Se me acaba el argumento y la metodología

Se confirma la posibilidad de reinfección de COVID-19. Cómo es participar de un ensayo clínico para una nueva vacuna. La experiencia de las mujeres en ciencia.

Holis, ¿cómo andás? A mi siempre la llegada de septiembre me pone de buen humor. Este año, además, espero que el encierro me haga zafar de la alergia a los plátanos. Una de cal, una de arena.

La llegada de la primavera es la aquiescencia para la algarabía y supongo que el acuerdo se extiende aún en aislamiento. Nunca entendí a esa gente que se vanagloria de que no le guste lo que le gusta a todo el mundo, para mi no hay nada mejor que esas cosas que disfrutamos todos y disfrutarlas todos juntos.

Tal vez por eso me gusta la ciencia, ¿no? No porque le guste a todo el mundo (nadie puede decir que no lo intento), sino porque es una adecuación comunitaria a ciertas convenciones y consensos. Y por eso será que es tan desafiante ser parte de la comunidad de trabajadores de las ciencias en este momento, en el que el conocimiento como respuesta y como intento de mejor respuesta posible se sostiene en esas pautas convencionales durante una emergencia que bien podría trastocarlas. O al menos eso pasaba hasta ahora.

Es que este amor ya no entiende de consejos ni razones

Si la racionalidad de la producción científica depende de su adecuación a consensos, ¿qué pasa cuando se abandonan?

Luego de la gran controversia por la aprobación de la vacuna rusa sin que haya completado todas las fases correspondientes a un ensayo clínico, dos posibles tratamientos para la COVID-19 fueron objeto de sospechas por estar flojos de papeles.

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Por un lado, la FDA (agencia que regula temas de fármacos y alimentos), autorizó el uso de emergencia de plasma de pacientes recuperados. El organismo declaró que “los beneficios conocidos y potenciales del producto superan los riesgos conocidos y potenciales” y aseguró que más de 70.000 pacientes se han sometido al tratamiento. En una sesión informativa en la Casa Blanca, Trump se refirió a la autorización como un hito “en nuestra batalla contra el virus de China”.

Y aunque 70.000 pacientes es mucho, probar cosas en mucha gente no es lo mismo que hacer un ensayo clínico. Sin procesar datos, comparar con grupos control y asegurar la aleatoriedad de la muestra no es posible asegurar que funcione. Y una autorización de emergencia, que facilita la administración, podría limitar la cantidad de gente que se inscribe en ensayos clínicos, ya que nadie quiere recibir el placebo, tal como advirtieron, entre otros, el Dr. Anthony Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas y el Dr. Francis Collins, director de los Institutos Nacionales de Salud.

En Argentina, este mes comenzaron las pruebas en humanos del suero hiperinmune del que te hablé en este news y que se hace con anticuerpos producidos en caballos. Todavía no hay novedades de los 242 pacientes adultos con enfermedad moderada y severa que se inscribieron para el ensayo, pero si se obtuvieran buenos resultados, la siguiente etapa incluiría el testeo en más gente y abriría la puerta a encontrar un tratamiento local que no dependa de donantes humanos como el plasma.

Por otro lado, 153 pacientes de Córdoba y Jujuy fueron tratados con ibuprofeno inhalado con muy buenos resultados  y uno de los médicos involucrados en la experiencia salió a decir que “hay tratamiento y es argentino”. El chiste de falopa es inminente, pero lamento decirte que esa no es la forma de inhalación. En este caso se trata de una modificación del medicamento que lo hace completamente soluble en agua y se administra vía nebulizaciones. Este video explica muy bien el mecanismo de acción, aunque para mi gusto tiene un tono demasiado triunfalista para una prueba tan acotada.

Y se ve que la ANMAT piensa lo mismo, porque al toque salió a aclarar que el tratamiento no está autorizado ni se iniciaron trámites para evaluar el protocolo, o sea que las pruebas que se están haciendo están circunscritas al nivel local.

Cuántas veces he intentado enterrarte en mi memoria

Otra cosa que complica bastante lo de atenerse a las reglas es que para aferrarse a los procedimientos hace falta cierto nivel de certeza y ahora no la hay. ¿Te acordás que la semana pasada te dije que parecía que la inmunidad era duradera porque no había evidencia de recontagios? Bueno, ya hay.

Un equipo de Hong Kong documentó el caso de un hombre de 33 años con una segunda infección cuatro meses después de la primera. En marzo, el hongkonés había cursado una enfermedad con síntomas moderados y luego se había hecho otros dos tests que no habían detectado presencia de virus. Luego de esta infección,  tampoco se podían observar anticuerpos en su sistema. Después de un viaje a España vía Reino Unido, testeó positivo al volver.

