Un recorrido por tres ciudades europeas

Viajemos a Madrid, Londres y Lisboa. El reto de minimizar la gentrificación, la relación con el río y los problemas de la turistificación y de la falta vivienda para alquilar. Con el color que solo da el turismo.

Hola, ¿cómo estás? Espero que muy bien. Yo la verdad es que no me puedo quejar (bah, en realidad siempre puedo, pero vale la expresión). Hace dos semanas no te escribí porque fui a visitar a amigues a tres ciudades espectaculares. Un viaje que venía planificando hace mucho y que me gustaría compartir con vos.

Madrid, el río y los barrios

Llegué a Madrid, mi primer destino y la única ciudad que conocía al menos por arriba. Había estado unos pocos días con apenas 19 años. Fue hace mucho. Tenía algunos recuerdos borrosos de la Plaza Mayor y de Las Meninas de Velázquez, por lo que me dispuse a mirar algunas cosas menos conocidas. Para eso me sirvió mucho un recorrido en bicicleta guiado por Ignacio Amigo, un periodista español que vivió muchos años en Brasil y volvió hace poco, por lo que aún estaba sorprendido por las transformaciones de la capital hispánica.

El barrio donde vive Ignacio se llama Prosperidad. Casi todos los barrios en Madrid tienen nombres así de elocuentes. Hay uno que se llama Justicia, otro un poco más alejado del centro, Bellas Vistas, y cerca de la estación de Atocha nos encontramos con Entrevías. De Lavapiés te voy a contar algo más adelante.

En Prosperidad, un barrio de sectores medios, podemos encontrarnos con calles recientemente peatonalizadas (o pacificadas, como les gusta decir a quienes pugnan por una ciudad con menos autos y más espacio público), con juegos para niñes que, al salir de la escuela, hacen tiempo hasta la hora de alguna actividad extracurricular que por lo general sucede en alguno de los 79 Centros Deportivos Municipales de Madrid. Hay casi 4 por cada distrito, el equivalente a una comuna porteña. No son gratuitos pero están fuertemente subsidiados para que, por ejemplo, la hija de Ignacio tenga sus clases de gimnasia artística tres veces por semana por apenas 20 euros al mes, un precio mucho menor al que pagaría en cualquier escuela privada.

Yo paré en otro barrio cerca de ahí pero mucho más barato por la sencilla razón de que para llegar había que cruzar la M-30, una de las autopistas que rodea a la ciudad de Madrid al estilo General Paz y que determina fuertemente los precios del metro cuadrado. El barrio se llama Ciudad Lineal y estaba cerca de la avenida Arturo Soria. Por este artículo que me pasó Ignacio me enteré de que Soria fue un urbanista español muy relevante y que fue quien pensó Ciudad Lineal hacia fines del siglo XIX.

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La idea de Soria era una ciudad que se extendiera linealmente a lo largo de un boulevard por el que pasaba un tranvía, un parque lineal y a sus costados las casas, que tendrían un jardín trasero donde podían plantar sus propios alimentos. Fue una linda utopía de la que hoy apenas quedan algunos vestigios. Es que la Gran Guerra (1914–1918) y el estallido de la Guerra Civil pusieron en jaque el sostenimiento del sueño de Soria. Primero, la falta de insumos y energía hizo cada vez más difícil el funcionamiento apropiado del tranvía y después la migración del campo a la ciudad de los años posteriores hizo que la metrópoli se expandiera y se “comiera” a Ciudad Lineal.

Volver al río

Ciudad Lineal no fue lo único que mutó en Madrid. Y si la capital española te puede hacer acordar a Buenos Aires, la relación que supo tener con el río abona bastante ese parecido. Como ya te mencioné, la M-30 es una frontera urbana dentro de la ciudad construida en los años 70 cuando diseñar autopistas era uno de los mayores signos de progreso. Por uno de los tramos de la nueva vía pasaba el río Manzanares, que atraviesa Madrid de norte a sur, pero eso no fue un impedimento. La autopista se construyó por encima del río y por más de tres décadas la ciudad no volvió a ver ese cauce de agua. No solo eso, sino que se aisló también de Casa de Campo, el mayor pulmón verde de Madrid.

