La entrevista como género: queremos preguntar

Un clásico del periodismo, la conversación entre dos personas amplía sus horizontes de influencia.

Hola, ¿qué tal? Espero que estés lo mejor posible. Yo bien, atareada, para variar. Ya hablamos de la Feria del Libro, la culpable de mi cansancio, en el newsletter pasado, así que no hay mucho más que agregar. O sí: si todavía no fuiste, metele porque el lunes 15 a las 22 horas cierra sus puertas hasta 2024.

Pasemos a lo que nos convoca. Esta quincena vamos a hablar de un género que se origina en lo periodístico. Me refiero a las entrevistas, las típicas conversaciones en las que una persona pregunta y otra contesta. Es un género viejísimo que fue cultivado por grandes –tanto en la televisión como en los medios gráficos– y es una práctica –la de entrevistar– que se afina con el tiempo. Más allá de la excusa detrás de la entrevista, lo bueno de leerlas o verlas es poder seguir el razonamiento de las personas que contestan, ser testigos de cómo elaboran sus respuestas. Y si las preguntas están bien formuladas, eso es digno de valorar también. 

De un tiempo a esta parte, me parece que las largas entrevistas (esas en las que realmente se puede profundizar) están volviendo a tener protagonismo y a ser elegidas por los públicos masivos. ¡Hasta yo misma tengo un ciclo de conversaciones con escritores! Más allá de lo personal, me refiero al éxito que tienen ciclos de streaming como El Método Rebord, hosteado por Tomás Rebord, o Caja Negra, hosteado por Julio Leiva (nada que ver con la editorial), en los que se proponen conversaciones extensas, no tan codificadas: los invitados e invitadas pueden explayarse a sus anchas en las respuestas. Sin la tiranía de los tiempos de la tele de aire o de los programas de radio, las entrevistas se ensanchan, los temas se profundizan y quienes escuchamos nos quedamos con todas esas ideas que se dijeron en la cabeza, pero también con las modulaciones de las voces y los cambios de tono cuando se pasa de un tema a otro o cuando se aborda algo incómodo. Hay entrevistas que se vuelven más íntimas, otras más ríspidas o picantes. Como sea, la idea de acercarse a figuras muy mediáticas del arte o la política desde la perspectiva de una conversación amena siempre nos aporta algo diferente o nos abre, por qué no, nuevas preguntas.

¿Pero qué tiene que tener una entrevista para ser buena? A mi entender, siempre crece de acuerdo al grado de interés que sienta el entrevistador por su entrevistado. Si alguien realmente te interesa, las preguntas nacen de la curiosidad que te produce esa persona. Y la escucha es clave. Para entrevistar hay que saber escuchar con atención. Quienes solo quieren lucirse o se atan a la estructura fija de un cuestionario, sin repreguntar o retomar nada de lo que surge de la conversación, están desperdiciando buenas oportunidades.

Dicho todo esto, revisemos algunas entrevistas. Voy a centrarme en particular en libros que compilan muchas de ellas o que tratan sobre el tema. También hablaremos de algunos medios. Y dejo para otra entrega la exploración de reportajes filmados y el formato podcast –si quieren, pueden mandarme sus recomendaciones–, porque sino el news sería interminable. Empecemos.

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UNO. INSINUACIONES

Me costó elegir imágenes para ilustrar este Hilo porque no quería caer en los lugares comunes ni ponerme demasiado abstracta. Así que me decidí por los collages de Rozenn Le Gall, una artista autodidacta francesa que vive en Lyon y que trabaja a partir de la deconstrucción de la figura femenina en la iconografía de las revistas de moda de los años 60 y 70. Con esa base, y con tijeras y montaje, arma estas imágenes minimalistas y sugerentes en las que los cuerpos se torsionan y ensamblan de maneras nuevas. Me gusta que cada una de estas obras tiene varios sentidos, de acuerdo a la visión de quien la observa. En algún punto, son imágenes abiertas, que nos instalan en cierto estado de pregunta. Si quieren ver más, les dejo su instagram y su web.

