Dormir en la calle, ¿política pública o una cuestión de higiene urbana?

La situación social multiplica el número de personas sin techo. Es un drama difícil de abordar que el Gobierno porteño combate como parte de una campaña de “orden y limpieza”. La estrategia de otra ciudad como San Pablo.

“Cada vez más gente duerme alrededor de mi casa y por toda la ciudad. Esta mañana en Barrio Norte me crucé con una señora muy mayor sentada contra el vidrio del Carrefour, la bolsa con todas sus cosas, el pelo todavía teñido. ¿Cuánto tiempo habrá pasado desde que era clienta de ese mismo supermercado? ¿Cuántos años habrá estado sin sentarse en el piso salvo, tal vez, para jugar con algún chico? ¿Cómo será la primera vez que salís a la calle sin tener adonde volver, que elegís un zaguán, que te vestís de invisible?”

Las líneas de Patricia Kolesnicov son de marzo del año pasado. Desde entonces, la situación social en Argentina no hizo más que empeorar. Según la Universidad Di Tella, la pobreza en el país escaló al 49% en el último semestre.

El deterioro también llegó con fuerza a la Ciudad de Buenos Aires, que suele ostentar mejores indicadores que el resto de las ciudades argentinas por ser el centro administrativo del país y donde se ubican los empleos mejor remunerados. Las últimas cifras oficiales, correspondientes al cuarto trimestre de 2023, muestran que la pobreza alcanzó al 30,1% de los habitantes de la Ciudad. El 12,2% son indigentes.

“La caída en el bienestar también se observa en los sectores medios. Unas 199.000 personas que estaban en este estrato se mueven hacia abajo en la pirámide de ingresos”, explica la Dirección General de Estadísticas y Censos, en una manera elegante de nombrar a los nuevos pobres. Uno de cada tres hogares está en situación de vulnerabilidad.

En este contexto asumió el jefe de Gobierno, Jorge Macri.

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

Sin mayoría propia en la Legislatura, Macri emprendió su propia reversión del clima de época y decidió ubicar su gestión a la derecha del mapa político. Su gran eslogan para estos primeros meses fue “orden y limpieza” y, en una operación ideológica –que se destaca por su falta de sofisticación– decidió sumar a las personas sin hogar al listado de “elementos” sucios y caóticos.

“Hay mucha gente en situación de calle que revuelve mal la basura, que desordena y eso le genera una consecuencia a muchos de ustedes”, dijo el 16 de febrero en un video que publicó en sus redes sociales, titulado “Operativos de limpieza intensiva». 

A fines de abril se vio obligado a pedir disculpas luego de publicar un collage fotográfico del tipo “antes / después” en diferentes esquinas de la ciudad en el que lo único nuevo en el cuadro era la salida de gente en situación de calle. Como indicaron varias personas en Instagram y en X, la comunicación oficial daba a entender que la ciudad mejoraba “limpiando” al linyera.

Tras la polémica, los asesores del jefe de Gobierno borraron algunas de las fotos de las cuentas oficiales en redes sociales y las reemplazaron por una imagen de archivo de uno de los Centros de Integración Social, más conocidos como paradores, el lugar que el Gobierno local ofrece a las personas en situación de calle.

Al coro se sumó el ministro de Seguridad porteño, Waldo Wolff.

«Si una persona tiene un colchón en la calle, se le saca el colchón y sus pertenencias y se tiene que ir. No puede dormir en la calle”, dijo Wolff. “En el procedimiento se les sacan las cosas pero eso es previo a invitarlo a que se traslade a un centro de inclusión social, a donde también se trasladan sus pertenencias”.

En el mismo sentido se expresó el secretario de Seguridad Diego Kravetz. “El que no acepta la posibilidad de ir a paradores, no puede dormir en la calle. Tiene que ir a dormir ahí o a otro lado que no sea la ciudad”.

También se montaron al discurso otras figuras políticas sin un puesto actual de relevancia a quienes solo se puede señalar como crueles vocacionales. Una de ellas, dos veces diputada nacional, dijo la semana pasada que “se terminó el relato” de que “dormir en la calle es cool”.

Nobleza obliga, existe en el discurso de Jorge Macri un aspecto “social” asociado al fenómeno de las personas sin techo: los problemas de salud mental, presentes en algunos de ellos, que el jefe de Gobierno ha intentado poner en agenda. Pero luego la política pública frente a la temática se concentra en el aspecto policial.

¿El pobre tiene la culpa?

Estos discursos, como tantos otros por estos meses, marcan una ruptura de lo que hasta hace poco parecían ser consensos básicos.

