Rusia: cómo se viven las elecciones después de 20 años de Putin

Entrevista en profundidad a un destacado analista político –que decide resguardar su nombre por seguridad–. El presidente, la votación de este fin de semana, el impacto de la guerra y la (no) democracia en la que vive.

Él es un cientista social y un analista muy agudo sobre la realidad actual de la Federación de Rusia. Un detallista conocedor de su historia, en particular del período soviético y de los vínculos con el siempre némesis Estados Unidos. Pisa los 30 años. Decide no dar su nombre para resguardar su seguridad. Con las dificultades de la diferencia horaria, logramos encontrar la manera de conversar un rato sobre las elecciones presidenciales que se están desarrollando desde las 2:00 hs (hora Argentina) de ayer viernes y hasta mañana domingo a las 14:00 hs (hora Argentina).

–Sos un reconocido investigador en ciencias sociales y, cómo tal, ves la realidad con esos lentes. Al ver a Rusia, ¿pensás que vivís en una democracia?

–Rusia hoy, por supuesto, no es una democracia, ni desde el punto de vista de la Ciencia Política ni desde el punto de vista de la percepción de la gente corriente. ¿Cómo llamar a este régimen? Gran pregunta. Existe la opinión de que se trata de una especie de totalitarismo híbrido: no existe una competencia política normal en el país y los partidos sistémicos están comprometidos con el ‘jingoismo’.

El último concepto es interesante. Se refiere, según una definición general, a un nacionalismo exaltado por los propios dirigentes políticos que buscan una expansión violenta sobre otras naciones. Como si fuera una forma de imperialismo, de patriotismo extremo, que da sustento a una política exterior agresiva. Un recurso al que suelen apelar dirigentes fuertes, potentes, que tratan de marcar el rumbo del mundo. Ejemplos, sobran. De alguna manera, todos están arriba del oso de Vladimir Putin.

–¿Sentís que vivís en una democracia?

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–Por supuesto que no me siento así.

–¿Y cómo dirías que es la vida de un ciudadano promedio en Rusia? ¿La política incide en su vida cotidiana?

–Depende de lo que entendamos por ciudadano común y corriente. Si hablamos de grandes ciudades (Moscú, San Petersburgo, Novosibirsk, Ekaterimburgo), lo que ocurre en Ucrania y las grandes decisiones políticas parecen tener poco impacto en la vida cotidiana. Parece que la vida continúa como siempre. Algunas marcas occidentales y asiáticas han abandonado oficialmente Rusia, pero de manera informal podés comprarlas sin mucha dificultad. Los ‘turbopatriotas’ están terriblemente descontentos de que la gente no quiera movilizarse y contraer el virus militar.

Acá aparece otro concepto interesante: los turbo-patriots. Son definidos como aquellos que apoyan seria y agresivamente a Putin, en sus decisiones, acciones y estrategias. Sobre todo, bélicas. Según este artículo del Huffington Post, actualmente los ciudadanos rusos no se han quebrado con las sanciones internacionales que cayeron sobre el país como consecuencia de la guerra contra Ucrania, sino que se amorladoron. Tanto aquellos que se muestran apáticos frente al conflicto, como los que, obviamente, lo defienden enérgicamente. Algo que, como te contaré más adelante, genera las condiciones necesarias y suficientes para una cómoda victoria del dueño del Kremlin.

Mi amigo me amplía la respuesta. Me comenta que en las ciudades chicas la realidad es muy distinta. La propaganda oficial es más efectiva, “la gente está más dispuesta a aceptar las decisiones gubernamentales de los últimos años”. Esto es posible por las propias condiciones de la economía rusa. “En la profundidad del país, la economía privada no estatal no está muy desarrollada, además de que la proporción de jóvenes es menor”, me cuenta. Por eso “quienes trabajan para el Estado dependen económicamente de él. Para muchos de ellos, “hoy están viviendo una época dorada”, con aumentos de salarios y una maquinaria militar que mueve a la economía. Esto abre la esperanza de un ascenso social que no ocurrió ni en los ’90 ni en los 2000. “Las personas mayores de 40 años sienten que pueden tener la oportunidad de triunfar por primera vez en sus vidas. Han sufrido el resentimiento imperial”, me cuenta. Dato con relato.

