Ellas los prefieren con barbijo

Hoy hablamos del silencio, si acaso es posible. Cómo callarnos las caras con barbijos, cosas que no se dicen como menstruación y prolapso y los osos que dejaron convertir en mito para protegerlos de la peletería.

“Después de todo, cuando leemos vocalizamos las figuras negras que atraviesan el papel blanco en el que están impresas, silenciando nuestras voces, al menos un instante, para comunicar los espacios entre las palabras”.

–John Biguenet, en Silencio

Holis, ¿cómo andás? Yo acá, frente a la hoja en blanco, esperando que me diga algo, pero me está ghosteando. Hace dos semanas te hablé de las continuidades y la verdad es que me sigo preguntando cómo lograrlas en la frecuencia quincenal. Soy una mujer de procesos lentos, lo heredé de mi madre, a quien cariñosamente le digo que tiene “tiempos geológicos”.

En la frecuencia semanal, me era evidente. La continuidad es el flujo de noticias, la discontinuidad era la selección, esos siete días para procesar la aglomeración como discurso. Como correspondencia, era ponernos al día. Quincenalmente, ya no sé. Tengo claro que no es un newsletter de noticias y que ya no te escribo para ver cómo andamos, sino para contarte algo. Todavía no sé qué, pero acá vamos, con otro intento.

Por favor pará de darme explicaciones (So please stop explaining)

Sí, ya sé, empiece de una vez señora. Pero cuando estoy perdida doy vueltas hasta que un mismo lugar me gusta lo suficiente como para quedarme. Así que voy a seguir con la continuidad, valga la redundancia.

En Cenital nos importa que entiendas. Por eso nos propusimos contar de manera sencilla una realidad compleja. Si te gusta lo que hacemos, ayudanos a seguir. Sumate a nuestro círculo de Mejores amigos.

En la última edición de nuestro newsletter de cultura, Male escribió sobre el silencio. Justo ese día terminé Silencio, un libro de ensayos de John Biguenet. No creo en las señales, pero el news de Male se llama El Hilo Conductor, es todo demasiado mucho como para callarlo, ¿no?

Acá va entonces. Una edición escrita sobre el silencio de mi hoja en blanco, en continuidad con mi compañera.

Tenemos que parar de aparentar quiénes somos (We gotta stop pretending who we are)

“¿Puede confiarse en la prensa, que se ufana de exponer las flaquezas de las demás instituciones? Ella misma ha sido condenada por borrar la línea que separa el periodismo del activismo”.

–John Thornhill para el Financial Times citado por John Biguenet en Silencio

A lo largo de la pandemia que nos convoca, hablamos continuamente sobre las cosas que se dicen cuando sería preferible guardar silencio. Sobre el no silencio al que a veces nos expulsa la ignorancia. Y sobre cómo esto pareciera ser una obligación de la prensa, hablar, decir.

No creo, como Thornhill, que el problema esté en que ese decir borra las líneas entre periodismo y activismo. Creo en una comunicación pública activista. Me parece que el problema está en callar los intereses que se abonan con esos actos del habla, en exponerlos mediante el silencio. La diferencia está en que, cuando explicitamos nuestras intenciones activistas y padecemos las repercusiones, el silencio puede volverse un deseo, algo que quisiéramos haber hecho. Cuando las omitimos, es algo que debería haberse hecho.

Esto que dije no es ninguna novedad, la pandemia, a esta altura, tampoco. Pero algunas de las formas de silencio que trajo sí lo son. Me interesa que hoy hablemos de dos: los barbijos y el resto de los avances científicos.

A esta altura, supongo que verás con ojos cariñosos las cartas de una amiga que trata de hacerlas agradables, pero que es muy bruta con la escritura y un poco tosca en las ideas. Así que va una obviedad que ni voy a intentar poetizar porque probablemente me quede algo tipo: “Las rosas son rojas, las violetas azules, y tu cara con barbijo una estafa como Uber”. Las mascarillas silencian una parte de la cara. 

Y ya que para lo poético no tengo ni práctica ni talento, no voy a tratar de darle vueltas a algo con lo que puedo ser tan pragmática como con el uso de las palabras: la atracción es un artificio. Y los barbijos quirúrgicos son los que engañan mejor. No siempre tu mejor vestido es la piel.

