Todos los hombres del presidente

Los motivos del despido de Nicolás Posse y los otros funcionarios observados. La palabra clave en el comunicado oficial que anticipa el nombramiento de Guillermo Francos. Los próximos pasos de Javier Milei. El nuevo ministerio de Federico Sturzenegger. ¿Hay un equipo diseñando un plan paralelo para salir del cepo?

La semana en la que Javier Milei tuvo su acto de mayo en Córdoba y su festival autorreferencial en el Luna Park, en el que hizo carne su condición –y auto ponderación– simultánea de showman, economista y dirigente político fue, objetivamente, una mala semana para el país y, por lo tanto, para la posición del presidente. El despertar de los dólares financieros amplió la brecha hasta los niveles más altos desde enero, cuando el plan cambiario del Gobierno era cuestionado en su credibilidad por analistas y empresarios, y nadie apostaba al sostenimiento de la regla cambiaria anunciada por el ministro de Economía.

Antes de las incertidumbres políticas, fue la última baja de tasas de interés la que dio lugar a la mini corrida de la última semana. La “fatal arrogancia” de creer que todas las variables económicas pueden ser controladas desde la política no fue ajena al primer presidente liberal libertario de la historia global. Con las nuevas tasas de interés, perdió atractivo el carry trade en pesos. Con un tipo de cambio cada vez más apreciado en términos reales, se volvió menos atractiva la apuesta por la moneda nacional como medio para obtener ganancias en dólares, lo que llevó a un aumento de la demanda por la divisa norteamericana. A su vez, la expectativa de una cotización más conveniente desalentó la liquidación de granos de los productores agropecuarios, siempre celosos de su capacidad de maximizar rentabilidad. La luz de alarma sobre los planes de normalización del binomio Luis Caputo-Santiago Bausili, sin embargo, quedó encendida.

Más allá de los elogios públicos del presidente a su ministro “rockstar”, las alarmas para el tándem económico se profundizaron cuando, en sus discursos en el Luna Park y en las entrevistas posteriores, Milei destacó las figuras de Federico Sturzenegger y Demian Reidel, y confirmó el ingreso del primero de ellos al Gabinete tras el tratamiento de la Ley Bases, luego de sus inolvidables experiencias en los gobiernos de Fernando De la Rua y Mauricio Macri. Sturzenegger estará a cargo de un nuevo Ministerio de Desregulación. Aún así, es de una ingenuidad inviable suponer que su aterrizaje en el Gabinete no reducirá la influencia de su par de Economía, particularmente cuando el autor intelectual del DNU y la Ley Bases, y Reidel –quien fuera su mano derecha en el Banco Central– parecen más cercanos al pensamiento íntimo del presidente, que los menciona cada vez que puede como luminarias intelectualmente afines.

En una entrevista reciente, el economista Emmanuel Álvarez Agis atribuyó al Caputo ministro un esquema relativamente prolongado de salida del cepo en el camino hacia la “competencia de monedas”, mientras recomendaba escuchar al presidente que, a su juicio, emitía señales de mayor impaciencia. Los últimos guiños a Sturzenegger y Reidel llevan a muchos en el mercado a preguntarse qué vitalidad tiene el esquema de Caputo. A pesar de ello, en un gobierno que desafía la capacidad de análisis de los observadores, nadie se anima a hacer apuestas definitivas, máxime cuando circula un rumor muy fuerte de un grupo paralelo que está diseñando un plan para salir del cepo liderado por el economista chileno José Luis Daza, que conoce a Reidel desde que fundaron QFR Capital Management, y conoce también a Caputo desde su paso por el JP Morgan. Cerca de Milei lo niegan.

Sturzenegger aparece, en esos mismos observadores, como uno de los impulsores de la salida de Nicolás Posse de la Jefatura de Gabinete. Su final tiene bastante sentido desde los deberes formales inherentes a su función. De acuerdo al artículo 100 de la Constitución Nacional el jefe de Gabinete es el responsable operativo de la administración general del país, es decir, el principal responsable, desde el organigrama, de la gestión de gobierno, cuyos resultados, del 10 de diciembre a esta parte, impactan por los niveles de ineficacia organizativa y la profundidad de los problemas de planificación.