Hacer política en Rusia

Esta sensación social, claro, tiene su correlato en la forma de hacer política en el país. Tal como me viene detallando, si los partidos políticos se subieron al oso de Putin, entonces el día a día de la agenda de discusión se debe adaptar bastante a este contexto donde la homogeneidad prima enormemente por sobre una heterogeneidad, que está totalmente ausente.

–¿Cómo es un día normal en la política rusa para los políticos rusos? ¿Qué agendas y temas se discuten?

–Para ser honesto, no entiendo muy bien lo que hacen los políticos comunes y corrientes en Rusia, porque la esfera de las políticas públicas parece haberse ocultado en los últimos años. Los políticos públicos exitosos en general se ven obligados a hablar menos y a tener menos contacto con la gente, o se ven obligados a abandonar el país bajo presión (como Yevgeny Roizman o Yevgeny Stupin). Al mismo tiempo, siento que hay un pedido de que la política sea más pública. Esto lo demostró la campaña presidencial inesperadamente de alto perfil de Boris Nadezhdin, quien era un ‘liberal spoiler’, pero de repente se convirtió en una figura (casi) independiente que sintió la respuesta del pueblo.

–Entonces, ¿existe una oposición en Rusia? ¿Qué rol cumple?

–Sí, hay oposición en Rusia. Pero esta palabra en sí requiere decodificación. Existe la llamada oposición sistémica. Se trata de partidos que están representados en la Duma Estatal que, aunque se denominan oposición, en realidad actúan como ‘spoilers’ del partido en el poder: ‘Yedinaya Rusia’, Rusia Unida. También hay una oposición no sistémica, personas y grupos políticos que, por una razón u otra, fundamentalmente no trabajan con el régimen político actual. Hoy en día, casi todos ellos son expulsados de Rusia. También hay personas que, hasta hace poco, maniobraban entre estos dos bandos (por ejemplo, Alexey Venediktov). Hoy en día estas maniobras son imposibles. Es necesario hablar públicamente: ‘¿es usted partidario del régimen de Putin o no?’. Si optas por la segunda, lo más probable es que no tenga lugar en Rusia.

Los ejemplos y conceptos que me remite mi amigo ruso son muy claros. Los cuatro personajes mencionados son símbolos políticos de los tiempos que corren. Roizman y Stupin son ejemplos de dirigentes políticos locales que se posicionaron en contra de la guerra contra Ucrania. Al primero le iniciaron procesos judiciales, mientras que al segundo lo expulsaron del Partido Comunista. Sí, leíste bien. El caso de Nadezhdin tuvo mucho más alcance nacional e internacional: al ser el único candidato presidencial liberal y competitivo para estas elecciones con una plataforma política anti-guerra, la Comisión Electoral Central le prohibió jugar en este proceso, a pesar de haber recolectado las firmas necesarias para presentarse como independiente. Putin también se lanzó como tal y le dijeron que sí (risas). Venediktov, por su parte, mantuvo a lo largo de su carrera un buen vínculo con el hombre fuerte de Rusia, pero cuando empezó a ser crítico de la guerra se encontró con mensajes poco amables hacia su persona. También se quedó sin su radio.

Hay un elemento que me despertó particular interés: la idea de “spoiler”. Mi amigo la utilizó constantemente en varios pasajes de nuestra charla. Al indagar un poco en el tema, me encontré con una forma de hacer política oficialista sin ser tan directos ni claros al respecto. Nosotros solemos hablar de partidos opositores de fachada, aquellos que avalan las decisiones gubernamentales de un régimen político con débiles credenciales democráticas. Pero éstos, los “spoilers”, no solo van en la misma línea, sino que, además, tienen efectos electorales directos. Son construcciones políticas de los oficialismos para, al hacerlos competir en elecciones, les hacen perder votos a potenciales candidatos opositores competitivos. Esto contaban en elDiarioAr al respecto en las elecciones legislativas de hace tres años. Y si querés ahondar un poco más, te comparto un paper muy piola sobre el tema. El ingenio maquiavélico no tiene techo.