¿Qué onda con este random fact que requirió 5 párrafos de introducción y es tremenda boludez? Bueno, resulta que hay algo más o menos establecido en la literatura médica que se llama sanitary mask effect, que ponele que sería algo así como “el efecto barbijal” (horrible, se aceptan alternativas). ¿Qué es? El hallazgo de que las mascarillas dan sensación de enfermedad y bajan el atractivo facial de quién las usa (o sea que la gente te parece más fea con barbijo que sin). Peeero durante la pandemia parece que este efecto fue revertido. Juguemos a adivinar por qué. Empiezo yo: podría ser porque ahora es una señal de cuidado o porque, como las usamos todos, en vez de sus representaciones, primó el efecto óptico de vernos media cara y completar el resto con nuestra imaginación.

El paper es otro caso de título y contenido, asunto separado. Se llama “Más allá de la belleza de la oclusión: los barbijos quirúrgicos aumentan el atractivo facial más que otras coberturas faciales”, pero el experimento se hizo solo con mujeres mirando caras de varones, porque se sabe que es el único tipo de atracción, si no posible, aceptable.

En fin, a las 43 mujeres estudiantes de psicología en la Universidad de Cardiff que participaron como voluntarias se les mostraron 40 rostros masculinos diferentes sacados de una base de datos. Las caras eran de personas de distintas razas, que parecían de entre 18 y 40 años y presentaban expresiones neutrales y distintos niveles de atractivo, que habían sido previamente medidos en otros experimentos. Por otro lado, los rostros tenían distintos peinados, pero ninguno tenía barba, anteojos, piercings o cualquier otra cosa que los tapara aunque sea un poquito o generara percepciones confusas sobre los rasgos (nota de la autora: yo todavía conservo los aros del ombligo y de la nariz porque si me los saco siento que todo queda desproporcionado).

Las fotos se presentaron: sin barbijo, con distintos tipos de barbijos quirúrgicos y de tela y con un cuaderno tapando media cara para ver si el efecto (si lo hubiera) se replicaba por la ocultación o si eran los barbijos en específico. Las participantes tuvieron que asignarle un valor de atractivo a cada foto que iba de 1 a 7. Después de puntuar, tenían que indicar su edad, etnicidad y nivel de acuerdo en una escala de 1 a 5 con las siguientes afirmaciones: “los barbijos se volvieron parte de la vida cotidiana durante el último año” y “el uso de barbijos sirve para prevenir la diseminación de COVID-19”.

Ahora sí, los resultados. Voy a hacer la gran Facu Cruz en #LaGenteVota: primero el gráfico, después la explicación.

* En el eje x las barras están separadas en dos grupos: personas percibidas como atractivas y personas percibidas como no atractivas. La barra blanca es para “sin barbijo”, la negra “con cuaderno”, la roja “barbijo de tela” y la celeste “barbijo quirúrgico”. En el eje y están los valores para “atractivo promedio reportado”.

En general, se ve que las caras tapadas se perciben como más atractivas que las no tapadas. En particular, que no parece ser un efecto que vuelva atractivas a las personas que no lo son. A cada quién lo hace un poco más atractivo que sí mismo pero tampoco la pavada. Y la medida en la que sucede es más o menos la misma para ambos grupos, no es que a la gente atractiva la hace atractivísima ni que a la gente poco atractiva la hace inatractivísima. La verdad me pone un poco incómoda esto de decir gente atractiva y gente no atractiva, pero bueno, queda claro que no es una condición ontológica sino la percepción de 43 estudiantes de psicología en Reino Unido.

Entonces, resumiendo: 

