Ángel Cappa: “El potrero es una trinchera de resistencia al capitalismo”

Ida y vuelta de correos con el hombre de 77 años que analiza y escribe el fútbol desde Madrid. La sobredimensión del entrenador, el fútbol argentino como vidriera para vender jugadores, Cruyff, Macri-Riquelme, el hincha-cliente en los clubes-empresas, la tecnología y por qué el futuro del juego está en su pasado, y más.

Hola, ¿cómo estamos?

(No lo pienses, no te respondas al menos por ahora, y mejor sigamos, siempre para adelante, sin desechar nunca ir al frente).

Estudiantes de La Plata se coronó campeón de la Copa Argentina, un título después de 13 años. Con el Torneo Metropolitano 1967 había sido el primer club en romper la hegemonía de los “grandes” en Primera División. Hoy, desde las 21, Platense y Rosario Central definirán la Copa de la Liga en Santiago del Estero. En 118 años de historia, Platense nunca ganó un título local en Primera. Central conquistó cinco, el último en la Copa Argentina 2018. El fútbol fascina por la posibilidad de que los “chicos” lleguen arriba. Es su democracia. Les permite ganar a los que casi siempre pierden. En una cancha se suelen reducir las diferencias. Estamos en la Argentina, es diciembre, y el flamante gobierno del ultraderechista Javier Milei aplasta con las fuerzas del cielo económico a los débiles. Tenemos nuestro fútbol. Defendamos los sueños de los pinchas, de los canallas y de los calamares, aunque sea “sentado, en bolas, watcheando la tele”, o “surfeando avalanchas”, mientras “en el casino, Argentina se devora, a comboman con su bocado maravilla”.

Ángel Cappa: “El potrero es una trinchera de resistencia al capitalismo”

La dirección de correo electrónico de Ángel Cappa incluye el nombre del club de su vida: Villa Mitre, de Bahía Blanca. En la primera foto que le sacaron, a los dos años, aparece con la camiseta de Villa Mitre. A los tres su padre lo llevó a la cancha. Y él a los 12 debutó en la Sexta División, aún su emoción más grande. El barrio lo pegó -y apegó- al fútbol. Cappa ahora vive en Madrid. Tiene 77. En 2012 dirigió a su último equipo (San Martín de Porres, de Perú). Después se dedicó a analizar y a escribir de fútbol, y más, porque estudió Filosofía y Psicopedagogía. Le propuse un ida y vuelta, una correspondencia de fútbol. “Puedes estar de acuerdo con Ángel Cappa en mucho o en poco, pero escucharle es una gozada porque todo lo explica, siempre se posiciona y nunca se esconde”, escribió el periodista Iñako Díaz-Guerra después de que lo entrevistara para El Mundo en 2022. El título prometía: “Si mis enemigos son el neofascismo y los del fútbol rácano, me siento muy reconfortado”. Antes de que termine 2023, podemos -puede- repetir esas palabras.

Primer tiempo

-“Ángel -te aconsejó César Luis Menotti cuando comenzaste a dirigir en 1985, a Banfield-, los mejores adentro de la cancha y luego ya veremos cómo nos organizamos”. ¿Hoy hay más entrenadores que priorizan esa “organización” antes que a los mejores futbolistas?

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-Son dos maneras de interpretar este juego. Hay quien prioriza el orden táctico y quien parte de los jugadores. Para mí lo más importante es la elección de los jugadores. Cómo se organizan en la cancha, viene después. Si elegís bien, esta segunda parte es más fácil.

-¿Cómo fortelece un entrenador la capacidad de decisión del futbolista?

-En los entrenamientos, dejándolo jugar. Es decir, jugando el jugador va decidiendo y ganando seguridad. El entrenador, según mi punto de vista, está para orientarlo, para ayudarlo, no para decidir por él.

-¿Los jugadores comprenden cada vez menos el fútbol porque a la mayoría no les enseñan el juego en las inferiores, a la edad formativa?

-Y porque el papel del entrenador se ha sobredimensionado. Se lo suele considerar como un titiritero que mueve las piezas a su gusto. Entonces el jugador, para no tener problemas, se convierte en un “soldado” obediente y deja de pensar. Por suerte quedan rebeldes.

-“Los buenos maestros son aquellos que nos ayudan a pensar, no los que imparten sus conocimientos como si nosotros estuviésemos vacíos”, dijiste.

-En el fútbol no abundan los buenos maestros. Desde hace un tiempo largo ya, la tarea pedagógica del entrenador se ha dejado de lado. En vez de enseñar de qué se trata, da órdenes y por lo tanto le quita responsabilidad al jugador, lo aleja del conocimiento del juego. “Cualquiera puede entrenar -decía Johan Cruyff-. Enseñar ya es otra cosa y no está al alcance de cualquiera”.

