Los ballotage: ¿qué pasó entre 2015 y 2023?

Análisis comparativo de las segundas vueltas. Esta vez, los votantes indecisos se volcaron hacia Javier Milei. Con una variación de la participación electoral mínima, dos tercios se sumaron y se fueron contra Sergio Massa. Cómo fue entre Mauricio Macri y Daniel Scioli y qué cambió.

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Argentina tuvo el segundo ballotage de su historia. El formato de doble vuelta atenuada que incorporó el país a partir de la Reforma Constitucional de 1994 estableció límites más bien bajos para franquear una batalla cuerpo a cuerpo entre dos sobrevivientes. ¿Por qué? Porque es más fácil llegar a 45% de los votos o a 40% con una ventaja de 10 que a 50%. Por eso se dice que el apoyo mayoritario necesario para ser presidente es atenuado: es menor que la mayoría absoluta. Esto explica por qué hemos tenido pocos en nuestros 40 años de democracia electoral.

Pero siempre aparece algún juego de tercios que son una excepción a la constancia. ¿Qué explica (además de muchas otras cosas) el resultado del domingo y qué diferencia hubo con 2015? Hoy, en #LaGenteVota, antepenúltima edición del año.

La meca del voto estratégico

El ballotage es puro comportamiento estratégico. ¿Por qué? Porque es un tipo de voto distinto al de una primera vuelta. Entre politólogos y politólogas hablamos de voto sincero y voto estratégico. El primero es el que se destina a una fuerza política, espacio o candidato determinado por convencimiento propio. Me gusta tal característica, tal propuesta, tal persona o tal idea. Soy sincero con lo que voto porque elijo la opción que está primera entre mis preferencias. Los banco y pongo la boleta que me ofrecen.

El segundo, en cambio, es el que lleva a modificar ese orden de prioridades que nos fijamos internamente nosotros mismos. Podemos tener el deseo de optar por una de las posibilidades disponibles, pero también tenemos otras que son alternativas y que vienen después. Cuando dejamos de lado la primera para ir por la segunda o por la tercera, entonces estamos siendo más estratégicos que sinceros. Hay una lógica. Alterar nuestras propias preferencias puede deberse a que no me gusta otro candidato o espacio que puede ganar, entonces elijo una alternativa que sí puede vencerlo en una elección para evitar que el denostado acceda al cargo en juego. En una elección presidencial, esto pasa un montón: en el sillón entra uno solo.

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El ballotage, siguiendo esta línea, es el tipo de elección para cargos ejecutivos (usada también para legislativos en Francia) que más comportamiento estratégico tiene de todas las elecciones posibles habidas y por haber. Por la sencilla razón de que, si ninguno de los dos primeros candidatos o fuerzas políticas puede ganar en una primera vuelta, eso quiere decir que hay un tercero, cuarto y hasta quinto que sacaron una cantidad de votos suficientes para evitarlo. Esta cantidad de voluntades disponibles resultan vitales para que quienes pasen a la segunda instancia puedan ser electos presidentes.

Son justamente los votantes que se quedaron sin representación los que van a apelar a las segundas o terceras preferencias que tenían en la primera vuelta, y que no optaron por ellas porque fueron sinceros. Son los huérfanos. Ahora, en la última de las elecciones, pasan a ser full estratégicos. Sobre ellos siempre se pone la lupa en la campaña.

Y suelen ser los responsables del resultado final. Es en este punto donde se abren tres líneas de análisis que sirven para comparar este 2023 con aquel 2015.

La diferencia entre los sobrevivientes

Quiero continuar el análisis que abrió Matías Tarillo en este lindo hilo de tuits y gráficos. La ventaja que tenemos para comparar ambas segundas vueltas presidenciales en Argentina es que hay constantes y cambios. La constante fueron los espacios políticos representados: de un lado, un candidato peronista y, del otro, uno no peronista. De un lado el Frente para la Victoria con Daniel Scioli en 2015 y Unión por la Patria con Sergio Massa en 2023, en el otro Cambiemos con Mauricio Macri en 2015 y La Libertad Avanza con Javier Milei en 2023. En las dos instancias ganaron los candidatos no peronistas. Esto nos lleva a una regularidad que puede confirmarse a futuro si sigue la misma dinámica y vuelve a aplicarse la regla constitucional: en un ballotage, el peronismo pierde.

