El enganche, retrato del siglo XX

En la era de la ansiedad y el tiempo utilitario, el juego se vuelve más exprés y fitness. Casi no hay lugar para que gire -y vaya organizándose- en torno al ritmo del genio de un futbolista. Pero Riquelme -y Zidane- podrían jugar en este y en cualquier fútbol.

Juan Román Riquelme dice que hoy no podría jugar a la pelota. Pero no lo dice porque tiene 45 años. “Yo no estoy muy contento con el fútbol moderno. No sé en qué lugar me pondrían en ese 4–3–3. Tuve la suerte de que jugué hace 20 años y todavía se jugaba con el 10 dando vueltas por ahí”. Riquelme sabe que podría jugar en este y en cualquier fútbol, pero que acaso se chocaría más con entrenadores a lo Louis van Gaal, que en 2002, cuando él llegó al Barcelona, lo encorcetó como extremo izquierdo (Van Gaal quería como refuerzo al Kily González). Riquelme -y cualquier enganche del siglo XX- podría jugar en el fútbol moderno pero seguramente ubicado como mediocampista -volante- central o “en la base” (5), inside, interior o interno (8 y 10), wing, puntero o extremo (7 y 11), como mediapunta, segunda punta o -escuchen cómo suena, qué elegancia la italiana- trequartista, detrás de un centrodelantero (9), e incluso como delantero. Nos guste o no, vivimos en la era de la ansiedad y el tiempo utilitario. Y el fútbol también se vuelve más nervioso, exprés y fitness. Casi no hay lugar para que el juego gire -y vaya organizándose- en torno al ritmo del genio de un futbolista.



En inferiores, en cambio, al más talentoso lo suelen hacer jugar de enganche, para que en la libertad de movimientos se desarrolle, aprenda (d)el juego (y porque con su talento ordena a los compañeros). Ya habrá tiempo para que le cambien la posición, para que el profesionalismo haga lo suyo. Argentina ganó el Mundial de Catar 2022 con 11 jugadores en el plantel -entre los 15 mediocampistas y delanteros- que jugaron alguna vez con la N° 10. A Leandro Paredes, el entrenador italiano Marco Giampaolo lo invitó a retrasarse en el campo cuando llegó en 2015 al Empoli, a préstamo desde la Roma, donde jugaba Francesco Totti, un 10 trequartista. Paredes era un “lagunero e irregular”. Así lo había calificado Marcelo Trobbiani, DT de la Sub 20, antes de dejarlo afuera del Sudamericano Sub 20 en 2013. Cuando jugaba en el baby fútbol, Paredes se relataba así mismo. Era Zinedine Zidane. Y Riquelme (usó su 10 en Boca durante 2012). Aceptó el desafío de Giampaolo: se transformó en un regista, un 10 retrasado a lo Andrea Pirlo. Enzo Fernández, igual: citó como influencia a Zidane.

“Marcó un momento, pero un jugador que tiene lo que tenía él, a pesar de todos los cambios en el fútbol, podría haber jugado en mi época, como en la suya, como ahora, sin ningún problema”, le dijo Enzo Francescoli, el ídolo del niño Zidane, a la periodista Julieta Habif en un perfil en Jot Down. Ser, en cualquier tiempo.

-Más allá de la edad y el físico, dijiste que te retirabas porque de 60 equipos, sólo tres juegan con un N° 10le marqué en 2015 -año del retiro de Riquelme- a Adrián “El Máquina” Giampietri, ícono de Quilmes. Era la previa de su partido homenaje.

-Lamentablemente así está el fútbol. Se juega sin enganche y el que era enganche, si no se adaptó a ser carrilero, no juega. Hoy es el 4–4–2, el 8-7-4, esos inventos que hay… Los clásicos enganches ya no se usan más. Es otra etapa del fútbol, otro esquema, más veloz, más físico, y así, para el que le gusta el fútbol, el espectáculo es feo.

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-¿Siempre de N° 10?

-Cuando era chico era delantero. Y después empecé de volante y en Octava ya de enganche. De chico miraba a Maradona, y de grande, cuando empecé a jugar, admiré a Riquelme, el típico enganche. Lo tengo como ídolo. Más de una vez estuve con él. Vino a mi casa, yo fui a la suya… Después perdí el contacto.

