Esto es La Boca

La trama urbana detrás de las elecciones en Boca Juniors. La relación del club con un barrio que tiene mucha historia y los posibles impactos de las posibles nuevas Bomboneras.

Hola, ¿cómo estás? Espero que muy bien. Yo acá, con muchísima alergia, así que te escribo rodeado de blisters de aerotina y pañuelos descartables. Nada, quería regalarte esta imagen antes de empezar.

Este domingo se suponía que iban a celebrarse elecciones en el mejor club del mundo, pero todo es confusión. Una medida cautelar que interpuso una jueza a raíz de una denuncia de la oposición liderada por el ex Presidente Mauricio Macri suspendió por el momento los comicios.

Te lo imaginarás porque ya nos conocemos, pero me parece honesto aclararlo de entrada. No soy socio de Boca pero, si lo fuera, votaría por la lista de Juan Román Riquelme. No es objeto de este newsletter debatir sobre la gestión deportiva de un club y sus alrededores (de esto ya se encarga y muy bien todos los sábados Roberto Parrottino) pero, entre otros asuntos que motivan mi posición, no puedo imaginarme ser hincha de una empresa. Me encantan algunas empresas. Las privadas, las públicas, las mixtas. Me gustan, sobre todo, las que me hacen la vida más fácil por poca plata. Pero no me imagino gritando un gol de una empresa, por mucho que me guste.

De la boca para afuera

La Boca es uno de los barrios más lindos de la Ciudad de Buenos Aires. A veces se usa “pintoresco” en vez de “lindo”, quizás como una forma de caricaturizarlo o de “museificarlo”. O dicho de otro modo, de despojarlo de la gente que lo habita. La Boca, además, es uno de los barrios más atados a los orígenes del territorio porteño. Antes de saberse la capital del país, y para decirlo de forma muy sencilla, Buenos Aires se urbanizó de sur a norte. Aunque suene raro ahora que los barrios del norte son los más pudientes y los del sur aparecen siempre como aquellos a los que hay que darles una mano para que levanten, La Boca, Barracas y San Telmo supieron ser por mucho tiempo el corazón -y el cerebro- de la Ciudad.

La centralidad del sur (que técnicamente no era sur porque no había mucho norte todavía) estaba configurada por su cercanía con el puerto, por donde entraban los bienes y las personas que harían crecer al país en los años subsiguientes. Pero también por su proximidad con los edificios donde se tomaban las decisiones políticas, alrededor de la Plaza de Mayo. Por esos años, la Avenida Caseros se pensaba como una vía central, con una jerarquía similar a la de la Avenida de Mayo. No es casualidad que Juan José Sebreli, tal como cita en esta nota Fede Poore, señale a esos barrios como excepciones frente a otros más “nuevos”, cuya identidad se fue forjando ya bien entrado el siglo XX, entre otras cuestiones, gracias a los clubes de fútbol.

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Alguna vez te lo conté. Hacia fines del siglo XIX la epidemia de la fiebre amarilla hizo que gran parte de la aristocracia de aquella época se traslade hacia zonas más altas de la Ciudad. Así nació, por ejemplo, el barrio de la Recoleta, que se fue llenando de mansiones estilo francés diseñadas por inmigrantes parisinos.

Renovación ¿para quién?

Pero volvamos al sur. El barrio de La Boca, llamado así porque contiene la desembocadura del Riachuelo al Río de la Plata, está marcado por su relación con las dinámicas económicas del país, por las olas migratorias y, sobre todo en los últimos años, por las políticas públicas para facilitar ciertas inversiones inmobiliarias. Justamente sobre eso le pregunté a Natalia Quinto, de la agrupación La Boca Resiste y Propone. “El barrio cambió para mal en muchos aspectos”, me respondió. Para Natalia, “la planificación que se lleva adelante es la reconversión absoluta del barrio transformando la identidad como un producto, sin contemplar cuáles son los cambios necesarios sino cuáles son los convenientes para la plataforma de negocios de los desarrolladores inmobiliarios”. Natalia no cree que el barrio deba permanecer inmutable: “Nosotros sabemos que es necesario renovar el parque habitacional, pero eso requiere de una planificación que diversifique la plaza y contemple las posibilidades de incorporación sin descarte de las familias, la inversión en servicios y equipamiento estatal tiene que ser en beneficio de los que vivimos en la comunidad”, aclara.

