Después de 20 años en el poder, Erdogan perdió una elección

El resultado negativo en los comicios locales en Turquía expresa una preocupación que comenzó con el ajustado triunfo en el ballotage presidencial del año pasado. ¿Está en riesgo su dominio político?

Hola ¿cómo estás?

Recep Tayyip Erdoğan está nervioso. Su partido político perdió las elecciones municipales del pasado 31 de marzo por primera vez desde que se convirtió en el hombre fuerte de la política turca. A eso hay que sumarle el ajustado resultado en el ballotage presidencial en mayo de 2023, ese que le dio su tercer mandato consecutivo al frente del país.

En medio de una amplía cobertura internacional –por su posición de jugador regional de peso al oficiar como pulmón entre Asia y la Unión Europea–, el resultado despertó la atención de analistas y periodistas seguidores de un país que es cuna de civilizaciones.  

¿El hombre fuerte vuelve a ser un mortal más? Lo dudo.

¿De dónde salió Recep Tayyip Erdoğan?

Recep es de la generación de mi viejo. Nació un año antes, de hecho. Como tal, sus primeros pasos en política los dio a mediados de la década del ’70. Concretamente, en 1976, cuando por estos lados pasaban cosas parecidas a las que él tendría que vivir 4 años después. En ese entonces se afilió a la Unión Nacional de Estudiantes Turcos (MTTB, por su siglas en idioma nativo), un grupo abiertamente anti-comunista, que primero fue nacionalista y después islamista. Esto lo llevó a integrar el también confesional Partido de Salvación Nacional (MSP) hasta 1980, cuando un golpe militar disolvió los principales partidos políticos del país.

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Para 1983, cuando volvió la democracia con elecciones parlamentarias, Recep ya había saltado al Partido del Bienestar (RP), recientemente fundado para estos comicios y el cual bregaba por una visión nacional del islamismo turco que se opusiera a una Europa aún imperialista según sus ojos. La trayectoria lo depositó como Alcalde de Estambul en 1994, cargo que ocupó hasta 1998. No sin antes tener un momento de fama nacional. En diciembre de 1997, Recep recitó una versión modificada del poema “Asker Duasi” (“La oración del soldado”) que incluía una estrofa adicional en los dos primeros versos con referencias a la religión islámica con analogías claramente militares. Esto fue catalogado por la Justicia como incitación a la violencia y al odio religioso, algo que rememoraba a una parte oscura de dura violencia política en la historia turca reciente. Fue forzado a dejar la Alcaldía, se le prohibió hacer política y fue enviado a prisión. Pero encontró una vocación reivindicativa: lanzó su único disco, que se volvió el más vendido de 1999 con 1 millón de copias. Un dato que seguro no tenías. Otro: en su juventud intentó ser jugador de fútbol profesional, pero un férreo padre capitán de navío le dijo que “estudiara y no fuera haragán como son los futbolistas”, como bien relata este bello perfil escrito por Andrés Mourenza.

Erdoğan se dio cuenta que lo suyo era la rosca en lugar de los pentagramas. Al salir de la prisión de Pinarshir, la que en sus palabras le dio la fuerza para renacer políticamente, empezó a pensar en un partido político islamista, confesional (claramente), conservador y que operara dentro del sistema, no contra o fuera de él. Algo que evitaría, sin dudas, que jueces y militares dejaran de prohibirlos. Una copia de los demócrata-cristianos europeos, con otro nombre para Dios. Así fue como le llegó la última prohibición que tuvo en su vida, la de 2001 con el Partido de la Virtud (FP), y el incentivo necesario para formar el aún actual y poderoso Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP). Lo hizo junto al ala reformista del FP que lo siguió cansados de andar en los márgenes. Sus primeros líderes fueron el mismo Erdoğan y Abdullah Gül, otro peso pesado que llegó a ser primer ministro (PM) y presidente del país.