En 2022, el Máquina Giampietri se reencontró con Riquelme. Jugó un partido con el senior de Quilmes en el Boca Predio de Ezeiza (y metió un pase gol de tres dedos). En la actual Copa de la Liga, las formaciones más utilizadas en el inicio de los partidos son el 4–2–3–1 (45 veces), el 4–3–3 (18), el 5–3–2 (16) y el 4–4–2 (14). Ese “1” solitario recién aparece en el 4–3–1–2 (6). Acá, las de la última Liga. En No te vayas, campeón (2000), acaso el mejor libro de no ficción del fútbol argentino, el Negro Fontanarrosa escribe: “Y se me ocurre que el enganche es el que está destinado a perder la pelota, porque es el que debe arriesgarla, el que debe meterla por el ojo de una aguja, el que debe hacerla pasar de perfil entre una maraña de botines, medias y canilleras, el que debe jugarse en la gambeta buscando el desequilibrio o la falta cerca del área. El enganche es, en suma, el que debe tallar el diamante”. En Balón dividido (2014), el mexicano Juan Villoro destaca: “El protagonismo del 10 es evidente pero su mayor virtud consiste en mejorar a los demás, que se esmeran por recibir sus pases. Si el rival anula a este estratega, el equipo sufre muerte cerebral. El verdadero sentido del número en su espalda consiste en indicar cuántos jugadores dependen de él”. Son palabras del siglo XX en el XXI. Los siglos no se terminan cuando lo marca el calendario, sino cuando se da -antes o después- un quiebre, o una cadena de acontecimientos que cierra una etapa.

Las últimas escenas del enganche acontecen entre 2005 y 2006. El 23 de abril de 2005 se enfrentan Real Madrid-Villarreal, Zidane vs Riquelme. 2–1. Es el partido del documental Zidane. Un retrato del siglo XXI. Zizou es seguido por 17 cámaras de 35 mm, para confirmar que, cada vez que toca la pelota, el juego cambia. El 7 de mayo de 2006, en su último partido en un club, Zidane y Riquelme se vuelven a cruzar en el Santiago Bernabéu. Zidane lo había llamado en la semana para preguntarle si le cambiaba la camiseta. 3–3. Las intercambian, como si fuese memorabilia de un tiempo que va quedando atrás (el personal y el de los enganches). Con Zidane y Riquelme, Alemania 2006 es el último Mundial de los enganches clásicos. “Riquelme es mágico -dijo años más tarde Zidane-. Arruinó mi despedida con su calidad. Nos volvió locos. Es un honor haberme retirado con su camiseta en mis manos”. Zidane también podría jugar en este y en cualquier fútbol. Quedan los artistas.


Pizzas post cancha

  • Un Dátolo. El Brighton, dirigido por el italiano Roberto De Zerbi, es el único equipo de la Premier que no sacó del arco con un pelotazo. Lo registró la plataforma Soccerment después del golazo colectivo ante Manchester United en Old Trafford.
  • Una historia. La de Lionel Scaloni, entrenador campeón del mundo en Catar 2022, con el ciclismo, el otro deporte que ama. La cuenta Carlos Arribas, cronista excelso, en El País.
  • Un podcast. “El Lado B de la B”, de Sebastián Martín y Faustina Pampillón, relata las historias detrás de la Primera Nacional, la vieja B. Acá la de Luciano Jachfe, arquero de Ferro, que de chico revolvía la basura para poder comer. Jachfe lo había revelado por primera vez en el libro Si tanto ha costado, de Nicolás Gianfrancesco, un trabajo centrado en las vidas de los juveniles que debutan en la Primera de Ferro.
  • Una entrevista. Carlos Caszely es ídolo de Colo Colo y de la selección de Chile. En la despedida al Mundial de Alemania 1974 no le dio la mano al dictador Augusto Pinochet, que había derrocado a Salvador Allende. Al poco tiempo, mientras jugaba en España, su madre fue secuestrada y torturada en plena dictadura. “Si me preguntan de qué partido soy, respondo: soy del partido del deportista con conciencia social”, le dice al periodista Gustavo Veiga en Página/12.

Esto fue todo.

A Cenital, ya sabés, lo hace grande su círculo de “Mejores amigos”.

Salú y abrazos,

Roberto Parrottino (Beto)

Es periodista especializado en deportes -si eso existiese- desde 2008. Lo supo antes de frustrarse como futbolista. Trabajó en diarios, revistas y webs, colaboró en libros y participó en documentales y series. Debutó en la redacción de El Gráfico y aún aprende como docente de periodismo. Pero, ante todo, escribe. No hay día en la vida en que no diga -aunque sea para adentro- la palabra “fútbol”.