Urquiza en la batalla de Pavón: «Véngase inmediatamente, estoy traicionado»

Es el misterio irresuelto más grande de la historia argentina. ¿Por qué se retiró el federalista en medio de un enfrentamiento que estaba a punto de ganar?

El 17 de septiembre de 1861 se produjo la Batalla de Pavón, un enfrentamiento armado entre Buenos Aires y la Confederación Argentina.

Recordemos el contexto. Entre las batallas de Cepeda y Caseros se había terminado de solucionar la cuestión de la organización nacional que quedó plasmada en la Constitución de 1853, jurada por Buenos Aires en 1860. La batalla de Pavón, aunque reproducía el conflicto unitarios y federales, ya no era por la cuestión de la secesión porteña sino para resolver la supremacía política en la nueva forma de organización nacional.

De cada lado de la batalla vamos a encontrar a las cabezas de los dos partidos mayoritarios por entonces: Justo José de Urquiza, al frente del Partido Federal, representante de la política de las provincias; Bartolomé Mitre, al frente del Partido Liberal, liderando a Buenos Aires. Urquiza venía de ser el unificador nacional, como se hacen las verdaderas unificaciones: después de derrotar al adversario en el campo de batalla. “Todos somos amigos e hijos de la gran familia argentina, excepto el monstruo (Juan Manuel de) Rosas”, había sido en su proclama luego de Caseros. Se consolidó entonces como la figura central de la política argentina, encabezando la sanción del primer texto constitucional. Para 1861 ya había cumplido su mandato como presidente. Un año antes se había elegido a su sucesor, un hombre de su propio espacio: Santiago Derqui.

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Del otro lado, el general Mitre, gobernador de Buenos Aires, que había encabezado la resistencia a la incorporación de la provincia a la Confederación hasta Cepeda, donde fue derrotado. En esa victoria, Urquiza fue más conciliador que en Caseros. Tan conciliador que ni siquiera entró a la ciudad vencida. “Ha triunfado la Nación y ha triunfado la campaña y la ciudad de Buenos Aires”, proclamó. No diremos nada más del contexto, que podría ser eterno, para ir al punto que nos interesa. El extraño caso de la batalla de Pavón.

Para eso hablemos un poco de Derqui. Aliado de Urquiza, una vez que comenzó su presidencia mantuvo una fluida relación (y correspondencia) con Mitre. El vínculo se hizo carne en julio de 1860, cuando Mitre fue invitado por Derqui a Paraná para presenciar los festejos por el aniversario de la Independencia. Entonces se hizo público lo que ya se decía por lo bajo. Que Mitre, a la búsqueda de recuperar el protagonismo de Buenos Aires, había comenzado a cultivar un vínculo secreto y paralelo con Derqui. Y que este, a la búsqueda de demostrar que no era apenas el brazo ejecutor de la política de Urquiza, lo había correspondido. Una carta del archivo Mitre revela que, al regreso de ese encuentro, Derqui le escribió a Mitre que ratificaba su decisión de “gobernar con el Partido Liberal, donde están las inteligencias”. Esto será importante, luego.

El vínculo entre Derqui y Mitre, de todas maneras, se resintió cuando el asesinato de José Virasoro, interventor de San Juan y amigo tanto de Urquiza como de Derqui. Mitre pretendía mantener el estado de las cosas –esto es, que se mantuviera como gobernador quien había asumido de facto, Antonino Aberastain, ligado al propio Mitre– pero no prosperó. Derqui intervino San Juan, previa presión de Urquiza, enviando para esa tarea al coronel Juan Saá, gobernador de San Luis. La relación entre Urquiza y Derqui volvió a su cauce inicial, especialmente porque este último había necesitado el apoyo del líder federal para esa maniobra.

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Ahora sí, Pavón.

El año 1861 se inauguró un nuevo período parlamentario que traería una novedad. Debían incorporarse los representantes de la provincia de Buenos Aires a ambas Cámaras. Hacia Paraná, capital provisoria de la Nación, se dirigieron los dos senadores (Valentín Alsina y Rufino de Elizalde) y los diputados bonaerenses, de origen liberal y bajo la conducción del partido mitrista. Los senadores fueron aceptados en la Cámara alta. Los diputados, en cambio, fueron rechazados por el propio cuerpo. El fundamento era de naturaleza político-electoral. Uno podría decir que el origen de la batalla de Pavón se explica por la interpretación de estas tres palabras: “por esta vez”.