“A partir de los resultados presentados, y de los resultados anteriores, parece que hay al menos tres efectos en juego en la interacción entre las máscaras faciales y el atractivo. El ‘efecto barbijal’ es la reducción del atractivo facial producida por la asociación entre la máscara y la enfermedad. Este efecto podría limitarse a los rostros japoneses (en los que fue comprobado en primera instancia y que tendría que ver con que en Japón los barbijos se usan desde antes del coronavirus), y la pandemia de COVID-19 haber reducido su influencia. El «efecto de oclusión» es el aumento del atractivo producido simplemente al oscurecer la parte inferior del rostro. Este efecto puede ser producido por cualquier objeto y no depende de una máscara. También se observa un aumento del efecto al usar máscara médica, tal vez debido a la asociación de las máscaras con las profesiones médicas o asistenciales (estudios anteriores observaron que las mujeres se sienten más atraídas por imágenes de varones médicos si están usando guardapolvo blanco y el barbijo podría cumplir un rol similar, indicar que son médicos. HOLA NANA FINE). Es posible que este efecto sólo se produzca durante la pandemia de COVID-19 y, hasta ahora, solo se ha observado en rostros masculinos. La combinación de estos tres efectos diferentes puede explicar los resultados dispares presentados aquí y también las investigaciones anteriores en este campo. La contribución relativa exacta de estos tres efectos en función de los géneros, las culturas y la crisis sanitaria mundial aún no se ha explorado por completo”.

¿Y el segundo silencio? Vamos medio newsletter hablando de chabones y barbijos, señora. Ok, la hago corta así queda espacio para las próximas introducciones. Además, este silencio es bastante obvio. Si una se guía por las noticias, pareciera que las ciencias de la salud solo se ocuparon de hacer vacunas durante 2021. Pero no. Va una listita con grandes avances durante el año pasado:

  • Una vacuna para la malaria mostró un 77% de efectividad en un ensayo hecho en personas que vivieron su vida normalmente durante las pruebas. Si bien faltan más tests, la OMS recomendó empezar a usar una vacuna menos efectiva que se espera poder empezar a inocular en octubre.
  • Hubo grandes avances en los desarrollos de vacunas contra el VIH. La farmacéutica Moderna comenzó dos ensayos con vacunas de ARNm. Por otro lado, ¿te acordás de la paciente Esperanza de la que te hablé en este news? Cortito y al pie: es una Argentina que parece haber eliminado el virus sin tratamiento.
  • Cuando se utiliza compost como fertilizantes se eliminan más bacterias patógenas que pueden infectar los alimentos que cuando se utilizan alternativas sintéticas. 2×1 en prevención de enfermedades y reducción de uso de combustibles fósiles (que se usan para los agroquímicos).
  • Avances en investigaciones que demuestran que la descriminalización de la posesión para consumo personal no aumenta el consumo de drogas ilegales (no, de ninguna). En Oregon, donde se implementó la medida recientemente y se monitorearon sus efectos, se espera que se reduzcan las sobredosis y las inequidades raciales en los arrestos por posesión. 
  • La vacuna del HPV funciona para prevenir casos de cáncer cervical. Al examinar las tasas de incidencia en Reino Unido entre 2006 y 2019, se estimó que la vacunación previno 450 casos y casi que eliminó la incidencia en mujeres nacidas desde septiembre de 1995 (las que ya accedieron fácilmente a la vacuna).
  • Se realizó el primer trasplante cerdo-humano. El riñón se implantó en un paciente sin actividad cerebral, por lo que no se considera testeado en personas que necesitan una donación, pero el hecho de que no lo haya rechazado ya es un montón.

No me lo digas porque duele (Don’t tell me ‘cause it hurts)

“Sin tener siquiera que decirlo, el pudor moderno conseguiría que no se lo mencione (al sexo) merced al solo juego de prohibiciones que se remiten las unas a las otras: mutismos que imponen el silencio a fuerza de callarse”.

–Michel Foucault, en Historia de la Sexualidad I

Esta semana arranqué con un autor que tenía silenciado: Foucault. No silenciado en términos twitteros, sino en que siempre lo escuché decir por otros. Leo a personas expertas en él frecuentemente y no desconozco que mi forma de pensar está, no solo profundamente influenciada, sino absolutamente imbricada en la suya. Pero, como ya te dije muchas veces, soy una tipa bastante bruta y en materia de clásicos de la intelectualidad vernácula vengo en números negativos.

