¿Ahora sí es necesario un plan económico?

Una de las objeciones en el plano económico más escuchadas es la falta de un plan. ¿Es realmente así?

Hola, ¿cómo estás? Está difícil hacer el newsletter en estos días. No creo que haya algo que atente tanto contra la productividad -o, mejor dicho, que fomente la procrastinación- como los Juegos Olímpicos. A toda hora tenés algo para ver, y por más que sea tiro al blanco, esgrima o bádminton, te quedás enganchado mirándolo. Lo que sí decepcionó fue la inauguración, ni un solo pikachu…

Plan, plan, plan, queremos plan

Una de las objeciones más frecuentes hacia esta gestión es la falta de un plan económico. Esto se escuchó mucho durante la negociación por la reestructuración de la deuda (la crítica era que no iba a haber acuerdo si el gobierno no mostraba cómo pensaba pagar los nuevos vencimientos), luego resurgió a mediados del año pasado con la discusión del Presupuesto y las proyecciones para este año, y ahora nuevamente con el inicio de la campaña electoral.

Lo primero que tenemos que hacer, es precisar el concepto, porque como veremos a continuación, es un tanto esquivo y allí reside el primer foco de conflicto. Por lo general, un plan económico se define a partir de la fijación de ciertos objetivos y/o problemas a resolver, utilizando para ello las distintas herramientas de política económica al alcance del gobierno. Por ejemplo, impulsar la actividad económica a través del aumento del gasto público o reducir la inflación por medio de una política monetaria contractiva. Acá se advierte la primera cuestión vinculada con su ambigüedad, porque lo normal es que cada gestión tenga su propio “plan”, dando lugar a un sinfín de variantes: pueden diferir los objetivos, los problemas a resolver, o incluso podrían ser similares pero con prioridades distintas, o bien que las herramientas utilizadas para resolverlos sean diferentes. Las distintas combinaciones dan lugar a lo que muchas veces se denomina “el modelo económico”.

A partir de lo anterior, lo que debería quedar claro es que toda gestión tiene un plan económico. Puede ser mejor o peor, gustar más o menos, pero existe. La idea de que un gobierno no tenga un plan económico me resulta una crítica un tanto ingenua, porque implica desconocer que están intrínsecamente vinculados.

La objeción que tiene más asidero es que ese plan se haga explícito. En este caso, el punto sería que el gobierno anuncie públicamente cuáles son los objetivos a concretar a lo largo de los cuatro años de gestión y cómo piensa lograrlos.

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Un plan no es lo mismo que proyectar

¿Pero esto no es lo que hizo el año pasado en la presentación del Presupuesto? Si bien dicha presentación involucra la elaboración de proyecciones para las principales variables macroeconómicas (PBI, inflación, tipo de cambio, déficit fiscal), que permiten extraer un rumbo en materia económica, hay varias cuestiones a tener en cuenta. En primer lugar, la elaboración de proyecciones no implica necesariamente que eso sea lo que vaya a hacer el gobierno. Históricamente, funcionaron más bien como un formalismo que requiere la formulación del presupuesto que como una hoja de ruta oficial.

No obstante, Guzmán afirmó en reiteradas ocasiones que ése era el plan del gobierno. En efecto, como dijimos antes, de ahí se pueden extraer definiciones económicas. Por ejemplo, que la recuperación iba a ser gradual, que el déficit fiscal -y en particular el financiamiento a través del BCRA- se iba a contraer significativamente luego del impulso que provocó la pandemia, o que la inflación se iba a reducir paulatinamente junto con la tasa de devaluación del tipo de cambio.

Si bien muchas de las cuestiones plasmadas en el presupuesto se vienen cumpliendo, y teniendo en cuenta las dificultades extra que significa hacer proyecciones en medio de una pandemia, el gran error estuvo en creer que la fuerte reducción que se observó en la inflación a mediados del año pasado -que coincidió con el momento en que se presentó el presupuesto- era algo permanente y no una cuestión transitoria asociada al freno de la actividad provocado por la pandemia, sumado al aumento del precio internacional de los commodities (algo mucho más difícil de prever). Eso se plasmó en una proyección del 32% para fines de 2020 (terminó siendo del 36%) y del 29% para fines del 2021, que ya quedó obsoleta con la aceleración inflacionaria del primer semestre, que acumuló 25%.

Esto nos lleva a otras dos diferencias respecto de un plan, que son la falta de claridad respecto a cómo se manejan los desvíos del objetivo y el grado de compromiso con los mismos. ¿Qué debería hacer el gobierno o, mejor dicho, el Banco Central si aumenta la inflación? ¿Qué pasa si la respuesta no es suficiente y no se logra el objetivo?

