Salida del cepo e inflación: la prisa es enemiga del éxito
El apuro del Gobierno por mostrar buenos resultados en materia económica genera efectos no deseados. El desafío de cumplir con la expectativa de hacer correr la inflación al 8% anual.

La prisa es enemiga de lo bueno. La frase resume el dilema en el que se encuentra actualmente el Gobierno. Para salir del cepo cambiario es sumamente prudente, incluso aunque pueda estar lastimando sectores ligados al sector externo. Pero en cuanto a la inflación, se muestra ansioso por presentar resultados acelerados a la baja.
El 1 de enero de 2024, el presidente escribía en la red social X que la inflación sería alta durante bastante tiempo más porque “tiene un rezago de 18 a 24 meses”, basado en cómo los cambios en política monetaria tardan en impactar en la variación de precios. Dependiendo de la literatura que se tome es posible debatir un poco el tiempo, pero es cierto se retrasa.
Sin embargo, el dato de 4% de inflación mensual de julio fue tomado como algo negativo por el Mercado y también por el propio Gobierno. En la última presentación que realizó Vladimir Werning el 9 de agosto, aseguraba que la inflación sería de 3,7% y la inflación núcleo -sin bienes y servicios estacionales ni regulados por el Estado-, daría 3,2%. Sin embargo, la inflación conocida solamente una semana después fue de 4% y de 3,8% la núcleo. Esta mala noticia repuntó el precio de los bonos atados a la inflación y generó algo de preocupación interna.
Ese mismo día, el presidente de la Nación, Javier Milei, en la 21º Conferencia Anual del Council of the Americas dijo lo siguiente: “Tengo algo para reconocerle al ministro [Luis] Caputo. Ahora la inflación mayorista dio 2,7%, pero también tengo un sistema de crawling peg. Es decir, que -en algún sentido- nosotros estamos habilitando ese piso de inflación de 2%, obviamente, porque hay que recomponer todo un problema de stocks. Y en ese contexto -si sacamos ese piso de 2%-, la inflación entonces estaría viajando, a menos del 0,7 mensual. La inflación verdaderamente no ha bajado de 17.000% a 35%, sino que ha bajado de 17.000% a 8%. Gracias, ‘Toto’”.
¿Por qué en enero de este año el presidente aseguraba que el rezago de la baja de la inflación iba a ser de 18 a 24 meses y ahora ya hemos llegado al 8% anual en tan solo 8 meses? La respuesta es una sola: no llegamos y tampoco hace falta apurarse.
Antes de seguir quiero (volver a) aclarar algo: el desmanejo fiscal y monetario al que nos llevaba seguir con la misma dinámica de diciembre es difícil de mensurar, pero el impacto que hubiera tenido en la actividad económica y en precios con seguridad habría sido mucho peor que el de ahora. La estrategia macroeconómica de este gobierno está bien orientada, decididamente: superávit fiscal y mejora del balance del Banco Central. Eso, de todos modos, no lo exime de que, en su apuro por mostrar buenos resultados de manera rápida, esté generando resultados no deseados.
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Sumate¿Creerá realmente el presidente que la inflación corre al 8% anual? O tal como dijo en la misma conferencia: “Es falso que no se puede crecer mientras esté el cepo”. Fue él mismo, también en X, quien el 2 de noviembre de 2022 aseguró que el cepo “atenta contra el crecimiento y es una fábrica de pobres e indigentes”. En este caso, por la inversa, no acelera, sino que justifica la permanencia del cepo cambiario, aún sabiendo que sí impacta en el crecimiento de largo plazo.
Para la primera parte, hay algunas preguntas sin responder. Si uno calcula los precios que han quedado rezagados, hay cerca de 9 puntos de inflación que aún no se han gatillado. Estos vienen a cuenta de la suba de tarifas que se postergó -sobre todo para los usuarios N2 y N3-; el rezago de impuesto a los combustibles; y la restante suba de las prepagas.
Por lo tanto, es posible seguir comunicando novedades de mejoras en la inflación a costa de un nivel de actividad bajo, de quita de parte del impuesto PAIS y de seguir con un esquema de cepo y atraso de tarifas. La pregunta es si es deseable que en un futuro haya que volver a aumentar para corregir estos desequilibrios que se profundizan ahora. El haber cambiado la expectativa de la desinflación de 18 a 8 meses genera un horizonte que se hace más difícil de alcanzar.
¿Y a qué podemos atribuirle el apuro en bajar la inflación? A que los números de actividad económica están hechos pedazos. Esto es importante: no existe programa de ajuste fiscal sin recesión. El que diga lo contrario estará haciendo demagogia. Pero como los grises existen (aunque ya no parezca), las preguntas que surgen son cuánto tiempo se puede resistir o si el golpe podría haber sido menor. Los últimos números muestran que la caída económica -sin el agro- es de 6% acumulada respecto del año anterior. El último dato de capacidad instalada de junio mostró un 54% de utilización, frente a un 69% del año anterior. Los salarios siguen, en promedio, un 12% abajo respecto del año anterior y en cuanto al empleo, en el sector privado cayeron 162.000 puestos de trabajo a mayo. Por último, sobre el nivel de vida la información refleja que en el primer trimestre de 2024 la pobreza se estimó en 54,9% y la indigencia en 20,3%. El año pasado era de 38,7% y 8,9% respectivamente. Es cierto que la baja de la inflación y la suba de ingresos reales generarían que esto no volviera a los mismos niveles del año anterior, pero por lo menos recortaría algo de lo perdido.
El cepo cambiario, obviamente, juega su rol. Un Secretario de Estado me explicaba la salida del cepo cambiario comparándolo con enseñarle a un hijo a andar en bicicleta. Primero le pones dos rueditas para que se sostenga, después le sacas una y lo dejas andar a ver como reacciona. Luego, le desajustas la siguiente y comprobás que efectivamente se pueda mantener. Finamente, sacas la última y le permitís que ande libremente. Así es como paso a paso el cepo se desarma -aunque a una velocidad distinta a lo que esperaba el Mercado a comienzos de año-. Por eso, la reacción de los sectores que más rápido avanzan en el anuncio de inversiones son los que tienen algún esquema tipo Régimen de Incentivos a Grandes Inversiones (RIGI), que da acceso al Mercado cambiario sin restricciones.
Para dar algo de credibilidad a que el gobierno podrá pagar los 2.800 millones de dólares que adeuda de capital de los bonos soberanos, el equipo económico está buscando un REPO (préstamo) con el banco Santander por cerca de 1.000 millones de dólares. Aún no sabemos las condiciones. Una de las personas que está dentro del deal por parte del banco dijo en off: “En lo fiscal han sido extraordinarios, me preocupa el retraso cambiario”. Aquí de nuevo, a distintas velocidades.