Macron reelige arriba, Francia se mueve abajo

Con la extrema derecha fuera del Palacio del Eliseo, el segundo mandato de Macron se presenta difícil. Europa respira aliviada con el ballotage, pero todavía faltan las legislativas de junio para definir el armado del gobierno. Juan Elman y Facu Cruz analizan las presidenciales de Francia.

Finalmente los temores bien fundados se quedaron en la calle. Emmanuel Macron, el rico pibe que sorprendió hace 5 años al entrar al Palacio del Eliseo a tan solo un año de haberse lanzado en esa carrera, volvió a revalidar su liderazgo para un segundo mandato consecutivo en Francia. Es la primera vez que pasa desde Jacques Chirac (1995 y 2002) hace 20 años. Europa respira tranquila. Porque del otro lado estaba Marie Le Pen, enojada y descreída de Bruselas. Con el 41.4% de los votos en el ballotage del domingo pasado, ella se mantiene como una sorpresa que puede ser regularidad futura si juega bien sus cartas.

Hay mucha tela para cortar en todo ese párrafo. Hoy, los dos, queremos ir paso a paso, para contarte las claves que encontramos en estas elecciones. Que, aunque no lo creas, dicen mucho de la Europa actual.

¿Quiénes los votaron?

Según un sondeo poselectoral publicado por IPSOS, estas fueron algunas de las tendencias de la segunda vuelta:

  • Macron dominó entre los menores de 25 y los mayores de 60. O sea, universitarios y jubilados fueron su coalición de apoyo. 
  • Le Pen emparejó la pelea entre los 25 y los 60 años. O sea, el grueso de la población económicamente activa y que funciona como motor de la economía francesa.
  • Ambas ideas se refuerzan con el apoyo de Macron entre las rentas medias y altas, mientras que a Le Pen la favorecieron quienes perciben rentas bajas (sectores populares). Un corte similar sucede cuando se analiza el voto según ocupación: mientras el 77% de los directivos de empresas votaron a Macron, el 64% de los trabajadores en paro se inclinaron hacia Le Pen. 
  • Macron sacó la misma ventaja entre hombres y mujeres. Pero el dato es que Le Pen pasó de que el 32% de las mujeres la votaran en 2017 al 41% en este 2022. El discurso de la mujer obrera pegó.
  • Macron jugó mejor para captar votos de los candidatos que se quedaron afuera del ballotage. Sumó casi la mitad de los votantes de Mélenchon, la gran mayoría de los de Pécresse (centroderecha), Hidalgo (centroizquierda), Hadot (Verdes) y una parte de los que se abstuvieron o votaron en blanco/nulo en la primera vuelta. A Le Pen solo le quedó Zemmour y el resto de los candidatos menores de la derecha. Su pared ya estaba demasiado cerca.

La Gran División

La distribución territorial del voto fue igual de importante para entender las elecciones. La segunda vuelta repitió el mismo patrón que la primera: Macron triunfó en las principales urbes mientras la mejor performance de Le Pen se registró en zonas rurales y ciudades pequeñas, principalmente en el norte del país. En La Francia Periférica, el concepto que acuñó Christophe Guilluy para explicar la revuelta de los Chalecos Amarillos en zonas abandonadas por el Estado y relegadas culturalmente, ganó Le Pen.

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Se trata, como explicó el último correo de #MundoPropio, de una fractura cada vez más importante en la política contemporánea, y que debería ser seguida de cerca desde América Latina. Hablamos de una brecha profunda, que se manifiesta culturalmente pero que tiene su origen en los cambios acelerados de la globalización: mientras las grandes ciudades son habitadas por los ganadores del proceso, las periferias concentran a los perdedores. Están enojados, y esta vez encontraron a quién votar.

¿Qué hicieron los desencantados? 

Una de las principales intrigas para estrategas políticos, analistas, opinólogos de Twitter y, sobre todo, candidatos, era qué iba a pasar con los desencantados de la política francesa. La abstención electoral tenía todos los números para seguir creciendo, impactando sin dudas en la legitimidad de un presidente que aspira a zanjar la doble grieta que hoy divide a Francia. La sorpresa sí vino por el lado del voto bronca. Tal como podés ver en el siguiente gráfico, el crecimiento de la sumatoria entre votos en blanco y votos nulos muestra que los desencantados salieron a votar, no se quedaron en sus casas.