La referenta barrial menciona en la charla una palabra que es muy frecuente en este espacio: “El gobierno reconoce que nuestro barrio atraviesa un proceso de gentrificación en un estadio avanzado y que la política de distritos es un elemento que terminó presionando más sobre el valor del suelo y el destino de los inmuebles”, analiza. Quizás te suene esto de la política de distritos. Es porque ya lo hemos hablado acá y en la nota que te cité antes de Fede Poore. Las exenciones impositivas a determinadas empresas (en el caso de La Boca, presuntamente vinculadas a actividades artísticas) encarecen el suelo urbano llevando potencialmente a la necesidad por parte de la población histórica del barrio a abandonar el lugar.

Los números que manejan desde La Boca Resiste y Propone coinciden con esa lógica expulsiva. La organización acompaña asesorando a familias en 280 causas por desalojos en el barrio, aunque desde el gobierno porteño reconozcan muchas menos. “En la gran mayoría de los casos los desalojos se terminan llevando a cabo después de pocos meses”, me cuenta Natalia, intentando derribar el mito bastante difundido acerca de la dificultad de llevar adelante desalojos en la Ciudad de Buenos Aires.

Las presiones del mercado inmobiliario existen, sobre todo por las expectativas de valorización del suelo urbano. El precio del metro cuadrado en La Boca es de los más bajos de la Ciudad, pero promete subir a causa de obras de embellecimiento urbano, mejora de la infraestructura y encarecimiento de otros barrios, entre varios factores, como por ejemplo, el tan ansiado saneamiento del Riachuelo.

Esas expectativas suelen derivar en compras de terrenos e inmuebles a la espera de que suba el precio para construir, vender o ambas. Los desalojos que menciona Natalia tienen muchas veces esos destinos. Otro destino es el alquiler turístico, que si bien aún es un fenómeno incipiente en La Boca, puede recibir impulso del proyecto de una nueva Bombonera con algún tipo de reconversión urbana en sus alrededores. Según AirDNA, en La Boca hay apenas 88 unidades ofertadas, que representan el 0,3% del total de la Ciudad. Pero los barrios vecinos tienen muchas más: San Telmo oferta 801 unidades, Constitución tiene 363 y Barracas, 229. No hay nada que indique que la ola turistificadora no se sume al barrio bostero.

Mientras tanto, la Comuna 4 -a la que pertenece La Boca junto con Pompeya, Parque Patricios y Barracas- exhibe los peores índices de hacinamiento de la Ciudad: el 11,4% de las viviendas con hacinamiento (entre dos y tres personas por habitación) y un 3,1% con hacinamiento crítico (más de tres por habitación). Son cifras que triplican al promedio del territorio porteño. Según estadísticas oficiales, además, el 15,4% de las familias de la Comuna poseen una tenencia precaria de su vivienda, lo que los pone en un nivel alto de exposición a desalojos.

Una misma cosa

La historia del barrio de La Boca está íntimamente relacionada con la historia del club y su estadio. Como relata Juan Becerra en La Bombonera: intimidad del mundo exterior, “quienes la construyeron se enfrentaron al desafío de situarla en un lugar imposible: tenía que entrar ahí en el corazón del barrio, como una fortaleza pero también como una casa más del vecindario (…) La cancha y el barrio son una misma cosa”. Es que el proyecto del ingeniero José Luis Delpini y el arquitecto esloveno nacionalizado argentino, Viktor Sulčič, (el mismo del mercado del Abasto) se tuvo que adaptar a un terreno acotado que poseía el club, en el que se emplazaba el viejo estadio de hierro y madera. Así de fuerte era -y es- la identificación territorial del club con ese pedacito de tierra en medio del barrio.