Entonces, primera big question: ¿cuánta diferencia le sacó el candidato no peronista al peronista en ambas elecciones? Voilá.

Fuente: Centro de Investigación para la Calidad Democrática (CICaD).

La tabla ya empieza a darte una idea de por qué el domingo pasado fue menos peleado que hace unos 8 años. La distancia se mide como el margen de victoria que le saca el candidato ganador en la segunda vuelta (Milei-Macri) al perdedor (Massa-Scioli). Por eso da negativo en aquellos distritos donde ganó el peronismo. Está ordenando de mayor distancia a la menor por la elección de este año y toma en cuenta la diferencia porcentual entre ambos. Como podés ver, en la mayoría de los distritos tiene una ventaja Milei por quedarse con 21 de los 24 donde se vota.

Distinto a lo que sucedió en el primer ballotage. Mirá los cambios en la orientación de las barras entre la tercera y la cuarta columna. En 2015 hubo provincias donde la ventaja fue de Scioli y el FPV, y en 2023 lo fue para Milei y LLA. Son San Juan, Salta, Catamarca, Tucumán y Chaco (en el norte), Misiones (en la Mesopotamia), Neuquén, Chubut, Santa Cruz, Río Negro y Tierra del Fuego (toda la Patagonia).

Otro dato interesante es que en las provincias donde el candidato liberal-libertario sacó más de 15 puntos de ventaja votó casi el 35% del padrón electoral nacional (desde Córdoba hasta Salta inclusive en la tabla). En 2015 los 4 distritos que le dieron esa distancia o una mayor a Cambiemos representaron solo el 22% de los electores nacionales. A eso se suma que, mientras que en este 2023 el peronismo solo logró esa ventaja en Santiago del Estero (2,29% del padrón), en 2015 lo hizo en 9 provincias que representaron casi el 19% de los electores nacionales.

No hubo camiseta de fútbol. Fue una marea violeta.

¿La participación fue determinante?

Vos dirás que tal vez el cambio en la participación electoral entre elecciones fue clave para que esto ocurriera. Pero no es por ahí. Es cierto que en 2015 votó más gente que en las dos rondas de 2023, tanto en la primera (81,07%) como en la segunda vuelta (80,77%). Pero la variación provincial de la participación electoral no fue muy distinta si comparamos los dos pares de elecciones. Mirá.

Fuente: Centro de Investigación para la Calidad Democrática (CICaD).

El gráfico de barras muestra cuánto varió porcentualmente la participación electoral por provincia. Está ordenado de las de mayor peso electoral a las de menor. Si la barra va para la izquierda, entonces la concurrencia a los establecimientos de votación cayó. Si va para la derecha, subió. En términos generales, el promedio de variación de la participación electoral en 2023 fue de -1,13% y en 2015 fue de 0,88%. Muy marginal, imperceptible prácticamente. A eso se suma que la escala del gráfico va de -5% a 5%, lo que indica que, aunque veas barras muy largas y otras muy cortas, las diferencias son mínimas entre pares de elecciones.

Ahora prestá atención un rato a las dos escala de grises. La más oscura es la variación de este año y la más clara la de los anteriores comicios. 10 distritos sobre 24 tuvieron el mismo comportamiento electoral: o bien subió la participación entre las dos elecciones, o bien bajó. Son pocos los casos que indican un comportamiento opuesto destacado al comparar el ciclo 2023 con el ciclo 2015. Es decir, que la barra oscura que va para un lado y la barra clara para el otro en proporciones similares. Resaltan solamente Entre Ríos, Misiones, Jujuy, San Luis, Chubut y Catamarca. En todas ellas, cayó en 2023 y subió en 2015.

Tal vez el único hito destacado de este cambio de comportamiento del electorado es la provincia de Buenos Aires. Mientras que en aquel primer ballotage subió un 0,55%, en este segundo bajó un 2,4%. Siendo que el distrito dio la nota en la primera vuelta de octubre, ahora puede ser una de las causas de una distancia tan pareja en terreno peronista.

Pero la historia no se cuenta por ahí.