Fuente: Wikipedia.

Tal como ocurrió en elecciones presidenciales de hace 5 años, la abstención creció unos puntos entre la primera vuelta y el ballotage (año indicado con *), de 26,31% a 28,01%, tal como destacaron la mayoría de las crónicas del día después. Sin embargo, lo que nos llamó la atención fue el fuerte salto del voto bronca. Si en 2017 se multiplicó por 4 veces y media (de 2,56% a 11,52%), en este 2022 fue de casi 4 veces (de 2,20% a 8,60%), una tendencia muy similar. Este dato, por muy marginal y específico que sea, abre el interrogante sobre quiénes son y por qué quisieron expresarse, cuando tenían la opción de quedarse en sus casas a ver Netflix. Una parte importante de los votos bronca se repitió en ambas elecciones, lo que nos lleva a pensar que ninguno de los presentes los conmueve. Pero otra parte no menor votó en primera vuelta a Mélenchon en su mayoría, y por otros candidatos que no pasaron la primera ronda, en menor medida. Esta situación es más compleja para Macron a futuro porque tendrá que tomar decisiones políticas que los incorpore, los identifique y los contente con la diaria. Son ciudadanos y ciudadanas que se interesan por la discusión pública, pero que a la hora de definir quién alquila el Palacio del Eliseo no se sienten cómodos. Vienen así desde el 2017 y llegarán a aguantar 10 años de esa manera. Es un caldo de cultivo para el descontento sostenido.

Decíamos al comienzo que los menores de 25 años se inclinaron, en una proporción de 60-40, por Macron. Hay un dato que falta para entender el cuadro completo, y es que según esa misma encuesta, el 40% de ese segmento se decantó por la abstención. En Francia, los que más se abstienen son esos jóvenes, que ayudaron a la mejor performance de Mélenchon en primera vuelta y que no fueron seducidos del todo por Macron en la segunda.

Lo de Le Pen, ¿viene en serio?

Sí, el crecimiento de Le Pen fue sorpresivo. Sí, la extrema derecha viene en auge. Sí, subió 8% respecto del ballotage de 2017. Sí, es un cimbronazo para Francia y para casi toda Europa. 

Pero maticemos. Su derrota, por casi 20 puntos en segunda vuelta, fue categórica y demuestra que la apelación al voto frente a la ultraderecha sigue vigente. Que Macron, un presidente detestado por la izquierda, haya obtenido casi la mitad del voto de Mélenchon, parece demostrarlo. A pesar del rebranding de su partido y el desplazamiento desde la agenda de seguridad e inmigración –los temas favoritos de la ultraderecha– hacia la económica, Le Pen sigue cargando con el estigma de su apellido (y sus ideas), que la convierten en una candidata más fácil a vencer en segunda vuelta. 

Por otro lado, el crecimiento de la candidata de Rassemblement national, agrupación heredera del Front National fundado por su padre Jean-Marie, se viene dando en elecciones presidenciales, pero no tanto en las elecciones legislativas. Esto es una máxima de la política francesa. Como ya fue abordado en entregas anteriores de #LaGenteVota (acá y acá), desde el año 2002 los franceses eligen presidente y parlamento el mismo año. Primero votan al titular del Poder Ejecutivo (abril), y después a los integrantes de las 577 bancas de la Asamblea Nacional (junio). La mayoría de ellas forman un gobierno, que elige a un Primer Ministro y que es designado por el presidente electo para gobernar conjuntamente. Esta aclaración institucional no es menor porque a la extrema derecha encarnada por los Le Pen le ha costado mucho hacer pie, tanto en votos como en bancas, en las elecciones legislativas. En el siguiente gráfico puede quedar más clara esta idea.

Fuente: Wikipedia. Los votos legislativos (totales y %) consideran solamente la primera vuelta, no así el ballotage por estos cargos.