Los diputados enviados por Buenos Aires habían sido elegidos de acuerdo a la ley local, esto es, cada uno por su distrito particular. La Constitución nacional exigía, en cambio, que para la elección de diputados la provincia se considerara como un solo distrito. El Gobierno nacional le pidió a Mitre que convocara a nuevas elecciones, respetando ese mandato constitucional. Mitre se negó. La cuestión era sobre la interpretación del artículo 41° de la Constitución de 1853, que establecía: “Por esta vez las Legislaturas de las Provincias reglarán los medios de hacer efectiva la elección directa de los Diputados de la Nación; para lo sucesivo el Congreso expedirá una ley general”.

Para los representantes confederales –Urquiza, Derqui, el Congreso– “por esta vez” significaba la primera elección luego de la sanción de la Constitución, que había tenido lugar en 1853. En 1859, además, se había cumplido lo que preveía el artículo para las elecciones sucesivas: se dictó una ley general. Sin embargo, para Mitre “por esta vez” significaba la primera vez que se realizara una elección. Y la provincia de Buenos Aires realizaba una elección “por primera vez” bajo el imperio de la Constitución nacional, a la cual había adherido recién en 1860.

La tensión escaló. Ninguna de las partes estaba dispuesta a ceder en su posición. Los senadores por Buenos Aires abandonaron Paraná, negándose a integrar la Cámara si no eran aceptados sus compañeros diputados. Mitre intentó crear una liga de aliados en las provincias para fomentar un levantamiento, que Derqui debió reprimir en algunos casos militarmente, en otros con la intervención (como la de Córdoba). Los intentos de mediación fracasaron y llegamos a Pavón.

Estamos en septiembre. Urquiza llega al sitio del combate algo enfermo. Será en las cercanías del arroyo Pavón, en Santa Fe, frente al casco de la estancia de Domingo Palacios, un santiagueño que residía allí. Urquiza quería pelear en un espacio amplio y llano para poder desplegar la caballería, lo que consideraba su fortaleza.

Comienza el combate, que es violento y rápido. El número de soldados es similar (se dice: 20.000 soldados de Urquiza contra 19.000 de Mitre) pero la ventaja para la Confederación se hace notar desde el principio. La caballería logra su objetivo y arrasa con el ala derecha del ejército porteño. La victoria confederada parece sellada.

Y entonces Urquiza se retira de la batalla. Permanece hasta hoy como uno de los misterios más grandes de la historia argentina, sobre el que abundan explicaciones políticas, hipótesis personales y conjeturas. Tomaremos prestada del libro “El misterio de Pavón”, de Isidoro Ruiz Moreno, una de las hipótesis más entretenidas. Dice así.

Los días posteriores a Pavón son confusos. Ambos bandos se arrogan la victoria. A los pocos días está claro que el ejército porteño es el vencedor de Pavón. Los generales le escriben a Urquiza preguntando los motivos de la retirada. Cada uno le cuenta que, al menos en su línea, iban ganando. Sospechan que Urquiza recibía mala información. Urquiza responde:

“Me he retirado, general, porque acostumbrado como estoy a ser estrictamente obedecido como general en jefe, el inútil e inexplicable desbande de nuestras infanterías me dio la medida de la manera como se había faltado a mis muy anticipadas y repetidísimas órdenes, que si no fueron totalmente contrariadas, fueron cuando menos evadidas”.

Se refiere a una orden en especial: había pedido, dijimos, pelear en un campo sin obstáculos para poder operar con artillería y caballería. Pero la batalla se produjo cerca de unos cañadones por donde el ejército fue flanqueado por el costado derecho. Cuando Urquiza dio la orden de correr la línea para que la artillería tomase altura “tres veces también fui desobedecido y el enemigo se apoderó de nuestros cañones en el mismo bajo donde se colocaron”.

