Cartas imaginarias: un mensaje de ficción

El género epistolar puede ser la base de una curiosa invención. Por lo menos así lo entendieron algunos escritores y artistas como María Negroni, Celia Paul, Pablo Katchadjian, Blanca Llum Vidal y Bill Mayer, entre otros.

Hola, ¿qué tal? Espero que estés lo mejor posible. Yo acá, asumiendo que el invierno empezó, contando los días que faltan para que empiece la primavera (unos noventa).

Son jornadas bastante turbulentas en Argentina. Llenas de información y de desinformación, de injusticias, violencia y especulaciones políticas. Días que vivimos con ansiedad y desorden, un poco desamparadas y cansadas también. Así que sin fingir demencia, lo que propongo modestamente es un paréntesis de evasión. Que El Hilo Conductor sea un chivo expiatorio para pensar, aunque sea un ratito, en otra cosa antes de volver a la abrumadora realidad.

Esta quincena vamos a hablar de las cartas, del género epistolar. Pero no de libros de correspondencia entre personas, porque eso ya lo hicimos en una entrega anterior y hasta en un podcast de 2021. Vamos a darle una vuelta de tuerca: nos referiremos a cartas imaginarias, ficcionales, falsas. Al género epistolar como una de las formas posibles de la literatura y la invención. Podríamos remontarnos al siglo I y hablar de las Heroidas del poeta romano Ovidio: son 21 cartas de amor que él inventó en las que los personajes femeninos de la mitología le escriben a sus amados (Penélope a Ulises, Fedra a Hipólito, Ariadna a Teseo). O remitir a Drácula, por ejemplo, una de las grandes novelas epistolares publicada en 1897 que recoge las cartas que Jonathan Harker le manda a su amada Mina mientras está en un castillo lejano con ese conde extravagante y peligroso. O a Boquitas pintadas, del gran Manuel Puig, una novela armada a partir de mucha correspondencia y otros documentos. Pero voy a atenerme a algunos ejemplos más contemporáneos.

Empecemos.

UNO. ESTAMPILLAS EXPANDIDAS

Para ilustrar el Hilo, encontré una serie de obras de Bill Mayer que me pareció pertinente. Él es un artista visual estadounidense que nació en Alabama en 1951, o sea que sabe muy bien lo que significó para la humanidad mandar cartas, esperar respuestas, ir al buzón o al correo a mandarlas y ponerles estampillas de acuerdo a la distancia y los costos de cada envío. De hecho en 1998 diseñó estampillas para el Servicio Postal de EE.UU. Pero en 2010, cuando ya casi nadie las mandaba, armó esta serie de stamp drawings que se basa justamente en estampillas a las que arrancó de algunos sobres y convirtió en otra cosa. A partir de lo que esa pequeña imagen sugería, él armó cuerpos, circunstancias, ribetes que nos llevan al absurdo y al humor, y les dio vida propia más allá de sus sobres. Digamos que les sacó su valor funcional y creó ficciones posibles a partir de ellas. Si quieren ver la serie completa, pueden pasar por este enlace.

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DOS. CARTAS EXTRAORDINARIAS

Así como Ovidio imaginó las voces, inflexiones y palabras que los personajes femeninos de la mitología le dirigían a sus amados, María Negroni hizo lo propio con algunos autores y sus destinatarios. En su libro Cartas extraordinarias, publicado por Alfaguara en 2013, cuenta que se crió leyendo las novelas de la colección Robin Hood de tapas amarillas y que decidió a partir de sus libros favoritos inventar cartas “cuidadosamente apócrifas” de diversos escritores. Así es como en el volumen hay misivas de Louisa May Alcott (que le escribe a Emily Dickinson, a quien nunca conoció), de Mark Twain (que le escribe a su amigo de la infancia Huckleberry Finn), de Jules Verne (destinada a su padre) y una nota de suicidio de Emilio Salgari a sus hijos, entre varias otras. Todas ellas, de alguna u otra forma, son reflexiones sobre la actividad literaria y la imbricación entre vida y escritura, algo que a Negroni le interesa particularmente. En este libro están muy bien trabajadas las circunstancias biográficas de cada protagonista, pero las relaciones que se establecen son ficticias. “Escribirlas fue para mí un doble premio: no sólo me pasé un año sumergida entre los libros que me marcaron como pequeña lectora, sino que pude acercarme, por interpósitas voces, a las aristas más vertiginosas de esas mismas preguntas que me formulo hace tiempo, cada vez con más urgencia”, dice la autora de El corazón del daño en el prólogo. Un homenaje exquisito y poderoso a aquellos libros que nos permitieron crecer como lectoras, apropiándose de la primera persona de sus autores. La edición se completa con sutiles ilustraciones del artista uruguayo Fidel Sclavo.