El debut fue sensacional. Nivel Catar. Por ese entonces Turquía aún tenía un sistema parlamentario, donde el presidente, según la Constitución de 1982, contaba con un mandato de 7 años y resultaba electo de manera indirecta por la Gran Asamblea Nacional de Turquía luego de varias rondas de votación con mayorías variables. En paralelo, el primer ministro surgía de una mayoría de bancas de la misma asamblea. Que fue, justamente, lo que logró Erdoğan en su debut en 2002. AKP alcanzó las 363 cuando solo precisaba 276 de las 550 bancas, además de pintar al país de naranja y de reunir el 34% de los apoyos. Segundo quedó, lejos, el histórico kemalista, laico, republicano y socialdemócrata Partido Republicano del Pueblo (CHP) con 178 bancas y 19% de los votos. Erdoğan no pudo asumir como PM por su proceso judicial aún activo, así que agarró las riendas el amigo Gül. Ya todo estaba servido.

Y AKP aprovechó para morfar. Las elecciones de 2007 confirmaron el poderío de la maquinaria, en términos colectivos, y de Erdoğan en términos personales. Si bien el oficialismo perdió 22 bancas para quedar en 341, aumentó sustancialmente sus votos para llegar al 46% a nivel nacional. Aún con apetito, el hombre fuerte de la política turca convocó a un plebiscito constitucional en ese mismo octubre para cambiar las reglas de la elección presidencial. ¿Objetivo a largo plazo? Mutar de un parlamentarismo a un presidencialismo. En 2007 le preguntaron a la ciudadanía si querían que el presidente fuera electo de manera directa (además de acortar el mandato de 7 a 5 años), pero manteniendo la estructura bimodal de poder con un primer ministro. La respuesta fue “sí” para un 69% de los votantes con un 67% de participación. El cambio sistémico se consumó 10 años después, cuando fueron más directos y preguntaron si querían abolir la figura del PM para que pase a ser un mero speaker de la Gran Asamblea. El 51% coincidió y asistieron 85% de los electores. El centro pasó a ser la Presidencia.

Y, con ella, Erdoğan.

¿Qué política discute Turquía?

“Es probablemente el gobernante que más poder ha acumulado desde los tiempos de Atatürk”, dice Mourenza en el mismo perfil que te compartí más arriba. Se refiere a Erdoğan. La frase dice un montón. Y sirve para explicar las diferencias políticas de uno de los gigantes de Oriente Medio.

Atatürk fue Mustafa Kemal Atatürk, el padre de la República de Turquía, la forma institucional que adoptó el país con la caída del Imperio Otomano. De profesión militar, fue el primer primer ministro y el primer presidente turco luego de encabezar el Movimiento Nacional Turco que revolucionó el país. En su mente se imaginaba un Estado moderno, democrático y, sobre todo, laico. Este conjunto de ideas dio forma al kemalismo, la ideología oficial que daría un giro de 180° a las costumbres propias del islamismo otomano de antaño. Se presentó como una fuerza modernizadora y desarrollista, en clara oposición a un atraso que, en su visión, simbolizaba la tradición religiosa en conjunto con una forma de Estado monárquica.

Para todo eso, necesitaba un partido. Así fue como Atatürk fundó el Partido Republicano del Pueblo (CHP), el mismo que te mencioné anteriormente. Al comienzo su orga funcionó como una especie de régimen de partido único a través del cual convirtió en acciones todas sus ideas modernizadoras. Haciendo caso, tal vez, a lo que le dijo el general otomano Enver Paşa: “Esté seguro de que cuando sea nombrado general, querrá ser sultán. Y cuando se convierta en sultán, querrá ser Dios”. Para qué le dicen si saben cómo se pone.

La vida política del país entró en un terreno de inestabilidades y normalizaciones, pero mayormente con una disputa entre partidos confesionales y partidos laicos. También entre partidos de izquierda y partidos de derecha. Y entre partidos de mayorías y partidos de minorías kurdas. En 100 años de república, parece que en Turquía todo cambió pero nada al mismo tiempo. Ocurre, incluso, con el propio legado de Atatürk. Esto me lo cuenta María Constanza Costa, politóloga y periodista de internacionales especializada en el país. “Hay tantos Atatürk como hay turcos. Es una persona querida y venerada por gran parte de la población, es omnipresente en la sociedad. Entrás a los locales de distintas ciudades y hay fotos por todos lados”, comienza. Este punto es central para las discusiones actuales porque el legado del kemalismo agarró fuerte en lo profundo de las mentes y los corazones. 