En los planes, estas preguntas suelen estar contempladas (aunque no siempre es así). Por ejemplo, se plantean distintos escenarios (de mínima y de máxima), mostrando cómo reacciona la política fiscal, la monetaria y la cambiaria. Es decir, se contempla la posibilidad de que las cosas no salgan como lo planeado (ya sea por errores de diagnóstico o por eventos externos), pero se muestra cómo respondería la política económica frente a esos desvíos. Finalmente, se realizan reportes (a veces por las autoridades, en otros casos por organismos externos) evaluando los resultados, errores, omisiones, etc.

Persevera y convencerás

¿Y para qué sirve esto? La “rendición de cuentas” por parte del gobierno (no conozco mejor traducción para el término accountability) y el hecho de ir consiguiendo los objetivos fijados genera un marco de previsibilidad que le permite al sector privado tomar mejores decisiones, logrando un mejor funcionamiento de la economía.

Además, cuanto más elevada sea la credibilidad del gobierno, mayor es la capacidad de mantener ancladas las expectativas del sector privado, algo que resulta clave en un contexto de inflación elevada como el de Argentina. Como mostramos acá, eso permite que frente a un evento disruptivo el sector privado le “crea” al gobierno que va a mantener la inflación controlada y de esa manera evite un alza en los precios.

A modo de ejemplo, fíjense la desmesurada diferencia entre la trayectoria de la inflación proyectada por el gobierno al momento de la sanción del presupuesto y la del Relevamiento de Expectativas del Mercado (REM). Como dijimos, hubo un error en la estimación del gobierno, pero eso no alcanza para explicar semejante diferencia. Tampoco alcanza a explicarlo la capacidad de pronosticar de las consultoras privadas que, como mostramos acá, también suele presentar errores sistemáticos.

Proyección oficial vs. la del mercado (a septiembre del 2020)

Fuente: Elaboración propia en base al BCRA y al Presupuesto Nacional.

A partir de lo visto, la explicación probablemente se ubique en algún punto medio: el aumento del precio internacional de los commodities, combinado con la recuperación de la actividad económica, provocó el alza en los precios que luego se aceleró con la sobrerreacción del sector privado a partir de sus propias previsiones de inflación, muy “desancladas” en relación a la pauta inflacionaria del gobierno.

En función de todo lo anterior, podemos afirmar que la presentación de un plan económico creíble puede ser una herramienta clave para bajar la inflación y retomar el crecimiento. Se hizo largo, así que nos queda para otra edición discutir cuáles deberían ser los lineamientos principales de ese programa.

¿Más economía?

Va el resumen del panorama económico a partir de los datos que salieron durante la última semana: la actividad económica se contrajo 2% en mayo, algo previsible ante el aumento de los contagios y las restricciones a la circulación establecidas por el gobierno. Tanto los precios mayoristas como los de la construcción se desaceleraron en junio. La Canasta Básica sigue aumentando por encima del nivel general de precios. En junio se mantuvo el elevado superávit comercial, de la mano del mayor aumento de las exportaciones en siete años. La nota completa la podés leer acá.

Desde ayer y hasta mañana el colectivo Rethinking Economics, uno de los más destacados en este último tiempo, que está impulsando cambios a nivel mundial en la disciplina económica, tanto en cuestiones de inequidad, género o ambientales, organiza un Festival de Economía, juntando a destacados/as economistas de todo el mundo. Podés consultar el programa y mirar las charlas acá. En particular te recomiendo esta que se va a llevar a cabo hoy a las 19: “Ideas para el desarrollo post-Covid 19”, donde expondrán Nicolás Segal, Verónica Robert y Matías Vernengo.

El podcast Interés General se basa en presentar algún tema relevante pero en 5 minutos. Me pidieron uno fácil… que explicara el tema del dólar y sus distintas cotizaciones. Salió esto.

Por último, un 3×1 en cursos, todos gratuitos. Este de finanzas internacionales (arranca el 3/8), este sobre estructuralismo y posdesarrollo (arranca el 1/8) y este de la CEPAL sobre globalización y desarrollo (arranca el 1/8).

Esto fue todo por hoy. Ojalá te haya servido para que ahora entiendas un poco más de esta cosa tan difícil que parece ser la economía argentina. Si no aguantás hasta la semana que viene, la seguimos por acá.

Espero tu respuesta. Te mando un abrazo grande.

Juanma

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Me dedico a estudiar la macroeconomía argentina, algo que en este país debe ser similar a tener un doctorado en física molecular. Soy magister en Desarrollo Económico en la UNSAM y estoy haciendo el Doctorado homónimo en la UNQUI. Padre de gemelas y docente universitario.