El 25 de mayo de 1940 se inauguraba, después de dos años de trabajo, La Bombonera. Su nombre, según una de las versiones, se debe a que Delpini agarró una caja de bombones de cristal que estaba sobre el escritorio del presidente de entonces, Camilo Cichero, para mostrar la forma que tendría el estadio.

Uno de los ejes de campaña en Boca Juniors es la necesidad de más espacio. Hay un amplio consenso sobre que La Bombonera quedó chica para la cantidad de hinchas, y una de las limitaciones es justamente ese origen de estar “encajonada” en el barrio, entre las calles Brandsen, Aristóbulo del Valle, Espora e Iberlucea. Es sobre esta última calle hacia donde debería crecer La Bombonera. De hecho, el proyecto original de Sulčič se completaba de ese modo pero cambió el diseño por falta de espacio.

La compleción de ese proyecto se condensa en una de las propuestas con las que hizo campaña Jorge Amor Ameal (ahora candidato a vice de Román) en dos oportunidades, pero que nunca llevó adelante por la dificultad y el costo que conlleva la compra de los lotes correspondientes a esas manzanas. La llamada “Bombonera 360”, o una alternativa que apareció hace menos tiempo y requiere comprar menos viviendas, denominada el “proyecto esloveno”.

En agosto de este año, Ameal dio un primer paso pidiéndole a la Legislatura porteña que cambie la zonificación de esas parcelas. Fue parte de una estrategia para evidenciar que sin ese cambio de zonificación, que un recinto dominado por el macrismo y sus aliados no le iba a conceder, era imposible avanzar con la promesa de campaña.

Render de La Bombonera 360

El arquitecto Pablo Abbatángelo estuvo a cargo del Departamento de Obras durante la gestión de Antonio Alegre, el presidente anterior a la llegada de Macri y ahora es parte de la agrupación “La Bombonera”. Abbatángelo es parte de CUCICBA porque, además de estar metido en la política del club desde que tiene memoria, trabaja en el sector inmobiliario. Justamente este doble rol le dio la oportunidad, en 2017, de conocer de cerca a Daniel Angelici, quien por entonces era partidario, al igual que él, de ampliar el estadio en el mismo terreno que está hoy el Alberto J. Armando. Angelici acudió a CUCICBA para que lo ayuden a tasar las viviendas de las dos manzanas aledañas y saber cuánto le saldría al club la movida en caso de convencer a quienes viven ahí de vender.

Abbatángelo mismo contabilizó 129 unidades funcionales y estimó en 19 millones de dólares el costo de comprarlas. Con la depreciación que tuvo el mercado inmobiliario después de la pandemia, se calcula que hoy el costo sería menor, más cercano a los 14 millones. Además, el mismo relevamiento arrojó que un 65% de los propietarios querrían vender de forma inmediata, un 20% tenía algún problema dominial (sucesiones inconclusas, entre otros) y un 15% (equivalente a 19 viviendas) no venderían bajo ningún aspecto.

De esas 19, hay 7 que pertenecen a la misma persona, y hay quienes señalan que se trata de alguien vinculado a la política del club que las adquirió cuando se enteró del plan de ampliar el estadio. Lo que es seguro es que esa persona no las habita, es decir que están alquiladas o vacías. No sería raro. Las viviendas vacías están creciendo en la zona de La Boca y sus alrededores. El 9,7% de las viviendas de la Comuna 4 estaban vacías en 2018, un número similar al del promedio de la Ciudad de Buenos Aires (9,2%). Sin embargo, en 2023 ese número trepó hasta el 14,2% (equivalente a 12.431 viviendas) y se colocó muy por encima del promedio del territorio porteño (12,6%). Este aumento probablemente se esté dando por la dinámica especulativa que te conté antes respecto de la valorización del precio del suelo en el barrio.