“Las personas no son basura, no son descartables. No son algo que tenemos que ‘limpiar’”, escribió María Migliore, exministra de Desarrollo Social durante la gestión de Horacio Rodríguez Larreta. “Una persona en situación de calle es alguien que además de estar en situación de pobreza perdió toda vinculación familiar, social, que está atravesando una situación de mucho dolor. Entonces, no podemos hablar y mostrarlas como si fueran un objeto a mover para limpiar un lugar. Eso no ayuda a cambiar su situación. El enfoque es otro, uno que no deshumanice”.

Migliore no llegó a completar la recta final del Gobierno de Larreta: fue obligada a renunciar en agosto, a pocos días de la victoria de Jorge Macri en las primarias a jefe de Gobierno de la alianza gobernante. Otro al que “salieron” fue Christian Werle, presidente del Instituto de Vivienda de la Ciudad (IVC), en una aparente represalia del bando triunfador por haber sido candidato del espacio de Martín Lousteau.

Un dato sintomático es que ambos puestos (desarrollo social, construcción de vivienda e integración de barrios populares) eran las áreas sociales clave de la anterior administración.

Para los que aún creen en las casualidades, una postal. El mes pasado me llamaron para una encuesta al teléfono fijo, en la que me preguntaban por la gestión actual en la Ciudad y por la imagen que tenía de Jorge Macri. También querían saber si creía que la gente en situación de calle era un “peligro” y si estaba de acuerdo con la urbanización de villas.

A veces solo hay que unir los puntos.

Respuestas insuficientes

La pregunta que los funcionarios no abordan es por qué tanta gente prefiere dormir en la calle antes que en los paradores. La respuesta no es sencilla, pero incluye algunos de los siguientes elementos, identificados en su momento por la Defensoría del Público de la Ciudad.

  • Desmembramiento familiar: “Al no existir paradores para familias completas, muchos grupos familiares deben separarse para ingresar al alojamiento nocturno”, explica la Defensoría. “Tampoco existen paradores de varones en los que se permita el ingreso en compañía de sus hijos o hijas”.
  • Agresiones: los problemas de relacionamiento son el resultado “de hacer convivir bajo el mismo techo a personas con trayectorias de calle totalmente diferentes”. En varios paradores conviven personas con problemas de salud mental y consumos problemáticos junto a personas que terminaron en la calle por situaciones económicas.
  • Horarios restrictivos para el ingreso: “En estos lugares te hacen esperar, tenés que llegar a las 4 de la tarde para entrar a las 7, tenés que hacer una cola…”, describe en un informe televisivo el coordinador de Proyecto 7, de Parque Patricios, uno de los paradores conveniados. Esto afecta, por ejemplo, a las personas que cartonean o recolectan residuos durante la noche.
  • Personal insuficiente: “Los trabajadores de estos dispositivos son pocos en relación a los alojados”, dice la Defensoría. Esto complica la prevención de situaciones de inseguridad (robos, hurtos) y dificulta el manejo de los episodios de violencia entre quienes acuden a los paradores.

Luego está el tema de la capacidad. Las cifras oficiales, siempre discutidas, se hacen eco de un censo nocturno de abril de 2023 que determinó que en la Ciudad había un total de 3.511 personas en situación de calle. Pero incluso si ignoramos la denuncia de varias organizaciones de que se trata de un fenómeno mucho más amplio, a ese número igual hay que sumarle el dramático empeoramiento social del último año (de hecho, las cifras porteñas de 2023 ya eran un 34% superiores a las de 2022). Hay más respuestas en Parador Retiro, el muy buen documental que ganó el premio a Mejor Película en el Festival de Cine de Mar del Plata.

A todas luces, los paradores son insuficientes.

El Gobierno porteño también cuenta con un subsidio habitacional, conocido como “690”. De hecho, es la única ayuda económica que existe en el país dirigida a las personas sin techo (llegados a este punto cabe preguntarse qué políticas tienen, por ejemplo, los municipios del Gran Buenos Aires). ¿Por qué no salió el propio Gobierno porteño a vanagloriarse de este programa frente a las críticas? Posiblemente porque cada vez alcanza a menos personas.

Según explicó el portal El Grito del Sur, esto obedece al creciente número de requisitos que se le exige a las personas que aplican al subsidio. 

“Uno de los requisitos para acceder al 690 es presentar un presupuesto de hotel. En caso de habitaciones en domicilios particulares, la documentación debe incluir una nota del dueño junto con su DNI, firma, número de contacto y un comprobante del servicio de agua o ABL”, cuenta el artículo. “Sin embargo, la mayoría de los dueños de hoteles no quieren recibir a la gente en situación de calle. Por eso, apenas un posible inquilino solicita los documentos que deben ser presentados ante el Ministerio de Desarrollo Social, se niegan a entregarlos”.

