Una economía atrapada en una crisis permanente

Una de las aristas que tiene el estancamiento secular de la última década es la falta de consensos básicos que delimiten un rumbo a seguir por las distintas gestiones. ¿Cuáles son esos consensos? ¿Cómo se logran?

Hola, ¿cómo andás? Te juro que el newsletter de la semana pasada sobre las tarifas no estuvo preparado (salvo que Guzmán lea Rollover 😝). Fue una simple intuición porque se veían venir los anuncios en materia de aumentos, finalizadas las audiencias públicas. Pero me animo a decir que nadie anticipó el conflicto entre el ministro y Basualdo (por lo menos de la forma en la que se dio). Acá Iván te lo cuenta en detalle.

Todo este affaire que se dio hacia adentro de la coalición revela uno de los grandes obstáculos que no le permiten al país salir de la estanflación secular en la que se encuentra atrapada hace exactamente 10 años: la falta de consensos básicos. Unas –pocas- premisas en las que estemos todos y todas de acuerdo, que son las necesarias para marcar el rumbo. Después cada gestión puede tener su impronta, desde ya. Pero acá andamos y desandamos constantemente, discutiendo una y otra vez las mismas cuestiones. Es casi imposible avanzar de esta manera.

¿Cómo se identifican estos consensos económicos? En primera medida, por descarte. Hay que identificar qué cosas ya se aplicaron y no funcionaron. Para esto, el análisis empírico es fundamental e ineludible. La economía no es una ciencia exacta, pero la recolección de datos y su posterior estudio sirven, como mínimo, para detectar ciertos patrones y asociaciones que permiten extraer conclusiones bastante precisas. En muchos casos, justamente lo que se identifica es una medida cuyos resultados son siempre bastante similares, ya sea porque se aplicaron en varios países al mismo tiempo o porque se repiten en un mismo país a lo largo de su historia.

Tomemos dos ejemplos recientes, uno de cada partido como para no herir susceptibilidades. El de Cambiemos fue, sin lugar a dudas, el del endeudamiento –excesivo- en moneda extranjera. La adjetivación en este caso aplica, porque no es que el endeudamiento en dólares sea perjudicial per se, el problema es su velocidad y magnitud. Esto está bastante estudiado y hay abundante literatura al respecto, además del hecho que Argentina sufrió anteriormente dos grandes crisis provocadas por la acumulación de deuda en moneda extranjera (si les interesa el tema, acá les dejo un libro de la CEPAL y este otro trabajo del Banco Mundial –en inglés- donde se detalla toda la literatura previa y se analiza empíricamente este problema).

Me adelanto a quienes puedan llegar a objetar que es muy fácil darse cuenta del problema una vez que ya sucedió. En realidad, ya hacia fines de 2017 había indicios importantes de que el proceso de endeudamiento no era sostenible. Por ejemplo, este trabajo del FMI, publicado justo antes de que Macri anunciara que recurriría a ese organismo, ubicaba a la Argentina como uno de los países con mayor fragilidad financiera a nivel mundial, según la mayoría de sus indicadores de sostenibilidad. El punto es que desde hace bastante tiempo existe un consenso en la disciplina económica en torno a este tema, y en particular para el caso argentino existían casos similares recientes que deberían haber servido como aprendizaje, pero fueron pasados por alto.

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Para la gestión actual, tomemos justamente el caso de los subsidios energéticos. Esta medida se puso en práctica desde el inicio del kirchnerismo (en realidad desde el estallido de la crisis del 2001) y se profundizó hasta el 2015. Como se puede ver en el gráfico a continuación, la tarifa residencial se redujo sostenidamente hasta el cambio de gobierno. Al margen de qué tan alta era la tarifa durante la década de los ’90, con solo mirar el gráfico ya debería advertirse algo inusual en relación a la profundidad de la caída en el precio de este servicio público.

Evolución de tarifa residencial de electricidad, con y sin impuestos (2008 = 100)

Fuente: Cont, Navajas y Porto (2019).

