Plata y más plata, ey: el trap como espejo de una generación que va detrás del money

Estar pegado para comprarse un reloj, una chain, una moto de lujo. La música urbana que escuchan (y hacen) los jóvenes muestra una urgencia: saben lo que quieren y lo quieren ya: dinero.

Me quieren rescatar, pero yo siempre me vuelo
Me escaneé el ojo y le puse todo al rojo
Vamos a comprar puchos

Tranqui turro, tengo el Mercado Pago trucho
Mis ñeras son re rochas
Mis ñeris son re pillos, quieren hacer una bocha de

Plata y más plata, y más plata, y más plata, ey
Plata y más plata, y más plata, y más plata, ey
Plata y más plata, y más plata y más plata

La cita podría haber sido de casi casi cualquier canción de trap, pop o de música urbana de los últimos cuatro años. Puede haber sido Duki, Rosalía, Nicki Nicole, Dillom o algún otro que deje caer una marca de lujo en sus canciones, un video que muestra lluvia de dólares, o una nueva representación del argentinian dream de la generación post 2020. Pero es de Turrobaby, un sub-20 que se hizo viral en TikTok y X, y que sintetizó en tres versos la narrativa dominante de la cultura.

Va al Mariano Acosta, tiene 17 años, hace un año se bajó el programa Ableton –que aprendió a usar viendo tutoriales de YouTube– para hacer sus primeras pistas. Las pocas canciones que tiene se las hizo a sus compañeros de curso, pero se hizo viral y “Cojer Wachas” –la de la cita–, la pegó. “Lo hice, me escaneé el ojo porque pagan bastante y con mis amigos jugamos a la ruleta en el casino online en el recreo. En general se pierde, no lo recomiendo, es adictivo, pero no se puede abandonar en una pérdida, hay que seguir hasta ganar”, dijo en Blender.

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Turrobaby es Félix Carrasco, hijo de la reconocida poeta y traductora Cecilia Pavón, y, si parece paródica esa cita, él la tiene más clara: “Se piensa que no se puede representar desde el chiste o la sátira, pero me parece que es desde ahí donde se va a sentir más representada la gente. Para eso me hubiese hecho político. Es gracioso, porque hoy no hace falta ser serio para ser político y la música es cada vez más solemne”, dijo en Publicable, el diario de TEA. El joven tiene un punto.

En una generación golpeada por la desocupación (según el último informe de INDEC, en el primer trimestre de 2024, el 17,3% de las mujeres y el 14,1% de los varones de 14 a 29 años no consigue trabajo), con el ascenso social como una utopía, la opción de convertirse en millonario aparece como un deber ser. ¿Cómo? Puede ser a través de la música, con un par de hits o como dice el refrán en Estados Unidos, fingiéndolo hasta que ocurra (usando cadenas de oro en los barrios). Como sea, la música se hace eco de esos atajos, nuevos mandatos de éxito que traducen el no-future histórico del punk en un self-made empresario hecho de moneda digital, azar, zapatillas gigantes y flexiones a las 6 am.

“Estamos viviendo una decepción social donde hay emergentes evidentes –con las que que no comulgo, pero existen–, que son las derechas, y que tienen un correlato en la faceta cultural”, dice Daniel Grinbank, histórico empresario de la industria, responsable de que los Rolling Stones toquen en Argentina y fundador de medios como Rock and Pop. “El ascenso de estos discursos en la música responde a la derecha que nos gobierna, pero no solo acá, es en el mundo. En algunos lugares será el reggaetón, en otros el rap y otros tendrán el color del trap, puede ser a favor o en contra, pero son el emergente cultural de la realidad social existente. Con una Mercedes Sosa o un Charly García vigentes, líderes en las radios, sería más difícil escuchar esos discursos”.

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El huevo o la crisis

¿Qué apareció primero, la necesidad de hacer plata o las canciones que repiten lujos, muestran billetes y hablan de lujos extranjeros? En otras crisis socio-económicas, la marginalidad se veía representada en cómo se vivía en los barrios la escasez, la pobreza, incluso el delito. El rock chabón o la cumbia villera pueden leerse como un reflejo del 2001. ¿Cuándo se metieron en la narración musical esas representaciones que se ven en los videos internacionales?

“Pasó todo a la vez. Ni la performance estética impacta privilegiadamente en lo social ni la sociedad determina la música”, dice Ornela Boix, socióloga y doctora en Ciencias Sociales, investigadora adjunta de CONICET que estudia las escenas vinculares en torno a la música. En este país donde el rock nacional es casi una religión, hablar de plata siempre fue un tabú, aunque Charly García transó con Fiorucci, Luis Alberto Spinetta escribió “Cheques, cheques, cheques” y Luca Prodan en Sumo le cantó “Quiero dinero” a Omar Chabán, Sergio Aisenstein y Helmut Zieger, dueños del Café Einstein, el mítico lugar de contracultura porteña donde empezaron a tocar en los 80. “Ir contra el mercado era parte de la identidad del rock, aunque el rock dependiera de la industria discográfica. Pero esto viene cambiando… Las personas que hacen música, que producen, que organizan eventos musicales, entre otras cosas, dejaron hace tiempo de pensar al mercado como un enemigo tentacular de lo auténtico. Más bien, piensan que forman parte del mercado y que pueden actuar sobre él como artistas”.