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Nombramientos que no se realizan, áreas relevantes sin titulares designados, cambios constantes de funcionarios en las segundas líneas son algunas de las marcas de un descontrol administrativo que tiene facetas mucho más serias en la muy cuestionables gestión de prestaciones públicas de importancia social o estratégica. Cuestiones como la entrega de medicamentos o de alimentos, sobre las que el Gobierno instaló un manto de sospechas con acusaciones sólo en ocasiones fundadas tuvieron como correlato el cese de prestaciones indispensables para cuestiones tan cruciales como la vida y la salud y la alimentación de miles de compatriotas. La medida adoptada por el juez Sebastián Cassanello –que ordenó al Gobierno elaborar un plan urgente para entregar toneladas de alimentos con riesgo de vencimiento– es ilustrativa de la negligencia oficial. La decisión de apelar la sentencia, en cambio, echa luz sobre la displicencia y autocomplacencia que reina en algunos despachos. Sandra Pettovello, como era de público conocimiento, tenía una pésima relación con el ahora exjefe de Gabinete, por lo que cuesta esperar que su salida resuelva problemas que aparecen como estructurales.

El síntoma más grave del caos de administración y planificación, en un Gobierno cuya principal prioridad es consolidar un proceso de ajuste y enfrentar, como puede, una recesión brutal, es la información dada a conocer por el periodista Nicolás Gandini, sobre las demoras en efectuar pagos por 40 millones de dólares a las dos constructoras encargadas de las plantas compresoras de Tratayén, Salliqueló y Mercedes, que permitirían duplicar la capacidad de transporte del gasoducto Néstor Kirchner. La consecuencia de la inacción oficial en materia de pagos será la obligación de importar gas y combustibles para hacer frente a las bajas temperaturas, algo que en algunos momentos redundará en cortes a la industria –como fue anticipado la semana pasada en #OffTheRecord– aún a pesar de la baja demanda causada por la recesión y que, en un marco en el que se exige a los usuarios soportar aumentos enormes de las tarifas domiciliarias con la excusa de reducir el costo de los subsidios, redundará en desembolsos por entre 300 y 500 millones de dólares. Un dispendio inexplicable.

La obsesión por el resultado fiscal parece ser el único objetivo de gestión cuyo seguimiento es meticuloso. Más allá de las consecuencias hasta contraproducentes en términos de resultados –como la observada en el caso de la disponibilidad de gas para enfrentar las bajas temperaturas–, los datos consolidados del primer trimestre dan una dimensión de la profundidad del ajuste. De acuerdo a la consultora 1816, el resultado primario del primer trimestre arroja un superávit del 5,2% del PBI contra un 4,4% de déficit en 2023. Lo hace a pesar de una caída en los ingresos, que se compensa con un desplome del gasto público de más de 11 puntos porcentuales. El resultado del ajuste incluye una deterioro en todos los rubros, que incluye una disminución del 85% del gasto en Bienes de Capital (obras públicas que incluyen, por ejemplo, las necesarias para hacer funcionar el gasoducto Néstor Kirchner en toda su capacidad), del 76% en transferencias a las provincias, del 33% en jubilaciones y pensiones y del 19% en salarios, entre otros rubros. Con este nivel de ajuste, difícilmente el resultado fuera distinto a esta brutal recesión. Los datos de consumo de energía eléctrica de abril indican una baja del 11,7% anual que sólo se maquillará en algo, en los niveles de actividad, por la comparación de los indicadores de producción agrícola, condicionados el año pasado por la sequía, y el crecimiento de la producción de petróleo en Vaca Muerta, que a pesar de su enorme peso en los indicadores, no alcanzan a compensar la enorme caída del consumo, que es por lejos el rubro más gravitante del Producto y el más relevante en las percepciones de bienestar.

A la hora de decidir sus acciones, el presidente sigue recostándose en el favor de la opinión pública. El Índice de Confianza en el Gobierno, de la Universidad Di Tella, tuvo en mayo su primera suba desde diciembre, cuando el cambio de gobierno disparó las expectativas. Aún con el crecimiento, el indicador se ubicó por debajo de los números de Macri y Alberto Fernández a la misma altura del mandato. Sin embargo, la evolución de los apoyos de Milei, hasta el momento, aparece más estable que la de sus predecesores, que contaban con picos más altos y descensos más precipitados, lo que alimenta especulaciones sobre la resiliencia del liderazgo del presidente, que parece sostenerse en el contexto de severa recesión y desaguisados políticos en el seno del Poder Ejecutivo y en la relación con el Poder Legislativo. El reciente ejemplo del dólar, sin embargo, debería llamar a la humildad respecto de la solidez de la propia valoración oficial. La persistencia de los apoyos, en un marco de fragilidad económica y material a nivel social, debe considerarse al menos, frágil. Lo contrario, sería exponerse a una confusión entre el tamaño de la esperanza, la necesidad de creer y la indudable conexión del discurso presidencial con las percepciones de la mayoría de la población, con una solidez que es incompatible con la precariedad que marca la vida cotidiana de las mayoría de la sociedad.