Recién en 2003 el Ayuntamiento de Madrid decidió soterrar la autopista y liberar de nuevo el cauce del río, lo que se terminó de hacer recién en 2007. Lo que seguía era clave: ¿qué hacer con el espacio liberado? Después de un concurso internacional de ideas se llegó a una respuesta: ganó el proyecto del estudio del arquitecto Ginés Garrido y los paisajistas holandeses del estudio West 8, que consistía en elaborar un larguísimo parque lineal totalmente público de 150 hectáreas a lo largo de 6 kilómetros, por los márgenes del río.

La inauguración de Madrid Río (si bien no fue definitiva ya que después se hicieron obras complementarias como la apertura de represas para que corra más agua por el río o la demolición del estadio del Atlético de Madrid) llegó recién en 2011. Las mayores críticas en el transcurso tuvieron que ver con el impacto ambiental de las obras y las largas molestias en la vida de las familias que vivían en la zona, pero sobre todo con el dinero que se invirtió. Para una España en plena crisis, que el Ayuntamiento de Madrid gaste unos 4.000 millones de euros (para lo cual se tuvo que endeudar) en una obra de renovación urbana no sonaba para nada bien, aunque hoy haya casi un pleno consenso de que la obra significó una importante mejora.

Las máximas virtudes del proyecto, según el propio Garrido: “La totalidad de los recursos económicos fueron empleados en la construcción de infraestructuras y espacios públicos, sin ningún retorno económico por venta de activos. Las mejoras urbanas en su mayoría han sido destinadas a los barrios más desfavorecidos, que sufrían la terrible agresión de la autopista, el abandono del río, la desconexión con el centro, la escasez de dotaciones, el deterioro del tejido urbano y la inexistencia de un espacio público de calidad”.

Me pareció interesante que el propio autor del proyecto destacara que no se vendieron tierras liberadas y que la totalidad de las mismas fueron destinadas a uso público, algo que se nota cuando uno camina por allí. Canchas de tenis, de fútbol, zonas de recreación para la niñez, parques de skate, baños, entre muchos otros equipamientos públicos conviven a lo largo de Madrid Río. Los espacios concesionados al sector gastronómico son pocos. Además, la integración de estas dos partes de la ciudad se llevó adelante por la construcción, renovación o ampliación de 21 puentes.

También el propio Garrido en 2017 advertía sobre algo de lo que venimos hablando mucho en este espacio: “El reto a partir de ahora es minimizar la gentrificación” que pueda provocar semejante obra de renovación urbana. Según este artículo, el cambio de perfil socio-demográfico de la zona hasta ese mismo año había sido escaso.

Me pareció interesante la conclusión de Garrido: “El cuestionamiento de la utilidad social de un proceso ejecutado con nula participación y consenso, saldado con una inmensa deuda municipal, admite interpretaciones pero deja algunas realidades indiscutibles. La recuperación del entorno del Manzanares para los ciudadanos y la mejora de la imagen urbana obtenida son innegables, en un claro avance en el derecho a la ciudad. Como lo es la interesante capitalización de sus viviendas obtenida por los propietarios ribereños o la sustancial mejora de la habitabilidad de extensos barrios populares que, hasta el momento, no han perdido su carácter. No obstante, el desfase temporal entre la evidente producción de renta urbana y el reemplazo social, en el marco de una movilidad residencial reducida, obliga a manejar una escala temporal más amplia para obtener conclusiones definitivas al respecto”.

Pero si de gentrificación se trata, el nuevo barrio a mirar es Lavapiés. El origen del nombre todavía es discutido pero la explicación que más me gustó es que por el desnivel que presenta el barrio bajan a través de él varios arroyos (ahora cubiertos) hacia el Manzanares que “lavaban” los pies de quienes transitaban la zona. Hoy se dice que el barrio está tensionado por la turistificación, el abandono, las galerías de arte y el narcotráfico. Esta nota discute esa tensión: ni tan cool ni en guerra.