Para Abbatángelo, de todas formas, el proyecto superador al 360 es este, del arquitecto Alejandro Borrachia, que presentaron junto a la Facultad de Arquitectura y Diseño de la Universidad de Morón. Según el ex dirigente este proyecto dialoga mejor con el entorno urbano, cediendo espacio hoy ocupado por el club y generando conectividad a través de la apertura de una calle y un parque lineal público al costado de las vías que uniría la zona de la cancha con la del Hospital Argerich. Según los proyectistas, el estadio nuevo albergaría hasta 85.000 personas y estaría “rodeado de vegetación, miradores públicos, zonas comerciales, estacionamiento subterráneo y hasta un tren turístico que uniría La Boca con Puerto Madero, San Telmo y otros barrios de la zona”.

Proyecto diseñado por al Universidad de Morón

De todas formas, cualquiera de los dos proyectos requieren que el club se haga de al menos parte de esas dos manzanas linderas al estadio actual. La expropiación, una idea que algunos socios mencionan, nunca estuvo en el menú explícito de opciones de ninguna de las gestiones. Román, quizás el más escéptico respecto que el proyecto se lleve adelante, fue claro en sus últimas declaraciones: “Voy a ir a tocarle el timbre uno por uno, tomar unos mates y convencerlos de vender su casa. Al que me diga que no lo voy a invitar a la cancha todos los domingos hasta que diga que sí. Pero no puedo obligarlos, no puedo sacarlos de sus casas. Por eso tampoco puedo prometerle al hincha de Boca que le voy a ampliar la cancha”, sentenció el candidato a Presidente.

Un estadio-shopping sobre tierras públicas

La propuesta de la lista que encabezan Macri e Ibarra es la “Bombonera del Siglo XXI”. El proyecto busca levantar un estadio-shopping nuevo en terrenos que ya son del club, a tres cuadras de la cancha actual. En los videos de presentación se ve una especie de puente que uniría ambos estadios pasando por arriba de otros terrenos del club a los cuales en la actualidad se les dan distintos usos deportivos y sociales, como un centro de salud, canchas de fútbol, de básquet y otras instalaciones. En el nuevo estadio entrarían 105.000 espectadores y costaría alrededor de 390 millones de dólares. Según contaron los candidatos, el costo se financiaría con la venta anticipada de palcos y lugares de estacionamiento, así como también de ingresos por un naming del estadio por parte de algún sponsor. Desde el oficialismo, acusan al macrismo de querer usar el proyecto del nuevo estadio para empezar a promover la conversión de Boca en una Sociedad Anónima Deportiva, un modelo que tanto a Mauricio Macri como al presidente electo Javier Milei les interesa impulsar en Argentina.

Para Abbatángelo, sin embargo, levantar un estadio nuevo “es de imposible implementación en una trama urbana consolidada y no soportaría ningún estudio serio de impacto ambiental, máxime si está a 300 metros de otro estadio. Es una utopía absoluta”. El arquitecto opina igual que Riquelme, a quien Macri acusó en el tweet de presentación de la cancha de no saber de urbanismo e ingeniería.

Proyecto de Macri-Ibarra, Bombonera del Siglo XXI

La agrupación que encabeza Abbatángelo se originó en los años 60, cuando el entonces Presidente del club, Alberto J. Armando, propuso mudar La Bombonera a la Ciudad Deportiva de La Boca. Planeaba hacer un mega-estadio para 150.000 personas, te lo conté acá. La idea quedó en la nada, en parte por la oposición de los hinchas y en parte porque el club se quedó sin plata. La historia es bastante conocida. El predio quedó abandonado y a principios de los 90 el terreno fue vendido al grupo IRSA, que esperó hasta este año para que el Gobierno y la Justicia de la Ciudad le habilitaran el cambio de zonificación para su proyecto de torres de lujo. O sea que la trama de un presidente queriendo mudar la cancha para hacer un proyecto faraónico no es muy original y su final no fue del todo feliz. Fue justamente Mauricio Macri quien le cambió el nombre al estadio por el de Armando.

