El barrio llegó y se quedó con la Sudamericana

Defensa y Justicia goleó a Lanús en la final de la copa. Cuando ascendió, cualquiera imaginó que podría ser una golondrina que pasaba y volvería bajar. Aunque apenas está hace seis años en Primera es difícil imaginar una caída.

Diego Milito hacía dos meses se había despedido del San Siro. Se sentía frío, era agosto de 2014, bajaba de un micro en Florencio Varela para regresar a su tierra y dos hinchas de verde y amarillo, los del rival, le pedían una foto. Se abría la transmisión. El plano era de un césped y, detrás, una casa con un tanque en el techo. Defensa y Justicia encarnaba el physique du rol del Ascenso: vestuarios con humedad y con duchas que no andaban. Alguno lo soñó, pero nadie hubiera apostado su casa, esa noche, a que esos días no serían simplemente de un amor veraniego con la Primera. Seis años después, un sábado de enero, contra el Coquimbo chileno, la cámara enfoca una platea que recorre todo el costado de la cancha, hay dos populares en las cabeceras y otra estructura con más de veinte palcos. Hernán Crespo es el técnico y acaba de ganar el pase a la primera final continental de su historia. El barrio llega a la Sudamericana.

Kermés, rifas, pastafrola y palo enjabonado. Tras pelearla y organizar a la comunidad, en diciembre de 1977, Defensa y Justicia logró afiliarse a la AFA como un equipo de fútbol profesional. Detrás de una de esas tribunas donde religiosamente se toca el himno argentino, había un matadero desde el que salía carne para toda la zona. En Florencio Varela un viejo me asegura que si se lo contara a su abuelo muerto la actuación deportiva lo pondría en penitencia por estar haciéndole una broma. La avenida Novak, por donde se entra al Norberto Tito Tomaghello, apenas hace dos décadas, era de barro. El Halcón, al que le dicen así por su relación por su vínculo con la línea 148 de colectivo, vuela alto.

Cuando apareció el balance de 2019, varios tuvieron que pincharse para no comerse el VAR de la vida. El superávit total decía: $220.804.445. El subcampeonato de la mano de Sebastián Beccacece cosechaba una locura: el pase a la primera Libertadores y tres ventas millonarias. Lisandro Martínez, marginado de Newell’s, caído a préstamo y con opción de compra, migraba al Ajax por 8 millones de dólares y se ganaba su primera citación a la Selección. Leonel Miranda, salido del mapa de Independiente, metía un pasaje al Xolos de Tijuana por encima de los dos millones de dólares. Matías Rojas, paraguayo con paso errante por Lanús, cautivaba a Racing y dejaba 4 palos verdes en las arcas. La pregunta fue la de la canción “Bien Alto” de La Renga: “¿Hasta dónde si ya voy cruzando el cielo?”.

En 2003, dio un pequeño paso que consolidaría la historia quince años después. El club le compró unos terrenos al representante de jugadores colombianos Carlos Quieto y fundó Bosques. La inversión en infraestructura futbolística de alto rendimiento es un ejercicio que comenzó tarde en el fútbol argentino. El River Camp se puso en marcha pasados los 2000. Boca sobrevivió al vaciamiento de La Candela, fortaleció Casa Amarilla y recién en los últimos cinco años activó su nuevo predio de Ezeiza. En el medio de su caos institucional, los hinchas de Racing tomaron un predio que hoy es el Tita. Independiente consiguió los terrenos de Villa Domínico en 1987, tardó mucho en que el CEAMSE le cediera la titularidad de ese lugar y recién en los últimos cinco años profesionalizó -con ayuda de exfutbolistas- las áreas. Los especialistas hacen una lectura directa: a mejores condiciones para el alto rendimiento, más jugadores de inferiores. Pablo Aimar reflexionó sobre las diferencias entre Europa y Sudamérica: “Creo que los europeos han invertido muy bien. Tenían y tienen para invertir, han elegido muy bien dónde hacerlo, que es en infraestructura y en capacitación”. La pandemia le puso un freno a las obras, pero aquellas tres ventas de Defensa y Justicia en dólares van camino a transformarse en tres canchas nuevas para los juveniles. Una de pasto natural y dos de sintético. Todas homologadas por FIFA.

La construcción de las plateas también fue con dinero fresco. Tras el ascenso a Primera de la mano de Diego Cocca, se concretaron tres ventas cercanas a los dos millones de dólares fundamentales. Juan Martín Lucero, Brian Fernández y Fabián Bordagaray generaron un capital que le dio forma al plan. Si algo caracteriza a la productividad del club de Varela es la reinversión constante en sus plataformas. Que van desde tribunas, pasando por una concentración de nivel propia, hasta un innovador sistema de riego para mejorar el césped.

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Defensa y Justicia también es el club de los asteriscos. Porque rompe una máxima del fútbol: funciona a pesar de cambiar todos los años su plantel. Como si fuera el antiproyecto: todo se consolida con poco tiempo. A esta final de la Sudamericana llegan tres futbolistas de los subcampeones de 2019. Mariano Soso fue el antecesor de Crespo en el banco. Se fue cuando iba a comenzar la Libertadores 2020: de un campeonato a otro, le habían vendido ocho titulares. Se molestó, renunció y se chocó contra la pared: no había ninguna novedad en el modo de proceder de una institución que cambia mercancías en cantidades y en velocidades altísimas.  

Sí había una variante.