-¿Por qué “el mejor entrenamiento y el mejor aprendizaje es jugar, jugar libre”?

-Lo aclaro: jugar libre, teniendo en cuenta el funcionamiento colectivo. Porque jugando es como mejor se aprende a jugar. Como viviendo se aprende a vivir.

-¿Cruyff, como como DT del Barcelona (1988–1996), hacía entrenamientos en el estacionamiento del Camp Nou para que los jugadores no se olvidaran del fútbol de la calle?

-Sí, al menos así me lo contaron algunos de esos jugadores. Es que Cruyff era un defensor del fútbol que se aprende en la calle y lo hacía para que los jugadores no se olvidaran de ese aprendizaje.

-¿Cómo se ve a la distancia el fútbol argentino actual?

-Como una mera pantalla para vender futbolistas a cualquier parte del exterior. El fútbol argentino se ha convertido, desde hace mucho, en una vidriera para vender jugadores. Y se van cada vez más jóvenes. Muchas son las causas. Entre otras, la situación económica que empeora con el tiempo.

Entretiempo

-¿El fútbol es el juego total?

-En un partido se dan todas o casi todas las variantes: a veces es rápido, otras lento, horizontal, vertical, según venga la mano. En ocasiones hay que presionar arriba, otras replegarse y achicar hacia atrás. El fútbol es todo, hay que saber manejar todo. Un buen equipo maneja todas esas variantes con eficacia.

-“Si uno ve el fútbol en highlights, ¿cómo no te va a gustar el fútbol? Pero eso es ser espectador, ser hincha es otra cosa. Y al fútbol lo mantienen los hinchas”, dijo Marcelo Bielsa. Vos, que el hincha se está transformando en cliente, y que el fútbol, el juego más popular del mundo, le dejó de pertenecer al pueblo.

-El hincha mira a su equipo y muchas veces con el corazón en la mano. Por eso no siempre ve el partido. La privatización de los clubes, convertidos en empresas, convierte al hincha en cliente para venderle cosas. Deja de respetarlo como hincha para utilizarlo como fuente de ingresos. Creo que lo que debe hacer el hincha es tomar consciencia de que él es el verdadero “dueño” del club, por más que gente con plata se lo haya arrebatado. No es nada fácil en la sociedad en que vivimos, donde nos impiden ser protagonistas de nuestras vidas.

-¿Qué encierra la dicotomía entre Juan Román Riquelme y Mauricio Macri en las elecciones de Boca, con Milei como presidente de la Argentina?

-Macri es el negocio. Es el capitalismo mismo que pone la plata por delante de todo. El negocio usa al fútbol para aumentar sus ganancias y en el caso de Macri también su popularidad. No hablo de Milei porque Milei no sabe lo que dice, es un títere nefasto al servicio del poder económico. Riquelme es el fútbol por sobre todas las cosas. Riquelme es Boca. Como él mismo dice, el hincha de Boca tiene una elección muy fácil (si es que el macrismo no sigue imponiendo trampas en las elecciones). Tiene que elegir el fútbol o el negocio. Si elige el negocio tiene que saber que será borrado como hincha y Boca dejará de ser su club.

Segundo tiempo

-Juanma Lillo, maestro de Pep Guardiola, su asistente técnico en el Manchester City, dijo durante Catar 2022: “No nos damos cuenta del lío que hemos hecho. Hemos globalizado la metodología hasta el punto de que se ha colado en el Mundial: si hicieras que los jugadores de Camerún y Brasil se cambiasen la camiseta en el entretiempo, ni te darías cuenta”. ¿El fútbol se uniformizó por jugar a uno o dos toques?

-No, no se uniformizó por jugar a uno o dos toques, sino por muchos otros factores, algunos ajenos al fútbol. La globalización abarca todo el aspecto cultural. Eso significa desculturizar, eliminar identidades culturales. Y el fútbol, como hecho cultural, sufrió también esa desculturización. Pero no por culpa nuestra, en eso discrepo con Lillo, sino porque el capitalismo arrasa con todo. El fundamento del fútbol es el toque: es la esencia de este juego, que es colectivo. La clave para jugar bien es la participación. El toque genera participación; el pelotazo, aislamiento. Pero el toque se ha convertido en algunos jugadores y equipos en una comodidad. No arriesgo: toco. Hay un temor de los jugadores a equivocarse y que los saquen. Y hay que encarar al defensor para poder preocuparlo.

-¿Por qué en algunos lugares, como La Masía del Barcelona, se comienza a hablar de “renaturalizar” el fútbol? ¿El desafío a futuro es volver a “naturalizar” el fútbol como un juego?