Pedro Peligro, es un MC pionero de la escena hip-hop porteña, y es, además, el papá de Trueno. “Hay una suerte de orgullo en la ostentación de estas cuestiones”, le dice a Cenital desde España, mientras está de gira presentando el disco El último baile. Y lo dice clarito: “El camino del héroe para un pibe desde el barrio o el gueto es teniendo una actividad delictiva, tanto sea por la venta de sustancia o por el robo. Y acá el hip hop actúa como una herramienta de transformación social: el dinero lo hago haciendo música”.

Para él, el orgullo tiene una doble lectura, por un lado, es la resiliencia de poder seguir representando a un barrio o a un sector, desde la música. Y por el otro, es la frente alta, el gesto provocador de romper un estigma: esto me lo hice saliendo de ese lugar donde ustedes quieren ponerme, lo hice con la música.

“Latinoamérica está en los inicios de la cultura hip-hop como actor social importantísimo porque el Bronx era un barrio de latinos y negros, y a partir de eso las realidades son casi las mismas”, dice Pedro Peligro y, la pregunta es, ¿es lo que se vive en Argentina parecido a lo que se retrata en las películas, en los videos? En el cruce de marginalidades y del universo digital, el paradigma cultural cambia a la misma velocidad que los charts.

Grinbank suma: “En el rap, trap, hip-hop hay una dinámica más vertiginosa de ascenso. Te encontrás rápidamente con gente que tiene cientos de millones de escuchas y no tiene editado un álbum, y eso de no tener editado material los lleva a la necesidad de hacer un vivo, y ese vivo es distinto cuando tenés una construcción de más tiempo como artista, de obra. Entiendo que la dinámica también es vertiginosa en el descenso. ¿Cuántos de estos artistas seguirán estando en vigencia dentro de 30 años? Y no es que antes no se buscaba el hit. En todas las generaciones se fue detrás del éxito, lo que fue cambiando es cómo se difunde, la góndola. Quizás pasamos del paradigma del prestigio al paradigma de los likes”.

De-presión post pandemia

Hay un imperativo que rige para la vida, sobre todo para la de los varones jóvenes, que implica superar o enfrentar los contextos económicos desfavorables con estrategias emprendedoras. La responsabilidad absoluta parece que recae en la voluntad individual del humano y no de su contexto social. Cada uno tiene que poder autoadministrarse el tiempo, la energía, el capital y las decisiones de la manera más productiva posible.

“Luego de la pandemia y en el marco de un contexto de gran excepcionalidad, la música urbana tuvo un gran crecimiento y en esa escena, los lujos aparecen como algo naturalizado, estetizado e instagrameado”, dice Ana Miranda, socióloga y doctora en Ciencias Sociales de FLACSO, investigadora en temas que vinculan al trabajo y la juventud. “No se pueden pensar esos lujos, fuera de ese entorno, en donde se convierten en pura apariencia de subjetividades muchas veces débiles, que muestran sus debilidades también a través de las redes”.

Ana cita una canción de Lara91k que siempre la llama la atención, “Como antes”. Ahí, la trapera de 33 años dice que quiere gastarse toda la plata que le queda en ropa cara, viajar a Praga, estar todo el día en pedo. Y dice: “Me está matando este vacío, todo el día en la cama / No pue’o encontrar las ganas / Pensando en cosas rara’”. Aunque el latiguillo de la canción dice que ya quiere diamantes, el resultado es un cuadro un poco depresivo, de que nada es como antes.

“La pandemia dejó a los y las jóvenes sin esa chance del amor, las fiestas y las ganas de pasarla bien, sin la posibilidad de un trabajo, con acceso sobre todo a lo que se denomina las nuevas informalidades: plataformas, empleos súper inestables, ninguna chance de acceso a bienes durables, ni a la vivienda — dice Miranda–. Todo se profundizó después del covid”.

Si, como dice Grinbank, ahora tenés todo un Blockbuster en una aplicación y toda su colección de vinilos, que le llevó una vida construir, entra en Spotify, el paradigma de consumo cultural cambió. Si para los jóvenes todo va a ser efímero –como una alegría, como un hit o un amor de temporada–, el dinero, que parece ser el único paliativo al desamparo social, es lógico que marque el tono del sonido actual.


Esta nota forma parte del especial de Cenital llamado Quiero plata fácil. Podés leer todos sus artículos acá.

Periodista. Neuquina en estado de porteñitud y sala de ensayo. Editora en Cenital. Autora de "Brilla la luz para ellas. Una historia de las mujeres en el rock argentino 1960-2020" y "Entre dos ríos". Hace Ruido y Sentimiento en YouTube.