El misterio de Nord Stream

Detrás de las explosiones que terminaron con el gasoducto hay una trama importante. Las miradas están cada vez más cerca de Ucrania y Estados Unidos, pero hay tan poca información como voluntad para resolver el enigma.

¡Buen día!

Espero que te encuentres bien. Hace un ratito me puse a pensar en cómo sería este arranque en la modalidad anterior, cuando le dedicaba unos buenos párrafos a la coyuntura boba o al clima o a algo que estuviera flotando en la semana. Hace unos días leí en un tuit que hace dos semanas vivimos en una charla de ascensor constante: todo es el calor y sus efectos. Me reí. Qué calor de mierda.

Hoy nos vamos a meter en otro tema que quizás te puede ayudar en una charla de ascensor, quizás no, pero es bien interesante y tiene ribetes conspirativos. ¿Quién está detrás del atentado a los gasoductos Nord Stream?

¿De qué hablás?

El 26 de septiembre del año pasado, una serie de explosiones en el mar báltico arruinaron tres de los cuatro gasoductos que componen Nord Stream 1 y 2. El primero ya estaba operativo desde hace unos años, y era la principal fuente de gas barato desde Rusia a Alemania y países vecinos. El segundo iba a ampliar la cobertura, pero nunca llegó a entrar en servicio; la guerra detuvo los planes. Ambos proyectos fueron desaprobados por Estados Unidos y algunos países de Europa, entre ellos Ucrania, por considerarlo como una herramienta de influencia rusa. 

Luego del atentado aparecieron algunas especulaciones, aunque el tema no tuvo mucho lugar en la prensa. Los primeros dedos señalaron a Rusia. La teoría quedó desacreditada con el correr de los semanas, en parte por falta de evidencia, en parte por falta de un motivo coherente: ¿Por qué Moscú volaría su propio gasoducto, por el que había invertido millones y que lo colocaba en una situación de ventaja respecto de Alemania y el resto de Europa? En cualquier caso, el tema desapareció de la mayoría de la cobertura occidental de la guerra.

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

Hasta que, a principios de febrero, el periodista estadounidense Seymour Hersh, conocido y galardonado por sus reportajes sobre la CIA y operaciones norteamericanas en el exterior, publicó un texto en su newsletter donde describe, con una sola fuente, de qué manera Estados Unidos planificó y ejecutó el atentado. Ya vamos a volver a esto, acá solo quiero hacer un resumen. Unas semanas después, y casi en simultáneo, aparecieron dos investigaciones, una del New York Times y otra de medios alemanes, que apuntan a un grupo “pro-ucraniano”, aunque sin muchos detalles más. 

Hay tela para cortar.

¿Por qué es importante?

Si el gobierno de Ucrania estuvo involucrado en el atentado podría poner en peligro el apoyo europeo en la guerra, sobre todo de Alemania, que hasta ahora se ha plegado a casi todas los pedidos de armamento. Pero si, como sugiere Hersh, hubo algún tipo de participación de Estados Unidos, estaríamos hablando ya de un escándalo geopolítico que debería tener resonancia global y más que nada europea. También podría ser un escándalo doméstico para Biden. 

Por otro lado, la trama que envuelve al atentado refleja bien algunas dinámicas de la guerra, tanto en la relación entre estados como en el rol de los medios, un tema al que le dedicamos un correo el año pasado. 

Las teorías

  1. Rusia

Primero los medios occidentales y funcionarios ucranianos apuntaron a Rusia. CNN publicó una nota, con fuentes europeas, destacando la presencia de buques rusos cerca de las explosiones. Esta teoría ha perdido peso, pero todavía es defendida por algunos actores. Hace unas semanas, cuando ya se habían publicado las últimas investigaciones, el ministro de Defensa alemán dijo que no podía descartarse una operación de “falsa bandera”.

“Esto podría ser parte de una campaña de desinformación”, me dijo hace unos días Olexiy Harán, profesor de política comparada en la Universidad de Kiev, que estuvo en Buenos Aires como parte de una delegación de su país. “No creo que los ucranianos estén detrás, básicamente porque no es de nuestro interés. Si hiciéramos algo así y se revelara sería un golpe para nuestro vínculo con los europeos. Por eso no lo creo”. Unos minutos antes, a propósito de Nord Stream, había descrito el proyecto como un “error”. “Nosotros le dijimos a Occidente que Rusia usaría la energía como un arma. La lección debería ser esa: no confíen en Rusia”.