La segunda infección fue completamente asintomática, por lo que aunque haya posibilidad de reinfección  la hipótesis de la inmunidad no se descarta. Además, los investigadores señalaron que en el viaje contrajo una nueva cepa, por lo que descartaron que haya sido producto de una liberación de partículas virales prolongada en el tiempo a partir de la primera infección.

Sin embargo, el primer caso documentado en Estados Unidos no tuvo la misma suerte y en la segunda vuelta padeció síntomas severos. Igual que en el caso de Hong Kong, se comprobó que eran dos cepas del virus distintas. Las hipótesis para el aumento de la gravedad son: que no hubiera desarrollado anticuerpos después de la primera infección, que si tuviera respuesta inmune pero que en la segunda ocasión la carga viral haya sido muy grande como para contenerla.

Todo es raro, confuso y contradictorio y aún no se publicaron oficialmente los hallazgos. Sin embargo en este post de EsparCiencia a partir del caso de Hong Kong, hay una reflexión interesante sobre las implicancias de estos reportes: “[la posibilidad de reinfección] sería un dato importante en relación a la idea de «pasaportes inmunitarios» que se propusieron en muchos países sin demasiada evidencia. La idea de que las personas que ya han sufrido una infección son totalmente inmunes y no pueden contagiar a otres podría quedar descartada si se confirma este caso. De hecho, si se implementase la política de pasaportes inmunitarios las personas reinfectadas, cursando una versión benigna y poco notoria de la enfermedad, circularían libremente diseminando el virus y contagiando a otras personas que no tengan anticuerpos previos, y que sí puedan enfermar de una versión grave de COVID-19”.

Mira bien lo que vas a hacer conmigo

Si de pruebas y contrapruebas se trata, es muy lindo ver cómo en estos meses todos aprendimos qué es un ensayo clínico, cómo se hace, sus etapas y que Argentina es un buen candidato para probar vacunas, entre otras cosas porque hay circulación comunitaria y eso implica suponer que los voluntarios van a tener contacto con el virus (si hacemos las inoculaciones en un lugar donde no circula y no se infecta nadie no podemos saber si es por la vacuna o porque no se cruzaron con el patógeno).

La semana pasada te conté que ya cerraron los acuerdos para testear un desarrollo chino en el país, pero si venís siguiendo las novedades con atención recordarás que hay otro ensayo (estadounidense) que ya está en marcha. Lamentablemente, no me seleccionaron para participar como voluntaria, pero por suerte a una lectora de este news si y me lo contó en un mail precioso que acá te copio recuperando esa hermosa tradición de las cartas de lectores (si no hubiera sido comunicadora científica mi sueño sería dar consejos del corazón).

¡Hola Agostina! Como te comenté en el mail anterior, me anoté como voluntaria para las pruebas de la fase 3 de la vacuna de Pfizer-BioNtech. Una semana más tarde me llamaron y acordamos con la “reclutadora” día y horario.

Cual diva de cine (o no tan diva), me vino a buscar un remis y me llevó al Hospital Militar Central, donde se están haciendo las vacunaciones. Sin embargo, no es algo inmediato. El procedimiento dura aproximadamente entre 3 y 4 horas (e implica subir y bajar escaleras, caminar solemnemente por algunos pasillos), acompañada de diferentes personas que te van guiando a distintas salas del hospital.

El remisero te lleva hasta el estacionamiento, donde un soldado te pregunta el nombre, el horario del turno y te da una identificación tipo colgante con letras y números que en ese momento no lograba comprender. Más adelante entendí a qué iba tanto código.

Ingresé por la puerta principal del hospital, donde me pidieron que cambie mi tapabocas por un barbijo quirúrgico y me dieron una bolsita con varias cosillas: agua, galletitas, termómetro, alcohol en gel y otro barbijo. Una coordinadora nos fue sentando en diferentes sillas con números y esperamos a que una secretaria nos diera una carpeta -tipo historia clínica- con el consentimiento informado y una copia del DNI.

Lo que más llamó mi atención es la cantidad de personal contratado para coordinar y guiar a las personas. A partir de ese momento, un muchacho nos llamó para que lo siguiéramos al primer piso (o segundo, no recuerdo bien). Ahí nos pusieron en el colgante una etiqueta con los consultorios donde nos atendería une médique para un primer procedimiento. Me hicieron pasar al box donde me esperaba una residente muy copada. Esta etapa es la que tiene mayor duración porque debe leerte el consentimiento informado que nos dieron en la bolsa. Es un documento de 25 páginas (tuvo que ponerle onda porque ciertamente es bastante largo el asunto), y mientras tanto le podía ir planteando inquietudes y preguntas. Después vino una extraccionista para sacarme 3 tubitos de sangre. Además, como estoy en edad fértil (25 pirulos recién cumplidos), tuve que hacerme un test de embarazo que estaba segura me iba a dar negativo. Confieso que tuve un pequeño flash y temor de que funcionara mal y diera positivo (onda María y el espíritu santo).