TRES. UN DIOS MUTANTE

Me gusta mucho la obra de Pablo Katchadjian. Lo sigo hace años. Y aprovecho cualquier ocasión para comentar sus libros, sus procedimientos. Así que aquí estamos hablando de Amado señor, un libro muy divertido e ingenioso publicado por Blatt & Ríos en el que un narrador le escribe cartas a Dios. Le habla sin parar, pero no de manera devocional para pedirle favores o milagros, sino que lo convierte en un interlocutor posible para sus anécdotas, recuerdos y peripecias. Ese “amado señor” es un dios mutante al que este hombre le va haciendo preguntas incontestables también. Y como Dios nunca le responde, la cosa se pone cada vez más loca, y escala a niveles cercanos al absurdo como cuando hablamos solas. A medida que avanzan las epístolas, ese destinatario se transforma en “Amada Mata de Cactus”, “Amado Brillo Invisible”, “Amado cuchillo”, “Amado Punto”, “Amado Beso”, “Amado Sueño Olvidado”, “Amada nube de bacterias”. Este es un libro con mucha libertad e invención. Un libro que confía en el poder de la literatura para comunicarse y poner las cosas en tensión, como la existencia o no de Dios.

CUATRO. LA PRINCESA DESENCAJADA

Pocas páginas, compactas y poderosas, son las que ocupan las cartas de La princesa sois Vos, de la poeta catalana Blanca Llum Vidal (que se presentó en la última Feria del Libro). Aquí las epístolas están dirigidas a una persona amada que está ausente, y la amante oscila entre el cariño, la devoción y la desesperación. Lo interesante es el personaje que escribe las cartas: una princesa desenfrenada, por momentos medio chiflada, que habla en español antiguo, como teatralizando una clásica historia de amor romántico. Pero, obviamente, fue escrito en pleno siglo XXI. En más de un sentido, este libro, publicado por la editorial catalana Club Editor, tiene puntos en común con el de Katchadjian. Si en Amado señor el nombre de Dios era intercambiable con el de distintas cosas, aquí las fórmulas de saludo de cada carta son las que van trastocando la devoción de una manera muy sutil y creativa a la vez: “Vuestra — siempre Vuestra — Hoy también Vuestra — Toda vuestra — Nuestra — Más Vuestra — Hoy medio Vuestra — Casi Vuestra — A todas horas Vuestra — Requetevuestra Vuestra de noche — Diría que Vuestra — Bastante Vuestra — No sé si vuestra — Mía — Suya”. Un libro original, que juega con las convenciones del género epistolar, del amor incondicional y de la lengua española más canónica para hacerlas felizmente estallar por el aire.

CINCO. DE CELIA PAUL A GWEN JOHN

“Queridísima Gwen: Sé que esta carta es una ilusión. Sé que estás muerta y yo estoy viva, y que ninguna comunicación normal es posible entre nosotras, pero ‘el tiempo es una sustancia extraña’ como decía mi madre, y quién sabe si, más allá de nuestra comprensión del mundo regida por la temporalidad, no habrá realmente un canal por el que podríamos hablar si supiéramos hacerlo”, le dice la artista y escritora Celia Paul (India, 1959) a Gwen John, artista también, solo que fallecida veinte años antes de su nacimiento. ¿Por qué una pintora le escribe a otra pintora que no conoció? En este caso, porque Paul identifica entre ellas muchos puntos de contacto, y se va explayando sobre ellos en las largas misivas que pueblan este libro, llamado justamente Cartas a Gwen John, publicado por Chai (la traducción –fresca, fluida, elegante– es de Esther Cross).