Algo en lo que coincide a la distancia, Seckin Baris Gulmez, doctor en Ciencia Política por la Universidad de Londres y profesor asociado de Relaciones Internacionales en la Universidad de Izmir. Con Baris nos hicimos amigos el año pasado en un intercambio y no dudó en responder algunas de mis interrogantes. “Creo que el kemalismo se fortalece cada día. Solía estar asociado sólo con los partidos de oposición, pero ahora el electorado pro-gubernamental también lo abraza. El kemalismo es mucho más fuerte en la sociedad turca que hace 20 años. El pueblo turco finalmente se dio cuenta de su importancia como postura nacional por encima de toda política partidista”, agrega. Es, desde esta perspectiva, una identidad nacional.

Pero, al mismo tiempo, un agua que divide orillas. Que genera grietas. El padre de la república, según ahonda Constanza, “tiene diferentes significados para la sociedad turca dependiendo de la ideología”. O bien, de los lentes con los que se lo mire. Erdoğan, por ejemplo, tiene la suya. “Una de las aristas es la del líder militar, que luchó contra Gran Bretaña y Francia en la independencia, y venció a las potencias. En ese Atatürk es en el que se mira Erdoğan, al que se intenta parecer. Uno antiimperialista, de las victorias militares”, detalla Constanza. Pero, “también está el Atatürk de las reformas modernizadoras y laicas, con el que se identifica la oposición y no Erdoğan. Ese legado de un país más cerca de Europa, que abandona el pasado otomano y de atraso, relacionado con lo islámico. Ese legado es el que varios sectores miran a Erdoğan como aquel que lo viene a destruir”.

El presidente turco, Tayyip Erdogan, el años pasado, antes de las elecciones. Foto NA-REUTERS/Hannah McKay.

La tensión laica-confesional sigue latente. “Las formas republicanas en Turquía siguen vigentes. La discusión acerca del funcionamiento de las instituciones. Erdoğan lleva años tratando de imponer una mayor presencia de la religión en, por ejemplo, la educación. Algo que ataca el corazón del laicismo turco”, amplía Constanza. 

Estas diferencias no son sólo de política interna. “También ocurre en relación a la política exterior. Atatürk tenía un lema que era ‘paz en casa, paz en el mundo’. Es lo que lo llevó a romper los lazos turcos con distintos países de Oriente Medio que habían estado bajo el dominio del Imperio Otomano”, cuenta Constanza. “A medida que el país se hizo más próspero económica y políticamente, se recuperó esa influencia sobre esas regiones. Erdoğan ha estado enfocado en ello en estos años, por ejemplo en Siria, Libia, Egipto. Si pensas la influencia de él con su idea de ‘neo-otomanismo’, aparece de vuelta como una figura protectora. Una especie de expansionismo turco en términos económicos, políticos, militares y culturales. Esto choca con esa idea original de Atatürk”, agrega. El punto no es menor porque, a diferencia de lo que estamos acostumbrados en la Argentina y en la mayoría de los países latinoamericanos, la política exterior no es tema de campaña ni de disputa política cotidiana. Para los gigantes regionales, sí lo es.

En esencia, la política turca hoy es un mix entre el pasado y el presente. El pasado por lo que representa, simboliza y exalta el propio Erdoğan. El presente porque la realidad siempre es contextual. Esta mezcla estuvo presente en las elecciones locales de marzo pasado. “Fueron elecciones municipales, pero los temas nacionales estuvieron presentes”, apunta Constanza. “Las agenda que se discute en Turquía actualmente es económica, con una inflación muy alta y donde el Gobierno no está pudiendo frenarla. Hay más del 70% de inflación, esto genera mucho malestar y paranoia en la población”, ahonda. Y destaca que “la oposición trató, además, de poner en agenda la corrupción de AKP y la mala gestión del Gobierno, sobre todo en aquellos lugares donde pegó fuerte el terremoto de principios de 2023”.

Qué pasó ahora

“Obviamente, las elecciones locales no son tan importantes como las elecciones generales porque ocurren a nivel local, pero tienen su impacto”, dice mi amigo profesor, Baris. 