Desde marzo de 2022, además, los beneficiarios están obligados a hacer una rendición mensual a través de la página web del Ministerio de Desarrollo Humano o en sus oficinas.

Se da entonces la paradoja de que la emergencia habitacional va en ascenso al tiempo que la cobertura del Estado en la materia es cada vez menor. En agosto de 2021 había 23.615 beneficiarios del 690; hacia marzo de 2023, habían caído a 9.350.

Un enfoque diferente en Brasil

El tema es tan complejo que el que vende una solución sencilla está mintiendo. Pero por algún lado hay que empezar, y muchas ciudades ya están abandonando los enfoques insuficientes.

En Brasil, el número de los sin techo se multiplicó por diez en la última década, pasando de 22.000 en 2013 a más de 227.000 en la actualidad. Los datos pertenecen al Ipea, un área de investigación económica del Gobierno, que concluye que la explosión de gente viviendo en las calles se explica por el estancamiento económico —de manera parecida a la Argentina, Brasil lleva casi una década sin crecer con fuerza— y por los efectos de la pandemia.

El problema es particularmente agudo en São Paulo. Las estimaciones de la ONG Movimento Estadual da População em Situação de Rua es que hay 66 mil personas viviendo en la calle, el doble de lo que calculan las autoridades locales.

De acuerdo con este buen informe de la BBC, el desborde de la situación social hace que las estrategias “tradicionales”, como comedores y refugios, se queden cortas. Así que el año pasado, las autoridades de la ciudad idearon las microcasas. Se trata de unidades temporales de 18 metros cuadrados ubicadas en una zona en cuyo centro se despliega un parque infantil que le otorga a la zona un ambiente comunal.

“Es una manera de cuidar del pueblo basada en el reconocido concepto internacional Housing First (Vivienda Primero), ofreciendo vivienda como el primer paso para ayudarles a volver a levantar cabeza”, dijo Carlos Bezerra Junior, secretario de bienestar del Ayuntamiento São Paulo.

En una primera etapa se crearon 1.000 viviendas para 4.000 personas. Obviamente al comparar números uno inmediatamente detecta un problema de escala, pero la solución va sin dudas en la dirección correcta.

El enfoque Housing First puede resumirse como la idea de comenzar por brindarle un hogar a las personas sin techo y luego tratar de resolver los aspectos que llevaron a que lo perdieran, en lugar del abordaje histórico (que algunos llaman Treatment First) que prioriza lo urgente por sobre lo estructural.

Lo interesante de este abordaje, ampliamente estudiado, es que de hecho termina por ahorrarle dinero al contribuyente. Uno de estos programas, en Estados Unidos, logró que el 81% de los beneficiarios dejara de vivir en la calle al tiempo que cayó dramáticamente el uso de los servicios de emergencia. Además, estas personas pasaron muchos menos días en el hospital.

Claro, siempre se puede seguir haciendo lo mismo, un abordaje insuficiente y, en última instancia, inconducente. Así como el “operativo antipiquetes” es papel pintado cuando 500 mil manifestantes se organizan para marchar del Congreso a Plaza de Mayo, barrer con los indigentes (o mandarlos a un parador) en el marco de una crisis social de estas dimensiones no puede sino ser increíblemente ineficaz.

Una red de último momento

Ayer, mientras estaba terminando de preparar este correo, Jorge Macri ofreció una conferencia de prensa en la que presentó una “red de atención” para personas en situación de calle. Enfocó el problema bajo la idea de que había que “mejorar la convivencia” y proteger al “vecino”: “No vamos a dejar que la situación se anarquice”, aseguró.

El jefe de Gobierno dijo que el nuevo enfoque consiste en segmentar los paradores: unos específicos para familias, otros para varones mayores de edad, otros para adultos mayores, y un último grupo destinado a mujeres solas, reconociendo que la situación social había cambiado dramáticamente.

“No tenemos todas las respuestas. Pero nos vamos a seguir haciendo todas las preguntas necesarias para resolver eso”, dijo Macri. “Y seguramente dentro de un año estemos haciendo cosas distintas y mejores”.

Mi esperanza es que la política pública tenga más de este enfoque y menos del discurso cruel de las redes.

Es magíster en Economía Urbana por la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT) con especialización en Ciencia de Datos. Cree que es posible hacer un periodismo de temas urbanos que vaya más allá de las gacetillas o las miradas vecinalistas. Sus dos pasiones son el cine y las ciudades.