Las columnas más oscuras muestran la cantidad total de votos recibidos en elecciones presidenciales y las más claras para las legislativas. Las líneas de tendencia consideran la proporción de votos para ambos cargos (son las punteadas más finas) y se miden con el eje a la derecha. Tal como podés ver, siempre es menor la proporción y la cantidad de votos que recibe el FN/AN en junio que lo que obtiene en abril: nunca lo ha superado. Esto muestra un límite en el partido para trasladar el apoyo in crescendo que ha obtenido Le Pen hija desde que asumió el liderazgo del partido. En esto no pudo superar a su padre, solo lo imitó. Adicionalmente a este punto, es importante mencionar que la línea de guiones más gruesa que apenas se percibe contra la base del gráfico nunca logró superar el 7% de la Asamblea Nacional. Esto marca otro dato no menor para considerar que el apoyo electoral a la extrema derecha encuentra, todavía, un límite en el sistema electoral y en el funcionamiento de las instituciones francesas. Sin mayoría de bancas en junio próximo, Le Pen no puede formar gobierno y poner a un Primer Ministro que marque límites a la segunda presidencia de Macron.

En este punto se abren dos caminos que son, al mismo tiempo, interrogantes con respuestas que aún no tenemos. Por un lado, el curso de la historia de la Quinta República muestra que a la extrema derecha le ha costado mucho hacer pie en términos institucionales. Los ciudadanos y las ciudadanas no han premiado con cargos legislativos el apoyo sostenido en las elecciones presidenciales. Es una posibilidad que se mantenga de esta manera. Por otro lado, también es posible que el votante de derecha francés hoy sea lepenista y ya no más gaullista. La fuerte caída que tuvieron Les Républicains y Valérie Pécresse en la primera vuelta presidencial abre un montón de dudas sobre si podrán sostener el bloque parlamentario de 137 bancas (casi un cuarto de la asamblea) que armaron hace 5 años después del 20% que obtuvo François Fillon en la primera vuelta presidencial. Desarmados en la competencia ejecutiva pueden quedar desarticulados en la legislativa. Por ahora, la primera encuesta que circuló indica que Le Pen sería la segunda fuerza parlamentaria, desplazando a los gaullistas a un tercer y cómodo lugar.

Pero estas elecciones revelaron también dos cosas importantes. Las dos nos permiten pensar que, aunque no tenga buenos resultados legislativos, a futuro un ballotage no necesariamente le queda grande ni lejos. Lo primero es que hubo una cierta normalización del envase Le Pen, que apareció como una opción más mainstream que en la elección anterior. La irrupción en campaña del polemista Éric Zemmour, ponderado como una apuesta más radical y extremista, hizo ver a Le Pen como una candidata más moderada y, curiosamente, más seria. Su programa, al igual que en 2017, era débil, pero quedó más resguardado del foco mediático, que se fue desde un comienzo a Zemmour. Si a eso se le suma el derrumbe de la centro derecha, Le Pen sale de esta elección como la opción más popular de la derecha, sin rivales por el momento. 

Lo segundo es que, más allá de los nombres, estas elecciones, como vimos, desnudaron la creciente insatisfacción de los franceses, no tanto con la política –que también: la abstención no sale de un repollo– sino con sus condiciones de vida. Que Le Pen haya triunfado entre sectores populares y obreros, que acapare el voto de desempleados, de los que viven en las periferias, de los que más aterrados están respecto al futuro, es el dato más importante para pensar lo que viene. Le Pen no es la única forma de canalizar el descontento: si Jean Luc Mélenchon hubiese sacado 400 mil votos más, hoy estaríamos hablando del resurgimiento de la izquierda francesa. No es la única, entonces: pero es, hasta el momento, la que mejor canaliza esa rabia. Y es eso que representa lo que mejor chances de sobrevivir le da.

Por eso una buena pregunta es si Le Pen va a seguir insistiendo en su mensaje económico, enfocado en los costos y condiciones de vida de los franceses –especialmente los de la periferia–, o si va a volver al libreto anterior. Lo más sensato es que siga machacando con lo primero. La izquierda deberá seguir esto de cerca: sus votos no están a salvo de Marine.

¿Qué puede pasar en las legislativas del 12 y 19 de junio?

La otra máxima de la política francesa es que los electores dan mayoría parlamentaria en junio al presidente electo en abril. Esto es algo que se viene sosteniendo desde la reforma constitucional que achicó el mandato presidencial de 7 a 5 años y sincronizó la elección ejecutiva con la legislativa en el mismo año. Para Macron esto fue un alivio en 2017: con La République en marche (LREM) creado apenas un año antes de la elección, fue toda una sorpresa que se alzara con la mayoría legislativa y pudiera designar un Primer Ministro de su mismo color. El temor a la cohabitación (que el presidente sea de un color y el titular del gobierno de otro) estaba a la vuelta de la esquina.

