Trama Bragarnik

El representante más poderoso de Argentina llega a España.

Hola, ¿cómo estamos?

La Selección puede ser un monstruo que no te deja dormir.

Va más allá de los partidos, aunque algunos se queden en el vestuario, sin tele y sin radio, esperando que termine, porque la presión te deja sin uñas.

He visto padres de varios hijos llorar, con mocos y con el cuerpo temblando, por empatar. 

Sentí victorias donde lo único que se celebraba era sobrevivir al escarnio público.

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Conviví con el insomnio de varios que aparecían de madrugada pedaleando en un gimnasio para tratar de cansarse y conciliar el sueño.

Un jugador me contó que era automático: pisaba Argentina y se le llenaban de líquido las gambas y le pesaban horriblemente.

Un integrante destacado de esta Selección me contó que estaba muy tranquilo, pero empezó a sonar el himno, en el medio de un Mundial, a segundos de unos octavos de final y se preguntó: “¿Por qué carajo no estoy en mi casa?”.

Cada vez que juega Argentina pienso en la frase de Marcelo Bielsa: “Hay que alentar a la Selección para que gane, no cuando gane”.

No sé si pensaste que el exitismo no tiene nada que ver con la felicidad. 

Hay que alentar a la Selección.

Bragarnik: el empresario que Argentina exportó a España

El examen para la visa de trabajo incluía una prueba capilar. Al Portland Timbers ya le quemaban en los bolsillos unos 9 millones de dólares. Sin hablar inglés, el futbolista que había metido 12 goles en 15 partidos en el Necaxa había aprobado la entrevista en el Consulado. Faltaba el pelo: un examen que medía si había consumido alguna sustancia prohibida en los últimos seis meses. Él juraba que no y mucho no le creían. Su representante hizo un all in: lo rapó y al poco cabello que quedaba lo tiñó de blanco. Zafó. En su tercer partido en Estados Unidos, el público cayó en el Providence Park con la cabeza platinada. Todavía, en los asados, cuando deja su celular, Christian Bragarnik, el representante más poderoso de Argentina, relata esa como una de sus mejores jugadas.

Un cuerpo técnico al que no conoce personalmente está sentado en sus oficinas de Puerto Madero. En esa manzana está el Hotel Madero, concentración bostera en los últimos diez años, donde dirigentes como Daniel Angelici o directores deportivos tienen despachos. Abre la puerta con el celular en la oreja, asoma la cabeza y pregunta:

–¿Juan Rodríguez?

Los asistentes se miran sin entender nada y uno caza al boleo que está preguntando por el defensor central que la rompió la temporada anterior en Almagro. Dicen que sí. Bragarnik cierra la puerta y regresa un rato más tarde. Ya asegura tener abrochado al jugador para Defensa y Justicia, institución a la que arribó en 2009, donde su rol es el de gerente deportivo, pero sin estar formalizado. “Solo es un club donde muestro mi modelo de trabajo”, resume él, a pesar de que es el gran responsable de los refuerzos, los planes de infraestructura deportiva y el acuerdo con entrenadores. Apareció ahí tras un paso por México. Primero, en el Querétaro, entidad donde le creyeron las credenciales que aprendió en sus días como empleado de un videoclub en Caballito en el que editaba jugadas en VHS y como estudiante de Derecho en la Universidad de Flores. Segundo, en el Xolos de Tijuana, donde se ganó un sello del que pocos logran salir en la vida: ser financiado por el narcotráfico. Sentencia que conquistó por su amistad con Jorge Alberto Hank Inzunza -hijo de Jorge Hank Rhon, ex intendente de Tijuana por el PRI, acusado de tener pistas liberadas de aterrizaje para mercancías prohibidas-.

Esa escena de la oficina y el cuerpo técnico fueron una muestra gratis del extenso álbum de figuritas que maneja. El monopolio y el privilegio de información son su plan de negocios. Eso que Pipo Gorosito resumió: «Un tipo no puede tener 15 entrenadores y 200 jugadores, entonces le llevan 20 jugadores a un club, no te andan, se los llevan a otro, y los técnicos llevan los jugadores del mismo tipo. Sinceramente, es una joda”.

¿Cómo construye el poder Bragarnik?