Mientras tanto, en el PRO se expuso, tal vez como nunca, la fractura entre Macri y Patricia Bullrich luego de la maniobra ejecutada por el entorno del expresidente. En el escenario ideal de Macri, a su jefatura del partido se le sumaba la de su primo en CABA y la de Cristian Ritondo en la provincia de Buenos Aires. Resueltos los dos primeros ítems y ante el alejamiento del primo Jorge, el PRO bonaerense quedó a cargo de la senadora provincial Daniela Reich, a la vez pareja del intendente de Tres de Febrero, Diego Valenzuela. Valenzuela había elegido en la interna a Horacio Rodríguez Larreta y, al igual que en la primera elección, el macrismo hardcore le imputaba cierta flexibilidad a la hora de la repartija de boletas en medio del proceso electoral contra Sergio Massa y Milei.

Amigo personal de la adolescencia de Milei, Valenzuela se plegó a la demanda bullrichista de acelerar la fusión con La Libertad Avanza y se adelantó a algo que Ritondo y Diego Santilli –con el aval de Macri– estaban por demandar: elecciones en el PRO bonaerense. Con esto, Valenzuela y Bullrich consolidan su mestizaje con el oficialismo y aparecen como los más libertarios dentro del PRO. Parece una ganancia mayor para Valenzuela –que cursa su último mandato– que para Bullrich: sin espacio en el PRO y con Karina Milei ejerciendo de manera totalizadora el armado nacional, Bullrich se transformaría en una ministra más a tiro de decreto con el riesgo de transformarse en una apátrida. Nada es tan sencillo: La Piba viene de ser candidata a presidenta y es una de las funcionarias mejor valoradas por el electorado oficial, aunque si algo demostró Milei fue no parecerle determinante la opinión social.

Por ahora, el oficialismo resolvió su amplitud con poco: cerró a una buena parte del radicalismo con la presencia de Luis Petri –uno de los ministros observados junto a Mariano Cúneo Libarona y el milagro Diana Mondino–, al PRO con la propia Bullrich y al peronismo antikirchnerista con Daniel Scioli, cuyo entorno impugnaba el sectarismo de La Cámpora y reivindicaba la necesidad de volver a la verdadera doctrina justicialista. Estos tres ministros, de perfil altísimo, pero a tiro de decreto, no tienen ningún peso ni influencia en las decisiones y el armado oficial que continúa concentrado en los hermanos Milei y Santiago Caputo.

En todo ese escenario se recorta el anunciado alejamiento de Nicolás Posse, como adelantó esta entrega hace un mes. Los motivos, como se dijo en su momento, son varios. El primero tuvo que ver con la inculpación de Posse a Omar Yasin, despedido por televisión por el presidente sin haber sido la persona involucrada en el escándalo. “Lo peor que podés hacer a Javier es mentirle”, argumentan en su entorno por la ruptura del vínculo. En privado, José Rolandi, vice de Posse, relativizaba: “Son amigos hace 20 años, cuando esto pase se van a arreglar”. No ocurrió. Luego, los rumores comenzaron a transformarse en opacidades: propuestas de negocios non sanctos y la utilización del aparato de inteligencia para zanjar sus internas dentro del Gabinete. Señalados por espionaje, igual que Posse, está el también renunciado titular de la AFI, Silvestre Sívori, y, –aún en su puesto– el secretario de Estrategia Nacional, exbrigadier Jorge Jesús Antelo.

Su sucesor será Guillermo Francos que, según los confusos comunicados de la Oficina del Presidente, absorbería las facultades del Ministerio del Interior a través de una secretaría comandada por su mano derecha, Lisandro Catalán. En el comunicado, la OPRA destaca la “capacidad política” de Francos, algo de lo que Milei renegaba hasta toparse con la ingratitud de la realidad. Es probable que no sean los últimos movimientos en el Gabinete: Milei mira de reojo la interna en el PRO y evalúa incorporar más figuras del espacio amarillo. ¿Un primer paso hacia esa coalición neomenemista soñada desde el comienzo por Karina y Bambi Caputo? Es una incógnita.

Es director de un medio que pensó para leer a los periodistas que escriben en él. Sus momentos preferidos son los cierres de listas, el día de las elecciones y las finales en Madrid. Además de River, podría tener un tatuaje de Messi y el Indio, pero no le gustan los tatuajes. Le hubiera encantado ser diplomático. Los de Internacionales dicen que es un conservador popular.