Ruiz Moreno, en su libro, elabora la hipótesis de la traición. Y aporta tres elementos. Primero, que a su retiro parte del ejército se repliega sin una orden al respecto. Urquiza les da la contraorden de volver a la batalla y no lo hacen. Segundo, que Urquiza se retira a Diamante, en Entre Ríos, donde espera encontrarse con Derqui para conferenciar (me encanta la palabra) y decidir cómo seguir el enfrentamiento luego de Pavón. Pero Derqui, que está cerca, pasa de largo y no acude.

Y a este punto quería llegar: la hipótesis de la traición a Urquiza en Pavón es la sospecha de que Derqui lo ha traicionado. Hay una escena, relatada en el libro que mencionamos, que lo cuenta así. Se trata de una carta. Una carta que –si todo esto fuera verdad, cosa que aquí no nos importa– es el documento más importante de la historia argentina. O uno de ellos, pero es tan agradable exagerar.

La escena es la siguiente. Antes de Pavón, Derqui se acerca a conferenciar (les avisé que me gustaba la palabra) con Urquiza en barco. Mantienen una reunión –incluso hacen un último intento por la paz en una reunión con Mitre– y Derqui abandona esa embarcación olvidándose allí un sobretodo. En él, un sirviente (algunos dicen que en verdad fue Ricardo López Jordán) encuentra una serie de cartas que remite al general Urquiza. El autor de una de ellas era el diputado cordobés Mateo Luque y dejaba ver allí un plan para encumbrar la figura del general Saá, mudar la capital de la república a Córdoba y, de esa manera, reducir la influencia política de Urquiza. Luque le revela también dudas a Derqui sobre un posible plan de Urquiza para traicionarlo: hacerle negociar la paz a Derqui para luego desconocerla en el Congreso.

Urquiza se hace con las cartas y le envía un mensaje a su secretario, Benjamín Victorica: “Véngase inmediatamente: estoy traicionado”.

Luego habrá dudas no solo sobre la existencia sino sobre el contenido de dichas cartas. La hipótesis de una presunta traición de Derqui es demasiado amable con la actitud de Urquiza y deja muchas preguntas abiertas: por qué esperó hasta Pavón para retirarse, por qué defeccionó casi sin condiciones ante Mitre, por qué siguió sin reaccionar cuando el gobierno de Derqui ya había caído. Otras explicaciones tienen también sus fundamentos: que Urquiza estaba enfermo; que la victoria que había tenido sobre el flanco derecho no compensaba las derrotas que sufría en el centro y el flanco izquierdo, es decir, que aquella idea de que “iba ganando”, no era tal. O que, simplemente, había defeccionado.

Pero llevemos la hipótesis de la carta hasta el final. Ruiz Moreno encuentra, en el archivo Victorica, un segundo mensaje de Urquiza a su secretario: “No demore. La conducta del fascineroso Luque es imperdonable; tengo documentos”. La carta existe, aún cuando pueda o no explicar la actitud de Urquiza. Hay una anotación manuscrita del propio Victorica en la carta: “1861. Este autógrafo me fue dirigido a Paraná desde Gorondona, cuando el general halló las cartas de Luque al presidente Derqui que trataba de la necesidad de suprimir la importancia militar y política del general Urquiza”. Tanta importancia le asignaba Victorica a la carta, cuenta Ruiz Moreno, que no la conservó en el resto de su archivo personal sino en la caja fuerte, junto al resto de sus valores.

Ya sabemos cómo termina la historia. A pesar de los pedidos de sus generales, del resto de los gobernadores de las provincias que formaban la Confederación, de antiguos aliados como López Jordán o Chacho Peñaloza, Urquiza se mantiene recluido en su estancia –el Palacio San José– sin responder el llamado de ninguno. El ejército porteño avanza. Los gobernadores son removidos por Mitre, con excepción de uno: Urquiza. La hipótesis de esa traición es, claro, aún más evidente.

Sin embargo, la secuencia de la carta permanece ahí para alimentar un mito. El mito de que nuestra forma de organización nacional –un federalismo en la letra con espíritu unitario– no es sino el resultado del olvido de un sobretodo arriba de un barco.

Es politólogo de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Nació en Olavarría, una metrópoli del centro de la provincia de Buenos Aires. Vio muchas veces Gladiador.