Una vez hechos esos pasos, me pusieron en la identificación colgante unos stickers para tapar las letras. Resulta que a medida que vas pasando de etapa, tipo videojuego, te van tachando las letritas que indican los procedimientos ya realizados. Además, te identifican con un número que linkean a tus muestras de sangre y consentimiento informado. En otras palabras, me convertí en un sujeto numerado.

Una vez terminado este paso, un coordinador me guió hasta lo que sería el tercer (o cuarto) piso, donde me hicieron el hisopado. Las enfermeras que me recibieron, apenas me vieron, me dijeron “tranquila que ya no es el hisopo largo, ahora es uno cortito”. Entré a un box donde un técnico detrás de un gabinete sacó sus manos por dos agujeros y me hisopó. Digamos que no es un canto al placer… es una intervención sencilla bastante molesta. Si bien el hisopo es pequeño, llega hasta el fondo de la fosa nasal y gira el cosito durante 30 segundos hasta que saca bastante fluído.

Ya hisopada, me guiaron hasta una sala dividida en varios paneles donde una coordinadora o enfermera (es difícil distinguir, porque absolutamente todes tienen ambo y barbijo) te da un “diario electrónico”. Se trata de un celular con una sola aplicación para que llenes un cuestionario una vez por semana con los síntomas. Después llega el gran momento: la aplicación de la vacuna. Elegí el brazo izquierdo. Durante la lectura del consentimiento informado, me explicaron que es una prueba de doble ciego, con lo cual ni yo ni la técnica sabemos qué me ha tocado (la vacuna o un placebo).

Después de la aplicación, debés esperar media hora en caso de que surja algún efecto adverso inmediato. Por suerte no pasó nada, solo me aburrí bastante. Ya vacunada, salí de la sala y una coordinadora me llevó hasta el primer piso donde pidieron el auto que me llevaría a mi casa. Otro coordinador (dije que eran muches) nos llevó a mí y a una señora hacia afuera, donde llegó el chofer.

Ya pasaron 24 horas y hasta ahora sólo siento malestar y cansancio corporal general. Quizás un poco de dolor de cabeza y congestión nasal.

Sinceramente, más allá del procedimiento, disfruté mucho del viaje. Soy de La Matanza y desde que comenzó el aislamiento no salgo. Tuve un pequeño paseo por el barrio de Núñez y una parte de Palermo… Fue una buena excusa para salir y pasear dentro de un auto, cual perro con la cabeza afuera.

En fin, espero puedas imaginarte el procedimiento. No es soplar y hacer botellas, como decía mi mamá, pero es una experiencia novedosa e interesante.

¡Saludos y un gran abrazo!

Ojerosa, flaca, fea, desgreñada, torpe, tonta, lenta, necia, desquiciada

Después de 800 días de cuarentena y considerando cosas como que el 92,6% de las mujeres se encarga de acompañar las actividades escolares de sus hijos e hijas en el aislamiento, es difícil no gritarle SAME HERMANA a esa descripción. Y más aún si pensamos en que alguna vez se nos haya ofrecido algún relato diferente sobre las mujeres en el ámbito doméstico.

Desde la epistemología feminista, uno de los reclamos principales consiste en pensar una ciencia de las mujeres para las mujeres. Y esto no solo incide en que no seamos descritas por otros en términos canónicos, sino en que nuestras experiencias sean incluidas en el conocimiento.

No se trata solo de que el conocimiento producido por mera observación deja de lado muchas cuestiones, sino de cómo la inclusión de distintas perspectivas también reconfigura los métodos. En definitiva, para tener conocimiento de calidad este debe considerar a la humanidad como una masa diversa y variable y eso no solo implica nociones, sino transformaciones. Y esto es muy importante porque los protocolos son un gran refugio en momentos caóticos. Si queremos metodologías a las que acudir en tiempos apremiantes, estas deben ser confiables.

En ese sentido, van dos noticias que me gustaron sobre las formas femeninas de atarla con alambre:

  1. ¿Sabían que un grupo de mujeres hizo una vaquita para comprar el Radio que Marie Curie necesitaba para sus experimentos? Yo no, pero lo dijo la mismísima Curie en una entrevista que dio un año antes de su muerte. Resulta que para continuar con sus investigaciones necesitaba el elemento que ella misma había descubierto y que en ese momento costaba el equivalente a 1,3 millones de dólares actuales el gramo, pero mantenía dos hijas adolescentes con su sueldo de profesora. Así que la Asociación Americana de Mujeres Universitarias hizo una colecta con la que compraron los materiales que necesitaba y nuevo equipamiento. 
  1. Un grupo de estudiantes desarrolló un test de embarazo biodegradable. Fabricado a base de papel, podría evitar 900 toneladas de residuos plásticos no biodegradables ya que se descarta por el inodoro y en 10 semanas se degrada completamente. Bajo el nombre de Lia, la prueba ya se puede comprar y pronto comenzarán los envíos.