Londres: El Barbican

El tercer destino fue Londres. Es una ciudad que ya te he mencionado porque un poco es imposible no mencionarla si uno se dedica a esto del urbanismo. Conocerla era un pendiente que tenía y que disfruté mucho, pero lo que más me gustó, además de sus enormes parques, fue una intervención urbana brutalista que no tenía en el radar. Por suerte, mi amiga local Jimena Valdez, a quien seguramente conozcas, me llevó a conocer The Barbican. El inmenso complejo se divide en dos partes que se unen a través de grandes zonas de uso público: el Barbican Centre, que es un centro cultural y de ocio de varios pisos, y el Barbican Estate, un conjunto de edificios de estilo brutalista donde viven miles de personas.

Las 35 hectáreas que ocupa el predio habían sido fuertemente bombardeadas durante la Segunda Guerra Mundial por lo que era tierra arrasada. Era la zona que se conoce como City of London, donde se encuentran todos los edificios vinculados al poder financiero inglés pero también una de las zonas más antiguas de Londres, la que había sido ocupada por los romanos. De hecho aún se pueden ver vestigios de los muros construidos en esa época, que marcaban el límite de la ciudad. Sí, pedazos de muro del 200 A.C. en medio de un complejo brutalista. A fines de los 50 se empezó a planificar, entre el 65 y el 76 se construyó y recién a principios de los 80 se inauguró lo que hoy es considerada una de las obras brutalistas más importantes del mundo.

“Las viviendas del Barbican están agrupadas en 3 bloques de torres, trece bloques aterrazados y dos bloques de adosados. En la actualidad, este complejo residencial es el hogar de unas 4.000 personas, alojadas en alguno de sus 2014 pisos organizados en torno a escuelas, instituciones culturales como el Barbican Centre, un centro de artes escénicas sede de la Orquesta Sinfónica de Londres y la Orquesta Sinfónica de la BBC, una escuela de música y teatro, un conservatorio, una biblioteca, una galería de arte, el Museum of London y las ruinas de la antigua iglesia de St Giles Cripplegate, una de las pocas iglesias medievales que quedan en pie en Londres”, describe esta ficha sobre el complejo.

Lo interesante del proyecto de los arquitectos Powell & Bon y Chamberlin es que no diseñaron solamente un conjunto de edificios sino un barrio entero, con pasarelas y jardines que comunican distintos edificios de diferentes alturas y tipologías entre sí. Es que la idea era justamente atraer a un área devastada personas y familias jóvenes pero de distinta composición y orígenes, aunque siempre apuntando a habitantes de cierto estatus socioeconómico más bien elevado.

Aunque todo el Barbican fue propiedad del gobierno de Londres por muchos años, hoy en día pocos departamentos son de propiedad pública. Es que la política conocida como el Right to Buy (Derecho a comprar) que llevó adelante Margaret Thatcher desde 1980, y que sigue vigente, fue la principal causa de que hoy casi no haya viviendas de propiedad pública en Londres, algo que contrasta con muchas otras ciudades europeas.

La ley permitió que las personas que vivían en viviendas construidas por el gobierno pudieran comprarlas con un descuento de hasta el 50% luego de tres años de vivir en ellas. Si bien esto puede parecer una política inclusiva, en el fondo significó la descapitalización del Estado y el fin de una intervención significativa en el mercado inmobiliario, lo que provocó que los precios subieran y que las familias de bajos ingresos dejaran de tener una oferta de vivienda asequible. Además, en muchos casos las familias que accedieron a sus departamentos los mal vendieron y fueron expulsados por la lógica del mercado hacia zonas periféricas, lo que provocó costos extra para el Estado inglés.

Lisboa y una relación tóxica con los turistas

Acerca de Lisboa quiero contarte sobre las tensiones que se dan con la llegada masiva de capitales extranjeros y de turismo. Luego de atravesar lo peor de la crisis económica, Portugal va resurgiendo pero aún tiene una economía frágil y salarios bajos para los niveles de Europa. En ese contexto, el turismo es una de las actividades que aparecen como “salvadoras” pero que generan cortocircuitos con el derecho a un techo digno. De eso hablé con Rita Silva, especialista del colectivo Habita, que aborda este tema hace muchos años.

¿Cuáles dirías que son los principales problemas urbanos de Lisboa en la actualidad?