El Elche, su nuevo juguete, el club de España que compró para empezar a jugar en las ligas de los jeques árabes, es su flamante base de operaciones: en la última semana, cerró la llegada de Iván Marcone, Guido Carrillo, Emiliano Rigoni y Diego Rodríguez al conjunto que dirige Jorge Almirón. El caso del arquero engancha exactamente con la definición de Gorosito: el Ruso atajó la última temporada para Central Córdoba de Santiago del Estero. Durante la pandemia, regresó a Defensa y Justicia, donde estuvo en el primer semestre de 2019, con la promesa de ser indiscutido. La hipótesis era que Exequiel Unsain, el titular, emigraría al exterior. No se dio. Entonces, se mudó a España. En algunas cosas, su fútbol se parece a un aeropuerto.

Bragarnik tiene el talento de Droopy, pero con una sonrisa pícara: viajó como representante de Boca al sorteo de la Libertadores de 2019, regresó a Buenos Aires en el chárter de la Selección la noche de los tres goles de Messi a Ecuador, apareció en la lista electoral de la agrupación Floresta Unida que perdió las elecciones en All Boys, tiene un palco en la cancha de Vélez, es accionista de Unión La Calera de Chile, se volvió representante de Diego Maradona tras llevarlo a los Dorados de Sinaloa y, salvo en River, estuvo en las oficinas de los otros grandes del fútbol argentino dándole más que sugerencias a los presidentes sobre a quién comprar y a quién vender, conociendo de primera mano cada una de las necesidades de cada institución -desde puestos a cubrir hasta futbolistas sobrantes para ceder a préstamo y ahorrarse una porción de sus salarios-.

España es su nuevo desafío, aunque desde lo conceptual resulta más sencillo: apenas cuatro equipos son asociaciones civiles y los privados gobiernan más fácil. Aterrizó como a todos sus negocios: primero, metió a Danilo Ortiz, defensor, con anterior paso por Godoy Cruz, por Racing y por Dorados de Sinaloa. Bragarnik intenta lo que no le salió a Marcelo Tinelli en 1998, cuando compró el Badajoz, o a Daniel Grinbank en 2004 cuando adquirió y vendió el Leganés en apenas cinco meses. No es el único empresario que desembarcó en España: Antonio Caselli, ex embajador argentino en la Orden de Malta, ex candidato a presidente de River (en tres oportunidades) e hijo de Esteban Caselli, ex embajador argentino del Vaticano, es el dueño del Burgos, club de la segunda división. La opulencia de los agentes allá está mejor vista: en el Real Madrid, Mourinho llegó a habilitarle una oficina en el Santiago Bernabéu a su representante, Jorge Mendes, para que resolviera la renovación de contrato de un futbolista de su rival, el Atlético Madrid. Pero algo a este argentino lo vuelve distinto.

Porque a Bragarnik le gusta el fútbol. Quienes lo conocen aseguran dos secretos suyos: uno, escuchar a los entrenadores que representa; dos, no dormir. Con Almirón lo une la amistad: le sirvió al representante para abrirse rutas en clubes como Dorados, Defensa y Justicia, Godoy Cruz, Independiente, Lanús, Atlético Nacional y San Lorenzo. Tras su paso por el Ciclón -donde el agente le pidió disculpas al técnico por haberlo llevado a un club sobre el que desconocía su grado de abandono, justificado en la ambición de su presidente por ser jefe de Gobierno porteño-, le devolvió el caramelo: el Elche regresó a la Primera de España tras seis años en Segunda con un gol en el minuto 96, conducido por José Rojo Martín -alias Pacheta- y a quien el representante echó tras conseguir el objetivo. Al día siguiente, puso a Almirón al frente y la cuenta de Twitter de Defensa y Justicia lo felicitó.

Carrera semejante ha tenido Diego Cocca, que pasó por Defensa, Godoy Cruz, Racing, Xolos y Rosario Central, todos terrenos fértiles del agente. Su nueva joya es Sebastián Beccacece, que circuló por Defensa, Independiente y Racing. Una gran campaña en Florencia Varela le permitió vender a Lisandro Martínez al Ajax, en un hecho histórico para esta escudería que jamás había pisado Holanda. Los directores técnicos son su piedra angular. A todos ellos oye para sacar nuevas ideas: son información. Leonardo Madelón, Eduardo Coudet, Antonio Mohamed, Juan Pablo Vojvoda, Lucas Bernardi y Diego Dabove son otros de sus activos. En muchos casos, ellos son una oreja que reciben propuestas que se vuelven pistas donde aterrizan refuerzos. Pero es más: desde ahí, construye una base de datos. Desde Google para abajo, la materia prima para el big data es el principal empacho del capitalismo.