Por ti me he convertido

La pandemia lo cambió todo pero no tanto. Si bien nuestras cotidianidades se vieron severamente afectadas, somos muchos los que creemos que las causas estructurales de la pandemia requieren modificaciones estructurales en la organización social.

En ese sentido, una cosa es sostener que la adición de decisiones individuales no debe ser el foco para traccionar un cambio sistémico y otra negar que los cambios de hábitos serán necesarios para adoptar otras formas de consumo y producción. Y en esto parece ser que la clave es presentar estas pequeñas contribuciones no como algo que se deba hacer sino como algo que se quiera hacer.

Si bien la culpa puede ser una gran motivación para la acción, ya que nos lleva a buscar la reparación, pareciera ser que, para hacer lo correcto, es mucho más efectivo sentirnos bien con lo que hacemos. La diferencia fundamental está en que cuando la culpa es una respuesta interna esto puede darnos ganas de cambiar, pero cuando es algo que nos inducen los demás probablemente nos pongamos a la defensiva y tratemos de justificarnos. Por esto, si queremos que las personas se comporten de cierta manera, señalar lo mal que se comportan no sería la estrategia adecuada pues no los hace reflexionar sino persistir.

Este estudio de la Universidad de Columbia trabajó sobre esta hipótesis de la siguiente manera: 987 personas respondieron una serie de preguntas que apuntaban a conocer, por un lado, cuán orgullosos se sentirían si tomaran una decisión para reducir su impacto ambiental y, por otro, cuán culpables si no la tomaran. 

Primero, los participantes podían ver una serie de frases en sus pantallas. Algunos podían leer lo siguiente: “al tomar decisiones, tené en cuenta que te podrías sentir orgulloso [o culpable] acerca de tus elecciones”. Otros, veían distintas opciones de comportamiento y tenían que decir cuán orgullosos o culpables se sentirían si eligieran una u otra. El último grupo, en cambio, tenía que escribir un breve texto sobre sí les haría sentir orgullosos o culpables una situación determinada, como donar (o no) sangre. Luego, tenían que rankear sus niveles de orgullo, culpa y otras emociones que servían como relleno para que no concentraran su atención excesivamente en esas dos opciones. 

Por último, llegaban las decisiones. Los participantes tenían que elegir entre una opción “verde” y una no-verde (comprar un sillón de bambú pasado de moda o uno de plástico con un estilo actual), optar por hasta 14 electrodomésticos eficientes sabiendo que cada uno agregaba U$S3 a su alquiler, contestar una serie de preguntas abiertas rankeando cuán probable era que adoptaran cierta actitud (por ejemplo, comprar un producto de fabricación sostenible) y con qué frecuencia creían que iban a hacer algo durante el mes siguiente (como desenchufar las cosas en desuso) y, por último, les pidieron que dijeran cuánto donarían a una ONG ambiental de un potencial bono de U$S10, lo sortearon y donaron lo que el beneficiario había indicado. 

¿Qué pasó? Quienes antes de tener que tomar las decisiones habían trabajado con situaciones que les producían orgullo fueron más propensos a elegir opciones sostenibles. El famoso se atraen más moscas con miel que con hiel.

Se me ha vuelto la cabeza un nido

Otra vez llego al final de este newsletter sin saber bien qué creo, pero con la sensación de que avanzamos. No hay a quién acudir y eso da miedo, pero podemos aprovechar la oportunidad para dejar de lado esas referencias mesiánicas para referirnos a contextos, acciones y consensos colectivos. Al menos para mí, pensar que la obligación de dar respuestas reflexivas no viene de un lugar que ocupo sino de una idea de bien común emanada de la interacción grupal me hace creer que puedo ser menos torpe, traste y testaruda…

A partir de esta semana vas a poder empezar a leer un nuevo newsletter en Cenital. Será sobre tecnopolítica y estará a cargo de Jimena Valdez: sale los viernes cada quince días. El primero sale este viernes y podés suscribirte acá.

Te mando un beso enorme,

Agostina

P.D1: Si te gusta lo que hacemos en Cenital, recordá que podés colaborar con el proyecto para que podamos seguir haciéndolo.

P.D2: Para arrancar la semana te dejo este video de la Alanis latinoamericana que nos habían prometido y no supimos conseguir. 

Soy comunicadora científica. Desde hace tres años formo parte del colectivo Economía Femini(s)ta, donde edito la sección de ciencia y coordino la campaña #MenstruAcción. Vivo en el Abasto con mis dos gatos y mi tortuga. A la tardecita me siento en algún bar del barrio a tomar vermú y discutir lecturas con amigas.