Hay una enorme crisis de vivienda que se arrastra desde hace algunos años, el poder adquisitivo de las personas se está deteriorando y el mercado inmobiliario está manejando precios absurdos, fuera de la realidad. El salario mínimo acá es de 700 euros. Apenas 8% de las casas cuestan menos de 1000 euros de alquiler. Esto tiene que ver con el modelo de desarrollo que Portugal quiso seguir en las últimas décadas, basado en el turismo y en el negocio inmobiliario. El gobierno, al mismo tiempo, busca atraer inversión extranjera que termina volcada a lo inmobiliario.

¿Cómo funciona la Golden Visa y qué implicancias tiene en el desarrollo urbano de Lisboa?

La Visa Gold es una forma de entrar en la Unión Europea a través de la inversión en el país. Pero lo que pasa es que más del 90% de estas visas se vuelcan al mercado inmobiliario. Esto hace que crezca el precio de la vivienda porque ya no se está vendiendo tierra urbana sino una visa para entrar en Europa, que es algo muy preciado. Lo mismo sucede con los nómades digitales, que tienen una visa aparte si ganan más de determinado ingreso. Y esto se suma a otras exenciones impositivas para residentes no permanentes. Todas estas medidas de atracción de inversores extranjeros presionan los precios del mercado inmobiliario hacia arriba.

¿Cómo funciona la regulación actual del alquiler turístico tipo Airbnb en la actualidad? ¿Creés que es suficiente? ¿Qué cambios harías?

Tenemos un registro que es muy favorable para los alojamientos turísticos. En Lisboa hay 500.000 habitantes y hay 20.000 alojamientos registrados bajo esta categoría, más de lo que tiene Berlín o Barcelona. Esto también presiona hacia arriba los precios de los alquileres a largo plazo. La regulación es muy laxa, aunque hoy hay una suspensión temporal de otorgamiento de más permisos de Alojamiento Local (categoría en que se deben registrar los alojamientos temporarios por ley) porque ya era demasiado. Hoy hay barrios que están ocupados en más de un 60% por apartamentos para el turismo.

Se dice que Lisboa tiene uno de los índices más altos de viviendas vacías. ¿A qué creés que se debe esto y qué se puede hacer para combatirlo?

Hace 10 años era porque la inversión se destinaba a construcción nueva entonces lo viejo quedaba abandonado. Ahora se destina a la renovación pero esas casas terminan vacías porque son para reserva de valor, lo que acá se dice dinheiro na pedra. Se calcula que un tercio del total de las viviendas de Lisboa están vacías. Muchas de esas pertenecen justamente a destinatarios de las visas gold. Creo que se pueden tomar dos o tres medidas clave para evitar esto: parar con las políticas de incentivo a la inversión extranjera que está causando muchos males, regular los precios del alquiler y crear medidas fuertes de penalización de las casas vacías, fiscales y progresivas. Pero tienen que ser varias medidas aplicadas en conjunto.

Bonus tracks

  • La semana pasada la Ciudad de Buenos Aires fue sede de la cumbre de alcaldes C40. No toqué este tema en la entrega de hoy porque ya lo analizó muy detalladamente Eli Möhle acá. Una de las banderas sustentables que levantó el gobierno porteño durante el evento fueron las terrazas con paneles solares (“el parque solar más grande de la ciudad”) en las nuevas viviendas del barrio Carlos Mugica. Sin embargo, las familias que viven en esos hogares denuncian continuamente que los paneles no funcionan.
  • Ayer el Senado aprobó la reforma de la Ley de Barrios Populares, que prorroga la prohibición de desalojos en los barrios catalogados como tales por diez años y añade 1.176 asentamientos al listado confeccionado en 2018.

Eso es todo por hoy.

Que tengas un lindo fin de semana.

Abrazos,

Fer

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Escribe sobre temas urbanos. Vivienda, transporte, infraestructura y espacio público son los ejes principales de su trabajo. Estudió Sociología en la UBA y cursó maestrías en Sociología Económica (UNSAM) y en Ciudades (The New School, Nueva York). Bostero de Román, en sus ratos libres juega a la pelota con amigos. Siempre tiene ganas de hacer un asado.