-Es tratar de volver a las fuentes. Hace mucho dije que para mí el futuro del fútbol está en su pasado, es decir en volver a los conceptos básicos, a lo natural en contraposición con la tecnología que se ha impuesto. Está en el pasado porque la modernidad olvidó los conceptos fundamentales de este juego y hay que recuperarlos. No existe fútbol moderno contra fútbol antiguo. Nos llenan de datos inservibles, el VAR, todo en detrimento de lo esencial. Por ejemplo, nos dicen que tal jugador dio doce pases buenos y cuatro malos, pero no nos dicen por qué y tampoco reparan en lo más importante: la calidad del pase, que no es medible, por supuesto. Resulta que detrás de ese supuesto progreso hay un formidable negocio. La tecnología prescinde del criterio futbolístico, porque cree que puede objetivar lo que siempre será subjetivo. El fútbol no es medible y la tecnología mide y da datos que, por sí mismos, no nos dicen nada. Es como si quisiéramos medir la literatura o la pintura.

-En la era de la ansiedad y el tiempo utilitario, ¿el juego se vuelve más exprés y fitness?

-Claro, sí, al parecer todo tiene que ser rápido. Pero el fútbol sin pausa es lento porque choca, hay que saber frenar para ser rápido, la pausa en el fútbol es velocidad, como nos enseñaron (Paco) Gento y Cruyff. La pausa de (Ricardo) Bochini, de Riquelme, de (Michael) Laudrup, de (Zinedine) Zidane y de los grandes jugadores hacen que el concepto de rapidez no esté vinculado con correr ligero.

-¿Qué etapa de la industria atravesamos con el auge de los “multiclubes”, lo que pareciera ser la última novedad en el avance de los clubes-empresas y las sociedades anónimas?

-Tratan de convertir el fútbol en otra cosa de lo que todavía es, y del que estamos enamorados. El potrero es una trinchera de resistencia al capitalismo. El potrero como símbolo de lo espontáneo, de la libertad para jugar por jugar, para ser feliz. El capitalismo sólo valora lo útil, lo rentable.

-“La palabra que define al fútbol es amor, aunque se vaya perdiendo ante el negocio”, dijiste.

-Creo que amor es la mejor palabra para definir una vocación. También el actor ama el teatro, el pintor la pintura, el músico la música. Sin amor nada de eso sería posible.

-¿Por qué se suele menoscabar la inteligencia del futbolista?

-Se sospecha de aquel jugador que “piensa”. La inteligencia es sospechosa siempre para el poder, hagas lo que hagas.

-“Yo sé lo que es jugar bien al fútbol, pero si me lo preguntan, no sé responderlo”, dijiste.

-Eso lo copié de alguien que dijo: “Yo sé lo que es el amor, pero si alguien me lo pregunta, ya no lo sé”. Es decir que hay cosas que sabemos aunque no podamos definirlas con exactitud. ¿Qué es una puerta? Parece fácil, ¿no? Tratá de definirla de primera.

-¿Una película?

-Los santos inocentes, La vida de Brian, El golpe, cualquiera de Ken Loach y 50 más.

-¿Un libro?

-¿Uno sólo? Imposible. Para leer al Pato Donald, de (Armand) Mattelart y (Ariel) Dorfman; Pedagogía del oprimido, de Paulo Freire; cualquiera de los cuentos de Julio Cortázar; Cien años de soledad, de (Gabriel) García Márquez; y un etcétera interminable.

-¿Una canción?

-Malena, de Homero Manzi, cantada por el Polaco Goyeneche y la orquesta de Raúl Garello. Cada vez que escucho ese tango, me emociono.

-¿La pasión por el fútbol, la tuya, terminará cuando termine la vida?

-Cuando termine la vida, terminará todo, ¡ja!

El final nos corresponde a nosotros. Esta semana me crucé con otra frase. Digo “crucé” por aquello de la música del azar. Es de Goethe: “Cuando se lee no se aprende algo, sino que se convierte uno en algo”. Quizás, así, nos hayamos enamorado del fútbol. Seamos fútbol.

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En quince días cerramos el año.

Salú y abrazos,

Roberto Parrottino (Beto)

Es periodista especializado en deportes -si eso existiese- desde 2008. Lo supo antes de frustrarse como futbolista. Trabajó en diarios, revistas y webs, colaboró en libros y participó en documentales y series. Debutó en la redacción de El Gráfico y aún aprende como docente de periodismo. Pero, ante todo, escribe. No hay día en la vida en que no diga -aunque sea para adentro- la palabra “fútbol”.