En las primeras páginas del libro, que son las que leí, Foucault dice algo buenísimo: que lejos de impedir la producción de discursos sobre el sexo, la imposición de un tabú sobre él los hizo proliferar, estableciendo la necesidad de introducirlo en la esfera pública. O sea que lo que pasó no fue que se dejó de hablar de sexo, sino que se validó a ciertos interlocutores, que reforzaron su carácter de variable en el ejercicio de poder directo. ¿Cómo? Con un montón de mecanismos que no te voy a nombrar en detalle porque todavía no los terminé de entender, pero te tiro algunos ejemplos para que no quede todo en el aire. 1) La pastoral cristiana, que en las confesiones empezó a exigir todo tipo de detalles acerca de las conductas sexuales. 2) La definición moderna de población, de demografía, que creó la necesidad de medir tasas de natalidad, formas de hacer que las relaciones sexuales sean fecundas o estériles, efectos del celibato o las prohibiciones. 3) Convirtiéndolo en un objeto de medicina, que generó nuevas definiciones. 4) Cambiando el sujeto de reglamentación pública de la sexualidad del matrimonio a todos los demás (antes la ilegitimidad era para cosas como el adulterio o prácticas sexuales no reproductivas dentro del matrimonio y la sodomía era algo vago). Esto generó que se deba dar cuenta de qué hay en ese “todo lo demás”.

Como trabajadora de la salud sexual y (no) reproductiva, y particularmente como activista menstrual y especialista en estudios críticos sobre la menstruación (sí, eso existe), no puedo evitar pensar que es exactamente así. Desde la epistemología feminista señalamos que el tabú sobre la sexualidad ha silenciado sujetos, pero no discursos. Por un lado, en la esfera privada se siguen produciendo y reproduciendo saberes, muchas veces contestatarios y configurados como resistencias a las estructuras de dominación y, otras, en forma de mitos o supersticiones. Por otro lado, la medicalización no ha cesado de hablar en nombre de la legitimidad acerca de las corporalidades gestantes, adecuando lo que se dice a cada época y, en muchos casos, a las necesidades de mercado. En los últimos años, los feminismos hemos intervenido para difuminar esta frontera, muchas veces insertando los saberes de la esfera privada en la pública y muchas otras disputando los sentidos ya instalados.

Entonces acá, desde la esfera privada hacia la esfera pública, vamos con dos hilos de Twitter que me gustaron estos días:

1- SOBRE MENSTRUACIÓN EN EL FÚTBOL. Dawn Scott, una de las entrenadoras de la Selección estadounidense, notó que el ciclo menstrual influye en el rendimiento deportivo, por lo que desde 2016 se monitorea el ciclo de las jugadoras. A partir de las observaciones se vio que en el período premenstrual y de sangrado hay una disminución en el rendimiento, por lo que se implementaron cambios en la alimentación, las horas de sueño y las cargas de trabajo en los entrenamientos durante estos momentos.

Algo parecido ocurrió con el Chelsea. En la final de 2016, que perdieron, varias jugadoras estaban menstruando, así que la entrenadora quiso saber más. Las deportistas cargaron los datos sobre su ciclo en una app y a raíz de eso se adaptaron los entrenamientos. Por ejemplo, conocer bien el ciclo ayuda a prevenir lesiones, porque durante la menstruación hay procesos inflamatorios que aumentan la probabilidad de lesiones musculares y  también disminuye el tiempo de reacción. Se recomienda entonces practicar estiramientos, yoga y hacer trabajo de reacción con poca carga física. En la fase premenstrual, en cambio, si bien la capacidad de reacción también va en baja, se recomienda intensificar estos ejercicios para mantener a la futbolista lo más a tono posible.

2- SOBRE LOS RIESGOS EN LOS PARTOS. A esta altura, no es difícil entender que no existe tal cosa como un parto libre de riesgo, pero el foco de la información sobre ello está especialmente concentrado en las cesáreas. Sin intención de generar miedo, la información sobre los riesgos en partos vaginales también debería ser accesible. Por ejemplo, se sabe que muchas personas padecen prolapso vaginal, que, en palabras de la uroginecóloga y cirujana reconstructiva de pelvis Jocelyn Fitzgerald, es “cuando la vagina cae dentro y a veces fuera del cuerpo porque las estructuras de soporte internas ya no pueden mantenerla en su sitio. Estas estructuras incluyen los ligamentos pélvicos y los músculos del suelo pélvico”. Si bien hasta el 50% de las personas parecieran tenerlo en algún grado en algún momento de la vida, el 10% va a tener síntomas que les causen molestias y requieran tratamiento.

