno porteño se muestra decidido a resurgir de las cenizas, después de la durísima derrota ante Patricia Bullrich en las PASO del año pasado. Pretende dejar atrás el estigma de haber sido el candidato puesto para llegar a la Casa Rosada y, de un momento a otro, haberse quedado con las manos vacías. Aislado en la fuerza que fundó con Mauricio Macri hace veinte años, y negado por dirigentes a los que promovió y ayudó a crecer, diseña un plan para volver a empezar. ¿El tren pasa dos veces? La tiene difícil.

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En las conversaciones que mantiene a diario con sus dirigentes de confianza, insiste en que la única salida viable para la Argentina es generar una opción política de centro, alejada de los extremos, en los que ubica a Cristina Kirchner y a Milei y sus aliados, como Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Pero aclara que no se trata de acumular a los dirigentes que no estén contenidos en esos dos polos. “Tenemos que dar la batalla ideológica. Desarrollar una idea que es el desarrollismo, la verdadera idea alternativa a los fracasos del pasado y a este presente que va camino al fracaso”, dice, y se muestra convencido de que, tarde o temprano, el gobierno de Milei caerá en desgracia por la falta de un plan para que la economía crezca y se generen puestos de trabajo de calidad.

Para dar esa batalla ideológica, en agosto lanzó MAD (Movimiento al Desarrollo), un centro de estudios que le permite recorrer el país con visitas a provincias y municipios, a los que llega para exponer sobre su experiencia de gestión en la Ciudad de Buenos Aires. La semana que viene visitará Santa Cruz. Para noviembre también tiene visitas previstas a Santa Fe, Chubut y Entre Ríos, provincias con gobernadores cercanos, como Maximiliano Pullaro, Ignacio Torres y Rogelio Frigerio. Desde MAD, pretende además delinear un perfil programático con proyección nacional. Para eso recibió la semana pasada a Dani Rodrik, un economista al que había visitado en Harvard y que viaja por el mundo predicando sobre la necesidad de impulsar desde el Estado una política industrial.

Las certezas del plan terminan ahí. El exjefe de Gobierno no sabe (o prefiere no anticipar) cuál será su papel en las elecciones del año que viene. Las encuestas de opinión, de las que tanto se nutrió durante su gestión en la Ciudad, no lo habilitan a soñar en grande: su imagen positiva está en los niveles más bajos de su carrera, lejos de la popularidad que conserva Milei y de la potencia electoral que todavía mantiene Cristina Kirchner. Tuvo una muestra gratuita de hostilidad durante la última marcha universitaria, cuando un grupo de manifestantes lo hostigó para que se retirara. Está claro: Larreta no es hoy una figura popular para buena parte del sector de la sociedad que participó o apoyó esa movilización. Eso sí: es un mal que afecta a todos los dirigentes que pretenden caminar por el centro. “Tenemos diálogo con todos los que andan por nuestro mismo carril: (Emilio) Monzó, Lilita Carrió, (Martín) Lousteau, el “Gringo” Schiaretti, (Miguel) Pichetto, pero hoy no estamos trabajando en un armado electoral”, dice un dirigente que responde al exalcalde porteño.

Los leales a Larreta hoy se cuentan con los dedos de una mano: la senadora nacional Guadalupe Tagliaferri, presidenta de MAD; el diputado nacional Álvaro González, actual integrante del Consejo de la Magistratura; el exsecretario de Cultura Pablo Avelluto, y el legislador porteño Emmanuel Ferrario. El exjefe de Gobierno se muestra decepcionado por el perfil que adoptó María Eugenia Vidal, a quien apadrinó en sus inicios en el PRO y a quien impulsó como candidata a presidenta en 2019, en contra de los deseos de reelección de Macri. La relación con él también está cortada. Hablaron por última vez en mayo, justo antes de que el expresidente asumiera la jefatura de PRO. El exmandatario llamó para invitarlo a ser parte del consejo partidario, pero Larreta rechazó la propuesta. Le repitió, dicen sus allegados, lo mismo que había dicho en público en la única ronda de entrevistas que dio este año: “Estoy en contra de entregarle el PRO a Milei”.

El exjefe de Gobierno cree, de todas formas, que todavía no es momento de salir a la reconquista de su electorado y que tal vez tampoco lo sea el año que viene, pese a que sostiene que las elecciones de medio término podrían marcar el principio del fin de la administración de Milei. Pero no porque considere que el oficialismo saldrá derrotado. Se imagina, más bien, un desempeño mediocre de La Libertad Avanza y sus aliados, con porcentajes inferiores a los 40 puntos. “Si la sociedad y la oposición se le animan ahora que supuestamente tiene un respaldo del 50% o más, ¿qué puede pasar cuando quede expuesto que tiene poco más de un tercio de apoyo?”, se lo oyó decir a Larreta en una reunión con dirigentes. Solo entonces, la construcción política del exjefe de Gobierno podría pasar de fase.

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La estrategia de evitar las fotos con dirigentes tuvo una excepción hace dos semanas, por primera vez en el año. El exalcalde se mostró en Suipacha, provincia de Buenos Aires, en una visita a un productor agropecuario junto con Álvaro González, el único diputado nacional que le responde, Emilio Monzó y Nicolás Massot. “Tenemos mucha afinidad con ellos y seguramente trabajemos juntos en el futuro, pero si lo presentamos mal en sociedad, arranca mal”, se lamentaron en el equipo de Larreta, después de que se publicara la foto del encuentro.

Las luces amarillas se encienden sin demora en el tablero del exjefe de Gobierno ante errores no forzados. Después de algunos meses de desorientación, hace tiempo completó la autopsia de la derrota, o lo que él prefiere llamar una “crítica constructiva” del fracaso de su proyecto presidencial de 2023. Enumera tres razones en las que desvió el camino que podría haberlo llevado a la Casa Rosada. Todas tienen un punto de partida común: haberse sentido ganador antes de tiempo, una idea muy instalada en todo el sistema político después de las elecciones de 2021, en las que se puso al frente del armado de Juntos por el Cambio y, en los hechos, desplazó a Macri de la jefatura de PRO.

Eso hizo que, en primer lugar, todos los dirigentes quisieran estar cerca suyo durante la campaña presidencial. “Nos sacábamos una foto con Pichetto o con (José Luis) Espert y lo gritábamos como un gol, pero la sociedad iba para otro lado”, le dijo Larreta al equipo que todavía lo acompaña. La segunda razón: al ser el favorito se convirtió en un blanco fácil para Milei y para Bullrich, que estructuraron su campaña a partir de las críticas al entonces jefe de Gobierno. “Para no entrar en la pelea no respondíamos y de todas maneras parecía que nos estábamos peleando”. La tercera: la sensación de estar cerca de la meta lo tornó “consevador”, todo lo contrario de lo que demandaba el electorado. “Para no pelearnos con Macri, no nos acercábamos a Carrió, pero para que no se enojara Carrió tampoco nos pegábamos a Macri. En la elección en la Ciudad hicimos un juego complejo para que nadie se enojara. Y cuando no querés ser ni una cosa ni la otra, no terminás siendo nada”. ¿Cómo se vuelve de eso? Larreta no tiene la respuesta. Pero dice que, en esta nueva etapa, se conforma con meterse dentro del área, “a lo Palermo”, por si le llega la oportunidad.

Otras lecturas:

Es periodista y politólogo. Conduce el noticiero central del canal IP y el programa ¿Cómo la ves?, en Futurock. Es autor de Los secretos del Congreso (Ediciones B, 2019).