–¿Sentiste que hubo campaña electoral en estos meses/semanas? ¿Cómo la definirías?
–Realmente no veo que haya habido una campaña electoral en estas elecciones, probablemente porque en Rusia no hay electorado, en el sentido común de la palabra. Casi todos los partidos tienen más o menos la misma agenda: reaccionan a las acciones y palabras de Putin. Pueden ser proactivos o reactivos, pero tienen la misma agenda. Intentan trabajar con la misma cantidad de personas. Todos los candidatos son bastante pasivos y no entienden realmente cómo ser políticos públicos. El propio Putin no es un político público. Nunca ha estado ni participado en los debates. Hace lo que suele hacer: dice algunas palabras, anuncia algunos programas, hace algunas promesas de dinero. Da entrevistas con declaraciones históricas.

Ahora, si venís leyendo con atención, habrás visto que en Rusia aún existe el Partido Comunista. Fue una pregunta clara y directa que me moría de ganas de hacerle a mi colega, luego de recordar nuestras inexplicables largas charlas sobre el tema.

–Me sorprende seguir viendo al Partido Comunista como un competidor de cada proceso electoral que arranca. ¿Qué significa ser comunista en la Rusia de hoy?
–No tengo idea de lo que significa ser comunista ahora en Rusia. El Partido Comunista sistémico profesa formalmente algo así como el estalinismo-nacional-cristiano. Es muy importante señalar que sus líderes son las mismas personas que dirigieron el partido hace 30 años: son extremadamente viejos. Hace varios años hubo un intento de reformarlo desde adentro por parte de la generación más joven de sus miembros, que querían deshacerse del legado estalinista y convertir el partido en uno socialdemócrata. Pocas personas en Rusia hoy quieren un comunismo real. Pero mucha gente quiere justicia social, redistribución de la riqueza y lucha contra la corrupción. La gente también quiere vivir en un país fuerte. En resumen, mucha gente extraña algo como ‘la Unión Soviética como proyecto estatal y social sin la ideología del comunismo’.

Nikolay Kharitonov es el candidato presidencial comunista. Es la segunda vez que se enfrenta a Putin (la primera fue en 2004).

–Tiene más de 70 años, trabaja en la Duma y es lo que en la época soviética la gente describía como un ‘apparátchik’. Sus apariciones públicas son extremadamente incómodas. Intenta ser una alternativa izquierdista a Putin, probablemente porque apoya todas las promesas y actividades internas y externas de Putin. A los comunistas les gusta oír hablar de justicia social y dinero en Rusia, y el presidente es bastante bueno prometiendo eso.

–¿Y los demás candidatos, cómo los clasificarías?

–El tercero es Leonid Slutsky, es un tipo raro. Dirige el Partido Liberal Demócrata, pero lo divertido es que este partido no es liberal ni democrático. Son extremadamente nacionalistas. Slutsky se convirtió en líder porque el anterior murió el año pasado y lo pusieron allí porque solo necesitaban uno. No le gusta aparecer en público, es egoísta y es malo hablando con la gente. Parece un pequeño dictador, carece de habilidades comunicativas. El único candidato que intenta liderar la campaña electoral es Vladislav Davankoc del Partido Gente Nueva. Es bastante activo, tanto públicamente como en las redes sociales. Sus apariciones son bastante buenas, viaja por todo el país. Está haciendo un buen trabajo porque no es muy conocido en las regiones fuera de Moscú. Son nuevos en un momento de desconfianza social. Parece por momentos que este nuevo partido es un proyecto del oficialismo, pero aún así…

El futuro en Rusia

Ya para ir cerrando, le hice algunas preguntas sobre algunos hechos recientes de impacto internacional. También, me interesó puntualmente conocer sus sensaciones sobre el futuro: ¿qué le espera a Rusia y a quienes viven allí?

–¿Impactó lo sucedido con Alexei Navalny en la campaña electoral?

–No, no creo que la muerte de Navalny tenga ningún impacto en la campaña. En prisión, él mismo tuvo pocas oportunidades de influir de alguna manera en las elecciones. Mientras estuvo libre, Navalny gozó de apoyo en las grandes ciudades donde era conocido. Era muy popular en Moscú. No estoy seguro de que esto sea cierto para toda Rusia.