DOS. LAS PREGUNTAS PODEROSAS

Este Hilo se me ocurrió promediando la lectura del exquisito libro El color favorito, de Valeria Tentoni, editado por Gris Tormenta, una editorial mexicana genial. Valeria es escritora, ensayista, poeta, periodista y abogada (no importa en qué orden). Nació en Bahía Blanca en 1985 y vive en Buenos Aires. Este libro es una especie de oda a la entrevista, y una pregunta profunda y sincera por sus alcances. “Hace casi dos décadas que entrevisto escritores y escritoras, y todavía no aprendí a escribir. Esto no es algo que me preocupe del todo. Quizá, incluso, me alegre”, dice al comienzo. Y se sumerge en un texto que nos lleva de las narices con mucha belleza a revisar qué implica hacer preguntas, guiar en la conversación a diversos interlocutores, y cómo es que ella fue profundizando sus armas en este oficio. Pero no solo eso: en sus páginas están también las revelaciones que ella tuvo cuando conoció a quien fuera su maestro, una persona fuera de lo común que la impactó profundamente. Esa persona es Alberto Laiseca. Y no les cuento más porque todo lo que dice de él en el libro es emocionante. Pero más allá de Laiseca, todo El color favorito es muy tierno y franco. Ahí los saberes periodísticos se articulan con la torpeza de las primeras experiencias, como cuando se dio cuenta de que nunca había puesto a grabar una gran entrevista que había hecho, o cómo se lleva con su grabador portátil o las transcripciones posteriores. Y hace algo muy inteligente que es no revelar de quiénes nos está hablando cuando nos cuenta anécdotas (elude esos nombres propios rutilantes). Deja para el final esa información, gesto que se agradece. ¿Y por qué se llama El color favorito, se preguntarán? Entre otras cosas, porque es una pregunta que ella siempre hace en las entrevistas. Más específicamente inquiere sobre cuál es el color más hermoso que sus entrevistados vieron en su vida. Les traslado el interrogante porque está buenísimo. Y si quieren leer algunas respuestas, pueden ir picando esta serie de Nueve preguntas a distintos escritores y escritoras que Tentoni armó para el blog de Eterna Cadencia, del que es editora hace muchos años.

TRES. CONFESIONES DE ESCRITORES

Cuando era estudiante de Letras conseguí en las librerías de saldos de la avenida Corrientes los volúmenes que recogen los reportajes famosos de The Paris Review editados por El Ateneo. La serie de libros se llama Confesiones de escritores y no tiene desperdicio. En ellos están las voces del canon de la literatura del siglo XX (desde el punto de vista de EE.UU., aclaro). El tomo de Narradores, por ejemplo, cuenta con entrevistas a Céline, Faulkner, Graham Geene, Hemingway, Nabokov, Simenon, Singer, Yourcenar. En el prólogo, Luis Chitarroni dice que “estas entrevistas pueden leerse como una novela cuyos personajes son algunos de los escritores más importantes del siglo”, y es tal cual. Al abordarlas de corrido pasan cosas extrañas: por momentos los escritores parecen estar dialogando, porque retoman temas de otra entrevista ajena o se mencionan en los distintos textos. El tomo de reportajes a la Nueva Novela Norteamericana está genial también, con conversaciones con Bellow, Updike, Kerouac, Cheever, Vonnegut y prólogo de Rodrigo Fresán. El volumen de Poetas es un poco más irregular, pero la entrevista a John Ashbery está muy bien y la de Mariane Moore realizada en su propio departamento también. (Si buscan en Mercado Libre tal vez los consigan.)

Si en cambio prefieren leer entrevistas de autores del siglo XXI, les recomiendo mucho el libro El estilo de los otros. Conversaciones con escritores contemporáneos de América Latina, de Mauro Libertella (con edición de Leila Guerriero). Es un volumen ordenado por países para el que Mauro leyó y entrevistó a escritores como Alberto Fuguet, Sergio Bizzio, Guadalupe Nettel, Alejandro Zambra, Alan Pauls, Ricardo Piglia, Ercole Lissardi, Rodrigo Rey Rosa y Mario Bellatin, entre otros. Lo que tiene de curioso es que fue probando diversos formatos, justamente. Con el chileno Rafael Gumucio, por ejemplo, fueron leyendo y comentando en voz alta línea por línea la entrada con su nombre que hay en Wikipedia. Con Villoro habló por mail durante meses y luego decidió eliminar sus preguntas y dejar solo las respuestas. Con Nettel se mandaron cartas. Con Eltit probaron armar y desarmar un abecedario de su vida y su obra. Un compilado para entrar y salir y profundizar en lo que piensan los autores de sus obras.