Más allá de que resulta evidente el interés de Ucrania en destruir un gasoducto que rechazó desde un inicio, y de que para Rusia hacerlo sería a priori un contrasentido, la principal falencia de esta teoría es que no hay evidencia alguna que la respalde. Así lo afirmaron las propias fuentes de inteligencia norteamericana al Washington Post. 

  1. Estados Unidos

Los meses pasaron y el tema quedó relegado de la agenda. Revivió en febrero, cuando Seymour Hearsh publicó una investigación –en su newsletter– en la que acusa directamente a Estados Unidos de estar detrás del atentado. Hersh es un periodista premiado con un Pulitzer por un reportaje sobre la matanza de civiles en manos del ejército norteamericano en Vietnam, y autor de otros célebres trabajos. Escribió en New York Times y The New Yorker, aunque en los últimos años había experimentado algo parecido a una cancelación. Hubo dos reportajes, uno que cuestionaba la responsabilidad del gobierno sirio en el uso de armas químicas en 2013 y otro que atacaba la versión estadounidense del operativo donde mataron a Bin Laden, que causaron controversia por fuentes de origen dudoso e información imprecisa.

Ese fue el filtro que se le puso a la recepción de su último reportaje, que es realmente una bomba. Hersh describe un atentado planificado desde 2021 por la administración Biden, en el que se utilizó un ejercicio de la OTAN como señuelo para que un grupo de buzos profesionales entrenados por la Armada descendiera a las profundidades del mar báltico y colocara explosivos en el gasoducto, que luego serían detonados con ayuda de Noruega. Así, nos cuenta, fue cómo Estados Unidos voló Nord Stream.

El reportaje, muy bien escrito y con un alto nivel de detalle, fue construido en base a una fuente “con conocimiento directo de la operación”. No dice mucho más sobre el origen de esa fuente y tampoco da precisión sobre el tipo de tareas que realizó. Por lo demás, Hersh hace hincapié en el interés manifiesto de Estados Unidos en terminar con el gasoducto pero también la advertencia pública que había lanzado el propio Biden. Se refiere a una conferencia de prensa que Biden dio junto al canciller alemán Olaf Scholz, unos días antes de la invasión. Allí, Biden prometió que le pondría un “fin” a Nord Stream 2 si Rusia procediera a invadir. Consultado sobre cómo lo haría, el presidente se limitó a decir: “Les prometo que seremos capaces de hacerlo”. 

Las principales críticas al reportaje de Hersh pusieron foco en su respaldo en una sola fuente de carácter anónimo. Hubo otras. El investigador Oliver Alexander publicó una respuesta donde desmiente varios puntos. Cita imprecisiones sobre los ejercicios de la OTAN que presuntamente sirvieron como señuelo, primero porque las fechas no coinciden y segundo porque ninguno de los buques noruegos a los que Hersh refiere fueron utilizados en dicho ejercicio. El veterano periodista también cometió otras torpezas, como acusar al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, de colaborar con la inteligencia norteamericana desde la guerra de Vietnam. Esto es improbable, porque Stoltenberg tenía 16 años en ese entonces. Hersh también habría cometido errores en su descripción sobre las ilegalidades domésticas en las que presuntamente había incurrido Biden, pasando por encima del Congreso.

Pero al margen de estas respuestas puntuales y cierto ruido en el nicho tuitero de periodismo de investigación, el reportaje de Hersh no acaparó mucho lugar en la prensa occidental. Y era por lo menos llamativo que la prensa europea, sobre todo la alemana, no se hiciera eco de la investigación al menos para desmentirla, dado el fuerte mensaje geopolítico que sugería, básicamente que Estados Unidos estaba atentando contra los intereses e infraestructura de la principal potencia europea. El silencio era elocuente. ¿Por qué razón estos medios de comunicación, con recursos y capacidad para investigar, tal como fue demostrado en varios reportajes en el marco de esta guerra, no hacían nada para desenmascarar qué había pasado con el atentado a Nord Stream?

  1. Grupos “pro-ucranianos

El silencio se rompió un mes después, con las revelaciones del New York Times y de la prensa alemana. Ambas acusan a un grupo “pro-ucraniano” de estar detrás del atentado. Un verdadero plot twist.

La nota del Times nos cuenta la versión de la inteligencia norteamericana, que ahora apunta a un “grupo pro-ucraniano” como responsable del atentado, aunque rápidamente se aclara que no hay evidencia de que hayan estado coordinados con el gobierno de Zelensky. No hay mucha más información, los funcionarios citados en off hablan de ciudadanos rusos y ucranianos “opositores a Vladimir Putin” y luego se repite que no hay rastros del gobierno o el ejército. Pero, en uno de los pocos fragmentos jugosos, las fuentes norteamericanas deslizan que no siempre están al tanto de las acciones del gobierno de Ucrania.