Su vínculo con la política 

Aunque se lo haya acusado de utilizar capitales de Daniel Angelici -lo llevó al palco de la cancha del Elche- y de Gustavo Arribas -ex representante de futbolistas como Licha López y ex director de la AFI- para comprar el Elche, no se le pudo comprobar el lavado de dinero. Su aclaración sonó graciosa, mas no incompetente: aseguró que accionistas que lo acompañan son los futbolistas Darío Benedetto y Gustavo Bou, emblemas en su carrera. 

El primero es el centrodelantero del Olympique de Marsella, estuvo en 2010 en Defensa y Justicia, pasó en 2013 por Tijuana y, tras romperla en el América de México, arribó a Boca. Su llegada a la Ribera fue la llave a las grandes ligas para Bragarnik: conoció a Angelici en 2016, ya con Mauricio Macri gobernando Argentina. El vínculo lo transformó en uno de los principales voceros de la propuesta presidencial de habilitar las Sociedades Anónimas en el fútbol argentino. Le permitió sentarse en esa mesa de negocios que comenzaba en el Tano y terminaba en Roberto Sagra, actual presidente de San Martín de Tucumán y señalado como la cabeza de las apuestas ilegales en el fútbol de Argentina. La pelota y el poker fueron el alfabeto donde se juntaron las potencias. No termina de quedar claro si les gusta más el fútbol o la política: cuenta alguien que estuvo reunido con Macri y con Angelici que, si cerrabas los ojos, te confundías quién era el presidente de Argentina y quién el de Boca. Tanto vínculo hizo que una de las jugadas cayera en la Justicia y está en investigación: una Sociedad Anónima Simplificada (SAS) con Angelici y Bragarnik a la cabeza se armó con 20 mil dólares de activos y al mes adquirió una propiedad en Recoleta valuada en un millón de dólares. La IGJ investiga de dónde salió el dinero extra.

El segundo es el nombre que cambió su historia. En 2014, cuando Diego Cocca llegó al banco de Racing, el equipo de Avellaneda manejaba una buena situación económica, tras las sucesivas ventas de juveniles, como Rodrigo de Paul al Udinese en los días del Mundial de Brasil. En ese mercado, incorporó de la escudería Bragarnik a Nicolás Sánchez, Leandro Grimi, Nelson Acevedo, Facundo Castillón y, sobre el final, a Bou, que no había hecho pretemporada y llegaba tras una operación en el apéndice. Diego Milito, recién devuelto de las grandes ligas, eclipsaba el run run que caía sobre el entrenador, acusado de traer jugadores representados por su representante. “Christian maneja buenos jugadores”, justificó el técnico. El ahora atacante del New England Revolution metió 10 goles y fue la figura del torneo. El representante justificó sus movimientos e infló el pecho. El delantero, cuya única apreciación pública sobre economía fue aparecer en el programa Pasión de Sábado junto al cantante de cumbia el Pepo con un cartel que decía “No al Fondo”, ahora evidentemente también es empresario. 

O, como muchísimos otros futbolistas, simplemente, entregan su patrimonio para que sus representantes los bicicleteen. 

Pizza post cancha

Esto fue todo.

Ya sabés, este equipo deja todo, pero necesita una masa societaria que lo respalde. Acá podés aportar a la causa Cenital.

Abrazo grande,

Zequi

Soy periodista desde 2009, aunque pasé mi vida en redacciones con mi padre. Cubrí un Mundial, tres Copa América y vi partidos en cuatro continentes diferentes. Soy de la Generación de los Messis, porque tengo 29 y no vi a Maradona. Desde niño, pienso que a las mujeres les tendría que gustar el fútbol: por suerte, es la era del fútbol femenino y en diez años, no tengo dudas, tendremos estadios llenos.