Las estadísticas son difíciles de interpretar porque muchas veces se mezclan los casos de prolapso con los de incontinencia urinaria, que es cuando los soportes de la uretra se dañan y se filtra orina al toser, estornudar o reír. Son diferentes patologías con causas similares. ¿Qué genera estos problemas? El mayor riesgo es un parto vaginal, particularmente con aspiración o con fórceps. Obviamente no es excluyente, gente que nunca se embarazó puede tener prolapso o incontinencia y la cesárea no es una medida preventiva. Otros factores de riesgo: presión sobre el suelo pélvico en personas obesas, constipación crónica, tos crónica, histerectomía y, simplemente, el paso del tiempo (es más común en personas mayores).

¿Hay tratamiento? Sí. En general no es requerido porque muchas veces ni se siente y, muchas otras, porque simplemente no es peligroso. En caso de que sí fuera una molestia, se pueden usar pesarios (una especie de anillo de silicona que se introduce en la vagina) y hay varios tipos de cirugía reconstructiva que dependen de qué estructuras se hayan dañado y el grado del prolapso.

En definitiva, es algo que puede pasar, que es común y que puede venir de la mano de un parto vaginal, del envejecimiento o de cualquiera de las otras condiciones que te conté.

Nuestros recuerdos, bueno, pueden ser sugerentes (Our memories, well, they can be inviting)

“¿Cuál es el futuro del silencio, entonces?
Mucho me temo que más ballenas solitarias”.

–John Biguenet, en Silencio

Ya lo sabés. Me encanta hablar de animales. Lo que no sabés es que no paro de hablar de animales. Cuándo alguien me pregunta qué hice en el día, cuando termino de nombrar mis actividades, digo: “Y vi un gato naranja gordo, un dálmata, un perro marrón con las patas cortas, un gatito bebé atigrado, un escarabajo y un pajarito negro”. Cuando viajo, siempre incluyo una enumeración pormenorizada de la fauna que vi. Cuando conozco a alguien, lo primero que le pregunto es algo sobre animales.

En eso último estaba el otro día, en charlar con un desconocido sobre gatitos, cuando me di cuenta de que esta obsesión por charlarlos se basa en un gran silencio. En su defensa de tesis, mi amiga Danila dijo que lo primero que sé para saber que efectivamente soy, es que no soy el otro. En filosofía, ese otro siempre es un humano y suena lógico, porque es un otro que al principio puede confundirse conmigo. La diferenciación hace sentido ante la posibilidad de la mezcla. Sé que soy porque no soy el otro y sé que el otro es porque no es yo. Pero además, en la similitud, de alguna manera también sé lo que soy y lo que es el otro, porque cuando nos hago distintos nos puedo poner enfrente y espejarnos. En la diferencia está la información sobre ser, en la similitud la información sobre qué se es.

En cambio, los demás animales son un otro que es bastante lo mismo pero muy cargado de diferencias. Frente a otros animales, como ese ser lo mismo está desdibujado, sigo sabiendo que yo soy, pero no sé qué es el otro. En esa conciencia oposicional hay una inconmensurabilidad distinta, que es un gran silencio. Y ese silencio, yo siento, no me da más información sobre lo que el otro es, pero sí sobre qué soy yo. Pienso que lo primero que nos escuchamos decir es un acto de silencio, que todas las preguntas sin respuesta llegan a nosotros sin lenguaje. Que los animales nos las hacen en voz alta. Y ahí está mi fascinación. 

No es que me gusten los animales porque me hacen conocerme mejor, eh, sino porque me hacen procesar desde mi humanidad la información de nuestra común animalidad. Por eso entenderás mi ilusión cuando leí esta nota sobre Spirit bears, un término que no pienso traducir porque es demasiado hermoso, pero spirit=espíritu bears=osos.