Uno de los tópicos de las cartas pasa por el lenguaje de la pintura y sus motivos, por la formación de ambas, por la afinidad y el fanatismo por el mar. Pero hay también en sus biografías amorosas varias coincidencias, porque John fue la amante del escultor francés Auguste Rodin, y Paul la mujer de Lucien Freud, el pintor británico nieto de Sigmund (sobre el vínculo entre ambos ella se explaya mucho en un título anterior: Autorretrato). El rol en el que ellas estaban siendo musas de hombres poderosos y talentosos y también a su vez artistas es algo que se explora a fondo junto con ciertos sentimientos de aislamiento y desarraigo. Este es un libro intenso y franco de una mujer que habla con el espectro de otra a la que siente muy cerca. Es interesante el mecanismo por el cual, dirigiéndose a John en segunda persona, Celia Paul nos revela a las lectoras sus sentimientos más ambiguos y profundos. Un libro íntimo, pero a la vez proyectado hacia los demás. Se nota también que investigó a fondo a John, analizó y contempló minuciosamente sus pinturas, pero no quiso hacer con eso un estudio más, sino generar un lazo entre las dos. Ella lo dice mejor: “Este libro no es una biografía de Gwen John: es un encuentro”. Me gusta mucho la idea. Me quedé pensando en qué artista del pasado elegiría para escribirle cartas (creo que a Natalia Ginzburg).

SEIS. CARTAS FILMADAS

Antes de despedirnos, comentemos dos ejemplos de series inspiradas en correspondencia ficticia.

  • I LOVE DICK: basada en la genial novela de Chris Kraus (que tiene traducción de Marcelo Cohen y en la reedición un prólogo de Gabriela Wiener), esta miniserie de humor, sexo y patetismo está protagonizada por Kathryn Hahn y Kevin Bacon. Con capítulos de media hora y dirección de Jill Solloway (la misma de Transparent y guionista de Six Feet Under), cuenta la historia de una mujer un poco perdida que acompaña a su marido académico a un pueblo de Texas donde tiene que trabajar. Ahí conoce a Dick, un Kevin Bacon sexy, malhumorado y hostil, y se vuelve completamente loca por él al extremo de escribirle cartas osadas y tener fantasías desenfrenadas. Hay que decir que el libro es mejor que la serie, quizás porque algunas caracterizaciones son medio burdas o estereotipadas. Pero está muy bien para pasar el rato (la encuentran en Amazon Prime).
  • CARTAS A MI EX: con este título elocuente y la frase “una radiografía del amor en la era de la soledad”, se presenta esta serie estrenada en 2010 de ocho episodios dirigida y escrita por Jazmin Stuart para el canal online de Untref. Y efectivamente, se trata de “cartas audiovisuales” que distintos personajes (uno por episodio) le narran durante unos diez minutos a esa persona que los dejó, o los engañó, o los intoxicó. Los episodios varían en calidad de acuerdo a la interpretación de sus protagonistas y van cambiando de conflicto: hay parejas heterosexuales y homosexuales, y hasta una trieja en crisis. El episodio dos, por ejemplo, lo lleva adelante Sofía Gala, con esa potencia que la caracteriza, y cuenta qué le pasa con los mensajes archivados de su ex que era un falluto. En el tres está Nicolás Mateo interpretando a un gay que tuvo una difícil salida del clóset con un rugbier. El episodio cuatro lo protagoniza la misma Jazmín, interpretando a una mujer que le pone palabras a la violencia psicológica machista. Y así. Breve y contundente, esta serie es un producto que no tiene falsas pretensiones, sino que se propone un objetivo y lo lleva adelante con profesionalismo y destreza.

Ahora sí, me despido hasta dentro de quince días.

Ojalá este Hilo te haya dado ganas de escribir cartas. O mails largos (no importa si después no los mandás, vale el ejercicio).

Gracias por leer. Y por favor cuidate mucho.

Malena

Es licenciada en Letras por la UBA y trabaja hace muchos años en la industria editorial. Fue editora en las revistas El Interpretador y Los Inrockuptibles. Forma parte del equipo de Caja Negra, una editorial psicoactiva y heterogénea. Tiene un ciclo de entrevistas con escritores y escritoras en el Malba. Si los libros fueran comestibles, podría alimentar a miles de personas con los que acumula en su biblioteca. Lo que más le gusta es viajar.