Cristian Bragarnik, el empresario de jugadores señalado por su relación con Jorge Hank, de Tijuana, asumido públicamente como mano derecha de Daniel Angelici, apareció en 2009 en Defensa y Justicia, tras acercar al arquero Mariano Perafán. Así como aterrizó, nunca se fue. Se volvió un gerenciador del fútbol profesional sin cargo. “Hablaron de que yo gerencio, de que soy dueño, de que hay terceros equipos mexicanos metidos en el medio. Eso nunca fue así. Yo sólo busqué un equipo en Argentina para mostrar un modelo de trabajo”, trató de aclarar, en una entrevista con Olé. En la siguiente respuesta destacó: “Soy un gran responsable de la llegada de jugadores a Defensa”. Es una rareza: se trata de los pocos agentes de futbolistas que se destaca, entre otras cosas, por poseer una secretaría técnica propia de muchísimo nivel. Un especialista en manejar información de jugadores prescindibles en clubes grandes. Un buceador de entrenadores que transforma en diamantes en bruto: por Florencio Varela, en ocho años, pasaron consecutivamente Jorge Almirón, Cocca, Darío Franco, Nelson Vivas, Turu Flores, Ariel Holan, Beccacece -dos ciclos-, Juan Pablo Vojvoda, Soso y Crespo. Algo así como el Brad Pitt de El juego de la fortuna, pero de Sudamérica, con algunas oscuridades y con un culto a la imprecisión. Quién se quedará con las comisiones de los pases. Con un rendimiento impresionante. Aunque a medida que pasa el tiempo y acumula más poder -no sólo tiene incidencia en todos los grandes del fútbol argentino, sino que es dueño del Elche en España-, a veces, más le cuesta atender las demandas de Varela.  

Hay tres escenarios principales desde donde Defensa y Justicia produce su capital. Primero, la apuesta a entrenadores educadores puestos en un marco de pocas presiones. Hernán Crespo llegó a ocho partidos sin ganar y nadie lo discutió. Segundo, el intercambio de mercancías. En el último mercado de pases, Defensa incorporó trece futbolistas y perdió doce. Según Transfermarkt, en su primer año en la A incorporó 30 y perdió 29 (algunos se fueron y volvieron entre un torneo y el otro).

El tercero es las inferiores

Pablo de Muner, ex jugador, había estudiado ajedrez de pibe. Le volvió a interesar y comenzó a su buscar a su viejo profesor, pero no lo encontraba. Se cruzaron y se enteró que había armado un proyecto que mezclaba fútbol y ajedrez en JJ Urquiza. Se le ocurrió que eso podía funcionar en los pibes. Pila es una ciudad en Buenos Aires de 2500 habitantes. Con la pandemia, no vuela un alma por la calle. Mientras Defensa y Justicia sueña una estrella en Córdoba, su cuarta división y su Reserva hacen una pretemporada en una escuela de ese pequeño poblado. Las aulas se vuelven dormitorios. En una de esas hay ocho tableros: casi siempre están ocupados. 

Para el entrenamiento de hoy, van a hacer un ajedrez humano en la cancha. Los alfiles serán extremos y las torres, laterales. Trasladar el pensamiento al campo es un camino formativo. Va más allá de la técnica, aunque sea determinante. En ese escalafón, Defensa y Justicia apela a la educación. Bibliotecas en el club, cursos que vinculen la literatura y el deporte. Documentales de la dictadura argentina, del nazismo, del Apartheid y de la homofobia. Un club de lectura y debate los domingos. Valentín Larralde, volante central del conjunto de Hernán Crespo, propuso clases de medioambiente. Eduardo Galeano a Osvaldo Soriano empezaron a jugar con la camiseta de Florencio Varela. 

Diego Lemme es el hijo de José, mítico presidente del club, y encargado del fútbol profesional. Suele decir que el modelo a seguir es el de Lanús. Rival en esta final de la Sudamericana. Lo repiten los jugadores y los entrenadores del club: el primer acierto de Defensa y Justicia es pagar al día. “El mayor mérito que le veo es el orden institucional”, reflexiona Luis Zubeldía en la conferencia previa al partido. Es tan preciso subrayar los aportes de Bragarnik como la construcción política de la familia, sólida en la AFA y organizada administrativamente. Así como en el corto plazo el intercambio de mercancías -venta de jugadores- resulta el primer secreto de sus ojos, la apuesta a largo estuvo en reformar las inferiores. Adrián Domenech, con prestigioso paso por Argentinos y por River, encabeza un proceso que en el último año dio el mejor resultado de la historia: la cuarta cayó en semifinal contra Newell ‘s. Detrás, está el concepto. 

Ignacio Laxague personifica la transformación. Defensa creó un Departamento de Metodología. Como si fuera un cofre conceptual. Desde lo futbolístico, pasando por lo físico, llegando a lo psíquico. Los entrenadores de todas las categorías se acercan a plantear un problema. La respuesta puede ser un ejercicio o un abordaje más amplio. Que todo salga del mismo lugar resuelve un conflicto más grande: el espejo con Primera. Aunque modifique sus entrenadores, el equipo de Varela repite la ideología en todas sus categorías: centrales con buen pase, volantes que controlen bien -en criollo, que paren bien la pelota-, laterales con proyección.

¿Hasta dónde puede llegar? Cuando ascendió, cualquiera imaginó que podría ser una golondrina que pasaba y volvería bajar. Aunque apenas está hace seis años en Primera es difícil imaginar una caída. La reinversión de lo ganado es el futuro. El presente es jugar una final contra Lanús. La historia seguirá, pero no hay nada como una estrella y hoy Defensa y Justicia sueña bien alto con eso.  

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Soy periodista desde 2009, aunque pasé mi vida en redacciones con mi padre. Cubrí un Mundial, tres Copa América y vi partidos en cuatro continentes diferentes. Soy de la Generación de los Messis, porque tengo 29 y no vi a Maradona. Desde niño, pienso que a las mujeres les tendría que gustar el fútbol: por suerte, es la era del fútbol femenino y en diez años, no tengo dudas, tendremos estadios llenos.