Estoy muy tentada de traducirla entera, pero voy con un resumen lleno de silencios:

  • La existencia misma de los Spirit bears ha sido cuestionada. Los pueblos originarios canadienses cuentan historias sobre osos blancos en los bosques de la Columbia Británica, pero hay pocos reportes de avistajes y no muy bien documentados (silencio I).
  • En 2005, un intérprete cultural y guía vio uno cazando salmón y le preguntó a los más viejos de la comunidad por qué no se hablaba más de estos osos. Le dijeron que en 1800, cuando estaba en boga el comercio de pieles, se mantuvo en secreto la existencia de estos osos para protegerlos (silencio II). Hoy, son el mamífero oficial de la Columbia Británica y también se los conoce como osos Kermode.
  • Hay una determinación muy fuerte de las poblaciones aledañas para la preservación de estos osos. Y parte de este esfuerzo de protección implicó eliminar un silencio: el misterio de su color fantasmal.
  • En una investigación liderada por indígenas de la zona, se halló que el gen que determina la blanquedad del pelaje es menos frecuente de lo que se había supuesto, y que el hábitat de los Spirit no está adecuadamente protegido.
  • El estudio se basó en muestras de ADN colectadas a partir de pelos recolectados en toda la región. “El atrapamiento de pelo de oso implicaba un corral de alambre de espino erigido alrededor de un señuelo maloliente: un fango aceitoso gris hecho de un abono ultra oloroso para peces”. El olor los atraía pero el alambre no los lastimaba, porque durante la primavera a los osos les encanta frotarse contra cualquier cosa que les saque de encima el pelo extra que desarrollan durante el invierno. Así que fue una técnica no invasiva que no requirió capturarlos ni sedarlos.
  • El pelo da información sobre la especie del oso, el sexo, su nivel de estrés, su alimentación y si tienen o no el gen característico de los Spirit. Resulta que, si bien son blancos, no son albinos. El albinismo típico afecta todas las células de pigmento del cuerpo y los Spirit tienen pies negros y reflejos anaranjados en el pelaje. 
  • “El gen responsable del pelaje blanco del oso Spirit se identificó en 2001. Es la misma característica genética que provoca el pelo rojo en los humanos y el pelaje castaño en los perros y ratones. Los osos Spirit pueden nacer de padres que pueden o no tener el pelo blanco. Por ejemplo, una mamá y un papá oso negro que tengan cada uno una copia del gen recesivo pueden producir un bebé de pelaje blanco”.
  • El mapeo genético se hizo con muestras tomadas entre 2012 y 2017 de 385 osos habitantes del territorio de las Primeras Naciones. En zonas que antes eran conocidas por una gran presencia de los Spirit, la frecuencia de la variante de ese gen era la mitad de lo que habían estimado estudios previos.
  • “No pudieron precisar si el hallazgo refleja cambios a lo largo del tiempo porque los estudios tuvieron diferentes diseños de muestreo. Pero los nuevos datos dejan claro que la variante genética del oso Spirit, aunque rara, está más ampliamente distribuida en el paisaje de lo que se había documentado anteriormente. Y, al superponer la geografía de la presencia del gen con las áreas protegidas, los investigadores descubrieron que muchos puntos neurálgicos del oso Spirit aún no están adecuadamente protegidos de la pérdida de hábitat por la tala”. 

La falta de silencio de un gen, la clave para evitar el silenciamiento de una especie.

Parece que lo estás dejando ir (It looks as though you’re letting go)

“Por un lado, hemos aprendido a ir más allá de nuestros sentidos, descubriendo aquello que antes estaba fuera de nuestro alcance. Por otro lado, los protocolos creados para verificar dicho conocimiento fueron tan exitosos que nos han llevado a un creciente escepticismo frente a cualquier fenómeno imperceptible que se resista a nuestros métodos de confirmación”.

–John Biguenet, en Silencio

Baja el sol. Me tengo que despedir. Pienso en si durante estas horas te dije algo o si solamente seguí hablando. Veo esta cita de Biguenet y pienso en este esfuerzo por presentar a la ciencia como una duda continua que se valida de a ratos: ¿cómo hacer para que la validez de la ciencia no sea un argumento circular? Tal vez haya respuesta. Yo me quedo en silencio.

Te mando un beso enorme,

Agostina

p/d: las refes de este news son de este pedido de silencio que no se puede escuchar sin gritar.

Soy comunicadora científica. Desde hace tres años formo parte del colectivo Economía Femini(s)ta, donde edito la sección de ciencia y coordino la campaña #MenstruAcción. Vivo en el Abasto con mis dos gatos y mi tortuga. A la tardecita me siento en algún bar del barrio a tomar vermú y discutir lecturas con amigas.