Los votantes disponibles

La historia de la victoria de LLA se cuenta por la capacidad de pescar entre los votantes disponibles. Antes te hablé de los huérfanos, los que no tienen representación política en una segunda vuelta porque sus candidatos y candidatas se quedaron afuera. A este paquete voy a sumarle también los indecisos: aquellos que votaron en blanco o nulo en la elección. Estos son importantes porque, aunque no se expresaron por ninguna de las opciones posibles, pueden querer hacerlo ahora dada la lógica puramente dicotómica que tiene un ballotage. Estos también son tentadores para las campañas porque salieron de sus casas el domingo y algo hicieron con el sobre que les dio el presidente de mesa. Todos, huérfanos e indecisos, votan de manera casi puramente estratégica. Están disponibles y valen oro.

Fuente: Centro de Investigación para la Calidad Democrática (CICaD). El ballotage 2023 toma en cuenta el escrutinio provisorio, mientras que el de 2015 lo hace sobre el definitivo.

La tabla anterior tiene dos cálculos. Primero, saqué la diferencia de votos positivos entre la segunda y la primera vuelta para cada candidato presidencial. En una segunda instancia, dividí ese valor por la sumatoria de todos los que no pasaron al ballotage (huérfanos), junto a los blancos y los nulos (indecisos). El valor de cada celda muestra, entonces, qué porcentaje de los votantes disponibles conquistó cada candidato presidencial de cada fuerza política. Está ordenada de mayor a menor siguiendo la columna de Milei.

Como podés apreciar, el líder supremo de LLA obtuvo entre la mitad y tres cuartas partes de todo lo que había quedado dando vueltas en la primera vuelta presidencial de octubre. Esto es algo que ya te contamos con el “politólogo” Blas Lantos el lunes pasado, solo que aquella vez hicimos foco en el apoyo de la base electoral cambiemita nomás. Ahora podés ver que también se fueron varios indecisos atrás de las mechas del león. Massa, en cambio, apenas rondó el tercio de los disponibles, con variaciones más bien menores entre distritos. De hecho, el promedio de pesca de Milei fue de 68% mientras que el del candidato peronista se ubicó en el 19%. Una distancia abismal.

Justo en esa diferencia es donde se explica que el ballotage 2015 haya sido mucho más peleado que el de 2023. En las últimas dos columnas podes ver el mismo cálculo para Macri y Scioli. El candidato de Cambiemos tuvo mayor variación provincial en el éxito para capturar a los disponibles, con provincias donde logró el 93% (Formosa, un distrito chico) y otras donde solo llegó al 35% (Catamarca, otro pequeño). El referente del Frente para la Victoria llegó al 49% como su máximo (Río Negro, uno mediano) y tuvo dos negativos por pérdida de votos (Formosa y Misiones). En términos generales, el primero logró un promedio de 57%, mientras que el segundo llegó al 30% (34% si saco los negativos). La distancia en el éxito de convencer a huérfanos e indecisos fue mucho menor entre los dos. Precisamente es este punto el que explica la diferencia en la distancia entre los competidores a las que remití en el primer punto de esta entrega. Por este lado va que en este 2023 la derrota fue casi 12 puntos y en 2015 de solo 2,68%.

¿Las causas? Hay un montón. Yo me quedo con tres puntos que mencionó el propio Matías Tarillo en ese hilo, los cuales me ayudaron a encontrar algunas. Con una participación electoral que se mantuvo en niveles similares entre octubre y noviembre, el voto del domingo pasado fue estratégico y económico en la misma línea. Los índices hablan por sí solos: es difícil ganar en un contexto de crisis como el actual. A eso se suma que Milei cambió su retórica de anticasta por antiperonismo. Si consideramos también que la mayoría de indecisos se fue con él, entonces un escenario de tres tercios juntó a dos contra uno. El cambio en el orden de preferencias le jugó a su favor entre los votantes disponibles. Su retórica, sus características y sus promesas calaron mejor en esta base. Eso inclinó la balanza, de una manera mucho más marcada que hace 8 años. Los dos drivers, crisis económica y antiperonismo, movilizaron mucho más hacia el león que en el anterior ballotage hacia el calabrés.

Es matemática. No hay otra vuelta.

Te mando un abrazo electoral libre, transparente y justo,

Facu

Politólogo, consultor e investigador independiente. Hoy lo encuentran dando clases en UBA y UTDT. Le encantan las elecciones y le sacan menos canas verdes que Racing. Un hobby que tiene es aprender la historia de los partidos políticos. Cree que la política marida muy bien con un tinto.