CUATRO. El Cuestionario Proust

Si hablamos del género entrevista no podemos obviar el famosísimo Cuestionario Proust, que consta de una serie de treinta preguntas que el célebre escritor francés respondió a modo de juego en 1890 y que luego se popularizó. Las formulaciones son bastante amplias, van desde algunos aspectos de la personalidad (¿cuál es el principal rasgo de tu carácter? ¿cuál es tu gran miedo?) a ciertas elecciones culturales (¿cuál es tu héroe favorito de la ficción? ¿cuáles son sus pintores preferidos? ¿cómo te gustaría morir?). Después de Proust, se lo apropió la revista norteamericana Vanity Fair y se lo hizo responder a personalidades de lo más diversas: Tom Waits, Aretha Franklin, Martin Scorsese, David Bowie, Jane Fonda, Yoko Ono, Arnold Schwarzenegger, Julie Andrews, Joan Didion, Deepak Chopra, Carolina Herrera y un etcétera larguíiiiisimo. (Una selección en español fue publicada por la editorial Nórdica y acá se pueden leer sus primeras páginas). Si tenés tiempo y ganas, acá podés encontrar las treinta preguntas y escribir tus propias respuestas, o pasárselas a tus amigos para compararlas.

CINCO. EL OJO MOCHO

Si pienso en los medios gráficos argentinos y su tradición de hacer grandes entrevistas, me aparece enseguida la referencia a la revista El Ojo Mocho, fundada por Horacio González y un gran equipo, que se editó entre 1991 y 2008. Allí se publicaban charlas muy muy extensas con intelectuales de las ciencias sociales, la política y la cultura argentina. Esas conversaciones abrían los números y muchas veces los entrevistadores eran varios, entonces se daba una diálogo interesante que iba derivando de tema en tema con naturalidad durante largas páginas. Algunos de los entrevistados fueron Alcira Argumedo, Jorge Asís, Osvaldo Bayer, Carlos Correas, Fogwill, Ernesto Laclau, Josefina Luder, Néstor Perlongher, León Rozitchner y David Viñas. Por suerte volvieron a estar disponibles: se pueden consultar online todos los números gracias al invaluable trabajo de digitalización de AHIRA (el Archivo Histórico de Revistas Argentinas, comandado por Sylvia Saítta).

SEIS. CINEASTAS POR CINEASTAS

La editorial El Cuenco de Plata en su colección de cine suele traducir volúmenes de entrevistas a directores. En estos casos, las conversaciones se construyen como largos diálogos por las trayectorias, los guiones, los rodajes y la recepción de las películas de algunos nombres indiscutidos como Lynch por Lynch, Cronenberg por Cronenberg, Herzog por Herzog, Pasolini por Pasolini y Scorsese por Scorsese. Lo que hay que decir es que sus títulos son un poco engañosos, porque no se trata de autoentrevistas sino de charlas que estos directores tuvieron con diversos periodistas y críticos. Pero bueno, la verdad es que si te gusta mucho la filmografía de alguien, es genial leer qué tienen para decir los creadores de sus procesos artísticos.

SIETE. LA AUTOENTREVISTA

Para terminar, me voy a detener en dos ejemplos de este género bastante insolente que es el de la autoentrevista, porque sí que existe. ¿Qué se preguntarían a sí mismos si tuvieran que hacer el ejercicio? ¿Y qué respuestas se darían? Veamos qué hicieron otros.

  • Glen Gould por Glen Gould: el famoso pianista habla consigo mismo en una hilarante conversación en la que también se reflexiona sobre el estatuto mismo de la entrevista. Me encanta porque en un momento se dice a sí mismo: “Disculpe, pero creo que no lo he entendido”. Imperdible. 
  • Mario Levrero por Mario Levrero: esta conversación imaginaria con él mismo fue publicada como texto en su volumen de cuentos El portero y el otro, de 1992, y reeditada en antologías posteriores. En un momento se pregunta: “¿Te molesta esta entrevista?”. Y se responde: “No más que otras. Pero me estoy aburriendo un poco”. 

Ahora sí, me despido hasta dentro de quince días. 

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Espero que este Hilo te haya dado ganas de leer o escuchar alguna entrevista. O de volver a leer o mirar alguna que recuerdes. ¡Me quedaron muchísimas cosas afuera!

Gracias por leer y por favor cuidate mucho,

Malena

Es licenciada en Letras por la UBA y trabaja hace muchos años en la industria editorial. Fue editora en las revistas El Interpretador y Los Inrockuptibles. Forma parte del equipo de Caja Negra, una editorial psicoactiva y heterogénea. Tiene un ciclo de entrevistas con escritores y escritoras en el Malba. Si los libros fueran comestibles, podría alimentar a miles de personas con los que acumula en su biblioteca. Lo que más le gusta es viajar.