Pero más allá de las chicanas de un lado y del otro, es cierto que no hay precedentes cercanos en tiempo y espacio de levantar un estadio nuevo en medio de la trama urbana consolidada de una ciudad. La mayoría de los estadios nuevos en ciudades europeas tienden a situarse en la periferia, en el mejor de los casos conectadas por transporte público, de menor densidad poblacional. Quizás el caso paradigmático es el Metropolitano del Atlético de Madrid.

En Buenos Aires, los hinchas de San Lorenzo empezaron a soñar con la vuelta a Boedo después de muchos años de pelear por una ley de reparación histórica que reconocía que el terreno había sido arrebatado por la última dictadura cívico-militar.

“Ambos proyectos tienen que pasar por la Legislatura, tanto por rezonificación como por la donación de las calles que son de la Ciudad. Son decisiones que se tienen que votar después de una doble lectura, audiencia pública y mayoría especial de 40 votos”, me cuenta Maximiliano Nenna, miembro del Centro Cultural El Sueñero en La Boca. Esos 40 votos pueden no ser tan fáciles de juntar en el nuevo escenario de alianzas políticas no tan sólidas entre la UCR y el PRO después de la elección que dio como ganador a Javier Milei.

Los terrenos sobre los que el macrismo quiere hacer el nuevo mega estadio tienen una historia reciente -y otra un poco más antigua- que involucra venta de tierras públicas al club de manera no del todo prolija. Cuando en 2017 finalmente Angelici abandonó la idea de ampliar la cancha en su terreno original, apareció una licitación para comprarle un terreno lindero a Casa Amarilla a la Corporación Sur, que administraba esos inmuebles de la Ciudad de Buenos Aires. La licitación, casualmente, le calzaba perfecto al club comandado entonces por el hombre de Macri en el Poder Judicial.

En los terrenos de Casa Amarilla vivió el Almirante Guillermo Brown y funcionó el Mercado de Papas y Cebollas de la Ciudad y una terminal de tranvías. Una parte de ese predio ya había sido cedida al club por el intendente Carlos Grosso a principios de los noventa, donde después se levantó un microestadio. Los cedidos en 2017 eran parte de un proyecto habitacional del Instituto de la Vivienda de la Ciudad de la época de De La Rúa e Ibarra al frente del gobierno porteño del cual sólo se llegaron a construir 400 viviendas de las 1.200 proyectadas. El terreno, que había quedado abandonado y era usado por la gente del barrio como espacio público, fue obtenido por Boca por apenas 10 millones de dólares pero en pesos y cuotas a pagar en 14 años. Alta promo.

Si bien toda la movida fue impugnada por distintos sectores de la política y la sociedad civil, la Justicia porteña volvió a fallar a favor del club a principios de 2019 y las tierras quedaron en manos de Boca. El proyecto de levantar un estadio nuevo en ese predio, sin embargo, quedó enterrado cuando Jorge Ameal y Juan Román Riquelme ganaron las elecciones a fines de 2019. Para Natalia de La Boca Resiste y Propone, “ese proceso fue un escándalo, y los vecinos plantaron su posición: urbanísticamente levantar ahí un estadio es un delirio. Además, después del fallo judicial las tierras son privadas pero de utilidad pública, así que ahí no puede haber ni un estadio ni un predio de eventos masivos. Creo que es un cartucho de campaña más que algo que esté en el plano de lo posible”.

Eso es todo por hoy.

Que tengas un lindo fin de semana.

Fer

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Escribe sobre temas urbanos. Vivienda, transporte, infraestructura y espacio público son los ejes principales de su trabajo. Estudió Sociología en la UBA y cursó maestrías en Sociología Económica (UNSAM) y en Ciudades (The New School, Nueva York). Bostero de Román, en sus ratos libres juega a la pelota con amigos. Siempre tiene ganas de hacer un asado.