Como mostramos la semana pasada, hay bastante consenso en que los subsidios energéticos –sobre todo si se canalizan hacia las empresas, como sucedió acá- tienen un sesgo “pro-rico”, es decir que los sectores de mayores ingresos reciben un beneficio en términos monetarios mayor al que reciben los estratos de menos ingresos. Además, fueron un componente importante que contribuyó al aumento del déficit fiscal observado en todo el período y al déficit externo del sector energético, ya que desincentivaron la producción local e impulsaron las importaciones. Existe bastante consenso en la literatura respecto de estos problemas que acarrea esta medida, incluso reconocidas por Cristina Kirchner cuando era Presidenta, donde acuñó la famosa frase de la “sintonía fina”.

¿Por qué, entonces, la gestión actual (o por lo menos una parte de la misma) vuelve a insistir con una medida de este estilo? El único argumento atendible es que no es momento para actualizar las tarifas, porque eso tendría un impacto en los precios y por ende en el poder adquisitivo de la población, ya de por sí muy golpeado por la crisis que desató la pandemia. Frente a esto, lo primero que hay que destacar es que no sería necesario eliminar los subsidios por completo, sino ajustarlos para que les lleguen a los estratos más vulnerables de la sociedad (en esta línea iba la propuesta original de segmentar las tarifas en función de la demanda, aunque todavía no se sabe a ciencia cierta si hubo avances, algo que era parte del conflicto que estalló en estos días). De no poder ir por esta vía, y sabiendo los problemas que genera el aumento de los subsidios, otra alternativa sería la de eliminarlos por completo y utilizar parte del ahorro fiscal como mecanismo de compensación para los sectores de menores ingresos. Son dos estrategias distintas pero sus resultados serían similares: redireccionar los recursos de modo que beneficien a las personas que realmente lo necesitan, logrando al mismo tiempo reducir el gasto total que el gobierno realiza en materia de subsidios energéticos.

Por último, si bien no hay dudas de la severidad de la situación actual, el otro problema que tiene la idea de “no tomar este tipo de medidas en medio de una crisis” es que la economía argentina parece vivir en una crisis permanente, basta recordar que el PBI se contrajo en 6 de los últimos 9 años. Nunca es un buen momento para tomar este tipo de decisiones y nadie sabe a ciencia cierta si serán correctas o no. Pero mejor algo incierto que algo absolutamente equivocado.

¿Más economía?

Te recuerdo que todos los sábados agregamos una nota sobre los indicadores económicos que salieron durante la semana: las ventas en supermercados y shoppings mostraron una caída considerable en comparación al año anterior, mientras que los salarios crecieron levemente por encima de la inflación. El resultado cambiario fue muy holgado, explicado por un superávit comercial récord del sector agroexportador. La podés leer acá.

Mejor timing para esta charla imposible: Mañana a las 18 se presenta vía Zoom el libro Precios y tarifas y política económica Argentina: 1945-2019, realizado por Walter Cont, Fernando Navajas, Francisco Pizzi y Alberto Porto. Encima lo pueden descargar gratis acá.

Salió el primer episodio del podcast de Burofax, donde Jimena Valdez rastrea a Google: sus inicios como motor de búsqueda, el cambio en su modelo de negocios al incorporar publicidad, su crecimiento meteórico y más. Lo pueden escuchar acá.

Hasta acá llegamos por hoy. Ojalá que algo de todo esto te haya servido para que ahora entiendas un poco más de esta cosa tan difícil que parece ser la economía argentina. Si no aguantás hasta la semana que viene, la seguimos por acá.

Espero tu respuesta. Te mando un abrazo grande.

Juanma

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Me dedico a estudiar la macroeconomía argentina, algo que en este país debe ser similar a tener un doctorado en física molecular. Soy magister en Desarrollo Económico en la UNSAM y estoy haciendo el Doctorado homónimo en la UNQUI. Padre de gemelas y docente universitario.