Fuente: Wikipedia. Las columnas azules corresponden a la centro derecha gaullista, las rosas al socialismo y la amarilla a LREM.

Tal como podés observar, han sido pocos los presidentes franceses que no han podido disfrutar de una mayoría cómoda que les permita gobernar, legislar y sobrevivir. Tal vez esta regularidad sí se mantenga en este 2022 convulsionado en Francia. Con todo el descrédito, el desencanto y la decepción que pudo haber generado Macron en el electorado, hay una posibilidad de que pueda sostener los 5 años de su segundo mandato con una mayoría cómoda. La encuesta que mencionamos más arriba no solo plantea esto como un escenario posible, sino también que tiene un margen para crecer casi unas 20 bancas más que las que tiene hoy en día.

Las únicas pinzas que queremos poner sobre este punto se relacionan con la complejidad del sistema electoral para repartir las bancas. Dado que el sistema contempla una segunda vuelta entre todas las candidaturas que superan el 12,5% de los votos en cada uno de los 577 distritos, los futuros bloques oficialistas y opositores tendrán una fuerza que dependerá de los acuerdos partidarios que se den entre ambas vueltas. Es una práctica usual entre los partidos políticos franceses que se bajen candidaturas para el segundo turno en caso de que enfrente haya una candidatura extremista con chances de ganar. Socialistas y gaullistas armaron este “pacto republicano” para evitar que el Frente Nacional crezca. Como viste más arriba, les salió bien. Ahora, ese pacto depende de Macron, de cuánto convenza a los viejos zorros de la política francesa que se están desarmando y qué tanto tiente al nuevo botín de la actualidad: Mélenchon. Más que ver qué pasa el 12 de junio, estate atento a qué pase entre el 13 y el 19.

Para cerrar, algo sobre Europa

La Comisión Europea puede respirar: un triunfo de Le Pen hubiese sumido a Bruselas en un túnel de incertidumbre, en un contexto de guerra donde las preguntas por el futuro aparecen postergadas para privilegiar el bien escaso de la unidad entre estados. Lo primero que hizo Macron después de la victoria fue llamar a Olaf Scholz, canciller alemán, para asegurar la vigencia del eje franco-alemán, el motor político del bloque. No es un secreto que Macron aspira al título de líder europeo tras el retiro de Merkel, un proyecto que si fuese por habilidades interpersonales seguramente estaría saldado, pero que a la hora de hacer números muestra perspectivas menos favorables para Macron, que gobierna una economía menos pujante que la alemana. 

No es solo que las preguntas sobre el futuro de la Unión Europea estén postergadas: es que se encuentran en plena reformulación. Hoy es difícil especular acerca de la dirección geopolítica del bloque. En el debate preguerra, la propuesta de Macron acerca de la autonomía estratégica de Europa, ganando músculo militar y reiniciando relaciones con Rusia, brillaba en el debate público. Hoy, con la OTAN reforzada y Moscú cancelada, es difícil prever el eco que tendrá la voz de Macron en este nuevo contexto.

Pero la limitación más evidente que tendrá el francés en sus próximos cinco años en el Elíseo no estará en Europa sino dentro de su propio país. La última encuesta que citamos hoy: el 80% de los franceses cree que se producirán grandes disturbios sociales durante el próximo mandato de Macron, según registra IPSOS. Ese país fracturado y descontento que se hizo notar con el voto saldrá, eventualmente, a las calles. Manu pasó el primer test. Le queda el segundo.

Creo mucho en el periodismo y su belleza. Escribo sobre política internacional y otras cosas que me interesan, que suelen ser muchas. Soy politólogo (UBA) y trabajé en tele y radio. Ahora cuento América Latina desde Ciudad de México.

Politólogo, consultor e investigador independiente. Hoy me encuentran dando clases en UBA y UTDT. Me encantan las elecciones y me sacan menos canas verdes que Racing. Un hobby que tengo es aprenderme la historia de los partidos políticos. Creo que la política marida muy bien con un tinto.