A pesar de la profunda dependencia de Ucrania de Estados Unidos en cuanto a apoyo militar, diplomático y de inteligencia, los funcionarios ucranianos no siempre son transparentes con sus homólogos estadounidenses sobre sus operaciones militares, especialmente aquellas contra objetivos rusos detrás de las líneas enemigas. Esas operaciones han frustrado a los funcionarios estadounidenses, que creen que no han mejorado considerablemente la posición de Ucrania en el campo de batalla, pero se han arriesgado a alienar a los aliados europeos y ampliar la guerra.

Este pasaje cobraría mucho mayor sentido si se comprobara que hay algún tipo de conexión con el gobierno ucraniano. Y de haber algún tipo de involucramiento estadounidense, sería, cuanto menos, un descarnado ejercicio de cinismo.

La publicación alemana, compuesta por las cadenas televisivas ARD y SWR y por el diario Die Zeit, nos cuenta un poco más de detalles. Con fuentes de la investigación que está llevando adelante Alemania (hay en curso otras dos, de Dinamarca y Suecia), los medios detallan una operación llevada a cabo por seis personas que utilizaron pasaportes falsos y alquilaron un barco a una empresa de dos ucranianos con sede en Polonia. Ese pequeño equipo, compuesto por un capitán, dos buzos, dos ayudantes y una médica, habría alcanzado para llevar adelante el atentado, realizado en las profundidades del mar báltico. 

Esta versión también tiene algunas inconsistencias. Por ejemplo, sitúa al barco en un puerto donde hubiese sido imposible que esté porque la profundidad era menor a su calado. Hay otras cosas extrañas: los investigadores, según la nota, descubrieron material explosivo en el barco que fue devuelto a sus dueños, lo que sugiere que los perpetradores del atentado no se molestaron en limpiar las huellas. Demasiado amateurismo para el pequeño task force que voló el gasoducto más controversial de los últimos años, con solo seis personas.

Lo que nos lleva a la principal inconsistencia: es muy difícil sostener que no hubo algún actor estatal involucrado en el atentado. Hablamos de una operación compleja, que consiste en volar tres gasoductos situados a 80 metros debajo del mar. Los dos ramales de Nord Stream 1 y Nord Stream 2, además, se encuentran a kilómetros de distancia, por lo que la operación debió haber llevado tiempo y debió de ser planificada con antelación. ¿Cómo hicieron para comprar los explosivos, montarlos en una embarcación y detonarlos sin ser detectados? ¿Es verosímil que no hayan tenido supervisión? 

Si tomamos como punto de partida las últimas investigaciones, los dardos apuntan al gobierno ucraniano, que por cierto no sería la primera vez que es acusado de operar fuera de sus fronteras. De confirmarse, podría generar una pequeña crisis en el frente europeo. Solo que al tratarse de una operación tan relevante y compleja, es plausible que haya habido asistencia externa, ya sea de un país europeo como Polonia o del propio Estados Unidos, cuya inteligencia ya opera en terreno ucraniano. Tampoco sería la primera vez que la CIA realiza operaciones de ese tipo (el medio The Intercept recordó cómo, en 2009, Obama encubrió bombardeos en Yemen atribuyendole la responsabilidad al gobierno yemení). Se trataría, en este caso, de la acción bélica más directa en lo que va del conflicto.

Sea como sea, no parece haber demasiado interés en medios estadounidenses y europeos en aclarar qué pasó realmente con los bombardeos a Nord Stream. Y esto, en una guerra en la que Estados Unidos está jugando su propio juego, en muchos casos colisionando con los intereses de algunas capitales europeas, una guerra en la que los medios de comunicación no son actores imparciales, quizás también signifique algo. 

Por lo pronto, todavía no hay pruebas concluyentes. ¿Habrá?

Eso fue todo por hoy. Gracias por leer.

Un abrazo,

Juan


PD: Cenital existe gracias al aporte de sus lectores, que son su principal fuente de financiamiento. Quienes forman parte de nuestra Comunidad ahora tienen un nuevo beneficio para estudiar posgrados en FLACSO. Acá tienen más información. También hay becas para participar del curso de mi querido Fer Bercovich, autor de #TramaUrbana.

Cree mucho en el periodismo y su belleza. Escribe sobre política internacional y otras cosas que le interesan, que suelen ser muchas. Es politólogo (UBA) y trabajó en tele y radio. Ahora cuenta América Latina desde Ciudad de México.