Las de este año actuaron como un voto de confianza para que el Gobierno en ejercicio ponga a prueba su desempeño antes de las próximas elecciones generales. Sigue Baris: “El resultado mostró el fracaso del Gobierno a la hora de mejorar la economía y los niveles de vida en el país tras las elecciones generales de 2023”. 

En resumen, AKP, en general, y Erdoğan, en particular, perdieron votos propios.  

“Lanzaron una seria advertencia al Gobierno, enfatizando que pueden votar por la oposición si el Gobierno ya no puede cumplir lo que promete. Los resultados de los locales fueron, por eso, increíblemente sorprendentes”, amplía. “Ciudades abiertamente conservadoras y progubernamentales como Kutahya, Afyon y Kilis, junto con distritos progubernamentales en Estambul, incluido Uskudar, votaron por el principal partido, el CHP. Esto era impensable hace un par de años”, cierra el análisis Baris. Parece ser la advertencia más seria en décadas para los votantes del oficialismo turco.

Algo que también vino por el lado de la rosca. Antes del cierre de listas algunos acuerdos empezaron a resquebrajarse, como si animales de caza olieran sangre de presa. Ocurrió con el Nuevo Partido del Bienestar (YRP), una reversión del que había participado Erdoğan allá por 1983. Hoy son aliados del oficialismo a nivel nacional, pero decidieron correr solos para las elecciones locales de este año por diferencias en torno a la política exterior turca, sobre todo en la posición (que consideran tibia) respecto a Israel. Les rindió: le arrebataron los gobiernos de Şanlıurfa y Yozgat, bastiones tradicionales de AKP, según me cuenta Constanza. “YRP no juntaba más del 6% de los votos a nivel nacional”, me amplía. Un golpe local con lectura nacional, sin dudas.

La democracia turca y el futuro para AKP

Todo este derrotero reciente de raíces histórico-políticas abre muchas preguntas. A mi me generó dos principalmente. La primera es en torno a la democracia en Turquía. Para responderla, le repetí a Baris la misma pregunta que le hice a mi amigo ruso

– Sos un reconocido investigador en ciencias sociales y, cómo tal, ves la realidad con esos lentes. Al ver a Turquía, ¿pensás que vivís en una democracia?

En términos de democracia electoral, se puede hablar de las credenciales democráticas de Turquía. A pesar de las acusaciones de fraude por todas partes, hasta hoy se han celebrado elecciones en cierto modo justas y libres. Sin embargo, en términos de separación de poderes, el estado de la democracia es muy discutible. El sistema presidencial limitó en gran medida la independencia del poder judicial y de los medios de comunicación.

– ¿Y sentís que vivís en una democracia?

– No necesariamente hasta las últimas elecciones locales, en las que ganó el principal partido de la oposición.

Tiene un punto. Y los datos le dan la razón.

Fuente: V-Dem. En el eje vertical (y) la escala va de 1 (muy democrático) a 0 (nada democrático).

El registro muestra la evolución de cuatro dimensiones de democracia que releva V-Dem anualmente sobre el país. En términos históricos, Turquía nunca tuvo índices muy altos, salvo en la arista electoral. Respecto de la participación, la libertad y la igualdad, los valores siempre anduvieron por debajo del 0,5 (el punto medio de la escala). Esto es algo que puede estar asociado al propio Erdoğan, como se ve con el sostenido descenso a partir del año 2002 cuando llegó al poder. Pero también a algo que es propio del país y de sus gobernantes desde la fundación de la república en 1923. La fruta tampoco cae lejos del árbol.

La segunda que me surgió es sobre el futuro de AKP y de su cara diaria, Recep Tayyip Erdoğan. En las elecciones locales de este año, el líder estuvo pero no estuvo. Esto fue una estrategia ideada, pensada y ejecutada por el propio oficialismo. “Erdoğan no fue candidato, pero tuvo un rol muy activo en la campaña”, me cuenta Constanza. Como todo líder que concentra las decisiones y acomoda la maquinaria a su gusto, hizo los deberes. “Los candidatos que puso AKP en las elecciones locales fueron perfiles tecnocráticos, sin carisma y dijeron que iban a trabajar mano a mano con el presidente. Hay una dependencia total entre ellos y Erdoğan”, profundiza ella en la charla. Esta extrema dependencia del líder nacional llegó a los mensajes de campaña. “Hubo un acto en Ordu, en el norte, donde él dijo ‘si gobernamos nosotros puede llegar el gas mucho más rápido que si no gobernamos nosotros’. Entonces, si los ayuntamientos están alineados con el Gobierno nacional, los recursos van a bajar más fácilmente. Caso contrario, no. Es una denuncia que siempre hace la oposición”, detalla.