–Su movimiento de protesta, ¿tiene impacto real en la sociedad y una magnitud destacada?

–El círculo de asociados de Navalny tiene una reputación controvertida entre quienes están insatisfechos con el régimen. Durante la vida de Navalny, influyeron indirectamente en Alexey para que apareciera como el único opositor real. Quizás el propio Navalny, que siempre tuvo tendencias personalistas, quería esto. Esto dificultó la creación de una amplia oposición al régimen.

–¿Tiene sentido para vos pensar por cuánto va a ganar Putin las elecciones? ¿O da igual?

–Sinceramente, no tengo ninguna duda de que ganará por amplio margen. Putin tiene objetivamente una base de apoyo. La gente votará por él porque apoya sinceramente su figura como político, porque está acostumbrada, porque le preguntan en los lugares de trabajo, porque le gusta lo que está pasando en el país, o porque si no… Hay muchas razones objetivas y subjetivas por las que Putin no tiene hoy alternativas. Al mismo tiempo, entiendo que se trata de un conjunto de circunstancias muy específicas. La gente en su conjunto no está muy contenta con la calidad de vida, los ingresos y la situación emocional del país. Tienen una serie de solicitudes específicas de poder. Putin y su administración pueden manipular esto jugando con los miedos.

–Como ruso, ¿hacia dónde sentís que está yendo el país?

–Para ser honesto, no lo sé. Se está construyendo una especie de monstruo de Frankenstein: un estado imperial corporativo que utiliza tecnologías digitales, aprendido de China y adaptado a las realidades rusas, que utiliza retórica antiimperialista, que simpatiza con la URSS de Brezhnev, el estalinismo tardío, que experimenta resentimiento y una evidente envidia de Estados Unidos. Esto último es muy importante: creo que a la actual generación de líderes rusos (incluido Putin) le gustaría ser como EE.UU., pero no la Estados Unidos actual, sino la que eran bajo Reagan y Bush padre, es decir, conservadores, fuertes e imperialistas. Sin embargo, esto no funciona muy bien.

Una Rusia con elecciones que no sirven. “Sólo son necesarias para garantizar la legitimación procesal de las decisiones que ya se han tomado entre bastidores en la administración presidencial”, cierra.

Algunas random

  • Portugal: ya te había adelantado un poco el contexto en la primera entrega del año. Finalmente se votó el domingo pasado con un resultado que podía ocurrir y que no fue muy sorprendente para quienes siguen la política lusitana. Creo que el balance que deja es ambiguo. Por un lado, el Partido Socialista perdió un tercio de las bancas obtenidas en 2022, pero no tuvo su peor resultado histórico. Sacó lo que suele sacar cuando el electorado elige que sea oposición. Hasta puede terminar ganando la elección cuando termine el recuento definitivo. Por otro lado, su principal rival, el PSD, alcanzó casi la misma cantidad que las últimas dos elecciones (2019 y 2022), cuando no era gobierno. Lo cual me lleva a pensar que mucho votante socialista enojado se fue con ese humor hacia Chega!, que multiplicó por cuatro su peso parlamentario. Así las cosas, con el requisito de 116 bancas para formar gobierno y las posibilidades de coalición obturadas a primera vista, no descartaría una convocatoria a nuevas elecciones por el presidente Marcelo Rebelo de Sousa. Te comparto el análisis de Martín Shapiro que publicó Cenital esta semana.
  • Hay otra mala noticia para la derecha extrema europea: el rubio gritón de Geert Wilders no será primer ministro en Países Bajos. Lo anunció él mismo. Esto pasa en un momento donde la estabilidad política escasea en el país, con los principales partidos perdiendo votos y bancas después de varios escándalos. Y eso que las preferencias ciudadanas se orientaban a que Wilders estuviera adentro, no afuera. Otro más que por ahí vuelve a votar pronto.

Politólogo, consultor e investigador independiente. Hoy lo encuentran dando clases en UBA y UTDT. Le encantan las elecciones y le sacan menos canas verdes que Racing. Un hobby que tiene es aprender la historia de los partidos políticos. Cree que la política marida muy bien con un tinto.