Entonces, ¿quién carga con la derrota de marzo? El gráfico a continuación es ilustrativo al respecto.

Fuente: V-Dem. La línea de tendencia es polinómica (6 grados) para capturar mejor las variaciones. Se calculó sobre el promedio de las elecciones de cada año.

Erdoğan fue el motor del crecimiento, pero también puede ser la causa de la caída. Arriba podés ver todas las elecciones que lo tuvieron como líder indiscutido de AKP. Desde la primera general de 2002 hasta la última local de 2024, pasando por todas las presidenciales desde que se elige de manera directa. La línea de tendencia muestra, primero, un crecimiento sostenido hasta llegar a un techo del 50%. Nada mal para un partido que debutó, ganó y se consolidó. Pero también muestra, en segundo lugar, que hay un leve descenso en los últimos años. Algo que ocurrió tanto en las elecciones presidenciales del año pasado (una de las más peleadas que le tocó enfrentar) como en las legislativas para la Asamblea.

Si a esto le sumamos, como me indicó Constanza, que es la primera vez que CHP gana a nivel nacional por primera vez desde 1977, entonces la estocada final parecería estar servida. “Yo no me apresuraría ni hablaría de la derrota de Erdoğan o del ocaso de Erdoğan. Es un líder que tiene mucha fortaleza y puede recuperarse. Además, él no era candidato”, me responde ante mi consulta puntual. “Más que el ocaso de Erdoğan yo creo que hay que pensar qué pasará con el futuro de AKP. Eso se abre en este momento. Tener un partido tan arraigado a su figura presenta un desafío”, agrega.

Punto sobre el cual coincide Baris desde Turquía. “Debemos considerar el hecho de que es bastante fácil y conveniente para los votantes del AKP castigar a su partido en las elecciones locales en lugar de en las elecciones generales. Es posible que aún regresen al partido en las próximas elecciones generales”, puntualiza. 

Lo cual deja un interrogante sin respuesta: ¿hay vida para AKP después de Erdoğan? “Cuando llegó al poder por primera vez en 2002, Erdoğan era el símbolo del cambio. Fue un nuevo aliento para la incipiente política turca, empañada por gobiernos de coalición incapaces. Sin embargo, después de más de 20 años, perdió esta posición simbólica. Por eso Turquía busca ahora un nuevo símbolo de cambio en la política. Sigue siendo un padre comprensivo para la mayoría del electorado propio, pero es una figura autoritaria a los ojos de los votantes de la oposición”, cierra Baris nuestro intercambio.

Y coincide con Constanza. “Como todo líder carismático tiene luces y sombras. Hoy es imprescindible en la política turca”, analiza.

– En términos de valores, ¿qué representa hoy Erdoğan para Turquía? 

– No hay persona en Turquía que no te reconozca la capacidad política que tiene, aunque esté en contra. Es un padre protector para todos. Su perfil es de ser un hombre del pueblo. Aunque su electorado esté enojado con él por la situación económica, sigue habiendo una cuestión afectiva y de reconocimiento que tuvo con los sectores populares, mayoritariamente islamistas en el país.

– ¿Y su legado futuro?

– Va a quedar como una figura histórica.

El segundo Atatürk, aún vivo.

Hasta acá por hoy. Te debo las random para la próxima. No te olvides de sumarte al círculo de Mejores amigos para que yo pueda seguir diciéndole a mis amigos del otro lado del Meridiano de Greenwich que todo esto tiene sentido y que alguien los lee. 

Te mando un abrazo electoral libre, transparente y justo,

Facu

Politólogo, consultor e investigador independiente. Hoy lo encuentran dando clases en UBA y UTDT. Le encantan las elecciones y le sacan menos canas verdes que Racing. Un hobby que tiene es aprender la historia de los partidos políticos. Cree que la política marida muy bien con un tinto.